De placeres y gratificaciones.

Por: Santiago García Álvarez

Martin Seligman es uno de los principales impulsores del movimiento conocido como “sicología positiva”. Tiene una larga trayectoria académica y práctica, tanto en la Universidad de Pensilvania como en la Asociación Americana de Psicología. Ha publicado distintos libros sobre sicología desde una perspectiva complementaria al sicoanálisis. En una de sus obras distingue entre los placeres, que son aquellas realidades que nos reportan una grata sensación inmediata, como puede ser comer un chocolate, ver una serie de TV o tener contacto afectivo con una persona y las gratificaciones, entendidas como cuestiones que son arduas, requieren dedicación y cuestan trabajo, pero que, al conseguirse, dejen una sensación más duradera de satisfacción y plenitud. Ejemplos de ello sería graduarse de una licenciatura, terminar una difícil competencia deportiva, superar una pequeña crisis familiar, establecer una relación duradera, etc.

 Según Seligman, las vidas centradas en las gratificaciones notoriamente alcanzan mayores índices de felicidad respecto de aquellas orientadas en los placeres. Las gratificaciones producen satisfacción duradera, aumentan la autoestima, forman el carácter, entre muchos otros beneficios. Los placeres, por su parte, están más vinculados al propio interés, mientras que las gratificaciones con frecuencia tienen un carácter comunitario.

Estoy convencido de que, en el mundo de la educación, uno de los grandes retos es hacer ver a los jóvenes esta distinción entre placeres y gratificaciones y animarles a apostar más por lo segundo. No se trata de que opten disyuntivamente entre pasarla bien o estudiar, sino que consigan ambas cosas en la adecuada proporción. Está bien que disfruten de placeres lícitos, pero es fundamental que apuesten por gratificaciones que les dejarán una sensación mucho más profunda de satisfacción en el mediano y largo plazo y, consecuentemente, los hará más felices.

Llenar la propia vida de experiencias placenteras, pero sin sentido más profundo siempre tendrá un costo en el largo plazo. Uno de los aspectos más preocupantes de la juventud actual es la sensación de vacío, desesperanza y sin sentido que experimentan muchos de ellos. Se ha documentado que, con frecuencia, quienes tienen esa sensación en un nivel más elevado son aquellos que han sido “más libres” y han explotado alternativas placenteras de corto plazo. En contraparte, quienes han hecho apuestas más profundas y se han involucrado en proyectos más trascendentes – con el esfuerzo y trabajo que eso conlleva- son los que al final poseen vidas más plenas y más satisfechas.

 Esta realidad, que se presenta a nivel personal, también se da a nivel de organizaciones, instituciones y sociedades. En México, por ejemplo, en numerosas organizaciones de distintos ámbitos (públicas, privadas, sociales, etc.) que sacrifique el largo plazo por obtener beneficios de corto plazo. Las empresas familiares tienen fama de “exprimir” las utilidades y extraer beneficios de corto plazo. Tanto las instituciones como las personas físicas tienen una tendencia a ahorrar poco e invertir lo mínimo. Lo más cómodo es gastar y disfrutar lo que se tiene en el momento.

Nuestro país invierte poco y se tiene una débil cultura del ahorro. Con frecuencia se apuesta mucho por lo placentero y poco por lo gratificante. Parece que nuestra cultura se ha orientado más a lo inmediato, al corto plazo. Echamos en falta políticas de largo plazo que sobrevivan más allá de un sexenio y que tengan un efecto social mucho más profundo, especialmente en materia educativa. Países con exitosos modelos educativos han sabido apostar por políticas de largo plazo, cuya ejecución paciente y consistente ha generado excelentes resultados.

Me parece que los retos y amenazas actuales especialmente la situación incierta con Estados Unidos— tenemos que fomentar la cultura del ahorro y de la inversión interna. Pero no sólo eso; hay un tema más de fondo: Tenemos que ser disciplinados y estar dispuestos a sacrificar ligeramente el presente por el futuro. Conviene apostar más por una vida de gratificaciones sin dejar de lado la posibilidad de disfrutar ciertos placeres, que brinde sentido a la vida de otras personas y a las nuestras propias y una certera sensación de plenitud. Ojalá nos convirtamos en un país que apueste más por el mediano y largo plazo, aunque eso con frecuencia implique sacrificios en el corto; de esta forma, no sólo heredaremos una mejor sociedad, sino también y más importante aún vidas más plenas y satisfechas.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/2017/02/26/1148716

Imagen: https://prepanetnl.files.wordpress.com/2012/11/prepanet5.jpg

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