10 inventos revolucionarios que dejó la Primera Guerra Mundial

Redacción: BBC

La Primera Guerra Mundial dejó desolación y destrucción pero, durante el conflicto que asoló Europa entre 1914 y 1918, se crearon también algunos ingenios que sobrevivieron a la contienda y que aún utilizamos hoy a diario.

BBC News Mundo selecciona los 10 inventos más exitosos de la Gran Guerra.

1. Toallas sanitarias

Un material llamado ‘celucotton’ ya había sido inventado por la pequeña empresa estadounidense Kimberly-Clark (C-K) antes de que la guerra estallara.

El responsable de investigaciones de esa firma, Ernst Mahler, y su vicepresidente, James C. Kimberly, habían hecho un recorrido por las plantas de pasta de papel en Alemania, Austria y Escandinavia en 1914.

Allí descubrieron un material cinco veces más absorbente que el algodón y que, producido en grandes cantidades, se podía fabricar por la mitad de precio.

Por eso se lo llevaron de vuelta a Estados Unidos para comercializarlo.

Cuando Estados Unidos entró en la guerra en 1917 comenzaron a producir el forro de algodón para la vestimenta de los profesionales sanitarios, a un ritmo de unos 150 metros por minuto.

Pero las enfermeras de la Cruz Roja en el campo de batalla se dieron cuenta de que ese material tenía otro posible uso durante su menstruación.

Este uso no oficial fue lo que, finalmente, forjó la fortuna de aquella compañía.

Toalla sanitaria.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEstados Unidos fue el país responsable de la invención de las toallas sanitarias.

«El final de la guerra en 1918 trajo como consecuencia una suspensión temporal del negocio de algodón de K-C porque sus principales clientes -el ejército y la Cruz Roja- ya no necesitaban sus productos», asegura la compañía, que aún existe.

Por eso recompró el excedente al ejército para crear un nuevo mercado.

«Después de dos años de estudio intensivo, experimentos y pruebas de mercado, el equipo K-C creó una toallita sanitaria hecha de ‘celucotton’ y gasas finas.

«En 1920 dentro de una pequeña estructura de madera en la ciudad de Neenah, Wisconsin, las empleadas de la empresa comenzaron a producir las toallas sanitarias a mano», según informa la empresa.

El nuevo producto, llamado Kotex (la abreviatura de «cotton texture», textura de algodón en inglés), se vendió por primera vez al público en octubre de 1920, menos de dos años después del armisticio.

2. Pañuelos de papel

Poner en el mercado las toallas sanitarias era una tarea complicada, en parte porque las mujeres eran reticentes a comprar el producto de manos de los hombres que atendían en los comercios.

Pañuelo de papel.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl Kleenex que conoces hoy tuvo su origen en la Primera Guerra Mundial.

La empresa propuso a esos negocios que les permitieran comprarlas, sencillamente, poniendo el dinero en una caja. Las ventas de Kotex se elevaron después de esta iniciativa, pero no tanto como Kimberly-Clark pretendía.

Así que la empresa buscó un nuevo uso para el mismo material.

A principios de 1920, C.A «Bert» Fourness tuvo la idea de planchar el material de la celulosa para hacer un pañuelo suave y fino. Tras mucha experimentación, el famoso «Kleenex» nació en 1924.

3. Lámparas solares

En el invierno de 1918 se estimaba que la mitad de los niños en Berlín sufrían de raquitismo, una enfermedad en la que los huesos se reblandecen y se deforman. Por entonces, la causa exacta era desconocida aunque se asociaba a la pobreza.

Un doctor de la ciudad, Kurt Huldschinsky, notó que sus pacientes estaban muy pálidos.

Decidió llevar a cabo un experimento en cuatro de ellos. Les aplicó lámparas de cuarzo y mercurio que emitían luz ultravioleta.

Lámpara.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa idea de usar lámparas de luz para tratar padecimientos se remonta a la Gran Guerra.

Con el paso del tiempo Hudschinsky notó que los huesos de sus jóvenes pacientes se hacían más fuertes. En mayo de 1919, cuando llegó el sol del verano, les puso también a tomar el sol en la terraza.

Cuando fueron publicados, los resultados de su experimento se acogieron con gran entusiasmo.

Muchos niños de toda Alemania fueron tratados con luz. En Dresden, los servicios sanitarios infantiles lograron incluso desmantelar las luces de la calle para que reciclaran en lámparas para el tratamiento de los niños.

Más tarde la ciencia conoció que la vitamina D es necesaria para la creación del hueso con calcio y este proceso se estimula con la luz ultravioleta.

4. Cambio de hora

La idea de atrasar los relojes en primavera y adelantarlos en otoño no era nueva cuando comenzó la Primera Guerra Mundial. Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, lo había sugerido en una carta al diario Journal de París en 1784.

Se desperdiciaban muchas velas en las noches de verano porque el sol se ponía antes de que las personas se fueran a dormir, explicaba en la misiva. Además, la luz del sol no se aprovechaba en las primeras horas de la mañana porque la gente aún dormía.

Relojes.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl cambio de hora se introdujo en Alemania en 1916 con el objetivo de ahorrar carbón, usado en aquel entonces para calefacción e iluminación.

Ideas similares fueron expuestas en Nueva Zelanda en 1895 y en Reino Unido en 1909, pero no dieron resultados concretos.

La Primera Guerra Mundial fue un acicate para ese cambio.

Al enfrentar una severa escasez de carbón, las autoridades alemanas decretaron que el 30 de abril de 1916 todos los relojes que marcaban las 23:00 deberían de dar las 24:00. Así se aseguraba una hora más de luz a la mañana siguiente.

Lo que comenzó en Alemania como una idea para ahorrar carbón para calefacción y luz se extendió rápidamente a otros países.

En Reino Unido la idea se puso en pie solo tres semanas más tarde, el 21 de mayo de 1916. El 19 de marzo de 1918 el Congreso de Estados Unidos estableció distintos husos horarios.

Una vez la guerra hubo terminado, la iniciativa fue abandonada pero sus beneficios ya eran conocidos y en los años posteriores se volvió a implantar.

5. Bolsas o «bombas» de té

Las bolsas de té no se inventaron para resolver ningún problema derivado de la guerra. Fue un comerciante de té estadounidense quien, en 1908, comenzó a mandar té en pequeñas bolsas a sus clientes.

Té.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionMuchos soldados que pelearon en la Primera Guerra Mundial disfrutaron de las bolsas remojadas en agua.

Fueron ellos quienes, sea por accidente o por el diseño, decidieron introducir las bolsas en el agua… y el resto es historia. Esa es la explicación que da la industria.

Una compañía francesa, Teekanne, copió aquella idea en tiempo de guerra. La desarrolló para proporcionar a las tropas té en pequeñas bolsas de algodón. Las llamaban «bombas de té».

6. El reloj de pulsera

No es cierto que los relojes de pulsera fueran inventados específicamente para la Primera Guerra Mundial, sin embargo, su uso creció exponencialmente durante este periodo histórico. Después de la guerra era la manera más común de dar la hora.

Hasta finales del siglo XIX y principios del XX los hombres que necesitaban saber la hora y los que tenían el dinero suficiente para poder comprar un reloj, lo utilizaban de bolsillo. Por algún motivo fueron las mujeres las pioneras. La reina Isabel I de Inglaterra tenía un pequeño reloj que se adhería a su brazo.

Reloj.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionAunque los relojes de pulsera no se inventaron durante la Gran Guerra, en este período su uso creció enormemente.

El tiempo adquirió mayor importancia en la guerra, por ejemplo para sincronizar la hora de los bombardeos. Así, los fabricantes desarrollaron relojes que dejaran las manos libres a las tropas en el calor de la batalla.

Los aviadores también necesitaban ambas manos libres… y así, ellos también tuvieron que tirar por la borda el reloj de bolsillo.

La empresa H. Williamson, que hacía relojes en Coventry, Inglaterra, anotó en su informe anual de 1916: «Se dice que uno de cada cuatro soldados utiliza reloj de pulsera y los otros tres quieren adquirir uno lo antes posible».

7. Salchichas vegetarianas… o «salchichas de la paz»

Uno podría pensar que las salchichas de soja fueron inventadas por algún hippy, probablemente en los años 60 en California.

Pero no. Las salchichas de soja fueron idea del primer canciller de la República Federal Alemana después de la Segunda Guerra Mundial.

Durante la Primera Guerra Mundial Adenauer era alcalde de Colonia y cuando el bloqueo británico se impuso sobre Alemania el hambre comenzó a pesar en la ciudad.

Adenauer tenía una mente ingeniosa e investigó maneras de sustituir los productos que faltaban, como carne, por otros de los que no había tanta escasez.

Salchichas.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLas salchichas «sin carne» fueron una alternativa para paliar la escasez de comida durante la Primera Guerra Mundial.

Comenzó utilizando una mezcla de harina de arroz, cebada y harina de maíz para hacer pan y así sustituir al trigo.

Después de su pan experimental continuó en búsqueda de una nueva salchicha sin carne. Así se logró la de soja, que fue conocida como «la salchicha de la paz».

Adenauer solicitó obtener una patente de su nuevo alimento en la Oficina Imperial de Patentes en Alemania pero le fue denegada.

Al parecer el contenido de la salchicha era contrario a la regulación alemana para este producto, o sea, si no contenía carne no se le podía considerar salchicha.

Tuvo más suerte al intentarlo en Reino Unido, enemigo de Alemania en aquel tiempo. El Rey Jorge V le dio la patente de la salchicha de soja el 26 de junio de 1918.

8. Cremalleras

Desde mediados del siglo XIX varias personas habían estado trabajando en varias combinaciones de ganchos, broches y hebillas para lograr un cierre rápido y fluido de las prendas de ropa que aislara del frío.

Pantalón de cremallera.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa cremallera respondía a la necesidad de un cierre rápido.

Fue Gideon Sundback, un sueco que emigró a Estados Unidos, quien dio con la actual fórmula de la cremallera.

Se convirtió en el diseñador jefe de la compañía Universal Fastener Company y concibió el «cierre sin anclaje».

El ejército estadounidense los incorporó a sus uniformes y botas, especialmente para las de la marina. Después de la guerra fueron los civiles quienes tomaron este testigo y lo generalizaron en su vestimenta.

9. Acero inoxidable

Harry Bearley, de Sheffield, Inglaterra, es el responsable de la invención del acero que no se corrompe.

Según aparece en los archivos de esa ciudad «en 1913, Harry Brearley desarrolló lo que es considerado el primer acero sin óxido, un producto que revolucionó la industria metalúrgica y se convirtió en uno de los mayores componentes del mundo moderno.

El ejército británico estaba intentando encontrar un metal mejor para sus armas. El problema era que los cañones de esas armas se deformaban después de varios disparos por la fricción y el calor de las balas.

Acero.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl acero inoxidable revolucionó la industria metalúrgica.

El ejército le pidió Brearley, que era metalúrgico en una empresa local, que encontrara una solución a este problema y con aleaciones más duras.

La leyenda dice que después de probar a añadir cromo al acero Bearley desechó algunos de sus experimentos por considerarlos fracasos. Los echó, literalmente, al montón de la chatarra.

El metalúrgico notó que después de un tiempo esos experimentos no se habían oxidado.

Había descubierto el secreto del acero inoxidable. Durante la Primera Guerra Mundial fue utilizado en algunos de los nuevos motores aéreos. Luego se generalizó en el uso de cubertería y material quirúrgico del que muchos hospitales dependen.

10. Comunicación con los pilotos

Antes de la Primera Guerra Mundial los pilotos no tenían modo de comunicarse entre ellos o con tierra.

Al comenzar la Gran Guerra los ejércitos aún necesitaban de cables para hablar entre sí, pero estos eran a menudo cortados por la artillería o los tanques.

Torre de control.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionDurante la Gran Guerra, el uso de aviones llevó a la necesidad de que los pilotos se comunicaran entre sí.

Modos alternativos de comunicación como corredores, banderas y palomas mensajeras fueron utilizadas pero no resultaron ser útiles.

Los aviadores tenían que confiar en gestos y gritos…era necesario encontrar una solución. La comunicación sin cables era la respuesta.

La tecnología por radio estaba ya en funcionamiento pero tenía que ser desarrollada y esto sucedió durante la Primera Guerra Mundial.

Para finales de 1916 se tomaron pasos decisivos. Los primeros intentos para incluir teléfonos en los aviones tuvieron que ser descartados por el ruido de fondo.

Este problema fue resuelto inventando un casco en el que se instalaron los auriculares con un micrófono, que bloquea la mayoría del ruido.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-46147877

 

 

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¿Sabes por qué trabajas 8 horas? Los 44 días que cambiaron la historia de España

Redacción: Jordi Corominas I Julián / El Confidencial

Entre febrero y marzo de 1919 una huelga paralizó Barcelona y provocó la instauración estatal de las ocho horas de jornada laboral, medida pionera en todo el orbe terráqueo

No desprecien la importancia del callejero. Nadie recordará la anécdota, pero en la primavera de 2012 Barcelona se levantó con la noticia de un cambio sutil. El alcalde Trías lo había perpetrado con premeditación, nocturnidad y alevosía, saltándose la ley con demasiada alegría. De la noche a la mañana, el conocido ‘pasaje de la Canadiense’ homenajeaba a Frederick Stark Pearson, fundador el 12 de septiembre de 1911 del holding Barcelona Traction, Light and Power. Starrk Pearson se dedicaba a la producción y distribución de electricidad y a la explotación de tranvías y ferrocarriles eléctricos. Formaban parte del grupo las empresas Riegos y Fuerzas del Ebro, Barcelonesa de Electricidad, Energía Eléctrica de Cataluña, Tranvías de Barcelona y Ferrocarriles de Cataluña. Llegó a controlar el 90% de la distribución comercial de electricidad en el Principado.

La alteración nominal resucitó un lejano recuerdo. Entre febrero y marzo de 1919 la empresa fue la gran protagonista de una huelga de cuarenta y cuatro jornadas que paralizó Barcelona y demostró la inmensa capacidad obrera, que mediante la acción de la CNT logró una gran victoria, hasta el punto de provocar la instauración estatal de las ocho horas de jornada laboral, medida pionera en todo el orbe terráqueo.

La efímera placa

La efímera placa

Al cabo de pocos días el pasaje recuperó su antigua denominación. Quizá el alcalde de Convergència i Unió tenía miedo, recordemos que el Procés aún no había dado su pistoletazo de salida, de ver cumplida la frase de Mark TwainLa historia no se repite, pero rima.

La rosa de Fuego

En su ensayo ‘Que sean fuego las estrellas’ (Crítica), Paco Ignacio Taibo II justifica su enfoque a partir de la especificidad barcelonesa. El escritor asturiano casi pide disculpas por su osadía, pero lo cierto es que atina en su diagnóstico. La capital catalana ha sido siempre un cuerpo propio, independiente a las dinámicas del país. La Primera Guerra Mundial había agitado el paisaje urbano hasta unas coordenadas previsibles en las que el empresariado aprovechó la neutralidad española para lucrarse mientras el proletariado apenas tocaba con la punta de los dedos todas esas disparatadas ganancias económicas.

La máquina industrial sirvió textiles, química, armamento y materias primas a las potencias enfrentadas. Mientras tanto la calle parecía distraerse con el cambio de rumbo de la ciudad, enfrascada en debates periodísticos sobre los bandos en contienda y noches bien regadas por la legal cocaína, el sorprendente jazz y una animación sin precedentes en todos los barrios, sobre todo en el Distrito V, que al cabo de poco tiempo recibiría su sobrenombre de Barrio Chino por el canallismo imperante entre drogas, homosexualidad, timbas de juego, sexo fácil y locales que nunca cerraban.

Sirva el párrafo anterior para contextualizar el instante en esa ciudad de setecientas mil almas. La gallina de los huevos de oro dejó de ponerlos con la entrada bélica de Estados Unidos y la situación social fue agriándose, produciéndose las primeras refriegas y atentados entre trabajadores y patrones. La marea subió a lo largo del olvidado verano de 1917, cuando el Parque de la Ciudadela fue protagonista de la asamblea de parlamentarios, protesta de sus señorías ante el cierre de las Cortes y su manifiesta inactividad.

La gallina de los huevos de oro dejó de ponerlos con la entrada bélica de los Estados Unidos de América y la situación social fue agriándose

En agosto llegó el turno de la clase obrera con una huelga general que paralizó la actividad durante casi una semana. Si tuvo tanto impacto fue por la extraña unión, rara era la vez en que conseguían ponerse de acuerdo, entre la UGT y la CNT, los dos sindicatos mayoritarios. Esta última había revolucionado por completo el modus operandi anarquista. Su nacimiento en 1910 supuso abandonar la acción directa y abogar por una vía organizada. El camino estuvo sembrado de minas en forma de múltiples ilegalizaciones, etapas en la clandestinidad y una inmensa dificultad para coordinar todo el caudal asociativo del mundo laboral.

La revolución inspira

1918 se abrió con una espectacular movilización femenina como consecuencia de la inflación en productos básicos como el carbón. Las mujeres marcaron una senda a seguir que sus compañeros masculinos apreciaron por su valentía, pero la clave llegó a finales de junio, con el Congreso de Sants de la Confederació Regional del Treball a Catalunya. Por aquel entonces el impacto en el imaginario de la Revolución Rusa ya era considerable. Acudieron ciento sesenta y cuatro delegados que representaban a más de setenta y tres mil asociados de ciento cincuenta y tres sociedades obreras y sindicatos esparcidos a lo largo y ancho de la geografía catalana.

Salvador Seguí

Salvador Seguí

Salvador Seguí, mucho más que un pintor de brocha gorda, comprendió que esa dispersión dificultaba moverse con eficacia. Propuso la supresión de las federaciones basadas en oficios y la creación de Sindicatos Únicos de industria para agrupar a todos los trabajadores de un único ramo productivo. La medida suscitó un entusiasmo contagioso y, en apenas cuatro meses, durante la celebración en Barcelona de una asamblea regional, pudieron apreciarse sus frutos. El número de adscritos se había incrementado hasta las trescientas cuarenta y cinco mil personas. Por primera vez el anarcosindicalismo se sabía dotado de un arma imparable para la consecución de sus objetivos.

Casi al mismo tiempo, porque cuando hablamos de Barcelona siempre debemos recordar sus dos caras, la Lliga Regionalista aprovechó la coyuntura internacional, o la tergiversación del punto wilsoniano sobre la autodeterminación de los pueblos, para lanzar la campaña para el Estatuto de Autonomía en un fuego breve pero intenso que llegó hasta Madrid, donde se instauró una comisión parlamentaria para abordar el asunto. La propuesta, que guarda ciertas similitudes con los mecanismos que nos han llevado a la situación actual, era una plataforma perfecta para disimular la conflictividad laboral y la crisis que se cernía en el horizonte. Febrero de 1919 supuso un antes y un después. Algunos, con mala sangre, dicen que Cambó prefirió la cartera a la bandera. Es posible. El clima se había enrarecido. Las trifulcas entre catalanistas y miembros de la Unión Monárquica Nacional coparon los titulares de todos los periódicos y no pasaba un día sin incidentes remarcables. Eran fuegos de artificio. Los protagonistas estaban agazapados, a la espera de la mecha que provocara el incendio.

Una ciudad a oscuras

Todo barcelonés reconoce las tres chimeneas del Paralelo. De pequeños las confundimos con las de San Adrià del Besós. Ambas fueron el skyline de los desfavorecidos desde distintas latitudes. Las de la avenida que llegó a considerarse el Montmartre del sur simbolizaban el potencial de la Canadiense, que daba empleo a más de mil doscientos obreros.

En enero de 1919 la situación en la Ciudad Condal estaba algo más que agitada. Se rumoreaba la presencia de Lenin e incluso una agencia de noticias norteamericana aseguraba su presencia. Todo era un bulo producto del pavor a un estallido pese a la represión padecida por la CNT durante todo el invierno. La fábrica de electricidad desencadenó la tormenta. En enero varios oficinistas fueron pasados de eventuales a fijos, reduciéndose su salario mientras en las tertulias de los bares se comentaba que Fraser Lawton, el gerente de la empresa, ganaba treinta mil pesetas oro al mes.

La Canadiense
La Canadiense

Los oficinistas se levantaron bajo el lema “a trabajo igual salario igual”.El 2 de febrero los ocho trabajadores que encabezaban la protesta, miembros del Sindicato Único, fueron despedidos. Cinco de ellos pertenecían a la sección de facturación. Sus compañeros se declararon en huelga solidaria tres días después. Salieron a calle, hablaron con el gobernador, quien les prometió interceder, y al volver a su puesto se encontraron la policía impidiéndoles acceder a las instalaciones.Estaban despedidos, sin explicaciones.

La CNT movió ficha con varias jugadas magistrales para escalonar la huelga. Su comité se sabía perseguido y hasta llegó a reunirse en un camión de mudanzas del Sindicato de Transportes que recorría la ciudad para recoger a los delegados. El 21 de febrero la huelga fue secundada por todas las empresas del grupo y saltó la alarma. El 27 se unieron los trabajadores de la Sociedad General de Aguas, del Gas Lebon, única empresa extranjera del ramo sita en plaza Universidad, y los de la Catalana de Gas y Electricidad. La ciudad quedó parcialmente a oscuras durante más de una semana, con toda la producción en el dique seco y una progresiva escasez de agua.

La solución pasaba por militarizar las fábricas para restablecer el suministro. Cuando se dio la orden ni uno de los obreros dio el paso para cumplirla

En Madrid el conde de Romanones, primer ministro del gobierno central, ya había anunciado su dimisión una vez se resolviera el desaguisado. La solución pasaba por militarizar las fábricas para restablecer el suministro. Cuando se dio la orden ni uno de los obreros y empleados militarizados dio el paso para cumplirla. Entre ochocientos y cinco mil fueron detenidos, ingresando en el castillo de Montjuic, de lúgubre fama tras los fusilamientos en 1893 del tipógrafo Paulí Pallàs y los acusados por la bomba del Corpus en 1896.

La situación era desesperada y las manecillas del reloj jugaban a favor de los intereses de la CNT que, en otra descarga de alto voltaje, instauró la censura roja para impedir la publicación en la prensa diaria toda noticia relacionada con el asunto de la Canadiense, finalmente desbloqueado gracias a la visión política de Romanones, quien al ver la cerrazón de los mandamases empresariales mandó a Barcelona a José Morote, subsecretario de Presidencia, para mediar. Llegó acompañado de Carlos Montañés y Gerardo Doval, quienes ocuparon respectivamente el cargo de gobernador civil el primero y jefe de policía el segundo. Era una última carta en una mesa ardiendo, con el estado de guerra declarado y un panorama abocado a un bucle de caos.

JORDI COROMINAS I JULIÁN

Este nuevo planteamiento confirió esperanzas entre los trabajadores, quienes no cejaron en su empeño de ir a por lo máximo posible, proponiendo como inamovibles los siete puntos que siguen a continuación: Readmisión de los despedidos, aumento de sueldos, garantías para evitar represalias, jornada de ocho horas, abono de jornal íntegro en caso de accidente, cincuenta mil pesetas por indemnización y salarios caídos durante la huelga. Lawton los aceptó el 17 de marzo de 1919 tras la exigencia de Romanones, quien presionó a Montañés para que resolviera el conflicto en veinticuatro horas, pues planeaba la amenaza de Largo Caballero, entonces dirigente de la UGT, de convocar una huelga general en todo el país sino se solucionaba el conflicto de Barcelona.

Victoria y tragedia

El comité de huelga aceptó levantarla una vez liberaran a todos los trabajadores encarcelados. El 19 de marzo se convocó un mitin con más de veinte mil personas en la plaza de toro de las Arenas de Barcelona para reafirmar el acuerdo. Salvador Seguí logró vencer la reticencia de muchos de los presentes con una grandísima arenga donde desgranó la situación. Lo conseguido era increíble. La revolución completa podía esperar. Se habían plantado los cimientos.

Sabotaje al tranvía en Barcelona en la huelga de 1919
Sabotaje al tranvía en Barcelona en la huelga de 1919

El triunfo fue tan grande que desencadenó la reacción de la patronal.Durante los siguiente cuatro años Barcelona fue la ciudad que se mataba por las calles, un episodio histórico siempre mal explicado y manipulado hasta la extenuación incluso por Eduardo Mendoza, quien tejió una gran novela con ‘La verdad sobre el caso Savolta’, pero sólo, que ya es bastante, recogió la atmósfera, no así la verdad de tan trágicos hechos. Lo mismo puede decirse de ‘La sombra de la ley’, última producción dirigida por Dani de la Torre. Quizá el único capaz de reproducir la intensidad de aquellos años fue Antonio Soler en ‘Apóstoles y Asesinos’ (Galaxia Gutenberg), cuyo único defecto es haber sido tan preciso que tiene más magma de ensayo que de novela.

Desde 1890, con la instauración de la jornada del primero de mayo, la clase trabajadora había reclamado los tres ochos. Ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio, ocho horas de sueño. El 3 de abril de 1919 el conde de Romanones firmaba el decreto que promulgaba a partir de octubre del mismo año la jornada de ocho horas para todos los trabajadores españoles. Dimitió tras estampar su rúbrica.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2019-01-19/jornada-ocho-horas-huelga-canadiense-centenario_1767114/

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