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Enséñales a los niños cómo pensar, no qué pensar

Por: Jennifer Delgado Suárez

Un maestro sufí tenía la costumbre de contar una parábola al terminar cada lección, pero los alumnos no siempre entendían el mensaje de la misma.
– Maestro – le dijo en tono desafiante uno de sus estudiantes un día -, siempre nos haces un cuento pero nunca nos explicas su significado más profundo.
 – Pido perdón por haber realizado esas acciones – se disculpó el maestro-, permíteme que para reparar mi error, te brinde mi rico durazno.
 – Gracias maestro.
 – Sin embargo, quisiera agradecerte como mereces. ¿Me permites pelarte el durazno?
 – Sí, muchas gracias – se sorprendió el alumno, halagado por el gentil ofrecimiento del maestro.
 – ¿Te gustaría que, ya que tengo el cuchillo en la mano, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?
 – Me encantaría, pero no quisiera abusar de su generosidad, maestro.
 – No es un abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte en todo lo que buenamente pueda. Permíteme que también te lo mastique antes de dártelo.
 – ¡No maestro, no me gustaría que hicieras eso! – se quejó sorprendido y contrariado el discípulo.
 
El maestro hizo una pausa, sonrió y le dijo:
 – Si yo les explicara el sentido de cada uno de los cuentos a mis alumnos, sería como darles a comer fruta masticada.
Desgraciadamente, muchos maestros y padres piensan que es mejor darles a los niños las frutas perfectamente cortadas y masticadas. De hecho, la sociedad y las escuelas están estructuradas de tal forma que se enfocan más en la transmisión de conocimientos, de verdades más o menos absolutas, que en enseñarles a los niños a pensar por su cuenta y sacar sus propias conclusiones.
Los padres, educados en este esquema, también lo repiten en casa ya que todos tenemos la tendencia a reproducir con nuestros hijos las pautas educativas que utilizaron con nosotros, aunque no siempre somos conscientes de ello.
Sin embargo, enseñarle a un niño a creer a ciegas en supuestas verdades sin cuestionarlas, enseñarles lo que deben pensar implica arrebatarles una de sus capacidades más valiosas: la capacidad para autodeterminarse.

Educar no es crear sino ayudar a los niños a crearse a sí mismos

La autodeterminación es la garantía de que, elijamos lo que elijamos, seremos nosotros los protagonistas de nuestras vidas. Podremos equivocarnos. De hecho, es muy probable que lo hagamos, pero aprenderemos del error y seguiremos adelante, enriqueciendo nuestro kit de herramientas para la vida.
Desde el punto de vista cognitivo, no existe nada más desafiante que los problemas y los errores ya que estos no solo demandan esfuerzo sino también un proceso de cambio o adaptación. Cuando nos enfrentamos a un problema se ponen en marcha todos nuestros recursos cognitivos y, a menudo, esa solución implica una reorganización del esquema mental.
Por eso, si en vez de darles verdades absolutas a los niños les planteamos desafíos para que piensen, estaremos potenciando la capacidad para observar, reflexionar y tomar decisiones. Si enseñamos a los niños a aceptar sin pensar, esa información no será significativa, no producirá un cambio importante en su cerebro sino que simplemente se almacenará en algún lugar de su memoria, donde poco a poco se irá difuminando.
Al contrario, cuando pensamos para solucionar un problema o intentamos comprender en qué nos equivocamos se produce una reestructuración que da lugar al crecimiento. Cuando los niños se acostumbran a pensar, a cuestionar la realidad y a buscar soluciones por sí mismos, comienzan a confiar en sus capacidades y enfrentan la vida con mayor seguridad y menos miedos.
Los niños deben encontrar su propia manera de hacer las cosas, deben conferirle sentido a su mundo e ir formando su núcleo de valores.

¿Cómo lograrlo?

Una serie de experimentos desarrollados en la década de 1970 en la Universidad de Rochester nos brinda alguna pistas. Estos psicólogos trabajaron con diferentes grupos de personas y descubrieron que las recompensas pueden mejorar hasta cierto punto la motivación y la eficacia cuando se trata de tareas repetitivas y aburridas pero pueden llegar a ser contraproducentes cuando se trata de lidiar con problemas que demandan la reflexión y el pensamiento creativo.
Curiosamente, las personas que no recibían premios externos obtenían mejores resultados en la resolución de problemas complejos. De hecho, en algunos casos esas recompensas hacían que las personas buscaran atajos y asumieran comportamientos poco éticos ya que el objetivo dejaba de ser solucionar el problema, para convertirse en obtener la recompensa.
Estos resultados llevaron al psicólogo Edward L. Deci a postular su Teoría de la Autodeterminación, según la cual para motivar a las personas y a los niños a que den lo mejor de sí, no es necesario recurrir a recompensas externas sino tan solo brindar un entorno adecuado que cumpla con estos tres requisitos:
1. Sentir que tenemos cierto grado de competencia, de manera que la tarea no genere una frustración y una ansiedad exageradas.
2. Disfrutar de cierto grado de autonomía, de manera que podamos buscar nuevas soluciones e implementarlas, sintiendo que tenemos el control.
3. Mantener una interacción con los demás, para sentirnos apoyados y conectados.

Por último, os animo a disfrutar de este corto de Pixar, que se refiere precisamente a la importancia de dejar que los niños encuentren su propio camino y no darles respuestas y soluciones predeterminadas.

Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2016/12/ensenales-los-ninos-como-pensar-no-que.html
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Entrevista a Guillermo Kozameh: Muchos niños diagnosticados como hiperactivos lo que tienen es ansiedad

España/01 diciembre 2016/Fuente: Redem

Actualmente se diagnostican muchos niños de hiperactividad y déficit de atención. ¿Por qué es tan común este trastorno?

Lamentablemente, hay muchos niños diagnosticados de trastorno por déficit de atención, y eso tiene que ver con una nueva manera (que existe desde hace años) que tienen los médicos y psiquiatras de describir y clasificar las enfermedades y, lamentablemente, también tiene que ver con intereses económicos de la industria farmacológica.

O sea, que no son todos los que están. ¿Cómo define usted el THDA?

G.K.: En el trastorno por déficit de atención, al niño le cuesta mucho concentrarse, no puede seguir una lectura o una secuencia de juego acorde con su edad y se mueve sin motivo. Digo «acorde con su edad» porque en los niños pequeños, de dos o tres años, es normal que su atención sea breve y que pasen de una lectura a otra o de un juego a otro.

hiperactividad

¿Cuál es la causa de este trastorno?

Por desgracia se ha focalizado en una sola causa: una posible alteración cerebral. Pero en un gran porcentaje de niños diagnosticados de trastornos por déficit de atención las causas no son neurológicas, sino emocionales. Así lo atestiguan los neurólogos, que conocen a los niños y a su entorno familiar y social y que están en contacto con sus psiquiatras y psicólogos.

¿A qué se refiere?

Muchos niños diagnosticados con síndrome de hiperactividad y déficit de atención están padeciendo una situación de ansiedad familiar, y responden con un síntoma: no atienden, no se concentran. En esos casos, tratarles con un medicamento no solo no está indicado, sino que es perjudicial, porque aparentemente mejoran, aparentemente pueden concentrarse más, pero los motivos reales por los cuales fallan en su atención no se tratan.

¿Cuál es el tratamiento cuando no hay un trastorno neurológico?

Consiste en hacer psicoterapia al niño y entrevistas a los padres para averiguar qué es lo que ha originado esa hipermotilidad y ese exceso de ansiedad en el niño. Hay que hacer sesiones individuales al pequeño en las que pueda expresar, a través del juego o del dibujo, los conflictos que «nos está mostrando» a través de su «no poder estar ni un minuto quieto».

Porque cuando nosotros vemos por primera vez a un niño con hiperactividad y déficit de atención, descubrimos que tiene fallas en la atención y el aprendizaje, pero que él, en realidad, y aunque no lo sepa conscientemente, está muy atento a las preocupaciones de su mundo interior. Esos conflictos le producen angustia y su única manera de expresarlo es moviéndose continuamente, tocando las cosas sin motivo, durmiendo mal y con otros síntomas que se incluyen en este síndrome.

¿Una vez que empieza a tratarse, mejora pronto?

En las primeras sesiones el niño juega con varios elementos lúdicos, toca y deja objetos, empieza a armar construcciones y las abandona sin terminarlas, va al servicio varias veces sin necesidad, pide agua aunque no tenga sed…, no puede quedarse quieto, pero una vez que comienza a expresar sus conflictos inconscientes, y cuando puede manifestarlos a través de la palabra, los dibujos y los juegos, notamos que cambia su modo de comportarse: comienza a concentrarse y puede dedicar más tiempo a una actividad.

Si el terapeuta es un buen profesional y hay colaboración de los padres, en pocas semanas ese niño que era un torbellino está más atento, más tranquilo y tiene mejor rendimiento escolar.

¿Qué es lo que produce tanta ansiedad en el niño?

No existe un tratado de causas y sus efectos: puede haber muchas causas y muchos síntomas. Con frecuencia son problemas «normales» que el niño no ha podido superar adecuadamente: la muerte de un familiar que quizás los padres no le dieron la importancia que tenía para él, la muerte de una mascota que quería mucho, la separación de los padres, cuando no ha sido bien manejada en el ámbito familiar, los celos «no superados» ante el nacimiento de un hermanito, el ingreso de la madre después de un parto por alguna complicación o muchas otras causas que forman parte de nuestra vida cotidiana.

Estas situaciones merecen un estudio y un tratamiento intenso, son traumas psíquicos o físicos que el niño pudo haber sufrido y que han desencadenado el síndrome de hiperactividad.

¿Entonces, no es cierto que el niño será hiperactivo toda la vida?

No, en absoluto. El problema se ha exagerado de tal manera que se habla en la prensa de presidentes de gobierno o de actores famosos que tienen hiperactividad. Pero yo creo que si una persona ha llegado a esos puestos de prestigio profesional y de gran responsabilidad, es porque su déficit de atención, después del tratamiento, ha desaparecido o es muy leve.

Ahora bien, un niño que tiene un estado de ansiedad crónico y que no recibe ayuda, sí está condenado a tener fracaso escolar y problemas laborales en el futuro.

¿Cuánto tiempo tarda en curarse una vez que inicia la terapia?

Depende de cada niño. Si la hiperactividad se debe a un trastorno neurológico, es probable que necesite llevar una medicación bastante tiempo, pero si el trastorno es de origen emocional –que es muy frecuente, aunque los laboratorios farmacéuticos digan lo contrario– en poco tiempo se logran efectos muy, muy buenos. Lo primero que mejora es el rendimiento escolar: el niño comienza a asimilar conceptos, a memorizar temas, a prestar atención, a fijar su atención y a controlar sus movimientos.

¿Y sin tomar medicamentos?

El medicamento que se prescribe es un derivado anfetamínico que mejora los síntomas, pero el organismo se acostumbra a él. Ayuda a corregir el déficit de atención solo cuando el origen es neurológico y se han descartado causas emocionales; si las causas son problemas afectivos, hay que trabajar con el niño y con la familia y no es necesaria la medicación.

¿Cuáles son los problemas neurológicos que producen hiperactividad?

La disritmia cerebral, las alteraciones en el embarazo, los traumatismos craneoencefálicos, ciertas infecciones virales o bacterianas que dejan secuelas y pueden producir este trastorno o no.

¿Cómo se sabe si la hiperactividad se debe a un problema emocional o a un trastorno neurológico?

Los psicólogos tienen tests muy complejos y precisos para averiguar cuándo el déficit de atención se debe a una u otra causa.

En psicología hay varias tendencias, ¿con cuál se obtienen mejores resultados en el tratamiento de niños hiperactivos?

Psicoanalistas, psicólogos cognitivos, gestálticos, comportamentalistas… los buenos profesionales de todas las escuelas saben que la solución de la hiperactividad no pasa siempre por la medicación.

¿Cuál es la edad ideal para empezar a tratar estos síntomas?

Los síntomas de hipermotilidad llaman la atención a los padres suele ser a partir de los cinco o seis años –antes de esa edad el niño normalmente es inquieto y movedizo–, y a los seis años los maestros suelen advertir a los papás de que el niño «no atiende como los demás».

Ahora que está tan de moda la hiperactividad con déficit de atención, algunos padres de niños de dos o tres años que son muy inquietos vienen a consulta y en ese caso es mejor informarles y tranquilizarles, ya que esas reacciones que les llaman la atención pueden ser comportamientos evolutivos normales. Es alarmante el aumento de niños con estos trastornos y lamentablemente en muchos casos son diagnosticos erróneos e influidos por las tendencias actuales.

¿Los padres también deben hacer psicoterapia?

No tienen que hacer psicoterapia (excepto casos particulares que sí lo requieran), sino unas entrevistas para aclarar cuáles pueden ser los conflictos que preocupan al niño.

¿Los psicofármacos pueden tener efectos secundarios?

Todos los medicamentos tienen efectos secundarios. Por ese motivo desde hace ya varios años los laboratorios médicos adviertan en sus prospectos de los posibles inconvenientes. La cuestión es utilizarlos adecuadamente en los niños que realmente lo necesitan

¿En esos casos, puede prescribirlos el médico de cabecera?

Es recomendable que esta medicación sea pautada y controlada por un psiquiatra infantil.

También debe de tener efectos secundarios poner una etiqueta a un niño, decirle: «Eres hiperactivo».

Sí, es un peligro, pero los padres buscan un diagnóstico y una etiqueta porque ingenuamente les tranquiliza. Decir «tengo un niño con hiperactividad y déficit de atención» en muchos casos quita a la familia la responsabilidad que pueda tener en ese trastorno.

Fuente: http://www.redem.org/muchos-ninos-diagnosticados-como-hiperactivos-lo-que-tienen-es-ansiedad/

 

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Resalta Unicef prioridad que ofrece Cuba a la primera infancia

Cuba/19 noviembre 2016/Fuente: Granma

La agencia de las Naciones Unidas resalta la experiencia de un sistema integrado, en constante fortalecimiento, que promueve la protección, atención y desarrollo de la primera infancia en el país caribeño.

La oficina de la Unicef en Cuba y su representación regional para América La­tina y el Caribe, elaboró el informe sobre El  desarrollo de la primera infancia en Cu­ba, donde se resalta la experiencia de un sistema integrado, en constante fortalecimiento, que promueve la protección, atención y desarrollo de la primera infancia en el país caribeño.

Según refiere el documento, citado en el si­tio Cubaminrex, en Cuba hay más de 855 000 niños y niñas de 0 a seis años de edad, de los cuales, el 99,5 % asiste a un programa o una institución de educación temprana.

Asimismo, destaca el impacto en la calidad de vida de los niños y las familias cubanas del programa Educa a tu Hijo, sobre el cual resalta que «es un programa social enfocado en sensibilizar y comprometer a toda la sociedad sobre la importancia de los primeros años de vida y la necesidad de la atención integral a los niños y niñas en este periodo, y también es un programa educativo cu­yo objetivo es propiciar el desarrollo integral de los niños y niñas desde antes de su nacimiento hasta los seis años de edad, mediante la preparación de los padres».

Otro de los elementos que recoge este estudio es el liderazgo regional de Cuba en materia de desarrollo de este segmento poblacional, logro indiscutible del Estado cubano, que se ha mantenido comprometido con este de­recho humano, asumiéndolo como una prio­ridad durante más de 50 años.

El informe destaca además que los servicios de salud han sido claves para realizar el derecho de los niños y niñas cubanos a la supervivencia y al desarrollo.

Fuente: http://www.granma.cu/cuba/2016-11-19/resalta-unicef-prioridad-que-ofrece-cuba-a-la-primera-infancia-19-11-2016-00-11-28

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Qué debemos saber a la hora de poner límites a nuestros hijos

Por Observatorio FAROS Sant Joan de Déu

Educación y límites son dos palabras indisociables. Criar a los hijos con unos limites claros desde la primera infancia equivale a ofrecerles unas herramientas emocionales para toda la vida, ya que los ayudarán a formarse como personas centradas y respetuosas y les permitirá reconocer la autoridad -que no el autoritarismo- de los adultos.

Estas son algunas de las conclusiones a las que han llegado las expertas consultadas tras más de dos décadas de experiencia atendiendo a la pequeña infancia.

La psicóloga infantil Laia Delriu dirige la guardería Dintell de Barcelona, un centro con 40 años de vida especializado en niños de 0 a 3 años. Delriu, además, es madre de dos niñas, y afirma que «es necesario que los límites estén muy presentes desde el nacimiento para ayudar a formar la personalidad de los niños, y que sepan desde bien pequeños que las frustraciones existen: los límites deben ser muy claros desde pequeños «. La psicóloga reflexiona que la educación «tiene un papel clave en todo esto». «Hoy en día se vive un exceso de permisividad y sobreprotección de los hijos», explica Delriu, que advierte que hay que tener cuidado «porque todo lo que no se trabaja desde bien pequeños después trae consecuencias, y en algunos casos graves, como los trastornos de la personalidad «.

«Los límites que no se han trabajado en la infancia vuelven a brotar después en la adolescencia con fuerza, y es entonces cuando ya no estamos a tiempo«, advierte la experta, que explica que en ciertos casos se puede hablar de síndrome del niño emperador, es decir, de niños «tiranos que luego se volverán adolescentes agresivos». «Estos niños no han interiorizado los límites de manera clara, y les cuesta mucho aceptar normas.

Además, hay que añadir que son incapaces de asumir frutaciones. Se vuelven muy egoístas y poco empáticos. En el fondo, son niños que suelen ser muy dependientes «, señala. «No hay que tener miedo a decir no a los hijos. Hay padres que creen que los querrán menos o que la negativa les pasará factura «. Y es completamente al contrario.

Rutina y paciencia

La rutina y la paciencia son ingredientes básicos a la hora de preparar la maleta de los límites y las normas. La pedagoga y terapeuta familiar Cristina García, autora de la guía El método de la paciencia con hijos, publicado por Edúkame, reconoce: «Vivimos en una sociedad en la que la prisa y la exigencia nos acompañan en todas las situaciones de la vida. Queremos resultados inmediatos en la pareja, la profesión, la enfermedad y también con los hijos. La paciencia es una práctica que se ha de ir cultivando, pero tiene que salir de dentro de ti. Para ganar paciencia con nuestros hijos, el cambio debe venir primero de los padres y no al revés».

Reconoce que en la pequeña infancia necesitamos una dosis extra. «Especialmente a los 2-3 años, los niños no hacen fechorías para hacerte daño, sencillamente están explorando el mundo y forma parte del proceso evolutivo. No les etiquetes diciendo que son perezosos, desobedientes, lentos, desafiantes… El niño está creciendo y prueba los propios límites, y lo que necesita de los padres son pautas claras con seguridad, amor y constancia. Debemos acompañarlos en la frustración «.

García defiende los límites claros, pero advierte que los padres y los educadores deben adaptarse a las capacidades de la edad de la criatura y no deben perseguir la perfección. Lo ejemplifica: «Si pides a un niño de tres años que recoja los juguetes, no esperes que lo haga en cinco minutos y todo perfecto. Lo tienes que motivar, hacerlo como un juego, implicarte y dejarle un tiempo adaptado a sus capacidades». «Tener expectativas superiores a lo que los niños necesitan no solo lleva a perder la paciencia con facilidad, sino que genera mucha frustración y enfado», lamenta García.

Delriu detalla que los niños, desde bebés, comienzan a aprender los diferentes registros, qué pueden hacer con cada persona (con los abuelos, con los padres, con la maestra…). «Aprenden muy rápido y tienen una capacidad camaleónica para adaptarse. Por lo tanto, pueden aprender rápidamente donde hay un límite y que se debe respetar «.

Propone establecer las normas y los límites en los tres primeros años de vida de la criatura. «El adulto debe estar convencido y creer firmemente en ese límite. Si hay espacio para la duda, lo tambaleará. Hay que ser constantes y rutinarios en pautas de sueño, de comida… hasta que esa norma o límite quede interiorizada». Pero cuidado: «El exceso de rigidez también genera niños angustiados que no están preparados para los imprevistos o los cambios de planes, y eso tampoco es bueno». Hay que encontrar, pues, un equilibrio. «Hay que poner pocos límites, pero claros y concisos. Límites que difícilmente serán reversibles, aunque debe existir una cierta elasticidad, pero vale la pena ser firmes en algunos objetivos a trabajar «, aconseja.

Autonomía del pequeño

La psicóloga considera importante trabajar la autonomía desde pequeños. Es bueno que «adquieran responsabilidades y entiendan que las cosas tienen un esfuerzo. También que entiendan la diferencia entre un comportamiento adecuado, que debe ser porque sí, y un premio «.

Delriu y García coinciden en que no se debe premiar a los niños para acciones que tienen que hacer porque les toca, porque forman parte de la rutina familiar o educativa. «No se debe utilizar el chantaje para que hagan las cosas. Hay ciertas normas que deben cumplirse. Al igual que hay ciertos límites que no se pueden sobrepasar», argumentan ambas.

Para Delriu es «muy importante no darles lo que quieren y piden de manera inmediata». «De esta manera aprenderán a tolerar las frustraciones y controlar sus impulsos. Es necesario que el niño aprenda a esperar, a ser paciente. Hay que darles tiempo. Si ven un juguete que les gusta, no hay que comprarlo enseguida, sino esperar a una fecha señalada, que quede claro que se trata de un hecho extra», concluye.

Fuente: http://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/debemos-saber-hora-poner-limites-nuestros-hijos

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El juego en el desarrollo infantil y el autismo

España/ Autora: Elaime Maciques

Introducción

El juego es un concepto que muchas veces resulta difícil definir. Los psicólogos consideraron que no se podía estudiar científicamente el juego, ya que no se podían encontrar rasgos o características comunes a situaciones tan diversas como el golpear de un bebé a un objeto que cuelga de su cuna y un partido de cartas de los adultos. Lo que tienen en común no son los aspectos externos sino las características psicológicas internas de los sujetos implicados en el juego.

La actividad lúdica posee una naturaleza y funciones complejas que se abordan desde diferentes teorías donde los autores se centran en distintos aspectos de su realidad, pero en la historia y evolución del juego aparecen diferentes explicaciones sobre el papel que desempeña en el desarrollo humano.

Así por ejemplo Lazarus (1983) en su Teoría de la relajación sostenía que los individuos tienden a realizar actividades difíciles que producen fatiga de las que descansan mediante diversas actividades como el juego que producen relajación. J. Piaget (1959), propone una clasificación fundamentada en la estructura del juego, que sigue estrechamente la evolución genética de los proceso cognoscitivos, distinguiendo el juego del acto intelectual más por su finalidad que por su estructura, al señalar que el acto intelectual siempre persigue una meta y que sin embargo el juego tiene su fin en sí mismo. Bruner tomando como base de alguna manera la Teoría del instinto de Gross, (el juego como un ejercicio preparatorio para el desarrollo de funciones que son necesarias en la edad adulta ) considera que mediante el juego el niño tiene la oportunidad de ejercitar las formas de conducta y sentimientos correspondientes a la cultura donde viven. El entorno ofrece al niño la posibilidad de desarrollar sus capacidades individuales mediante el juego. Los juegos de fuerza, el azar o la estrategia estarían relacionados con distintos tipos de economía y organización social (Teoría de la enculturalización del juego) donde hay estrecha relación entre cultura y juego. (Roopnarine 1998).

Desarrollo

El juego, conjuntamente con el movimiento, constituyen expresiones vitales del ser humano. niñajugandoAmbos se encuentran presentes desde el inicio de la vida y permiten establecer relaciones con el medio y con los demás, a partir del cuerpo, entidad totalizadora y presencia efectiva de la disponibilidad personal. En cada juego infantil aparece la búsqueda libre la resolución inteligente de situaciones, la satisfacción de una necesidad de conocer e integrarse.

Imaginemos una niña dando de comer a sus muñecos o niños sentados sobre un madero imaginando que viajan en un barco. Hablamos de juego simbólico el que se desarrolla haciendo uso de acciones propias del juego funcional como trepar, saltar, deslizarse y otras.

El juego es:

  • Experiencia de libertad y arbitrariedad
  • La ficción como elemento constitutivo
  • Actividad que implica acción y participación
  • Elemento de expresión y descubrimiento de sí mismo y el entorno
  • Interacción y comunicación

El juego cumple una función socializadora y sirve para adquirir conocimientos, para relacionarse con el entorno, para adquirir y mantener la autoestima y desarrollar la imaginación que conduce a la creatividad y tiene contenidos esenciales que lo configuran.

  1. Contenido estructural: Con relación al espacio – tiempo y a los objetos. En el juego intervienen componentes fundamentales de dominio y organización espacio – temporal por lo que la práctica en los primeros años del desarrollo contribuye a la adquisición de conceptos y estrategias relacionadas con esas dos nociones básicas.
  2. Contenido funcional: Se refiere a las capacidades motrices.
  3. Contenido relacional: El aspecto socialmente del juego y la comunicación con el otro.
  4. Contenido normativo: referente al establecimiento de reglas y normas dentro del juego

Niveles del desarrollo del juego

I nivel

  • El contenido central del juego son principalmente las acciones con determinados objetos dirigidas al compañero de juego
  • Lo más importante en la representación de esos papeles es dar de comer a alguien
  • El paso al segundo nivel viene caracterizado por una correspondencia mayor con la lógica de las acciones protagonizadas a la realidad de la vida, pues darán lugar a una interpretación más precisa del papel

II Nivel

  • El contenido principal del juego es la acción con el objeto. Pero se pone en primer plano la correspondencia de la acción lúdica a la acción real.
  • La lógica de las acciones viene determinada por la sucesión observada en la vida real
  • Los papeles son denominados por los niños y niñas. Se reparten las funciones.
  • La representación del papel se reduce a ejecutar acciones relacionadas con el papel dado.
  • En este nivel existe algunas contradicciones entre los niños y comienza un proceso de enriquecimiento cada vez mayor de las acciones ejecutadas

III Nivel

  • El contenido fundamental del juego llega a ser la interpretación del papel y se destacan acciones transmisoras del carácter de las relaciones interpersonales
  • La diferencia de este nivel con los demás es que las acciones con objetos pasan a segundo plano, y las funciones sociales de las personas pasan a primer plano

IV Nivel

  • El contenido fundamental del juego es la ejecución de acciones relacionadas con la actitud adoptada ante otras personas cuyos papeles interpretan otros niños
  • A lo largo de todo el juego, el niño observa una línea de conducta
  • Están claramente entresacadas las reglas que el niño observa, con invocaciones a la vida real y las reglas existentes en ésta.

Michelet (1986) afirma que el juego y el uso del juguete favorece el desarrollo del niño, propiciando el desarrollo de cinco características de la personalidad estrechamente vinculadas.

  1. Afectividad: al ser una actividad fuente de placer y entretenimiento, posibilita expresarse libremente, y descargar tensiones. Le permite al niño la superación de metas, la resolución de conflictos y para resolverlos establece relaciones afectivas con determinados objetos, convirtiéndose el juguete en un soporte de la transferencia afectiva.
  2. Motricidad: el juego y algunos juguetes son un soporte importante para el desarrollo de las funciones psicomotrices, tanto de la motricidad gruesa como fina.
  3. Inteligencia: a través del juego y la manipulación de los objetos, la ficción del juego simbólico, el niño se siente capaz de modificar el curso de los acontecimientos e inicia el análisis y razonamiento de los objetos. Al realizar estas operaciones de análisis y síntesis desarrollan la inteligencia práctica que es la antesala del razonamiento abstracto.
  4. Creatividad: en todos los niveles del juego, los niños emplean destrezas y procesos que le dan oportunidad de ser creativos a través de la producción, la invención, la ficción.
  5. Socialización: a medida que el niño va interactuando en los juegos y con los juguetes se va favoreciendo el desarrollo de la comunicación y el intercambio, preparando al niño para relacionarse con otros. A través de los diferentes niveles del juego, el niño primero juega solo, después le gusta estar con otros niños pero uno al lado del otro apareciendo el juego en paralelo. Posteriormente aparece la actividad competitiva en que la actividad de juego es similar para todos, surgiendo después la actividad cooperativa donde el niño interactúa con otros bajo un objetivo colectivo determinado. Se dan entonces actitudes de cooperación, resolución de conflictos, compartir, lo que los hace reflexionar y considerar el punto de vista de los otros, hacer juicios morales, desarrollar habilidades sociales y adquirir el concepto de amistad.

Hasta aquí hemos visto que el juego tiene un papel importante dentro del desarrollo del niño y que ayuda a la estructuración de la personalidad. Pero el juego tiene una función educativa determinante, ya que es la primera fuente de aprendizaje en las primeras edades, el niño aprende a controlar y comprender su entorno físico y social, haciendo que los procesos cognitivos se estimulen y vayan haciéndose cada vez más complejos, ya que aprenden gradualmente conceptos de relaciones causales, aprenden a discriminar, establecer juicios, analizar, sintetizar, imaginar y formular cuestionamientos y solucionar problemas.

El juego es un escenario donde se logra establecer y se produce la acción y representación del conflicto cognitivo para Vigostky, una zona de desarrollo próximo ya que el niño logra mayores aprendizajes dentro de un ambiente socializador y que los prepara para la participación cooperativa en la vida social.

Craig resume las potencialidades educativas del juego cuando afirma que promueve:

  1. Crecimiento de las capacidades sensoriales y habilidades físicas
  2. Proporciona infinitas oportunidades de extender las habilidades intelectuales descubiertas por el niño.
  3. Que la relación con los objetos ayuda a la clasificación, comparación, seriación y a entender mejor los conceptos de tamaño, forma entre otros.
  4. Los juegos reglados ayudan a desarrollar habilidades sociales como la espera de turnos, normas, entender las consecuencias de sus actos y aprender a ganar y a perder.

Lozano plantea que las condiciones que hacen que del juego una actividad precisa de aprendizaje y desarrollo es:

  1. Mediante el juego se opera en el mundo de lo imaginario donde el niño es más libre
  2. Establece una relación del niño con la tradición cultural de la sociedad donde vive, propiciando que lo aprendido resulte familiar y significativo
  3. Ayuda a regular y organizar la actividad conjunta, llegar a un acuerdo y las convenciones sociales.

Juego y los TEA

Emilio García en su artículo “Teoría de la mente y ciencias cognitivas” plantea: “Los juegos de ficción implican una actitud proposicional, aunque todavía no esté presente el lenguaje. Cuando un niño juega con un palo entre las piernas como si montara a caballo, el niño tiene una representación correcta del palo y de sus propiedades y a la vez tiene una representación del caballo. Fingir o simular que un palo es un caballo implica distinguir entre actitud proposicional y contenido proposicional. Los juegos de ficción implican atribuir a uno mismo, a los compañeros de juego o a los objetos del entorno, propiedades y características que no se corresponden con la realidad. Un sofá puede ser un campo de batalla entre indios y soldados, que en realidad son trozos de plástico informe. En un juego los niños simulan ser padres o madres, médicos, profesores y despliegan los roles correspondientes.” Y de esta manera se mueven dentro de la metarrepresentación, el cual es un sistema cerebral innato y conforma un módulo de la teoría de la mente. Para Leslie, el juego simbólico infantil es el primer signo del funcionamiento de este sistema.

Para diversos autores como Leslie (1987), Riviere & Núñez (1996) y Marti (1997), el desarrollo de la Teoría de la Mente está estrechamente ligado a la percepción, las emociones y el juego de ficción. Este último implica el reconocimiento de las propias representaciones mentales sobre la realidad exterior, a la vez que se presta para representar formas de interacción social en las que existe la tendencia a la atribución emocional y a estados mentales que posibilitan la relación con otros, así como la comprensión y predicción de sus conductas. A través del juego, de sus mecanismos y del lenguaje emitido al jugar puede identificarse la intencionalidad en el participante y los posibles sentidos que da a su realidad, tanto por su propia conducta como por la que atribuye a otras personas u objetos a través del juego de ficción.

Alan Leslie (1987) define al juego de ficción como aquellas situaciones en las que ocurren por lo menos uno de los siguientes hechos:

  1. Sustitución de objetos;
  2. Atribución de propiedades ficticias; y
  3. Utilización de objetos imaginados.

Sabemos que la falta de juego simbólico es parte de la triada de las alteraciones sociales asociadas a los trastornos del espectro del autismo. Como hemos visto hasta ahora, el desarrollo de habilidades motrices, cognitivas y sociales van ligadas al juego en todas las etapas del desarrollo, pero para que exista un juego funcional debemos desarrollar la capacidad de imitación, para que exista un juego simbólico tenemos que ser capaces de entender las representaciones reales del mundo exterior y poder entender las claves sociales implícitas en el juego para poder predecir nuestras conductas y la de los demás. La mayoría de los niños con TEA no alcanzan un nivel de imitación que les permita establecer una relación de juego funcional, poner objetos en filas, hacer girar ruedas de autos, muestran un desorden sensorial y de conductas repetitivas y estereotipadas que hacen que el juego pierda su propósito, se les dificulta entender las normas sociales y ser empático con el otro, por lo que las dificultades que encontrará para integrarse a los juegos en colectivo serán muy complejas.

Concluyo mi artículo haciéndoles una pregunta ¿Es imposible que los niños con TEA aprendan y disfruten el jugar en compañía de otros ?.

Fuente: http://autismodiario.org/2013/01/10/el-juego-en-el-desarrollo-infantil-y-el-autismo/

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EEUU: Así podemos enseñar a los niños a sentir empatía (según Harvard)

Estados Unidos/02 junio 2016/Fuente: Hola

La prestigiosa universidad americana ya elaboró un informe en 2014 apuntando a las dificultades de las nuevas generaciones para empatizar con quienes son diferentes o poner la felicidad de los demás por delante de la propia

Una palabra que suele aparecer a menudo cuando hablamos de prevenir los casos de bullying en lugar de ‘curarlos’ es la empatía, uno de los pilares de las relaciones humanas, y que nos hace ponernos en la piel del otro para entender mejor a quienes son diferentes. Crear un entorno de aceptación y empatía en el que los niños aprendan a gestionar sus emociones y las de otros es una de las tareas de los educadores, pero también de los padres, un aspecto que ya sacó a la luz la Universidad de Harvard hace dos años al publicar un infrome sobre la manera en que empatizan los niños en las sociedades occidentales, y cómo en pleno siglo XXI muchos de los valores que los niños adquieren a través de de los padres ponen la satisfacción personal por delante del bien común y del cuidado del otro, con un índice de preferencia del 80% en el primer caso frente al 20% en el segundo.

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Este orden de prioridades, apuntaba ya entonces la prestigiosa universidad americana, puede suponer un peligro para los adultos del mañana, que crecen en un mundo hiperconectado y global; según Harvard, con la falta de empatía a menudo vienen de la mano otras actitudes o comportamientos como la crueldad o la falta de respeto, dos de las bases del acoso escolar que se produce en los colegios, también entre los españoles: uno de cada diez niños en España sufre bullying según los datos de Save the Children.

Al hilo de sus conclusiones, la Universidad de Harvard listaba cinco maneras para ayduar a los padres, al margen de las normativas y protocolos de los centros escolares, a desarrollar la empatía en los niños. ¿Sabes cómo ayudar a los más ‘peques’ de la casa a ponerse en la piel del otro?

1. Empatiza con tus hijos y conviértete en un modelo para otros

Como en muchos otros aspectos del crecimiento infantil, los niños aprenden de lo que ven en los mayores, y en los primeros años de vida este círculo se reduce casi exclusivamente a los padres. Ponerse en la piel de los hijos desde la perspectiva de un adulto les ayuda a desarrollar un lazo basado en la confianza y el respeto, que sirve como pilar para que ellos mismos conecten y empaticen con otros. Algunas formas de mostrar empatía en casa: primero, entender a los hijos, hacerles preguntas y sintonizar con sus necesidades físicas y emocionales, además de entender y respetar su individualidad e interesarse genuinamente por sus vidas (¿qué has hecho hoy en el colegio? ¿has aprendido algo interesante? ¿cómo te gustaría pasar el resto del día?).

La empatía, además, también se aprende viéndonos interactuar con los demás, por ejemplo en la manera en que tratamos a las personas que trabajan en una tienda o un restaurante.

2. Haz del cuidado de los otros una prioridad

Para enseñar a los niños a saber valorar a los otros y mostrar compasión por quienes están en una situación diferente, es importante que, desde chiquitines, nos escuchen y vean hacer del bienestar de los demás una prioridad. Un ejemplo de cómo esto se nos pasa esto por alto es el mero hecho de que, al convertirnos en padres, los niños se convierten siempre en lo primero: les ponemos por delante en prácticamente cualquier situación, aunque muchas veces los niños no lo saben, ni se den cuenta. Es igualmente importante hacerles entender que el mundo no gira alrededor suyo, por ejemplo insistiéndoles con las tareas para que ayuden en casa, o animándoles a portarse bien con los demás incluso cundo están de mal humor.

3. Crea situaciones en las que los niños pongan en práctica su empatía

Aprender a empatizar con lo demás es como todo: requiere práctica. Si animamos a los niños para que sintonicen con las situaciones y circunstancias de los demás, acabará convirtiéndose en algo rutinario que se hace casi por instinto en lugar de ser una excepción. Un ejemplo: si resolvemos los conflictos en el seno familiar con una reunión, podemos aprovechar para que los niños se pongan en la piel del otros, escuchar lo que tienen que decir con la misma atención que prestaríamos a un adulto y pedirles que hagan lo mismo con los demás.

4. Ayúdales a ampliar sus miras

No se trata tanto de tener mucha o poca empatía, sino de a quién la dirigen y por qué. A menudo nos resulta más sencillo empatizar con quién tenemos más cerca, como familia y amigos, además de a quienes se parecen más a nosotros (sólo hay que sintonizar las noticias para darse cuenta). Ampliar estas miras es una labor que requiere algo de páctica, y que recae en los padres y educadores el trasladarla a los niños, para que aprendan a sentir y entender los conflictos también de quienes son diferentes. Las mismas noticias pueden servirnos en esta tarea, generando conversaciones donde intentemos entender cómo viven los niños de otros países del mundo o en situaciones distintas o de desigualdad.

Este punto es especialmente importante a a hora de prevenir casos de bullying porque ayuda a los niños a detectarlos y a sintonizar con quienes estén siendo tratados de forma injusta por ser diferentes.

5. Enseñales a gestionar sus emociones

Según Harvard, los niños que no muestran empatía no es que carezcan de ella: es que existe alguna otra emoción que la bloquea. Por ejemplo, enfado, vergüenza o envidia. Si enseñamos a los más pequeños a identificar y gestionar estas emociones, al mismo tiempo que aprenden a rechazar estereotipos, se ‘libera’ de manera natural la empatía hacia los otros. Podemos empezar, por ejemplo, ayudándoles a poner nombre a sus emociones más difíciles, como la frustración o la tristeza.

Fuente:

http://www.hola.com/ninos/2016060186145/educacion-ninos-empaticos-harvard/

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A partir de qué edad podemos dejar a los niños solos en casa

La niñera ha cancelado, la cena se alarga… Existen varios motivos por los que nos podemos ver obligados a dejar a los niños solos en casa. Sin embargo, darles esa autonomía al principio puede inquietarnos. Para Victoria Muñoz, Profesora Colaboradora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla, es fundamental que los niños aprendan a sentirse autosuficientes, ya que «vivimos en una sociedad dominada por los miedos y con ello estamos haciéndole un flaco favor a niños y niñas».

Actualmente, no existe ninguna ley en España que recoja la edad mínima a la que un menor puede quedarse en casa sin supervisión, por lo que Muñoz nos da cuatro claves para trabajarlo con ellos y prepararlos.

Cómo preparar a los niños para quedarse solos

  1. Motivar a los niños y niñas a hacer cosas por sí mismos desde muy pequeños y reforzarlos cuando lo hacen:
    Actualmente, los padres pecamos, en general, de proteger en exceso a nuestros hijos. Enseñémosles desde pequeños a ser más autónomos y a mostrarse seguros de sí mismos, dándoles pequeñas responsabilidades adaptadas a cada edad y mostrándoles nuestro apoyo y confianza.
  2. Hacerlo de forma progresiva o escalada:
    El niño que no ha aprendido a estar solo en su cuarto media hora jugando no va a aprender a quedarse solo en casa. También hay pasos previos a quedarse solo en casa, como ir solos a algún sitio, muy poca cosa al principio, como, por ejemplo, pedir algo a un vecino o bajar la basura. Cuando se quedan solos en casa, que primero sean unos minutos (mientras se baja la basura, por ejemplo) y aumentar poco a poco. En cualquier caso la duración depende de la edad del niño, sus características, el apoyo que haya justo alrededor (vecinos, portero, seguridad privada…), las características de la vivienda (pensemos en un piso en altura sin rejas frente a una casa de pueblo…). No hay una respuesta única. En general, antes de los 6-7 años tiene más sentido practicar con estar solos en una habitación, pero nunca en casa. A esa edad se puede probar con un par de minutos («voy a decirle algo a la vecina, o a bajar la basura, ahora vuelvo», etc) y dejarlos haciendo una actividad segura que les ocupe.A partir de los 8-9 años, si hay apoyo y se les ve maduros, se puede probar ampliando poco a poco el tiempo, siempre sabiendo que van a estar ocupados en algo seguro y que tienen estrategias para responder si ocurriera algo. Y a partir de los 10 años o así no debería haber problema si se ha trabajado bien anteriormente.
  3. No inducir en ellos miedos sobre lo que les puede pasar si están solos:
    Mucho mejor enseñarles a confiar en ellos y estrategias para desenvolverse si algo ocurriera. Por ejemplo, darles seguridad y decirles que no tiene que pasar nada, la mayor parte del tiempo no pasa nada cuando estamos con alguien, tampoco tienen por qué pasar si estamos solos. Pero si pasa, podemos saber qué hacer: salir de casa cogiendo la llave, buscar a un vecino, llamar a emergencias… Dejarles siempre anotados al menos dos teléfonos móviles, si los aprenden, mejor. Igual por la calle: si van solos tienen que saber que, en general, la gente les va a ayudar si tienen algún problema. Les hacemos daño si les enseñamos que los otros son una amenaza. De todas maneras, en la calle el peligro fundamental está en el despiste al cruzar, en los coches, motos y bicicletas… y no tanto en los otros. Enseñarles también estrategias para ir muy atentos, no mirar solo que el semáforo está verde, sino también comprobar que los coches se paran… y estrategias para reaccionar si ocurre algo (teléfonos a los que llamar, pedir ayuda en una tienda…)
  4. No forzar, respetar la iniciativa de niños y niñas por hacer cosas solos:
    Esto es, ir un poquito por detrás de lo que ellos van demandando sin forzar.

Debemos, en definitiva, advertirles de los riesgos, pero ante todo enseñarles las soluciones, dándoles cada vez más confianza.

Fuente de la noticia: http://www.elmundo.es/sapos-y-princesas/2016/04/18/5714196e468aeb78238b460d.html

Imagen: http://e04-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/04/18/14609352396295.jpg

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