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Colombia: Los datos que hay que saber sobre el plebiscito por la paz

América del Sur / Colombia / 2 de octubre de 2016 / Por: Izquierda Diario

El domingo los colombianos acudirán a las urnas para pronunciarse en un plebiscito sobre el acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC ¿Qué se necesita para apoyar o rechazar el acuerdo?

El próximo domingo los colombianos acudirán a las urnas para decidir en un plebiscito si apoyan o rechazan los acuerdos de paz que firmó el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que pone fin a un conflicto de más de cinco décadas.

Alguno de los datos más importantes a tener en cuenta sobre la consulta:

* Los habilitados para votar en la consulta son 34.899.945 ciudadanos, de acuerdo con la autoridad electoral.

* La ley establece que para aprobar o rechazar los acuerdos de paz se requiere una votación de un 13 por ciento del censo electoral a favor del «Sí» o del «No». Es decir, se necesita un mínimo de 4,54 millones de votos por una de las dos opciones y ganará la más votada.

* El presidente no tenía la obligación de someter a un plebiscito los acuerdos de paz y legalmente podía firmarlos e implementarlos.

* Para poder implementar los acuerdos de paz con las FARC se necesita que gane el «Sí».

* Las recientes encuestas muestran que la mayoría de los colombianos dispuestos a participar en el plebiscito votaría a favor de avalar el acuerdo de paz.

* En caso de ganar el «No» o no alcanzar el mínimo del 13 por ciento de los votantes según el censo electoral, el presidente podría mantener la firma de los acuerdos, aunque significaría un duro revés para la gestión de Santos.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Los-datos-que-hay-que-saber-sobre-el-plebiscito-por-la-paz

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Colombia: La educación tras la firma de los acuerdos

Colombia/ Septiembre de 2016/Semana

Las universidades también son actores del posconflicto, pues les apuestan a programas académicos enfocados en la paz.

A las puertas del plebiscito para decidir si se harán o no efectivos los acuerdos con las Farc, y en un contexto marcado por más de 50 años de guerra, Colombia se prepara para transitar hacia la paz. Esto no solo va de la mano con nuevas políticas públicas y del perdón colectivo, sino también con la educación. Por eso, las instituciones educativas le están apostando a nuevos proyectos para aterrizar el posconflicto en la academia.

Como cuenta el Ministerio de Educación en el Resumen de Indicadores de Educación Superior de 2011, Colombia tenía más de 80 universidades y 1,8 millones de jóvenes en algún programa de educación superior. Esta cifra no solo indica que hay una oferta de plazas educativas, sino también un considerable número de jóvenes en busca de alcanzar un título profesional. A la par, la realidad del país se transformó y, con ella, la mirada sobre el conflicto. Hoy en día ninguna institución superior es ajena al contexto político, y por eso hay cada vez más especializaciones, conversatorios, pregrados y grupos de investigación enfocados en lo que va a pasar tras la firma de los acuerdos.

Uno de los ejemplos es la Universidad del Norte en Barranquilla, que desde 2015 abrió UN Caribe, un grupo de investigación que se ha dedicado a indagar en el conflicto colombiano, especialmente el de la costa norte. Silvia Gloria de Vivo, su decana de Derecho, afirma que “la universidad quiere contarle a la gente lo que está pasando y explicarle por qué esta es una oportunidad histórica para repensarnos, independientemente que queramos el Sí o el No”.

Este grupo de investigación cuenta con más de 25 profesores asociados, que a su vez tienen grupos de estudiantes en diferentes programas de la universidad. Los principales temas para tratar son la fortaleza de las instituciones, la violencia histórica en la región, la influencia paramilitar y guerrillera y el análisis de los puntos acordados en La Habana.

Otro de los ejemplos es la Escuela de Posgrados de la Policía Miguel Antonio Lleras Pizarro, que desde 2009 empezó un proceso de consolidación de programas para entender la seguridad como una manifestación social. Sumado a ello, desde el último año han iniciado programas y grupos para promover los programas enfocados en la paz.

El coronel Luis Ernesto García, uno de los directivos de la escuela, asegura que“en el último año en el tema de la paz venimos preparándonos para fortalecer la educación. Ahí nos hemos apalancado básicamente de procesos de investigación sobre seguridad ciudadana”. De ellos, uno de los más importantes está orientado a comprender la seguridad en lo local.

“Para eso hemos hecho un trabajo sobre fronteras imaginarias”, agrega García, “es decir, entender cómo un territorio no solamente es tierra, sino también unas dinámicas políticas y sociales. Hemos encontrado uno de los mayores aportes allí porque sin estudios de fondo en esta materia es imposible formar líderes en seguridad, convivencia y paz”.

Aunque la Universidad del Norte y la Escuela de Posgrados están invirtiendo fuertemente en la paz desde la academia, no son las únicas. En todos los rincones del país hay una fuerte intención de abordar y estudiar el fenómeno de la violencia, pero sobre todo el del post-conflicto que se está gestando. Definitivamente Colombia está a las puertas de un cambio crucial, pero esto es posible –en gran parte– a la educación de ahora y la de las futuras generaciones.

Fuente: http://www.semana.com/nacion/articulo/acuerdos-de-paz-las-univcersidades-tambien-son-actores-del-posconflicto/494209

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Humberto De la Calle: el primer paso es que los colombianos entiendan que «no hay violencia buena»

Entrevista/15 de septiembre de 2016/Fuente: BBC

¿Está cansado el jefe del equipo negociador del gobierno de Colombia, Humberto De la Calle?

No, respondió al reunirse con BBC Mundo en la ciudad de Cali.

De hecho no lo parecía, a pesar de que se pasó unos cuatro años en los diálogos de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en La Habana y de que ahora está en la que él mismo llama una maratón pedagógica por el país para explicar los acuerdos alcanzados el pasado 24 de agosto.

En medio de esa maratón fue que concedió esta entrevista en la capital del departamento del Valle del Cauca, en el occidente de Colombia.

Habló de las amenazas a los acuerdos, el narcotráfico y qué puede ocurrir en el plebiscito del próximo 2 de octubre, en el que los colombianos refrendarán o rechazarán lo firmado en La Habana.

¿Qué pasa si los colombianos votan que no en el plebiscito? ¿Y qué pasa con usted?

Si gana el «no», se acabó el proceso.

La historia muestra que tradicionalmente después de una ruptura con las FARC pasan diez años antes de reiniciar conversaciones.

Luego, la idea del «no» para renegociar es un tremendo error histórico.

Yo creo que va a ganar el sí.

Cuando matan a un joven en las calles de Cali o de Bogotá para robarle su teléfono celular, el victimario puede ser el hijo de un desplazado que viene de la situación de violencia

¿Qué pasa conmigo si gana el «no»?

Sí, sería un golpe muy duro, pero más en lo personal.

Me entristecería mucho, porque me parece que es un error para Colombia, teniendo la posibilidad de buscar la paz por un método distinto al que hemos usado hace 52 años, que es la confrontación militar.

Campaña por el Image copyrightGETTY IMAGES
Image captionSi el «No» gana sería un «error histórico», considera De la Calle.

Lo que pase conmigo yo creo que realmente es insignificante.

¿Cómo ve la campaña de cara al plebiscito? ¿Hay cosas que le preocupan?

Hay argumentos importantes por el «no» que uno respeta. Yo respeto a quien dice «nunca se debió haber hablado con las FARC, que es un grupo terrorista».

Luego hay quienes dicen: «Las FARC deben irse para la cárcel». Perfecto, esa es otra opción. Yo entendería que fuera más razonable, más sólida, si dijera: «Pero los demás también». También ha habido agentes del Estado que han violado la ley, hay terceros que han financiado masacres.

Ante la hipótesis de que un grupo de exmiembros de las FARC regrese a actividades de narcotráfico, ¿sabe qué nos han dicho las FARC? «Bueno, combátanlos»

Yo respeto al que me dice «que se vayan las FARC para la cárcel» si también dice «y los demás también».

Lo que yo aspiraría a que de aquí al 2 de octubre continuemos en la campaña dura, agresiva. Sin mentiras, pero dura.

¿Hay mentiras?

Sí, sí, sí. Muchas, ha habido muchas.

Las redes sociales han infectado a base de mitos, falsedades, afirmaciones inexactas y otras francamente mentirosas.

Humberto De la Calle: «Si en el plebiscito gana el no, se acabó el proceso de paz»

¿Cuál es el peor enemigo del «sí»?

La apatía. Colombia es un país de abstencionistas, hay una tradición de abstención enorme.

El conflicto es una realidad tremenda en Colombia, pero con el paso del tiempo creo que hay masas urbanas, sobre todo jóvenes, que ven el conflicto como algo remoto.

Yo quisiera que los jóvenes entendieran que cuando matan a un joven en las calles de Cali o de Bogotá para robarle su teléfono celular, el victimario puede ser el hijo de un desplazado que viene de la situación de violencia en el campo.

Uno no puede dividir las violencias.

Humberto De la CalleImage copyrightBBC MUNDO
Image captionHumberto De la Calle está recorriendo el país, junto a otros miembros del equipo negociador, para explicar los acuerdos de La Habana.

Esta va a ser una decisión crucial, como fue la del 57. Fue el momento de más alta participación electoral en Colombia.

Queremos que repita eso. Y si gana el «no», humildemente agacharemos la cabeza.

En el plebiscito de 1957 le preguntaron a los colombianos si querían la paz, para poner fin a unos diez años de extrema violencia, que cobró más de 200.000 vidas, tal vez 300.000. Votaron que sí, pero pocos años después apareció esta nueva violencia que se está tratando de cerrar hoy. ¿No teme que se repita la historia otra vez?

Hay que distinguir una etapa de la otra. La violencia que terminó en el 57, con el llamado plebiscito de ese entonces era una violencia entre partidos, si me permite decirlo, policlasista. Realmente el país estaba dividido entre liberales y conservadores. Y ahí no había diferencias de clase ni de ocupación. Ese plebiscito fue eficaz, la violencia terminó.

En los años siguientes teníamos niveles de criminalidad de corte europeo. Y no es una exageración, la verdad. Ahí están las cifras.

En Colombia tenemos un problema (…) hay como la idea de que uno escribe una ley y resolvió el problema. Y normalmente no es así.

Pero luego vino un fenómeno distinto, parte por la guerra fría, por la confrontación de las grandes potencias, que introdujeron el apoyo a grupos rebeldes en Colombia, y se fue generando una violencia de otro corte, una violencia mucho más social, de reivindicación, de insatisfacción de necesidades de carácter social. Y también de un propósito netamente político a instancia de las potencias que estaban jugando ese ajedrez de la guerra fría.

Ahora estamos terminando el conflicto con una guerrilla que es autárquica, que se nutre a sí misma, no hay ninguna interferencia internacional. Hemos diseñado un acuerdo que tiene suficientes garantías, para prever que eso no se repita, que no ocurra. Lo cual no quiere decir que no haya al otro día criminalidad en Colombia.

En esta nueva etapa de una cierta paz, la paz con uno de los grupos (insurgentes) que operan en el país, ¿qué amenazas que pueden romperla? ¿Cómo evitarlas?

El primer paso es que la sociedad entienda que no hay violencia buena. Puede ser que en el fondo de algunos colombianos todavía exista la idea de que uno usa las armas para destruir al que llama su enemigo, y que esa violencia es la buena y la del enemigo es la mala.

Me parece que lo primero es decantar, claramente, la idea de que la única fuerza en una democracia es la fuerza del Estado, de un estado democrático. Segundo, tenemos que actuar contra bandas criminales que van a quedar actuando allí, sucesoras del paramilitarismo.

Vamos a tener que enfrentar decisiones de carácter fiscal, seguramente de crédito externo

El gobierno está articulando un plan, por ejemplo, para impedir que ciertas zonas que queden despejadas por el movimiento de las FARC sean ocupadas por el ELN –aspiramos a que el ELN (Ejército de Liberación Nacional, el segundo grupo insurgente de Colombia) entre en un proceso de paz también–, pero sobre todo bandas criminales relacionadas con el narcotráfico.

Si gana el «sí» en el plebiscito, ¿cuáles son las líneas rojas del gobierno para determinar que las FARC no están cumpliendo el acuerdo y no se puede seguir adelante?

Eso es bastante hipotético.

Hemos creado mecanismos para resolver diferencias, dentro del acuerdo hay un mecanismo para resolver esas hipótesis, porque puede suceder al revés, que sean las FARC las que digan que el gobierno no está cumpliendo.

Yo creo que tenemos suficientes salvaguardas.

Pero fundamentalmente me parece que este es un momento en que después del 2 de octubre debiéramos lograr un acuerdo mucho más amplio.

Incluso yo quisiera llamar al doctor Álvaro Uribe y al doctor Andrés Pastrana (ambos expresidentes que se oponen a los acuerdos). Respetamos su oposición, pero transcurrido el plebiscito creo que los colombianos nos tenemos que encontrar todos.

Expresidente Álvaro UribeImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl expresidente Álvaro Uribe es un férreo opositor al acuerdo que se llegó con las FARC.

¿Pero hay alguna línea roja?

Pues claro. Las FARC han hecho el compromiso de romper, por ejemplo, todo vínculo con el narcotráfico; si se reactivaran esos vínculos, quienes lo hagan –no hablaría yo de todas las FARC–, si un frente o una facción lo hace, lo claro es que sale del acuerdo y tiene que enfrentar el rigor de la ley y la persecución del Estado.

Le hago una confidencia: ante la hipótesis de que un grupo de exmiembros de las FARC regrese a actividades de narcotráfico, ¿sabe qué nos han dicho las FARC? «Bueno, combátanlos, nosotros estamos de acuerdo en que los combatan».

Yo creo que las FARC van a cumplir; creo que el gobierno va a cumpir.

Hay una tendencia en Colombia: lo que está en el papel es una cosa, pero lo que ocurre en la realidad suele ser muy distante de eso. ¿Cómo evitar que ocurra esto con el acuerdo de La Habana?

Sí, hay como una especie de fetichismo de la ley.

En Colombia tenemos un problema, es cierto lo que usted dice, hay como la idea de que uno escribe una ley y resolvió el problema. Y normalmente no es así.

Los acuerdos los critican porque son detallados, pero son detallados justamente porque establecimos mecanismos y procedimientos.

Luego viene un enorme esfuerzo de carácter fiscal. El acuerdo llega en momentos en que la economía está menos bien que hace por lo menos dos años. Ahora vamos a tener que enfrentar decisiones de carácter fiscal, seguramente de crédito externo, una combinación de instrumentos.

En ese sentido hay un nuevo desafío.

Transcurrido el 2 de octubre, hecha la dejación de armas, creo que todas las fuerzas políticas deberían valorar eso y hacer un acuerdo en términos de cumplir los compromisos más allá de las discrepancias que estamos teniendo.

¿Un acuerdo escrito?

No necesariamente. Vuelvo al fetichismo de lo escrito.

No. Yo creo que hay que consolidar una decisión política, escrita o no, pero irreductible, de respetar el resultado, reconocer la dejación de armas, abrir espacios a la reintegración de las FARC a la vida civil, y me parece que eso abriría un proceso de mayor solidificación y cumplimiento de los acuerdos.

¿Están los colombianos preparados para los cambios que propone el acuerdo, especialmente la reforma rural y la política?

Yo creo que mayoritariamente sí.

Yo siento que sí hay sustento político para lograr la reforma rural, aún cuando también comprendo que hay sectores que se oponen. Hay terratenientes que no quieren, hay personas que han ido expandiendo el territorio que dominan, muchas veces explotado no en forma productiva, no de la mejor manera.

Familia campesina en ColombiaImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionLa reforma rural es uno de los pilares fundamentales del acuerdo entre el gobierno de Colombia y las FARC.

Pero yo creo que la gran masa crítica de los colombianos entiende que el campo se ha quedado, que los campesinos se han quedado, que hay todavía un porcentaje importante de colombianos que viven en el campo, que tenemos que mejorar la productividad.

En lo político hay resistencias, claro. Puede ser un tema más difícil. Puede haber personas enquistadas que se lucran de un sistema político, que echan mano de la corrupción, que es un enorme problema en Colombia, corrupción que luego se liga también con los círculos de poder local.

Pero me parece que crecientemente los colombianos, las masas urbanas, realmente anhelan una política más clara, más limpia.

La historia muestra que tradicionalmente después de una ruptura con las FARC pasan diez años antes de reiniciar conversaciones.

Lo que se pactó allí no se pactó sólo con las FARC, sino a propósito de las FARC.

Lo que se hizo fue decir: «Las FARC sin armas participan en un proceso de mejoramiento de la política». Pero esto se hace con las fuerzas políticas democráticas, y también con los movimientos sociales.

No es fácil, no va a ser fácil.

El estatuto de Roma dice que un alto mando tiene responsabilidad respecto a crímenes de subalternos cuando «hubiere sabido o, en razón de las circunstancias del momento, hubiere debido saber que las fuerzas estaban cometiendo esos crímenes o se proponían cometerlos». Pero el acuerdo de La Habana exige que haya un control más directo de los subordinados. ¿No la están sacando barata los altos mandos, entonces?

La interpretación de lo que allí se dice es armónica con el estatuto de Roma. Pero no puede llegarse al extremo de decir, como ha ocurrido, que altos mandos del Ejército sin ningún conocimiento y sin haber podido saber, sencillamente a kilómetros de distancia, terminen siendo juzgados por decisiones de subalternos.

Yo creo que es una visión mucho más realista, más acorde con una realidad de un enorme país, que además pretende resolver una situación para evitar que terminemos con guerrilleros haciendo política y militares 20 o 30 años en la cárcel, que es algo que los colombianos no soportarían.

Una pregunta a nivel personal: ¿hubo momentos de jocosidad de risas con los negociadores de las FARC en La Habana?

Siempre tuvimos claro que este no era un proceso de socialización, de festividades, la idea de que uno socializa y entonces termina generando confianza. Siempre lo entendimos como un trabajo, un trabajo en mangas de camisa, donde uno va a cumplir un oficio.

Iván Márquez, de las FARC, y Humberto De la Calle, conversando en La Habana, CubaImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionDe la Calle sostuvo conversaciones durante cuatro años con los líderes de las FARC.

Pese a eso, es claro que con el paso del tiempo lo que se generó fue –no confianza en las personas necesariamente– pero sí confianza en el proceso y en las garantías. Y un diálogo cada vez más franco.

Y luego, claro, pequeños momentos de risa o de intercambio de opiniones humanas, simplemente como colombianos.

¿Se imagina de aquí a diez años ser amigo de uno de los miembros del equipo negociador de las FARC?

La palabra amigo me parece como muy dura.

No necesariamente.

Al principio pasó una cosa muy interesante: había una gran retórica de las FARC, y hubo un momento en que yo les dije: «Miren, esto no es un ejercicio de convencimiento; no los vamos a convencer a ustedes, ustedes no no van a convencer a nosotros, y no nos convencimos mutuamente».

(Amigos no), pero interlocución yo creo que tendremos permanentemente.

Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37357984

Imagen: ichef.bbci.co.uk/news/660/cpsprodpb/166A1/production/_91190819_whatsubject.jpg

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