Por: Franklin González
A finales del año 2019 se difundió la noticia de un brote de un virus desconocido en la provincia de Hubei, en particular en su capital Wuhan (China) y que fueron reportados a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En un principio todo parecía un problema circunscripto a un grupo de personas que comían animales salvajes. Luego, vinieron las alarmantes cuentas de enfermos y muertos, que estaban ocurriendo en Wuhan.
Las autoridades china de inmediato reaccionaron y establecieron algunas medidas para contener el virus y se acordó poner en ejecución la cuarentena, con resultados muy positivos.
Pero el virus se expandió más allá de las fronteras de China y terminó siendo calificada por la OMS de pandemia.
El coronavirus y su origen
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019): “Los coronavirus (CoV) son una amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como ocurre con el coronavirus causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el que ocasiona el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV). Un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano.
Los coronavirus se pueden contagiar de los animales a las personas (transmisión zoonótica). De acuerdo con estudios exhaustivos al respecto, sabemos que el SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano y que se ha producido transmisión del MERS-CoV del dromedario al ser humano. Además, se sabe que hay otros coronavirus circulando entre animales, que todavía no han infectado al ser humano.
Esas infecciones suelen cursar con fiebre y síntomas respiratorios (tos y disnea o dificultad para respirar). En los casos más graves, pueden causar neumonía, síndrome respiratorio agudo severo, insuficiencia renal e, incluso, la muerte.
Las recomendaciones habituales para no propagar la infección son la buena higiene de manos y respiratoria (cubrirse la boca y la nariz al toser y estornudar) y la cocción completa de la carne y los huevos. Asimismo, se debe evitar el contacto estrecho con cualquier persona que presente signos de afección respiratoria, como tos o estornudos”.
Sobre el origen del Coronavirus, aparte de lo ya dicho por la OMS, hacen presencia las “teorías de la conspiración”, las especulaciones y también interviene la religión.
Hay una tesis que sostiene que el Covid-19 fue incubado en los más oscuros laboratorios de guerra biológica, provocando, por tanto, experimentación y muertes por doquier, especialmente en países que erigen, como desiderátum de la historia, el modelo consumista capitalista, aunque al final, eso salga de su control, como Frankenstein, y termine afectándolo a ellos mismos.
Desde el punto de vista religioso también hay una explicación. Según publicación de la redaccionp21@peru21.pe, el 05/03/2020, Brian Tamaki, pastor de Destiny Church (Iglesia del Destino), Nueva Zelanda, durante un discurso dijo que al coronavirus: “No debemos temerle. Hay mucha histeria que ha sido engendrada por ciertos elementos sobre esta pandemia. Creo que el ministerio de Cristo trae esperanza, y que hay una manera de combatir estas pestes, pandemias y plagas”.
Y agregó que “el príncipe del poder del aire, Satanás, tiene el control de las atmósferas, a menos que seas un creyente amante de Jesús, creyente en la Biblia, lleno del Espíritu Santo y que paga diezmo”.
Pero más allá de todas esas consideraciones, lo que está pasando en el mundo con el Covid-19, es una prueba de fuego para el humanismo y la razón enfrentándose al narcisismo y egoísmo.
De la “alegría” a la pandemia
En el libro Sobre la muerte y los moribundos, su autora, la suizo-estadounidense, Elisabeth Klubel-Roos, analiza cinco (5) etapas o fases -mental y/o emocional-, por el que pasa una persona desde que es diagnosticada con una enfermedad terminal hasta el momento en que admite su situación personal. Estas cinco fases son: negación, ira pacto, depresión y aceptación.
En el caso del Covid-19 se pueden encontrar dos reacciones, mentales y emocionales.
Una, macabra, propia del capitalismo y de la deshumanización, que ante la información de la existencia de este virus en Wuhan, China, la reacción de muchos comentaristas occidentales de The Guardian, la revista Newsweek, el ABC de España fue de un sentimiento de alegría por la desgracia de los chinos (sinofobia). Se habló de un “Chernobil chino”. La revista Foreign Policy llegó a acusar a China de haber “puesto en riesgo al mundo” con su “incompetencia”.
Al respecto, Boaventura de Sousa Santos, en su artículo: “Coronavirus: todo lo sólido se desvanece en el aire”, publicado en El País el 17/03/2020, afirma: “la forma en la que se construyó inicialmente la narrativa de la pandemia en los medios de comunicación occidentales hizo evidente el deseo de demonizar a China” y “la verdad es que, según la Organización Mundial de la Salud, el origen del virus aún no se ha determinado. Por lo tanto, es irresponsable que los medios oficiales en Estados Unidos hablen del «virus extranjero» o incluso del «coronavirus chino», sobre todo porque solo en países con buenos sistemas de salud pública (Estados Unidos no es uno de ellos) es posible hacer pruebas gratuitas y determinar con precisión los tipos de gripe que se han dado en los últimos meses”
La otra, es cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que estábamos en presencia de una pandemia.
En efecto, el miércoles 11/03/2020, la OMS a través de su Director General, el eritreo Tedros Ghebreyesus, le anunció al mundo que el coronavirus ya era oficialmente una pandemia, era global y que todos los países iban a tener que poner mucho de su parte para combatir el virus.
Dijo: “Estamos muy preocupados por los alarmantes niveles de propagación y gravedad, y por los alarmantes niveles de inacción”.
Y fue muy claro con lo que iba a suceder a partir de ese momento: “En los próximos días y semanas esperamos que el número de casos, de muertes y de países afectados aumente aún más”.
Llamó la atención en el uso del término pandemia y al respecto aclaró: “Es una palabra que, mal usada, puede causar un miedo irracional, o la aceptación injustificada de que la lucha se ha acabado, lo que llevaría a un sufrimiento innecesario y a muertes”.
Además de dar un toque de atención a algunos Estados, Ghebreyesus quiso mencionar a los que han hecho un gran esfuerzo para contener el virus. Recordó que más del 90% de todos los contagios se habían producido únicamente en cuatro países, y que dos de ellos (China y Corea del Sur) ya habían conseguido rebajar el número de casos. También señaló que 81 naciones no habían comunicado ningún caso de coronavirus y que 57 habían registrado 10 casos o menos: “No podemos decirlo más alto, más claro o con más frecuencia: todos los países están a tiempo de cambiar el curso de esta pandemia”.
Y añadió: “Si los países detectan, hacen el test, aíslan, buscan los contactos y movilizan a su ciudadanía en la respuesta, los que solo tienen un puñado de casos de Covid-19 pueden prevenir que se conviertan en grupos de transmisión y que estos se conviertan en transmisión comunitaria”.
Los países, aseguró el director general, “tienen que encontrar el equilibrio entre proteger la salud, minimizar el trastorno económico y social y respetar los derechos humanos”. Y recordó qué se espera de los miembros de la organización: “Preparad vuestros hospitales, proteged y entrenad a vuestros sanitarios. Cuidémonos unos a otros”.
Ghebreyesus reconoció que algunos países estaban teniendo dificultades para lidiar con esta pandemia. Unos, por “falta de capacidad”, otros por “falta de recursos” y el resto por “falta de decisión”, subrayando una vez más la idea de que no todos los mandatarios mundiales se han tomado suficientemente en serio la amenaza.
Ante esa pandemia. ¿Qué hacer?
Ante una realidad, una pandemia, el Covid-19, las respuestas humanas no se ha hecho esperar. Estamos en presencia del humanismo y su cara contraría: la deshumanización a su máxima expresión.
En ese sentido, bueno es recordar que varias novelas y cuentos nos narran esas reacciones humanas ante situaciones parecidas al Covid-19.
En el Decamerón (1351 y 1353), su autor, Giovanni Boccaccio, cuenta que un grupo de diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) se reúnen en una villa en las afueras de Florencia, para tertuliar sobre el significado de la peste bubónica, epidemia de peste negra que golpeó a Florencia en 1348. Ante esa situación acordarán respetar unas reglas convenientes no sólo a su salud física sino a la salud del espíritu, porque la peste genera tristeza y depresión, como bien lo dice el profesor y filósofo Nuccio Ordine, en entrevista para La Vanguardia.
Agrega este filósofo que “Boccaccio es inteligente y nos dice que lo peor es el miedo al miedo, esa extrema confianza que te hace hacer cosas contra ti mismo y tu comunidad, él describe la irracionalidad de esa gente que cree estar haciendo cosas para mejorar su salud pero que en realidad son muy dañinas”. Por tanto: “Humana cosa es tener compasión de los afligidos”.
En La peste (1947), novela de Albert Camus, se narran los estragos de una epidemia que causa centenares de muertes a diario, en una ciudad, Orán, con una vida frenética, absolutamente materialista, donde casi nadie repara en las existencias ajenas. Sus habitantes carecen de sentido de la comunidad. No son ciudadanos, sino individuos que escatiman horas al sueño para acumular bienes. La propagación imparable de la enfermedad empujará a las autoridades a imponer un severo aislamiento.
De esta novela se puede deducir que ante el avance de una catástrofe colectiva (una peste de salud pública), también puede estar presente otra (una peste política), como por ejemplo, la ocupación nazi de Francia durante la segunda guerra mundial y ante ambas peste el único valor que debe prevalecer es el de la solidaridad.
Edgar Allan Poe, en el cuento “La màscara de la muerte roja” (1948), se puede leer que los que màs tienen y màs pueden (aristócratas medievales), se consideran inmunes y por momentos piensan que la muerte es de otro, cuando resulta que esta trasciende las clases sociales, las ideologías y el poder. Las pandemias son masivas y “democráticas”.
En Ensayo sobre la ceguera (1995) José Saramago, en los dos primeros capítulos, nos narra que un hombre de 38 años, manejando su automóvil y estacionado frente al semáforo, esperando la luz verde para avanzar, no lo puedo hacer al quedar ciego. Ante esto se ofrecen dos transeúntes para acompañarlo a su casa y uno de ellos, ladrón de oficio, se queda con las llaves de su automóvil y se lo roba. No pasaría entonces mucho tiempo, para que esta persona de “bajas pasiones” y comportamiento deshumanizado, fuera trágicamente recompensado también con la ceguera.
Deshumanismo versus humanismo
Ante el Covid-19, analicemos entonces dos comportamientos humanos.
Uno, la concepción de “salvase quien pueda” para enfrentar el Covid-19, que representa muy bien el gobierno del Reino Unido en contraste con los que están haciendo otros países.
El gobierno de Boris Johnson se ha resistido al “distanciamiento social” y a tomar otras medidas de contención que recomienda la OMS y se utilizan en la mayoría de los países- Ha considerado mejor permitir que la enfermedad se propague para que no haya un colapso de los servicios de salud pública del Reino Unido.
Ha levantado la tesis de la “inmunidad colectiva” que significa permitir que este virus se propague a las personas más jóvenes que corren menos riesgo de morir.
También, en un principio, se ha resistido a cerrar las escuelas en el Reino Unido, públicas y privadas.
Lo ha dejado al libre arbitrio de cada habitante y ha dicho: “Somos una democracia madura, adulta y liberal, en la que la gente entiende muy claramente las recomendaciones que le damos”.
Como corolario y sin mayor desparpajo sería: que se mueran los que tenga que morirse, en particular los de la tercera edad para arriba, eso inmuniza a la sociedad.
Dos, una visión humanista de las relaciones entre los seres humanos.
Es así como el gobierno cubano (siempre Cuba) autorizó por “razones humanitarias” el atraque, el 16/03/2020, del crucero MS Braemar, de la compañía británica Fred Olsen, con cinco casos confirmados del Covid-19 y más de mil personas a bordo, desde donde sus pasajeros serán repatriados hacia el Reino Unido.
Debe enfatizarse que este crucero estuvo buscando desesperadamente donde desembarcar luego que se le negara acceso a múltiples puertos en el Caribe.
El jefe de prensa de la cancillería cubana, Juan Antonio Fernández, declaró. “Se han adoptado todas las medidas para el traslado seguro, hospitalario y expedito de los pasajeros y tripulantes de la embarcación”
Mientras tanto el secretario de Estado para Asuntos Exteriores del Reino Unido, Dominic Raab, agradeció al gobierno cubano por permitir el atraque del barco y al respecto declaró:
“Estamos muy agradecidos con el gobierno cubano por permitir rápidamente esta operación y por su estrecha cooperación para garantizar que pueda tener éxito”.
“Qué cosa más grande, diría un cubano”, porque definitivamente, la grandeza del ser humano está en su capacidad de amar, no en su ambición personal.
Conclusiones
-Una verdad verdadera es que el Covid-19 es una amenaza para todos los continentes, todos los países y todas las clases sociales. Es asunto de todos y trasciende ideología y fanatismos.
-Nuestro narcisismo y yoismo está en crisis, El Covid-19 no le concierne sólo al otro. Nuestra campana de cristal se ha agrietado y por tanto, debemos estar conteste que no somos invulnerables.
-El Covid-19 nos pone a pensar sobre el tiempo y el abanico de posibilidades que contiene cada minuto. No dejarse abrumar por el miedo y el terror, son malos consejeros porque sólo traen parálisis y estancamiento.
-En esta batalla contra el Covid-19 el fanatismo ideológico estorba y mucho. Es bueno mirar un poco más allá, pensando sobre todo en lo humano. Lo ha practicado Cuba en el caso del crucero del Reino Unido.
-Finalmente: ¿Qué será de nosotros cuando el Covid-19 pase? ¿Seguiremos con nuestra arrogancia o lo recordaremos como el momento que nos desnudó lo frágil que es la vida?
Fuente: El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación