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Selena Pizarro: Una escuela de circo en Palestina para resistir contra la ocupación israelí

Llega media hora tarde y con la cara preocupada, se propuso hacer maqluba para cenar pero reconoce que nunca cocinó para 30 personas y aquí las especias son diferentes. Viste una camisa blanca y se cubre los hombros con una kufiya. Es la primera vez que visita Rivas y cuenta que lo que más le gusta es la calma. Admite que ha sido difícil decidir viajar pero que “es nuestro deber estar aquí”.

 

A Mohammad Al-Azza le llaman Mosa, tiene 35 años y es originario de Beit Jibrin, una aldea destruida por el ejército israelí en las colinas del oeste de Hebrón. Trabajó como videógrafo y fotoperiodista para varios medios, llegando a ser disparado en la cara por los soldados israelíes mientras ejercía su profesión. Asumió la dirección del Lajee Center tras el fallecimiento de Salah Ajarma en 2021. Este centro está en Aida, entre Belén y Beit Jala. Es uno de los 19 campos de personas refugiadas gestionados por UNRWA en la zona de Cisjordania. Allí viven más de 5.000 habitantes rodeadas por el muro del apartheid, una enorme base militar, más de siete torres de vigilancia y unas 20 cámaras de seguridad. “Toda nuestra vida está controlada por estos francotiradores”, cuenta Mosa.

 

Mosa, director del Lajee Center en el campo de personas refugiadas de Aida (Palestina). SELENA PIZARRO

 

Tras varios años de relación entre Lajee Center y la asociación Pallasos en Rebeldía decidieron crear la primera escuela de circo en un campo de refugiadas. En el año 2020, justo unos días antes de que empezara la pandemia se creó en Aida la Rebel Circus School. “Hicimos la inauguración oficial y nos llamó el consulado para decirnos que había que volver a España. Se paralizó todo. La idea era estar yendo cada mes para darles recursos. Teníamos que formar a la gente para que luego dieran las clases. Para nuestra sorpresa, cuando abrieron de nuevo las fronteras y fuimos, la escuela estaba llena de niños”, explica Gonzalo Ruiz, portavoz de Pallasos en Rebeldía. La Rebel Circus School se había convertido en un espacio de juego para las niñas y niños del campo.

 

Desde 2015, Pallasos en Rebeldía junto al Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, organizan un campo de trabajo juvenil en el que 15 jóvenes ripenses viajan a Palestina para realizar actividades con infancia y juventud palestina. En 2024 debido a la situación actual, tras el inicio del genocidio en Gaza, se decidió crear el Campo de Trabajo Inverso. 12 niñas y niños de la Rebel Circus School, de entre 8 y 16 años, han viajado a Rivas para llevar a cabo el campamento de circo del 22 de junio al 10 de julio.

 

“La gente piensa que en un campo de refugiados hay que tener una vida de refugiados y no podemos ser creativos. Nosotros decimos que no, que podemos hacer todo lo que queramos soñar”

 

Los objetivos del Campo de Trabajo Inverso van más allá del espectáculo y la diversión. Se trata también de generar un espacio de aprendizaje y reflexión para la población de Rivas sobre lo que ocurre en Palestina, entender cómo es la vida de las más pequeñas bajo la ocupación, la colonización y el apartheid israelí. “La gente piensa que en un campo de refugiados hay que tener una vida de refugiados y no podemos ser creativos. Nosotros decimos que no, que podemos hacer todo lo que queramos soñar”, defiende Mosa.

 

Doce niñas y niños de la Rebel Circus School, un proyecto en Palestina del Lajee Center y Pallasos en Rebeldía, han viajado a Rivas para llevar a cabo el campamento de circo. SELENA PIZARRO

 

El derecho fundamental a jugar

Amani Asad empezó en Lajee Center cuando tenía 10 años dentro del grupo de danza dabke. Ahora forma parte del Comité Administrativo y trabaja allí. Junto a Mohamad Romi, el coordinador de la Circus Rebel School, son responsables de las 12 niñas y niños en este viaje a Rivas. Sin quitarle el ojo al campo de fútbol de donde vienen los gritos de euforia de su alumnado, explica al detalle el proyecto haciendo hincapié en el jardín.

 

«En el centro tenemos un jardín. Lo abrimos para todos los niños porque no teníamos espacios en Aida para que pudieran jugar. En 2014 hicimos un campo de fútbol y venían todos los días. Después acabamos creando un vínculo con el Celtic de Glasgow que decidieron apoyarnos, de hecho nuestro equipo se llama Lajee Celtic, y ahora nos han invitado a ir a Sudáfrica a jugar al fútbol”, cuenta Amani.

 

A través de la escuela de circo, Lajee Center y Pallasos en Rebeldía defienden el derecho fundamental al juego de todas las niñas y niños de Palestina. Para Gonzalo, “la cultura es una herramienta de transformación social y les puede servir como arma terapéutica para dejar a un lado todos los traumas que les hace vivir el ejército de ocupación, pero también como un arma para resistir y expresar al mundo cuál es su día a día y poder utilizar el circo como mecanismo de difusión de la causa palestina”.

 

“Aprender circo es un empujón para que seamos más fuertes. Pero también para enviar nuestros mensajes a otras ciudades u otros países, por eso estamos en Rivas”, cuenta Amro, de 15 años.

Mosa se pregunta si alguna vez la población palestina practica algún derecho y cuenta qué le respondieron las niñas y niños cuando llegaron a Rivas: “Uno de los chicos me dijo que en el albergue al abrir la ventana veía el patio y las zonas verdes, mientras que en el campo solo ve el apartheid. Otro decía ‘cuando pongo la cabeza en la almohada sé que ningún soldado invadirá mi casa’. Aquí practicamos nuestros derechos como humanos”.

 

“El derecho a jugar lo tomamos, no lo tenemos. Esta es la diferencia. En Palestina los niños siempre están preguntando si pueden jugar o moverse, porque saben que no siempre pueden”, defiende Amani mientras llama con las manos a dos jóvenes que no tienen ninguna intención de soltar el balón.

 

Dareen de 13 años y Amro de 15 viven en el campo de Aida y forman parte de la Rebel Circus School. SELENA PIZARRO

 

Dareen Faraj tiene 13 años y Amro Ezia 15. Ambos forman parte de la Rebel Circus School. A ella le encanta bailar dabke y a él jugar en el Lajee Celtic. “Aprender circo es un empujón para que seamos más fuertes. Pero también para enviar nuestros mensajes a otras ciudades u otros países, por eso estamos en Rivas”, cuenta Amro. Para Dareen lo más importante del centro ha sido la oportunidad de “descubrir lo que nos gusta hacer y poder hacerlo”.

 

“Nosotros le enseñamos a vivir a los niños con todas las dificultades. Por eso no venimos a representar el campo de refugiados de Aida, representamos a los palestinos”.

 

Para Mosa la escuela de circo se ha convertido en una forma más de resistencia para las más jóvenes del campo porque dentro pueden ejercer su derecho a moverse libremente. “Pueden saltar, trepar y bailar. En la escuela viven su infancia. Encontrando momentos para ser creativos. Nuestra vida no es solo sufrimiento. Estas actividades nos animan a continuar, a vivir por la esperanza de volver a nuestros pueblos de origen. Porque no deberíamos estar viviendo en un campo de refugiados. Esta oportunidad de venir a Rivas nos permite contarle a la gente que los palestinos no somos los terroristas que piensan, nosotros le enseñamos a vivir a los niños con todas las dificultades. Por eso no venimos a representar el campo de refugiados de Aida, representamos a los palestinos”.

La vida en Cisjordania también ha empeorado

 

Desde el 7 de octubre, en la zona de Cisjordania el gobierno de Israel dio luz verde a los colonos para armarse y disparar. Esto provocó que en un principio se parara la actividad en el Lajee Center por la seguridad de las niñas y niños. Después de dos meses decidieron reanudarlo todo porque “la mayoría de los niños estaban traumatizados por las imágenes que veían en televisión”.

 

“La ocupación”, responden Dareen y Amro, a la vez y sin dudarlo, a la pregunta sobre qué cambiarían en Palestina si pudieran. Amro se enfada cuando habla de su rutina y lo difícil que es para él y sus amigos poder jugar en el campo de fútbol. “Tenemos siempre el tiempo justo para volver a nuestras casas por culpa de la ocupación y porque algunos tienen miedo. A veces los soldados entran en el campamento, empiezan a gritar y nos tiran gas. Otras veces escuchamos los sonidos de las bombas”.

 

Dareen de 13 años, está preocupada por la situación en Gaza, “allí los niños están comiendo las ramas de los árboles porque destruyeron sus cultivos”.

 

Dareen le molesta que siempre le pregunten por qué huelen a gas y por qué la gente muere sin motivos. Recuerda perfectamente el día que mataron a un hombre en uno de los puestos de control y tardaron dos horas en conseguir llevarlo a un hospital. Desde el 7 de octubre está preocupada por la situación en Gaza, “allí los niños están comiendo las ramas de los árboles porque destruyeron sus cultivos”. La vida en Aida también ha empeorado desde que empezó el genocidio.

 

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Inmediatamente después del 7 de octubre, cientos de soldados empezaron a invadir las casas en mitad de la noche. Dispararon a los detenidos, más de siete jóvenes recibieron disparos en las piernas. Mataron a un chico de 17 años mientras estaba dentro de su casa, un francotirador le disparó en el pecho. Era el hermano de Amro. Además, al menos 60 jóvenes fueron detenidos. Algunos de ellos niños y niñas. No tenían ninguna causa en su contra y les mantuvieron en prisión bajo detención administrativa”, cuenta Mosa.

Israel es el único gobierno del mundo que juzga sistemáticamente a menores en tribunales militares, según Unicef. En noviembre de 2023 Netanyahu y Hamás llegaron a un acuerdo para liberar a 50 rehenes israelíes y 150 personas prisioneras palestinas, en su mayoría mujeres y menores. “En ese acuerdo liberaron a un niño de 13 años y una chica de 22 del campo de Aida. Ambos fueron arrestados de nuevo y ahora siguen en prisión”, explica Mosa.

Crecer en Palestina no era fácil antes ni después de que empezara el genocidio en Gaza. Desde muy pequeñas están obligadas a reclamar cada día sus derechos y a recordarle a las personas adultas que son niñas y niños. Tal vez por eso Dareen con 13 años tiene claro que quiere estudiar para ser jueza: “Quiero defender a los niños y jóvenes palestinos que Israel encarcela sin haber hecho nada”. Mientras que a Amro le gustaría ser profesor de circo. Ambos tienen claro que el juego es una gran arma para resistir contra la ocupación y seguirán usándola.

 

La actuación final del campamento de circo contó con la participación de jóvenes ripenses junto a los niños y niñas del campo de Aida (Palestina).
SELENA PIZARRO

En la actuación final de la Rebel Circus School las niñas y niños denunciaron el lanzamiento de gas frecuente del ejército israelí contra el campo de personas refugiadas en Aida.
SELENA PIZARRO

Amro, alumno de la Rebel Circus School, Amani, miembro del Comité Administrativo y trabajadora en el Lajee Center, Dareen, alumna de la Rebel Circus School, y Gonzalo, portavoz de Pallasos en Rebeldía.
SELENA PIZARRO

 

Dareen de 13 años y Amro de 15 viven en el campo de Aida y forman parte de la Rebel Circus School.
SELENA PIZARRO

 

Romi, coordinador de la Rebel Circus School, junto a su alumno Mustafa antes de salir al escenario en la actuación final en Rivas Vaciamadrid.
SELENA PIZARRO

 

Rowan de 8 años y Layan de 12 años viven en el campo de Aida y forman parte de la Rebel Circus School.
SELENA PIZARRO

 

Las niñas y niños de la Rebel Circus School, un proyecto del Lajee Center y Pallasos en Rebeldía, realizaron una actuación final de circo en la que denunciaron la situación de la infancia en Palestina bajo la ocupación israelí.

 

https://www.elsaltodiario.com/palestina/una-escuela-circo-palestina-resistir-ocupacion-israeli-visita-rivas-vaciamadrid

 

 

 

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«Tengo miedo de que este sea el final para mí y para mi familia»: la desesperada situación que se vive en las instalaciones de la ONU en Gaza

Los continuos bombardeos israelíes en respuesta al ataque de Hamás del 7 de octubre están generando un creciente pánico y desesperación en Gaza.

Más de 1.000 personas, entre ellas 290 niños, han muerto en este territorio palestino desde el comienzo de las represalias israelíes.

Las autoridades israelíes dijeron, por su parte, que el número de muertos en Israel superó los 1.200.

Los bombardeos han forzado a miles de personas en Gaza a huir de sus hogares y se estima que el número de desplazados desde el 7 de octubre es de al menos 200.000, cerca del 10% de la población.

Unos 175.000 desplazados se están refugiando en 88 escuelas de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA), según informó este miércoles la organización.

“Las escuelas de la ONU en Gaza que sirven de refugio desde el 7 de octubre están en su máxima capacidad”, le dijo a BBC Mundo Juliette Touma, directora de comunicaciones de la UNRWA, que tiene su base en Jordania.

“Algunas familias se han refugiado también en otras instalaciones de la UNRWA”, agregó.

Cerca de 175.000 desplazados se están refugiando en 88 escuelas de la agencia de Naciones Unidas para refugiados palestinos, UNRWA.

Aún en las escuelas de la ONU los desplazados no están totalmente seguros.

Dos escuelas de estos centros se vieron afectadas por ataques aéreos, elevando a 20 el número total de instalaciones impactadas por el conflicto desde el 7 de octubre, señaló la agencia.

Y 16 desplazados internos que se refugiaban en una escuela de UNRWA resultaron heridos, dos de ellos de gravedad, como resultado de un ataque aéreo cercano.

Las escuelas de la ONU en Gaza son el único refugio seguro para miles de familias.

“Tengo miedo de que sea el final”

El personal de la agencia de la ONU trabaja día y noche para responder a las necesidades de los desplazados.

La UNRWA tiene más de 5.300 trabajadores en Gaza que administran los albergues.

La agencia confirmó este miércoles que 11 de ellos murieron desde el inicio de los bombardeos israelíes.

“Muchos de nuestros trabajadores desplegados para ayudar a los desplazados también se han visto afectados”, afirmó Touma.

“Ellos mismos perdieron sus hogares y son desplazados”.

La destrucción causada por los bombardeos es inmensa.

La UNRWA es la agencia más grande de la ONU en Gaza, donde tiene presencia desde hace más de 70 años.

Muchos de sus trabajadores han pasado por otros conflictos con Israel, pero aseguran que el actual no tiene paralelo.

“Para algunos de los trabajadores es la séptima vez que viven un conflicto. Pero dicen que el nivel de devastación no tiene precedentes”, señaló Touma.

“Están realmente asustados, temen por sus vidas y las de sus hijos, por lo que les deparará ya no el siguiente día sino la siguiente hora”.

“Un trabajador de UNRWA en Gaza me dijo: ‘Tengo miedo de que este sea el final para mí y para mi familia’”.

Los bombardeos israelíes en Gaza dejaron hasta el momento al menos 1.000 muertos, de acuerdo a datos oficiales.

Necesidades humanitarias

Este miércoles se informó que la principal planta de electricidad en Gaza dejó de funcionar por falta de combustible.

Solo contarán con electricidad aquellos que tengan acceso a otros generadores y el combustible necesario para operarlos.

Touma le dijo a BBC Mundo que, si bien los refugios cuentan por ahora con generadores y alimentos, la situación es crítica

“Nuestros suministros se están acabando rápidamente”, señaló.

Gran parte de la población de Gaza ya dependía antes de los ataques de la ayuda de la ONU para subsistir.

La UNRWA informó que algunos refugios están saturados y tienen una disponibilidad limitada de alimentos, agua potable y otros artículos básicos.

El bloqueo total israelí a Gaza está agravando aún más la crisis humanitaria palestina.

Gran parte de la población de Gaza dependía ya antes del 7 de octubre de ayuda de la ONU para subsistir.

Antes de esa fecha la UNRWA distribuía alimentos a más de un millón de personas, afirmó Touma.

“Esto muestra el nivel de dependencia y la profundidad de las necesidades humanitarias en la Franja de Gaza”, dijo.

“Pero el 7 de octubre, debido a todo lo que está sucediendo, nos vimos obligados a cerrar nuestros centros de distribución en Gaza”.

En momentos en que Israel sigue acumulando armas y personal militar en la frontera con Gaza, Touma recordó a BBC Mundo que “la UNRWA pide el fin inmediato de los combates y la protección de los civiles en todas partes”.

La agencia también pide “la protección de la infraestructura civil y de las instalaciones de la ONU”.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/articles/cd1rdr5ej8vo

 

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Niños migrantes son enviados a cárcel con delincuentes sexuales en Reino Unido

Los niños vulnerables llegados al Reino Unido en pequeñas embarcaciones son internados en una prisión para adultos, la cual alberga a un número significativo de delincuentes sexuales.

Los infantes no acompañados, muchos de los cuales parecen haber sido objeto de la trata personas, son enviados a la prisión de HM Elmley en Kent y colocados entre convictos adultos. La sección para extranjeros también incluye a depredadores sexuales arrojó la última inspección.

El personal de Humans For Rights Network identificó a 14 niños enviados a una cárcel para mayores, y uno de 14 años pasó siete meses en Elmley. Muchos de estos casos involucran a pequeños de Sudán o de Sudán del Sur, quienes llegaron a suelo británico desde Libia, a menudo después de sufrir trata o explotación.

Los niños están encerrados en sus celdas

Según se conoce, han llamado al Ministerio del Interior para que investigue este problema con urgencia y libere a los posibles retenidos.

Maddie Harris, de Human Rights, citado por la publicación The Guardian habla de los menores sin asistencia jurídica adecuada, sin capacidad para impugnar decisiones arbitrarias sobre la edad por parte de los funcionarios de inmigración al llegar a Inglaterra.

De acuerdo con sus planteamientos los mantienen encerrados en sus celdas, sin saber a quién llamar para pedir ayuda, Se trata de niños en busca de seguridad y en cambio, los ubican sin protección y expuestos a un gran daño.

Anita Hurrell, de la organización benéfica Coram, afirmó lo incorrecto y peligroso de criminalizarlos.

Quienes enfrentan esta situación son acusados de delitos de inmigración en virtud de la Ley de Nacionalidad y Fronteras, introducida hace poco para disuadir la entrada ilegal al país europeo.

Expertos jurídicos advierten sobre el aumento de esta práctica, aspecto de un sistema de asilo defectuoso con un retraso de más de 175 mil casos por analizar.

Evaluación de la edad: Un dispositivo procesal problemático

Las evaluaciones de edades realizadas por el Ministerio del Interior para clasificar a los pequeños como adultos son criticadas por ser apresuradas y arbitrarias. Algunas decisiones fueron revocadas después de investigaciones detalladas de especialistas independientes o de las autoridades locales.

Datos recientes obtenidos por The Observer revelan el trato erróneo a cientos de niños, de los cuales más de la mitad son confirmados como menores.

Syd Bolton, del departamento de  Igualdad a la Justicia para los Niños Migrantes, describió la evaluación de la edad como un dispositivo procesal problemático que, en su opinión, actúa como una barrera para el acceso a la protección y los servicios de asilo para los solicitantes.

La práctica es una «barrera deliberada al acceso a la protección y niega a los servicios para niños. Es una herramienta importante del Ministerio del Interior para desacreditar una petición de asilo», destacó Bolton.

Anita Hurrell hace referencia a una sentencia judicial lo cual dicta que los menores no acompañados deben ser atendidos por ayuntamientos donde puedan estar seguros y recuperarse. Se cree que muchos más podrían ser internados en prisiones para adultos. La Red de Derechos Humanos identificó casos de este tipo al observar el cuestionamiento de jóvenes sobre sus fechas de nacimiento.

Los niños profundamente perjudicados

Un portavoz del gobierno reconoció el desafío de evaluar con precisión la edad, pero enfatiza en la importancia de evitar que los adultos se hagan pasar por menores, razón por la cual pretende mejorar los métodos de verificación,  incluidas medidas científicas como los rayos X.

Los niños que han pasado tiempo en las penitenciarías del  Reino Unido, expresan que no pueden dormir, no entienden por qué fueron retenidos allí y les cuesta hablar sobre ese tiempo.

«Debería quedar claro nadie deben ser criminalizados por llegar al Reino y solicitar asilo, ese es un delito que contraviene claramente la convención sobre refugiados», dijo Hurrell.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/noticias/2023/08/28/ninos-migrantes-son-enviados-a-carcel-con-delincuentes-sexuales-en-reino-unido/

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saharaui Tesh Sidi: «La pobreza no se puede romantizar»

Javier Sánchez Salcedo  entrevista a la informática y activista saharaui Tesh Sidi

«Nací en los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia), en 1994. Vine a España con siete años. Soy ingeniera informática y me dedico al mundo del big data en temas de banca. He creado y coordino la plataforma digital ­SaharawisToday».

Me gustaría que me hablaras de tu infancia.

Nací en los 90, en unos tiempos muy duros para los refugiados saharauis que acababan de instalarse de manera permanente en los campamentos. No había nada, ni leche para los niños ni agua en casa. Las madres se intercambiaban a los hijos para poder amamantarlos. Cuando nacimos mi hermano mellizo y yo, casi morimos. De hecho, todos acarreamos problemas de salud. Mi madre, que padecía anemia, no tenía recursos. Éramos varios hermanos y no le quedó más remedio que dejarme con mi abuela. Estuve con ella desde los cuatro a los siete años en Mauritania.

¿Te acuerdas bien de lo que viviste esos años?

Siempre digo que los saharauis nacemos mayores. Por las circunstancias, nos educan para resistir y no te puedes quejar. La sociedad y el contexto te obligan a madurar y a crecer rápido. Sí, tengo recuerdos de aquella etapa con mi abuela. Yo era una beduina que solo sabía criar y ordeñar cabras y nunca estaba con niños. Aquellos años viví con adultos y animales. Con solo seis años, sabía hacer las cosas de una mujer mayor. A los siete volví a los campamentos de Tinduf (Argelia), con mi hermano mellizo, mi madre, mi padre y otros seis hermanos. Fue un choque de identidad, tuve que aprender a quererlos, porque esos lazos fraternales no se habían construido antes.

No debió de ser nada fácil

En Mauritania vivía fuera de los sistemas educativo y sanitario. No sabía ni leer ni escribir. Tenía pensamientos y realizaba labores de una persona adulta. Cuando me escolarizaron, tuve que concienciarme de que era una niña, tenía una familia y vivía en sociedad. No puedo romantizar mi historia y decir que tuve una infancia feliz. Es la que me tocó, la infancia de cualquier niño en situación de conflicto. La pobreza no se puede romantizar. Yo no me comí un yogur ni probé el chocolate hasta que vine a España, ni tuve acceso a algo tan básico como la carne. Ahora veo que mis sobrinos tienen eso en el campamento, pero van a sufrir otros problemas: de identidad, el exilio, el conflicto armado… No van a estar exentos de todo eso. La vida en los campamentos no se puede romantizar.

¿Por qué viniste a España?

Vine con casi ocho años a casa de una familia de acogida de Alicante. Si lo de llegar a los campamentos de Mauritania era cambiar de mundo, venir aquí fue cambiar de planeta, de galaxia y de todo. Me daban miedo los edificios porque era incapaz de entender que pudieran ser tan altos. En los campamentos, las casitas de adobe son acordes a tus dimensiones, accesibles a tu altura o a la de un adulto, pero llegué y me encontré edificios muy altos, la gente acelerada, el ruido, los semáforos, todo para «ya»… y, sobre todo, la sensación de que todo el mundo me recriminaba algo: «Siéntate bien», «Come así»… No estaba acostumbrada a tantas demandas sociales, a vivir en un protocolo permanente. En los campamentos, los padres no te dirigen tanto porque ya «eres» un adulto, y cuando vienes aquí ya tienes un pensamiento construido. Vine cinco veranos y luego me quedé con mi familia de acogida desde los 12 a los 18 años. Mi madre española tenía la idea de educarme, pero yo le decía que ya venía educada, y no era un acto de rebeldía, sino la madurez temprana obligada por la situación. Mi familia española lo hizo conmigo lo mejor que pudo, pero no de la mejor forma. Tuve una adolescencia muy dura.

¿Sentías que no encajabas?

Las personas que han emigrado sufren una crisis de identidad muy grande, porque no son ni de aquí ni de allí. La necesidad de encajar en ambos lugares te puede jugar muy malas pasadas. Pasé diez años en los que rechazaba ser saharaui y las desgracias que me habían pasado en la vida.

¿Lo ocultabas?

Exacto. Le decía a la gente que era alicantina y ya está. Pero cuando empecé a leer literatura de referentes africanos, incluidos saharauis, me di cuenta de que tenía pensamientos coloniales heredados, y llegó un momento, con 18 años, en el que vi que aquel no era mi sitio. En mi casa española sentía muchas exigencias sociales y culturales, y tenía que estar constantemente dando las gracias por lo que se me estaba dando, porque yo «venía de un campo de refugiados», algo que me afectaba mucho y sentía como un menosprecio. Por  otra parte tenía a mi familia saharaui, conservadora, musulmana, de las pocas que habían dejado que sus hijas estudiaran en Occidente desde muy pequeñas. Era consciente del miedo de mi madre a que yo no fuera musulmana, ni culturalmente saharaui, ese miedo al qué dirán. Yo sentía presión aquí y presión allí, y decidí romper, ponerme a trabajar y estudiar por mi cuenta, para recuperar mi dignidad y mi libertad como persona. Rompí las relaciones con mi familia biológica y con la de acogida, pero fui libre para empezar a construirme una identidad.

¿Hiciste sola ese proceso? 

Hasta que no entré en el activismo no tuve referentes. Empecé a trabajar de camarera, en tiendas… Estudié Ingeniería Informática en los tiempos de la crisis, y tuve amigos que me ayudaron a pagar la universidad. Acabé la carrera y me vine a Madrid. Era el boom de la informática y encontré trabajo fácilmente. Pedí un préstamo para hacer un máster en big data e inteligencia artificial. Para mí no existen cosas imposibles si te esfuerzas y trabajas. La gente me dice que a mí me han salido bien las cosas, pero yo comía arroz blanco en la universidad, lo mismo que comía en el campamento, porque muchas veces no me daba para comprar ­carne o champú.

¿Cómo llegaste al activismo?

Cuando terminé el máster y había conseguido un buen trabajo, en abril de 2020, explotó la guerra en Sahara Occidental. Yo no sabía nada del conflicto ni de sus causas, pero empecé a ir a manifestaciones y nació en mí una necesidad imperante tanto de ayudar al pueblo saharaui como de recuperar mi identidad. Y cuando vi que la causa saharaui estaba estancada comunicativamente, me planteé ayudar con mis conocimientos en big data y procesamiento de datos en redes sociales. Asumí la presidencia de la Asociación Saharaui en Madrid, hicimos infinidad de cosas y muchos jóvenes saharauis en la diáspora empezaron a organizarse. Pasé a convertirme en una persona muy expuesta, a dar conferencias, me llamaban los políticos… Me parecía que la causa se había convertido en algo muy humanitario pero poco político, e inicié un acercamiento a organizaciones políticas, a medios de comunicación, empecé a llevar a periodistas y políticos a los campamentos… Todo este proceso se ha materializado en SaharawisToday, una plataforma de comunicación digital que he creado junto a mi compañera Itziar.

¿Qué podemos encontrar en SaharawisToday?

Hicimos un análisis sobre qué es lo que le falla a la causa saharaui y vimos que teníamos que ser nosotros mismos, los saharauis, quienes comuniquemos, que no sean los periodistas o los antropólogos los que hablen siempre del pueblo saharaui. En SaharawisToday se habla de migración; de combatir el racismo institucional que sufrimos; de la mujer saharaui, a menudo silenciada; de la responsabilidad de España con sus antiguas colonias o de la responsabilidad de la población de informarse sobre el pasado de su país. Contextualizamos para explicar la relación de Sahara con lo que pasa en Ceuta y Melilla, con las aguas de Canarias o por qué Marruecos bloquea y chantajea a España… Somos 11 personas, saharauis de allí, de aquí y de Francia. Publicamos en francés, árabe, inglés y castellano, y ofrecemos una tribuna de opinión al pueblo saharaui, con toda su diversidad. Tiene cabida todo menos el fascismo y el machismo. Siempre hemos sido un pueblo de transmisión oral, pero tenemos que dejar nuestra historia por escrito. Hay artículos, vídeos, directos, resúmenes de política internacional, análisis… Recogemos todos los eventos de la causa saharaui a nivel mundial e informamos sobre cómo viajar a los campamentos.

Para terminar, ¿crees que habrá referéndum?

Se necesita una presión política muy grande. Creo que el pueblo saharaui tiene que ocupar posiciones de poder. Muchas personas que han emigrado suelen estudiar ciencias sociales y se dedican al ámbito de las oenegés o la cooperación internacional por esa necesidad de «salvar» que tenemos. Pero no pasa nada por estar en la banca o en política. Hay que estar donde se toman las decisiones para poder cambiar las cosas. En el banco en el que trabajo saben que soy saharaui y activista. Los saharauis tienen que intentar ser presidentes de comunidad en sus edificios, diputados, referentes allí donde trabajen. Creo que es complicado el referéndum en los próximos años. Mientras no tengamos un presidente de Gobierno saharaui o migrado no van a cambiar las cosas. Va a llevar tiempo, pero no debemos frustrarnos. Hay que ser optimistas.

CON ELLA

 

«Una amiga fue a Sahara Occidental, a los territorios ocupados por Marruecos, y me trajo arena de allí. Es chocante, y me encanta verlo en todas las generaciones de saharauis: somos capaces de luchar por algo que ni hemos visto y que, probablemente, por ser activista, jamás pueda pisar».

Fuente: https://rebelion.org/la-pobreza-no-se-puede-romantizar/

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Las bibliotecas y su rol de apoyo a refugiados

Por: Sofía García-Bullé

Más de 100 millones de personas en el mundo han sido desplazadas. Las bibliotecas les prestan ayuda.

Actualmente, más de 100 millones de personas han sido desplazadas de sus hogares alrededor del mundo, según datos proporcionados por el Comité de Rescate Internacional. Esto debido a conflictos bélicos como los que transcurren en Siria, Ucrania, Venezuela, Somalia y otros países. La mayoría de estas personas salen de su lugar de origen con solo lo que pueden cargar, y llegan a una locación de asilo sin información de qué hacer, cómo sobrevivir o validar su condición como refugiados. Aquí es donde las bibliotecas pueden ser un recurso invaluable para estas personas.

En artículos anteriores hemos hablado de cómo las bibliotecas no son solo almacenes de libros, sino cúmulos de conocimiento habilitadas para compartir información, y crear comunidades. En el caso específico de los refugiados, hay mucho que las bibliotecas pueden hacer para ayudar en su búsqueda de asilo. Cuentan con libre acceso a computadoras con WiFi, para informarse sobre los trámites a realizar y mantener comunicación con los organismos de los que dependen esos procesos. Materiales de lectura con información para la búsqueda de asilo en diversos idiomas, personal capacitado para apoyar en la revisión y aprovechamiento de estos recursos y actividades gratuitas para infantes y familias.

Además de esto, muchas bibliotecas también tienen enlaces con servicios educativos, de bienestar y salud. Muy frecuentemente quienes trabajan en estos recintos son locales con conocimiento de información valiosa sobre dónde conseguir ayuda de organizaciones de derechos humanos, donde albergarse, conseguir víveres, etcétera.

Las bibliotecas rodantes en tiempos de refugiados

Además de los recursos para la regularización de la situación política de refugiados, las bibliotecas también puede ofrecer una semblanza de normalidad en tiempos difíciles; especialmente para las infancias. Asistir a uno de estos recintos con regularidad puede ser difícil para personas que están desplazadas en un país extraño, las bibliotecas rodantes brindan un servicio invaluable para las comunidades de refugiados. La biblioteca Echo en Atenas, Grecia, es un ejemplo de los puntos positivos a los que puede llevar el esfuerzo de bibliotecarios que no se limitan a una sola ubicación. Circulan principalmente cerca de campos de refugiados y manejan títulos en árabe, inglés, farsi, francés, griego y más idiomas. Uno de los desafíos más importantes que ha enfrentado el proyecto es el de adaptarse a dar servicio a personas que no tienen domicilio.

“Cambiamos nuestro sistema de préstamos y ya no preguntamos por direcciones, preguntamos donde están acampando”, explicó Kiega Dignan, voluntaria de Echo para The Guardian en 2018. Los organizadores de Echo y otros proyectos similares comparten una filosofía de la democratización del conocimiento y de la lectura como recurso y refugio. Tienen clara la idea de que las bibliotecas, si bien tienen como objetivo primario promover y habilitar la lectura también es su propósito la creación de espacios seguros, de aprendizaje y comunidad. Necesidades básicas para las personas desplazadas.

¿Conoces algún programa o funciones de apoyo a los refugiados en tu biblioteca local? Como bibliotecario, ¿te parece importante la labor de las bibliotecas para el apoyo de refugiados? ¿Te gustaría que tu biblioteca se involucrara más? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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La educación es una carrera de obstáculos para los refugiados sudaneses en el Chad

Ante la afluencia de personas refugiadas de Sudán al este de Chad, ACNUR y sus socios ofrecen apoyo vital para la educación de la niñez refugiada.

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“Hay que escuchar a los niños”: sobre morir en Nicaragua, huir de Siria o volver a Haití

El periodista español Javier Sancho Mas publica Tres niños sin fronteras que vencieron al miedo (Alfaguara), un libro infantil que transmite solidaridad y empatía, pero que en el fondo muestra cómo la belleza sirve para sobrellevar los traumas de la soledad.

Mireya, una niña del pueblo nicaragüense de San Juan del Sur, voló de su habitación del hospital La Mascota, en Managua, para no volver. Ahmed, un niño que huyó de Alepo en la guerra civil siria, recuperó la voz después de haber perdido a su hermano, siempre acompañado de un elefante.

Y Jean François, un niño haitiano que disfrutaba los helados de su madre Madame Sara, la encontró después del terremoto que destruyó el país en 2010, en la imagen de un pájaro típico.

Son «Tres niños sin fronteras que vencieron el miedo» (Alfaguara). Sus historias, entre la realidad y la ficción, componen el primer libro infantil del periodista español Javier Sancho Mas (Huelva, 1973), que lo escribió a partir de su trabajo en Médicos sin Fronteras, junto a la ilustradora Blanca Millán, también española.

El autor, que viajó por medio mundo trabajando en la organización de 2003 a 2012, no revela que Mireya murió de un cáncer mientras alzaba los brazos para librarse del dolor, como le había sugerido su madre para consolarla. Tampoco que el hermano y el padre de Ahmed habían sido degollados, o que el barrio en el que vivían Jean François y Madame Sara es uno de los más pobres de Puerto Príncipe.

El libro mezcla periodismo, ficción y docencia, a los que se ha dedicado Sancho Mas. Vivió en los años 1990 en Nicaragua, donde les contaba historias a los niños del colegio en el que daba clase. Mantiene vínculos que no estrecha desde su última visita al país, en diciembre de 2018. No conoció a Mireya, la “niña cometa”, pero sí a la médica Araica Pérez, que la había atendido a principios de siglo, hasta que murió jugando “aliada de la imaginación”.

Esa muerte, lamenta el autor, fue la que se escucha en El Niágara en bicicleta, la canción de Juan Luis Guerra sobre la precariedad en muchos hospitales dominicanos, o latinoamericanos. La morfina que apaciguaba a Mireya se había terminado en las venas del familiar de un político, mientras su madre solo podía encomendarla a “Papachú”, el Jesús del Rescate para los católicos nicaragüenses.

Las culturas en Siria y Haití son distintas, pero también las une la realidad y la ficción. Sancho Mas conoció a Jean François, quien había estudiado Medicina en Costa Rica gracias a uno de los muchos forasteros que su madre acogía de buena fe. Ya como doctor Saint-Sauveur en Médicos sin Fronteras, volvió a Haití tras el terremoto. Bajo los escombros habían quedado muchas “Madan Sara”, nombre común de las vendedoras informales, y niños como el que le dio la foto del pájaro del mismo nombre, que se volvería la única imagen que conservaría de su madre.

El “elefante errante” de Ahmed, una figura pequeña pero también un amigo imaginario que le había regalado su hermano Ibrahim, sí fue un recurso literario. El autor lo recuerda de las historias que su madre le contaba, y la plasmó en las que el niño escuchaba de la suya sobre cómo una manada de elefantes ayudaba a unos pescadores a desencallar su barco. Ahmed trazó el contorno del elefante junto con su casa y una serie de “lágrimas negras que salían del cielo”, como llama Sancho Mas a las bombas que vio en dibujos de niños sobre la guerra en Siria o Colombia.

Para él fue un reto exponer “sin ser explícito, pero sin ocultar”, situaciones donde la condición humana llega a su máxima fragilidad o tensión. No busca transmitir valores, pero compara ese cruce inevitable con el del pésame: acompañar a otra persona en su momento más duro.

“Todos vamos sumando huequitos de soledad que las palabras no llenan, pero en los niños he visto una fortaleza que nace de la imaginación”, como comentó con la enfermera Miriam Alía, que atendió a Ahmed.

La soledad, el otro gran tema del libro junto a la belleza y el miedo, es “difícil de entender”.

“No sabemos lidiarla ni sabemos enseñar a lidiarla”, insiste Sancho Mas. Por su trabajo en Médicos sin Fronteras, que le dio acceso a personas y lugares al alcance de pocos ajenos a ellos, y el posterior como periodista independiente, ha visto cómo “los flujos migratorios están cada vez más llenos de niños”.

Sus historias y maneras de afrontarlas “son distintas”. “La resiliencia, que decimos hoy”, por la que después de tanto escribir para adultos dice que “hay que escuchar a los niños”.

Fuente: https://www.vozdeamerica.com/a/hay-que-escuchar-a-los-menors-sobre-morir-en-nicaragua-huir-de-siria-o-volver-a-haiti/6634521.html

 

 

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