Redacción: Cinco Días
Si las regiones confluyesen en la tasa más baja de fracaso, el paro caería el 0,9% y la productividad crecería el 4,4%
Las cifras de abandono educativo temprano sitúan a España en la última posición del ranking de los países de la UE-28 en 2018. Con un 17,9% de jóvenes entre 18 y 24 años que han abandonado la educación y la formación sin haber completado estudios de nivel superior a la enseñanza obligatoria, España se sitúa 7,3 puntos porcentuales por encima de la media de la UE-28. La consecución de los objetivos fijados por la estrategia 2020 de educación y formación (ET2020) de la UE son distintos para España y la UE-28 (concretamente del 15% y del 10%, respectivamente), pero mientras la UE-28, en promedio, se encuentra a muy escasa distancia de alcanzarlo (0,6 puntos porcentuales), España lo tiene bastante más complicado con un objetivo mucho menos ambicioso que el del resto de la Unión.
Algo parece no estar funcionando correctamente en las primeras etapas de la educación en España, si bien es cierto que el comportamiento en las diferentes comunidades autónomas es muy heterogéneo. Entre el sureste español y ambos archipiélagos, y la cornisa cantábrica junto a Castilla y León, las diferencias son muy sustanciales, concretamente la tasa de Illes Balears más que triplica la del País Vasco.
Existen, además, importantes diferencias dependiendo del colectivo que consideremos. Hay un claro efecto de género, ya que los hombres presentan una desventaja relativa al mostrar actualmente una tasa de abandono prematuro del 21,7% frente al 14% de las mujeres, si bien desde 2007 el gap se ha ido reduciendo. Asimismo, al considerar la nacionalidad, la población extrajera dobla con creces la tasa que muestra la población nacional. El nivel de estudios completados de padres y madres afecta de una forma rotunda, de forma que los hijos de padres o madres con estudios superiores exhiben tasas del 4%, frente a tasas del 25% para hijos de madres o padres con estudios obligatorios como máximo. Sin embargo, la variable que determina en gran medida que un alumno realice estudios posobligatorios será que haya culminado con éxito la ESO, dado que la tasa de abandono educativo de aquellos que no consiguen terminar los estudios de secundaria obligatoria (o dicho de otro modo, experimentan fracaso escolar), es de un 74%, mientras que se reduce a un 12% para los que sí lo consiguen.
La crisis económica que se inició en 2007 tuvo, en términos de educación, una consecuencia positiva, la reducción de la tasa de abandono. El incremento de la tasa de paro juvenil, que llegó a ser del 56% en el año 2013, redujo drásticamente las oportunidades de ocupación de los jóvenes, que consecuentemente dejaron de abandonar las aulas en busca de un empleo bien remunerado para el que se exigía escasa cualificación (fundamentalmente en el sector de la construcción), porque las oportunidades habían desaparecido. La reducción de la tasa de abandono se ha ido ralentizando en los últimos años, experimentando en 2018 una caída de tan solo 0,4 puntos porcentuales, fruto de que la reactivación económica demanda mano de obra sin cualificar y ello anima a los jóvenes con escasa cualificación a ocuparse en la hostelería y el comercio que se presentan como los principales sectores demandantes de este tipo de empleo.
Gran parte de los jóvenes que abandonan los estudios desconocen las consecuencias que tendrá a lo largo de su ciclo vital la decisión de interrumpir sus estudios y no realizar bachillerato o formación profesional. Estos jóvenes participarán menos en el mercado de trabajo que aquellos que prolonguen sus estudios, verán reducida su empleabilidad presentando una menor probabilidad de encontrar empleo, estarán expuestos con mayor intensidad a la temporalidad, y sus salarios serán más bajos, fruto de su menor productividad. En suma, van a ser evidentes destinatarios de la precarización del mercado de trabajo.
Pero el coste del abandono educativo no repercute únicamente sobre los jóvenes que dejan prematuramente sus estudios, sino que finalmente es soportado por toda la sociedad en su conjunto. En términos de beneficios obtenidos, y bajo el supuesto de que todas las comunidades autónomas alcanzasen el valor de aquella que muestra una menor tasa de abandono, la tasa de actividad aumentaría un 0,9%, la tasa de paro y de temporalidad se reducirían en un 0,9% y 0,7%, respectivamente, y la productividad del trabajo se incrementaría en un 4,4%, cuando esta mejora alcanzase a toda la población.
La reducción del abandono prematuro de la educación y la formación contribuiría a modular las desigualdades económicas, sociales y entre hombres y mujeres. Una de las formas probablemente más efectivas de llevar a cabo esta acción podría ser implementar medidas encaminadas a reducir el fracaso escolar y aumentar el rendimiento educativo, puesto que la evidencia empírica muestra que las medidas preventivas del abandono son más efectivas que las dirigidas a recuperar a quienes ya han abandonado el sistema educativo.
Realizado este escueto diagnóstico del abandono educativo temprano cabe preguntarse si la sociedad, AAPP, docentes, familias y alumnos, son conocedores de la dimensión y relevancia del problema que les afecta. Es por ello que la labor de divulgación de los beneficios futuros que conlleva la realización de estudios secundarios posobligatorios cobra importancia, y más aún de los costes individuales y sociales de no cursarlos.
Tomar conciencia de la relevancia del problema del abandono educativo temprano resulta crucial para poder reducirlo, de forma que España se sitúe en términos educativos en una posición coherente a su desarrollo económico.
Una sociedad que camina hacia un contexto de progresiva digitalización no puede permitirse un porcentaje tan elevado de población joven que no se forme adecuadamente. Por ello las AAPP, los docentes y las familias deben realizar un esfuerzo conjunto para concienciar a los jóvenes sobre la importancia de formarse para alcanzar puestos de trabajos más estables y salarios más altos en el medio plazo, frente a decisiones prematuras y cortoplacistas.
Fuente: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2019/07/15/economia/1563204024_619428.html