Redacción: El Espectador
Cuando el pensamiento crítico abandona la partida, dejando el campo libre a todas las extravagancias, y cuando la duda, sea metódica o estratégica, se ausenta, es el individuo el que renuncia a su condición de tal, se pierde en la muchedumbre y se convierte en elemento insignificante, ahogado y no reconocido.
Tahar-Benn-Jellou: el abandono del pensamiento crítico
El integrismo ideológico, de carácter religioso o político, o ambos a la vez, incluye en su funcionamiento el rechazo al diálogo. El Otro sólo existe en la medida en que entra en la ciudadela de las certidumbres y no se le ocurre salir de ellas y menos aun expresar un rechazo o denunciar un error. La sociedad es un bloque monolítico, cuyas salidas están cerradas ante el presentimiento de un peligro, de una amenaza venida del exterior y canalizada por elementos extraviados.
Esta casa donde uno se parapeta designa de manera simplista a sus enemigos: se trata del individuo como entidad singular, como persona libre de sus actos y de sus pensamientos, y todas las concepciones diferentes -filosofías, religiones, literaturas, arte, poesía. También la risa.
La risa es propia del hombre, del hombre libre. Reír es dudar, es admitir que existen otras maneras de pensar y de vivir. El humor, que supone una autocrítica, es el rostro menos crispado de la desesperación. Es por esencia antitotalitario. Se burla de lo sagrado y ayuda a los prisioneros del sistema autoritario a cobrar conciencia de su condición. Como sugirió Umberto Eco en El nombre de la rosa, la capacidad de reír a carcajadas pone en jaque al fanatismo religioso; irrespetuosa del dogma, la risa es inadmisible.
Otro enemigo sistemático del integrismo: la subjetividad. Expresar su subjetividad, manifestarla a su modo, según sus propias reglas, convertirla en una ventaja, una identidad, he ahí algo intolerable para el integrismo, cuya meta siempre ha sido uniformizar la sociedad, agruparla bajo sus banderas y excluir la más mínima manifestación de voluntad. Están condenados todos los artistas, que encuentran en la subjetividad los elementos de su creación, todos los rebeldes y todos los que aspiran a tener una vida privada.
A partir del momento en que le dicen a uno cómo vestirse, lo que hay que llevar, en que se fija el largo de las faldas de las mujeres o el color del pensamiento de los hombres, a partir del momento en que se arrogan el derecho de inmiscuirse en la vida íntima de cada cual, que le hacen saber que está sometido a vigilancia y que en cualquier momento pueden intervenir para llamarle al orden, la subjetividad se convierte en subversión, ¡e incluso en ofensa al pudor!
En toda religión monoteísta existe una lógica totalitaria a la que se termina por ceder, por fe o por temor, remitiéndose únicamente al juicio de Dios. Pero cuando los hombres suplantan a Dios y toman la iniciativa de hablar y de actuar en su lugar, es el fundamento mismo de la religión el que se ve cercenado por esa usurpación.
El islam en toda época ha sido atravesado por varias corrientes. Ninguna lo perjudica tanto como la llamada corriente «fundamentalista» o «integrista». Ciertamente los valores de la cultura musulmana pueden consolidar una identidad maltratada por la historia y a la que le cuesta adaptarse a la vida moderna. Pero todo depende de cómo se analizan y se interpretan esos valores.
Durante mucho tiempo se los ignoró o descuidó, y por es hoy día una parte de la juventud los exalta y se identifica con ellos. Por desgracia, el islamismo es un movimiento cuyas motivaciones son más políticas que religiosas.
Si los islamistas están cerrados al diálogo, ¿es posible forzar esa puerta blindada? Hay que quedarse de brazos cruzados y adoptar una actitud de impotencia, de rechazo y de cansancio? A los adalides del totalitarismos no les gustan las personas moderadas y des precian a los que procuran establecer vínculos y aproximar puntos de vista divergentes. Así lo demuestra el asesinato d e intelectuales en Argelia.
Es muy grande la responsabilidad de los sistemas políticos establecidos en el auge que ha cobrado la oposición de origen islamista. Entonces, ¿habrá que callarse, replegarse y presenciar lo que ocurre sin reaccionar? El papel del intelectual, consiste en buscar y encontrar nuevas pistas para el triunfo de la inteligencia, para el avance de las ideas de progreso y libertad. Hay que tener imaginación e ir más allá de las constataciones en que la trivialización de la violencia perturba los puntos de referencia.
Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/cultura/tahar-benn-jellou-el-abandono-del-pensamiento-critico-articulo-852806