Por Teresa Ortuño
En tres palabras clave se puede acometer la tarea educativa: Alumnos, Maestros y Ciudadanía.
Alumnos. Rompamos el paradigma de que educar es enseñar. Para educar hay que enseñar menos y aprender más. Hay que favorecer todos los ambientes de aprendizaje; desatar la creatividad y la imaginación; ayudar a los estudiantes a buscar nuevas preguntas; a conocer el universo, las ciencias, las relaciones humanas, la solidaridad y el amor; a desarrollar las habilidades socioemocionales, la cultura de la paz, el respeto a las diferentes formas de pensar, etc.
Que los contenidos curriculares sean pertinentes y que tanto padres de familia como maestros colaboren para que los alumnos sean cada vez mejores.
Maestros. Sin buenos docentes no hay aprendizaje posible, ni calidad en la educación. Hasta ahora, el gobierno no ha sabido convertir en aliados a los profesores, porque no se comunica con ellos. No los escucha adecuadamente. Es necesario que se sepan tomados en cuenta, valorados.
Es increíble que una Reforma que logró tantos aparentes consensos, no pueda ser llevada a la realidad por la torpeza en su aterrizaje. Los maestros son los primeros interesados en que la educación sea de calidad. Y no se les ha tomado en cuenta. Hay molestia, aunque no se exprese con la violencia. Y no siempre existen los canales adecuados para ella.
Ciudadanía. Sin participación social, todos los acuerdos y arreglos en lo oscurito van a prosperar. En cambio, si funcionan los consejos escolares, si la contraloría social opera con eficacia, los gobiernos, sindicatos y los gremios empresariales tendrán que coincidir en empujar la agenda educativa. Si los medios de comunicación, investigadores, analistas, informan adecuadamente de los hallazgos en educación, señalan las brechas y las prioridades para cerrarlas, habrá elementos para que las organizaciones, legisladores, representantes y público en general, exijan al gobierno la transparencia en sus funciones, en el ejercicio del gasto público.
En Educación se mueven muchos intereses, y cuando no son legítimos, requieren de la opacidad para prosperar. Lo que puede enfrentar a esto, es la ciudadanía organizada.
Si dudamos de la fuerza ciudadana, veamos la cantidad de instituciones que hemos ido creando. Rompimos el monopolio unipartidista. Obtuvimos leyes de transparencia y rendición de cuentas.
La transparencia en lo educativo sigue pendiente. Observamos que se realizan los concursos de plazas, pero la asignación de las mismas sigue llevándose a cabo de manera irregular.
Se violan derechos humanos de alumnos, docentes, ciudadanos, y sólo la valerosa fortaleza de un pueblo organizado y participativo puede derribar los muros de la ignorancia, que han sido edificados por quienes cobardemente vieron por sí mismos, a costa de generaciones enteras de mexicanos que no alcanzan niveles educativos de países del tercer mundo.
Dejemos de culpar sólo al Gobierno. Hagamos lo que nos toca.
Fuente: http://www.educacionfutura.org/son-tres-palabras/?platform=hootsuite