México: Ellos son ‘Los Marucheros’… sicarios adolescentes que bailan entre balas y que forman parte del Cártel del Noreste (vídeo)

Redacción: Vanguardia

Vigilan las calles y ocupan el escalafón más bajo del narcotráfico en México. Para los cárteles, su vida vale lo mismo que la sopa instantánea en sobre que consumen.
En redes sociales circula un vídeo en donde se puede ver a varios adolescentes bailando y disparando armas de alto calibre. las imágenes revelan la cruda realidad que parte de la infancia en México: están expuestos a la violencia armada de los grandes cárteles de la droga.

Los niños que aparecen en el vídeo habrían sido reclutados por el narcotráfico, específicamente para la banda de «Los Marucheros«, que a su vez, forma parte de la estructura criminal del Cártel del Noreste, en el estado de Tamaulipas.

«Los Marucheros» vigilan las calles y ocupan el escalafón más bajo del narcotráfico en México. Para los cárteles, su vida vale lo mismo que la sopa instantánea en sobre que consumen, a veces participan activamente y detienen a sus enemigos poniendo «ponchallantas» o incluso a balazos.

Primero la balacera. La sangre en el asfalto. Los cuerpos abatidos y los casquillos de bala. Y entre todo ello, los restos de una sopa de fideos instantánea. En Tamaulipas, los enfrentamientos violentos entre bandas del crimen organizado o con la policía han dejado repetidas veces este ingrediente extraño en un escenario. La marca, siempre la misma, Maruchan.

Si rebobináramos la escena hacia atrás, nos encontraríamos con una estampa peculiar: un adolescente entra en uno de los supermercados que ya son plaga en México, Oxxo o 7eleven. Compra una sopa Maruchan, barata, calórica, sabrosa, aunque nutricionalmente pobre. En la misma tienda, que dispone de hervidor, la prepara. En menos de 5 minutos ya está de nuevo en la calle, sorbiendo, masticando. Y vigilando.

Es un maruchero (también llamado ‘halcón’ o ‘estaca’ en otros estados de México) y pasa el día a pie de calle, con los ojos puestos en la carretera, para informar al narcotraficante de los movimientos del enemigo y detenerlo pinchándole las ruedas con los llamados ‘ponchallantas’ o a balazos. 

“Estamos hablando de adolescentes y personas jóvenes que realmente no tienen alternativas de futuro”, señala Juan Martín Pérez de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM). “Muchos de ellos están fuera de la escuela con dinámicas familiares muy complicadas, esencialmente sobreviven en escenarios del crimen organizado, en los territorios que controlan, donde deciden las dinámicas cotidianas. Son la estampa de la desprotección, niños reclutados por el crimen organizado ante la ausencia del Estado”.

Foto: Tomada de Internet

De niño a sicario

Desde el 2006, cuando Calderón implementó como estrategia de seguridad nacional combatir de manera frontal a los cárteles del narcotráfico, diversos informes han alertado que niñas, niños y adolescentes representan uno de los grupos más vulnerables por diversas formas de violencia y violaciones a sus derechos humanos, así como por los grupos del crimen organizado.

En 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) estimaba que 30.000 niños y niñas cooperaban con grupos criminales en diversas funciones. Para 2018, la cifra se calculaba en 460.000 menores reclutados por el narco en México, con base en cifras de Alfonso Durazo, actual secretario de Seguridad Pública del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. De esta forma, se habría registrado un incremento del 153 %.

Las pandillas aprovechan la falta de oportunidades y el limitado accionar de los Estados de Centroamérica para reclutar y entrenar en el uso de armas y el tráfico de drogas a niños y adolescentes pobres, según el estudio más reciente de la CIDH, ‘Violencia, niñez y crimen organizado’.

En el caso mexicano, la CIDH destacó que, de acuerdo con la información proporcionada por el Estado, se desprende que los niños son integrados a organizaciones criminales a partir de los 10 y 11 años de edad, o incluso antes, «para trabajar para traficantes, ya sea de productos ilícitos (drogas o armas) o de personas (burreros), como para realizar asaltos, agresiones y secuestros».

Foto: Tomada de Internet

Carne de cañón

Un informe de 2012 daba cuenta que a la mayoría de los menores detenidos por delincuencia organizada, se les vinculaba con el cártel del Golfo y Los Zetas, y participaban en enfrentamientos con militares y policías en operativos contra el crimen organizado y el narcotráfico en varias entidades del país.

En este sentido, la CIDH destaca que los niños y adolescentes «son utilizados y abusados» por las organizaciones criminales, pues los adultos los consideran «piezas prescindibles e intercambiables, el último eslabón de la cadena y por lo usual les encargan actividades de mayor riesgo para su integridad personal o de ser detenidos por la Policía«.

La CIDH considera que el reclutamiento de menores de edad por el crimen organizado o las pandillas se da también a partir de la dependencia a alguna droga.

«Muchos de los niños, niñas y adolescentes, en especial los que se dedican al narcomenudeo, son ellos mismos consumidores de drogas; la dependencia de la droga es una de las estrategias de los narcotraficantes para captar a nuevos niños y adolescentes para el microtráfico a través de su consumo y adicción», apunta la Comisión.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) también ha llamado a proteger a los menores migrantes, cuya presencia se ha visto incrementada en las caravanas que se han registrado desdedesde octubre de 2018: del 17 de enero hasta marzo de este año, han cruzado 3.000 niños y adolescentes desde Tecun Uman, Guatemala, a Tapachula, México. «Es fundamental garantizar la protección especial para estos niños, particularmente para aquellos que viajan solos», exhorta el fondo.

Otro aspecto que la Unicef destaca es que América Latina y el Caribe es la única región donde se ha registrado un aumento de las tasas de homicidio entre los adolescentes. Un informe reciente, publicado por la Redim, revela que tres niñas, niños y adolescentes son asesinados a diario en México, debido a la crisis de violencia, que solo durante el 2018 dejó más de 33.000 víctimas fatales.

Fuente: https://vanguardia.com.mx/articulo/ellos-son-los-marucheros-sicarios-adolescentes-que-bailan-entre-balas-y-que-forman-parte

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Centroamérica: Estrategia de prevención contra violencia y pandillas, causa perdida

Redacción: Bajo Palabra/12-12-2018

“El problema del reclutamiento de las pandillas, inicia con los niños de 12 a 14 años”, familias violentas y deshechas las causantes, dicen expertos.
Dadas la migración masiva de personas que huyen de la violencia y los asesinatos, y el evidente fracaso de las políticas represivas en el Triángulo Norte, los programas de prevención y rehabilitación frente al problema de las pandillas parecen ser la mejor solución. Pero su impacto seguirá siendo limitado a menos que los gobiernos inviertan tiempo y recursos en estrategias más eficaces y a largo plazo.

Había un muchacho al que llamaban ‘Chucky’. Empezamos a invitarlo a varios programas. Pero parecía que venía más para ver lo que estábamos haciendo, tomar fotos y grabar audios y videos”, dice Juan Alberto Sánchez, coordinador de seguridad de la policía municipal de Villa Nueva, recordando la historia del niño de 13 años y el centro juvenil comunitario El Éxodo mientras recorremos el violento barrio Zona 12 en las afueras de Ciudad de Guatemala.

“Nosotros se lo permitíamos y le preguntábamos ‘¿por qué nos filmas?’, a la vez que lo reteníamos y tratábamos de involucrarlo en las actividades [del centro juvenil]. Logramos que participara en las actividades recreativas […] pero para él era complicado participar activamente porque ya había empezado a involucrarse [con la pandilla]”.

Como agente de la policía comunitaria, Sánchez hace parte de una estrategia de prevención del problema de las pandillas implementada por las autoridades locales con el fin de alejar de las pandillas a los niños de la comunidad ofreciéndoles alternativas, como actividades culturales.

Pero no fue suficiente para Chucky. El muchacho ascendió rápidamente en la jerarquía de la pandilla Barrio 18, lo cual no le dejaba tiempo para nada más.

“A medida que ascendía en la jerarquía, Chucky se volvía cada vez más agresivo […] Era interesante ver que a veces como que se desconectaba, y de repente tenía que hacer algo, tenía que cumplir algún deber y nos decía ‘tengo que irme’.

“Cuando cumplió los 17 años, nos enteramos de que había sido “brincado” (la ceremonia para convertirse en miembro de la pandilla como tal). Lo mandaban a recolectar dinero de la extorsión cuando salía de El Éxodo… y finalmente fue asesinado por su propia pandilla”.

La premisa de la prevención

En el barrio Rivera Hernández de San Pedro Sula, Honduras, cada vez más extenso y asediado por la violencia, hay máquinas de gimnasio nuevas para los visitantes del “Centro de Alcance”, un centro de extensión comunitaria para los jóvenes del sector. El pastor Arnold, quien administra el centro, se refiere a este lugar como un oasis de seguridad, entrenamiento y recreación para los chicos.

En 2013, Rivera Hernández era el barrio más violento de la ciudad más peligrosa del país con mayores niveles de homicidio en el mundo. La violencia, junto con la pobreza y la falta de oportunidades, lo convirtieron en una excelente fuente de reclutamiento para las pandillas.

“Los jóvenes de por aquí no tienen nada que hacer, consumen drogas, roban […] tuvimos que proporcionarles un lugar donde pudieran relajarse y llevar a cabo actividades saludables”, explica Arnold.

Gimnasio del “Centro de Alcance” en Rivera Hernández

Durante años ha existido el consenso general de que estos programas, financiados por Estados Unidos, encargados de la prevención primaria —aquella dirigida a jóvenes en riesgo que aún no se han involucrado en las actividades de las pandillas— han tenido un impacto positivo. Rivera Hernández fue el primer barrio hondureño en tener este tipo de centro en 2009; actualmente hay 65 en todo el país, destinados a ofrecerles “un segundo hogar” a los jóvenes en situación de vulnerabilidad.

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En el barrio Zona 12 de Villa Nueva, el agente de policía Sánchez insiste en que el trabajo de prevención local ha ayudado en parte a controlar la violencia de las pandillas.

Las estrategias de prevención de la violencia también han sido exitosas en otros países. En Colombia, por ejemplo, las estrategias no represivas han sido reconocidas por su impacto en las pandillas callejeras. En Ecuador, las autoridades han llegado incluso a legalizar a las pandillas para reinsertar a sus miembros a la sociedad.

Estrategias con limitaciones

La escasez de datos científicos sobre el impacto de los programas de prevención en Guatemala, El Salvador y Honduras hacen que las evaluaciones objetivas sean difíciles, cuando no imposibles.

La fuerte politización que Estados Unidos ha impuesto al tema migratorio entorpece aún más el necesario debate científico.

Además, este tipo de proyectospor lo general carecen de los recursos necesarios para abordar uno de los principales factores de riesgo para el reclutamiento de las pandillas: los hogares disfuncionales.

“Son proyectos que funcionan hasta cierto punto”, dice Quique Godoy, ex vicealcalde de la Ciudad de Guatemala, quien también trabajó en USAID en el tema de la prevención.

“Cuando regresan a casa, los chicos se encuentran con una madre soltera, que trabaja entre 18 y 20 horas al día para poder llegar a fin de mes… o bien tiene una pareja violenta… Eso los aleja de casa y los lleva buscar a alguien que les ofrezca protección… y allí están las pandillas”.

El control que ejercen las pandillas en sus territorios hace que sea particularmente difícil llegar a un gran número de muchachos vulnerables, ya que no pueden cruzar fronteras invisibles sin poner sus vidas en peligro. Un exlíder de pandilla, entrevistado por InSight Crime a pocas cuadras del centro juvenil de Rivera Hernández, dijo que a los muchachos de su zona no se les permitía ir al centro.

Deficiencias institucionales y estructurales

El hecho de que las estrategias de prevención no logren resolver la crisis de seguridad en el Triángulo Norte no significa que deban dejarse de lado.

Los niveles de homicidios en los tres países permanecen entre los más altos del mundo; el desplazamiento interno y la migración continúan creciendo debido a la violencia de las pandillas; hay creciente evidencia de violaciones de los derechos humanos por agentes del Estado, así como una preocupante sofisticación criminal de la Mara Salvatrucha (MS13).

Los gobiernos centrales del Triángulo Norte parecen ser completamente indiferentes al potencial de las estrategias de prevención, lo que incluye la educación y la rehabilitación. Por el contrario, concentran todos sus esfuerzos y recursos en estrategias represivas.

“El problema [del reclutamiento de las pandillas] inicia con los niños de 12 a 14 años”, le dijo a InSight Crime el exministro de Gobernación de Guatemala, Francisco Rivas. “Hay escuelas primarias por todas partes [del país], pero no hay escuelas secundarias”.

Solo dos de cada 10 niños guatemaltecos asisten a la escuela secundaria, dijo el exministro, lo que les ofrece a las pandillas una formidable fuente de reclutamiento en áreas como Rivera Hernández o Villa Nueva.

Además, falta atención a las mujeres, hay ausencia de programas de rehabilitación en las cárceles, la lista de problemas adicionales que generan la violencia de las pandillas parece interminable.

Pero el potencial de estas estrategias de prevención no parece ser del interés de quienes están en el poder. Mientras continúen las estrategias represivas e inmediatistas, en lugar de los programas en múltiples frentes y a largo plazo, también continuará la violencia.

Fuente: https://bajopalabra.com.mx/detienen-a-tia-y-abuela-que-encadenaba-a-adolescente-en-florida

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