España / www.eldiario.es / 4 de Octubre de 2017
“Cuantos más niños y niñas van a la escuela, la desigualdad de ingresos tiende a disminuir en un país”.
A comienzos de este mes de septiembre, que se nos acaba de ir con tanto ruido político, se celebró en el Bizkaia Aretoa, de Bilbao, unas jornadas educativas organizadas por la cátedra UNESCO de la UPV y patrocinadas por la Diputación de Bizkaia, los departamentos de Educación y de Medio Ambiente del Gobierno Vasco, con la colaboración de Unesco Etxea. El tema, Educación y Objetivos de Desarrollo Sostenible, nos devolvía con rapidez a la realidad de los compromisos asumidos en momentos de mayor exigencia.
Las jornadas, desarrolladas a lo largo de tres días, contaron con intervenciones de equipos mutidisciplinares que desde las buenas prácticas y el intercambio de experiencias pretendían informar y transmitir la importancia de la educación en la consecución de los 17 objetivos de desarrollo sostenibles aprobados hace ahora dos años en la Asamblea anual de la ONU, en New York, a través de la Agenda 2030.
Porque de eso se trata. De tener presente, cada vez que cunda el desánimo entre las personas que nos dedicamos a esto que llamamos educación, qué objetivos tenemos, para qué desarrollamos nuestra labor y qué espera de todo ello la sociedad. Pero también se trata de que ésta, reconozca nuestra misión y, en una tarea compartida, colabore activamente en el desarrollo común de las personas, en su progreso material y moral, en su formación integral como ciudadanas y ciudadanos del mundo.
De lo que fueron las jornadas citadas en Bilbao me centraré en el desarrollo de la conferencia inaugural que impartió Bernard Combes, coordinador mundial del Plan de Acción Global, la red de organizaciones de Educación para el Desarrollo Sostenible de la UNESCO.
El profesor Combes fue desgranando uno por uno los 17 ODS, introduciendo la variable Educación en cada uno de ellos. Comentaré algunos. Por ejemplo, al explicar el “Fin de la pobreza” –ODS.1- trabajó con la hipótesis de que si todas las personas que habitan en los países de bajos ingresos tuviesen conocimientos básicos de lectura (aproximadamente, unos 170 millones), la pobreza se reduciría en un 12% a nivel mundial. De ahí se llega con rapidez a una certeza matemática: ambos (educación y pobreza) son inversamente proporcionales; el aumento de la primera, provoca inmediatamente el descenso de la segunda.
Más y mejor educación significa un uso más eficiente de la energía y los recursos domésticos
Con el ODS.2, (“Hambre cero”) la UNESCO es concluyente: si todas las madres de estos mismos países mencionados anteriormente hubiesen asistido a la escuela secundaria, la nutrición de sus descendientes habría mejorado y más de 12 millones de ellos no sufrirían retraso de crecimiento.
Si se habla de salud y bienestar (ODS.3) pocas personas serían capaces de minusvalorar la importancia que la educación tiene en la prevención de enfermedades. De ahí que Combes no dude en afirmar que las personas educadas son mucho menos vulnerables a los riesgos ligados a la salud. En este sentido, fue clarificadora, hace un par de años, la coincidencia de incremento de casos de SIDA y el descenso de campañas educativas que habían estado alertando sobre prevención de contagios de la enfermedad en los países occidentales. “Cada vez que se baja la guardia –decía con pesar un compañero en tareas directivas en un centro de secundaria- me siento personalmente responsable de estas malas noticias”.
En el capítulo medioambiental, al que los Objetivos de la UNESCO dedican un amplio espacio, la educación sigue siendo absolutamente indispensable. Así, entre los ODS 11 y 15, la intervención de la educación disminuiría sustancialmente los riesgos de destrucción de nuestro hábitat.
Más y mejor educación significa en estos casos un uso más eficiente de la energía y los recursos domésticos y enseña el valor y la necesidad de protección de los océanos y de los ecosistemas terrestres. No podemos mirar hacia otro lado, haciendo responsables a otros/as de nuestra propia desidia por el cuidado medioambiental: el cambio climático generado por el ser humano es real y cada vez con más cercanía y frecuencia conocemos sus consecuencias: inundaciones, sequías, tifones y tormentas tropicales, por citar los más espectaculares. Ante un mundo que se descompone, consecuencia de una mentalidad de consumidor/a, la educación debe aportar la conciencia suficiente que imponga el criterio ecológico. “La eficiencia económica del beneficio, es decir, la que entiende que hay que producir cualquier bien que se pueda vender con el máximo de ganancia y el mínimo de coste financiero, debe ser contrarrestada por la eficiencia ecológica que supone que la producción de bienes debe realizarse con el menor gasto energético posible”, afirmaba el Colectivo Hegoa en su obra “Bajo el mismo techo” en el lejano 1996.
Dejo para el final los ODS 5 –“Igualdad de género”- y 10 –“Reducción de las desigualdades” y su vinculación con la educación, porque ambos pretenden construir un futuro sin condicionantes de poder sexual, demográfico, geográfico o cultural. Bernard Combes es tajante en su afirmación: “Cuantos más niños y niñas van a la escuela, la desigualdad de ingresos tiende a disminuir en un país”. Ser persona más educada significa poder afirmar mejor sus derechos y necesidades, participar más en la vida económica y social y contribuir a la reducción de las desigualdades de su país.
En cualquier relación social entre personas de diferente sexo se acaban produciendo situaciones de cesión, imposición y/o negociación. Tradicionalmente, la mujer se ha visto perjudicada por el rol mayoritario, el de la imposición. Partimos del criterio de que el más democrático es el de la negociación por lo que deberemos articular mecanismos de igualdad que aseguren la convivencia entre ambos sexos. Debemos huir de la figura de la “ciudadana fantasma”, que describió la psicóloga Clara Coria en el curso de verano de la UPV, “¿Hacia qué modelo de ciudadanía?”: aquella protagonista desdibujada y oculta bajo un manto que encubre sus propios y auténticos deseos. La educación está obligada a ayudar en ese desenmascaramiento.
Todo ello implica formar parte de una nueva ciudadanía democrática, en la que las personas puedan actuar juntas en un espacio público; activa, es decir, protagonista de cuantas negociaciones se necesiten para la consecución de objetivos comunes; responsable, preocupada con el conocimiento y consciente de los derechos y deberes cívicos y de los derechos humanos. Una ciudadanía, en fin, multidimensional, en la que las esferas personal- el ser humano individual crítico y comprensible con cualquier cultura –, social -miembro activo de su propio colectivo humano-, espacial –mezclando actuaciones a distintos niveles, desde el local hasta el mundial- y temporal -revisar el pasado, comprender el presente, prevenir el futuro- confluyan en ese mismo objetivo. Nada mejor que la Educación para lograrlo.
Fuente: http://www.eldiario.es/norte/vientodelnorte/Objetivos-Desarrollo-Sostenible-Educacion_6_692990725.html