Por: Daliri Oropeza
Los diálogos y Los Acuerdos de San Andrés Sacamch’en, celebrados hace 25 años, tienen una enorme resonancia en el paisaje sonoro de los pueblos indígenas en la actualidad, los reconstituyen como pueblos en la práctica y provocan reordenamientos en su tejido social.
Los diálogos de San Andrés Sacamch’en son un acontecimiento histórico que me hubiese apasionado documentar.
Resuenan en el México Profundo.
Escucho cómo son referente en los pueblos indígenas donde camino, documento o acompaño desde el periodismo. De Sonora a Yucatán.
No importa cuántas traiciones se hayan cometido contra los Acuerdos derivados de aquellos diálogos. Lo ahí compartido, prevalece entre los pueblos indígenas.
Lo dialogado, lo acordado, pasó de ser consigna a ser el día a día de los pueblos originarios para vivir, llevar a cabo su cosmoexistencia y procurar la tierra.
Qué manera de centrar el encuentro de los pueblos indígenas en un enramado de diálogos.
Pienso en Paulo Freire a 100 años de su natalicio. El diálogo “refiere al encuentro que solidariza la reflexión y la acción de sus sujetos orientado a transformar la realidad”, postula el educador, filósofo y pedagogo brasileño. Una horizontalidad necesaria que plantea desde la pedagogía del oprimido. Necesaria para emparejarnos, escucharnos, desde la dignidad.
“Es necesario que a quienes se les ha negado el derecho a decir la palabra reconquisten ese derecho. El diálogo es el camino como los seres humanos ganan significación como tales”, escribe Freire.
Las huellas en el paisaje sonoro sobre los diálogos y acuerdos de San Andrés Sacamch’en están en los bailables de las mujeres indígenas en los Municipios Autónomos Zapatistas, los bosques de Cherán, la policía comunitaria de Ostula, los niños que pintan un mural en la la clínica autónoma de Azqueltán, el proyecto agroecológico en Loma de Bacum, la clínica autónoma de Amatlán, el plantón de la Resistencia de Huexca, la radio comunitaria en innumerables lugares que hablan lenguas propias, el Temascal en Chontla que ha unido al pueblo para cuidar la naturaleza, el rap de TíoBad, el Colegio de la lengua Mixe, la expansión de los municipios autónomos que exigen recursos del Estado en la meseta p’urepecha, y tantas otras experiencias más, que de solo enumerarlas terminaría escribiendo un libro.
La firma de los acuerdos de la primera mesa de los Diálogos, relativa a los Derechos y la cultura indígenas, se realizó el 16 de febrero de 1996, un año y días después de las traición del 9 de febrero de 1995 por parte del gobierno de Ernesto Zedillo.
Las razones que llevaron a signarlos y las cuestiones que quedaron pendientes, se explicaron en el documento “Punto y seguido”.
Meses más tarde, en octubre de 1996, la necesidad de seguir con el diálogo entre los pueblos derivó en la fundación de la red conjugada en el Congreso Nacional Indígena. Han transcurrido ya 25 años de preguntas y mesas de trabajo, asambleas y acuerdos, como los que se efectuaron en Sacamch’en.
En la Mesa 1 sobre Derechos y cultura indígena hubo un grupo de trabajo llamado “Situación, Derechos y cultura de la mujer indígena”, que debía preparar el terreno para debatir en la mesa 4 los derechos de las mujeres. Los principales consensos (de la fase 1 de los diálogos) remarcaron la ampliación de la participación de la mujer indígena en la vida de sus comunidades y en el acceso a los cargos de poder. También sobre la ampliación de servicios de salud, educación, trabajo enfocados a las mujeres. Y en el rechazo a organizaciones religiosas y partidos que dividen las comunidades por no reconocer las tradiciones.
Pero el proceso descarriló antes de llegar a ella. Sin embargo, las discusiones dejaron una profunda huella, claramente identificable en la acústica de los discursos de María de Jesús Patricio Martínez.
Marichuy lleva caminando de los brazos de mujeres indígenas, defensoras de la naturaleza, desde los Acuerdos de San Andrés. Asegura que las concejalas de diversos pueblos indígenas fueron su fuerza en el recorrido que realizó en 2018 para recoger la voz de los pueblos.
Después de diálogos, desencuentros y acuerdos en la mesa de mujeres del CNI, en agosto de 1997,nació la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami). Ese día, la comandanta Ramona dijo:
“Hermanas y compañeras mujeres, para llegar aquí hemos tenido que vencer a todos los que nos ven como algo que sobra, algo que quieren que no exista. Hemos llegado aquí venciendo la resistencia de algunos de nuestros compañeros que no entienden la importancia de que las mujeres estemos participando de la misma manera que los hombres.”
Las más de 800 mujeres presentes escucharon el llamado de la Comandanta Ramona a las compañeras indígenas de todo México para que se reunieran y hablaran de sus vivencias, y tejer juntas un sueño. Así, Conami adquirió un papel de fortalecimiento de la voz de las mujeres, alentó su participación, no sólo en el CNI, sino en las propias comunidades.
Hoy, el resonar de las mujeres indígenas en la participación política, sigue siendo motivo de invisibilización y discriminación, sin embargo está en la agenda mediática y es inevitable.
La actualidad de los diálogos y acuerdos de San Andrés Sacamch’en recae en su ejercicio, como apunta el abogado ñuu savi Francisco López Barcenas, quien participó como asesor convocado por el EZLN. Si los pueblos indígenas no se apropian de ello, no lo sienten propio, no lo llevan a cabo,no sirve de nada. Así pasa con muchas leyes y artículos de la Constitución que por más que “protejan” o “desarrollen” a los pueblos indígenas, estos ni si quiera los ocupan, ni les resuenan. No se apropiaron de ellas.
“Mucho de lo que dicen los acuerdos se han ido construyendo en la práctica”, asegura López Bárcenas.
Para la socióloga y antropóloga social Márgara Millán, el EZLN puso en el centro a la mujer indígena, en el levantamiento, en San Andrés y hasta la fecha en los Encuentros de Mujeres que Luchan.
Márgara Millán describe:
“Hoy las comunidades zapatistas tienen una enunciación y un reconocimiento muy fuertes en contra de la violencia contra las mujeres y a favor de que las mujeres participen. No es fácil. En los Municipios Autónomos no se ha terminado la violencia, pero tienen mecanismos más efectivos que nosotros, y otras comunidades que no están organizadas, no tenemos para defender a las mujeres y para que las mujeres se defiendan a sí mismas.
Millán recuerda que el EZLN ha sido paritario en momentos clave, puede ser la marcha de los 1,001 o el mismo levantamiento zapatista. Recuerda que las mujeres milicianas, capitanas, comandantas, tienen el mismo encargo que los hombres. Al formarse como milicianas, las mujeres aprendieron la castilla, se educaron en muchas disciplinas y adquirieron poco a poco mayores libertades. Esto lo observaron las mujeres de base zapatista, y lo toman como ejemplo. y fueron como un ejemplo para las mujeres de base.
Las huellas sonoras de San Andrés también están en este reordenamiento profundo, lento, del tejido social.
Fuente e imagen: https://piedepagina.mx/tras-las-huellas-de-los-dialogos-de-san-andres-sacamchen/