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Una ética para la Madre Tierra

Por: Leonardo Boff

Hoy es un hecho científicamente reconocido que los cambios climáticos, cuya expresión mayor es el calentamiento global, son de naturaleza antropogénica, con un grado de seguridad del 95%. Es decir, tienen su génesis en un tipo de comportamiento humano violento con la naturaleza.

Este comportamiento no está en sintonía con los ciclos y ritmos de la naturaleza. El ser humano no se adapta a la naturaleza sino que la obliga a adaptarse a él y a sus intereses. El mayor interés, dominante desde hace siglos, se concentra en la acumulación de riqueza y de beneficios para la vida humana a partir de la explotación sistemática de los bienes y servicios naturales, y de muchos pueblos, especialmente, de los indígenas.

Los países que hegemonizan este proceso no han dado la debida importancia a los límites del sistema-Tierra. Continúan sometiendo a la naturaleza y la Tierra a una verdadera guerra, a pesar de que saben que serán vencidos.

La forma como la Madre Tierra demuestra la presión sobre sus límites intraspasables es mediante los eventos extremos (prolongadas sequías por un lado y crecidas devastadoras por otro; nevadas sin precedentes por una parte y oleadas de calor insoportables por otra).

Ante tales eventos, la Tierra ha pasado a ser el claro objeto de la preocupación humana.

Las numerosas COPs (Conferencia de las Partes), organizadas por la ONU nunca llegaban a una convergencia. Solamente en la COP21 de París, realizada del 30 de noviembre al 13 de diciembre de 2015 se llegó por primera vez a un consenso mínimo, asumido por todos: evitar que el calentamiento supere los 2 grados Celsius.

Lamentablemente esta decisión no es vinculante. Quien quiera puede seguirla, pero no existe obligatoriedad, como lo mostró el Congreso norteamericano que vetó las medidas ecológicas del presidente Obama. Ahora el presidente Donald Trump las niega rotundamente como algo sin sentido y engañoso.

Va quedando cada vez más claro que la cuestión es antes ética que científica. Es decir, la calidad de nuestras relaciones con la naturaleza y con nuestra Casa Común no eran ni son adecuadas, más bien son destructivas.

Citando al Papa Francisco en su inspiradora encíclica Laudato Si: sobre el cuidado de la Casa Común (2015): «Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos… estas situaciones provocan el gemido de la hermana Tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo» (n. 53).

Necesitamos, urgentemente, una ética regeneradora de la Tierra, que le devuelva la vitalidad vulnerada a fin de que pueda continuar regalándonos todo lo que siempre nos ha regalado. Será una ética del cuidado, de respeto a sus ritmos y de responsabilidad colectiva.

Pero no basta una ética de la Tierra. Es necesario acompañarla de una espiritualidad.

Ésta hunde sus raíces en la razón cordial y sensible. De ahí nos viene la pasión por el cuidado y un compromiso serio de amor, de responsabilidad y de compasión con la Casa Común, como por otra parte viene expresado al final de la encíclica del obispo de Roma, Francisco.

El conocido y siempre apreciado Antoine de Saint-Exupéry, en un texto póstumo escrito en 1943, Carta al General “X” afirma con gran énfasis: «No hay sino un problema, sólo uno: redescubrir que hay una vida del espíritu que es todavía más alta que la vida de la inteligencia, la única que puede satisfacer al ser humano» (Macondo Libri 2015, p. 31).

En otro texto, escrito en 1936 cuando era corresponsal de Paris Soir durante la guerra de España, que lleva como título Es preciso dar un sentido a la vida, retoma la vida del espíritu. En él afirma: «el ser humano no se realiza sino junto con otros seres humanos en el amor y en la amistad. Sin embargo los seres humanos no se unen sólo aproximándose unos a otros, sino fundiéndose en la misma divinidad. En un mundo hecho desierto, tenemos sed de encontrar compañeros con los cuales con-dividir el pan» (Macondo Libri p.20).

Al final de la Carta al General “X” concluye: «¡Cómo tenemos necesidad de un Dios!» (op. cit. p. 36).

Efectivamente, sólo la vida del espíritu da plenitud al ser humano. Es un bello sinónimo de espiritualidad, frecuentemente identificada o confundida con religiosidad. La vida del espíritu es más, es un dato originario y antropológico como la inteligencia y la voluntad, algo que pertenece a nuestra profundidad esencial.

Sabemos cuidar la vida del cuerpo, hoy una verdadera cultura con tantas academias de gimnasia. Los psicoanalistas de varias tendencias nos ayudan a cuidar de la vida de la psique, para llevar una vida con relativo equilibrio, sin neurosis ni depresiones.

Pero en nuestra cultura olvidamos prácticamente cultivar la vida del espíritu que es nuestra dimensión radical, donde se albergan las grandes preguntas, anidan los sueños más osados y se elaboran las utopías más generosas. La vida del espíritu se alimenta de bienes no tangibles como el amor, la amistad, la convivencia amigable con los otros, la compasión, el cuidado y la apertura al infinito. Sin la vida del espíritu divagamos por ahí sin un sentido que nos oriente y que haga la vida apetecible y agradecida.

Una ética de la Tierra no se sustenta ella sola por mucho tiempo sin ese supplément d’ame que es la vida del espíritu. Ella hace que nos sintamos parte de la Madre Tierra a quien debemos amar y cuidar.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/04/29/una-etica-para-la-madre-tierra-2/#.WQVosLjau01

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La Tierra y sus habitantes

Por: Carolina Vazquez Araya

Cerca del Día de la Tierra, incendios devastadores acabaron en Guatemala con grandes extensiones de bosques peteneros. La dimensión del problema tomó por sorpresa a un Estado mal equipado y poco eficaz, por lo cual nada pudo evitar la inmensa pérdida de vida en ese hermoso territorio. Los incendios forestales son muchas veces eventos naturales y propician el crecimiento de nuevos bosques, en un ciclo de vida ya programado por la naturaleza. Pero no siempre es así, muchos de ellos –como los recientes en El Petén- son provocados por manos criminales con motivos ajenos al interés nacional y arrasan bosques nativos llenos de vida silvestre y especies en peligro de extinción, solo para explotación agrícola o crianza de ganado en grandes extensiones de áreas protegidas.

El tema ambiental enfrenta un problema de imagen y comunicación. El hambre y la guerra, las enfermedades y otros males comunes hacen que, entre toda esa miseria, la defensa del medio ambiente parezca un asunto secundario, algo que puede esperar; una actividad para quienes no tienen nada mejor en qué ocupar su vida. Sin embargo, la Tierra -este hogar nuestro comprobadamente redondo- y todo lo que en ella sucede, tiene impacto de un extremo al otro. Los gases de efecto invernadero producidos por la industria china provocan inundaciones en la Amazonia, la deforestación de este territorio tiene efecto sobre el clima de Europa y así se cruzan y convergen hasta transformar bosques en páramos desiertos o destruir ciudades por la crecida de las mareas.

El tema de la degradación ambiental y el calentamiento global, en donde nos sumergimos a una velocidad creciente, no es un asunto secundario entre los temas de mayor impacto dentro de la política internacional. Todo lo contrario, representa un llamado de atención sobre el peligro de acabar con los pocos recursos de supervivencia disponibles para la humanidad, la cual aumenta en número experimentando a la vez un deterioro creciente de su calidad de vida. Los distintos ecosistemas comienzan a mostrar los efectos de una administración humana deficiente, codiciosa y agresiva contra la vida en los mares y en los continentes, al construir un sistema depredador cuya única finalidad es la acumulación de riqueza para un puñado de naciones industrializadas y sus compañías multinacionales.

En realidad, para reducir el impacto de la presencia humana en la destrucción del entorno natural y la ruptura del equilibrio ecológico, solo haría falta sensibilidad y educación, pero sobre todo políticas globales adecuadas a la realidad. A nivel local, las medidas represivas no son efectivas si las personas carecen de conocimiento y, por ende, de conciencia sobre la importancia de proteger a las especies, de reciclar lo reciclable, de amar su territorio al punto de conservar sus características naturales con el único propósito de hacer posible un estilo de vida amigable con el planeta.

Un proceso educativo indispensable para retomar el control de la protección ambiental debe acudir a las fuentes de la relación del ser humano con su entorno natural en las culturas antiguas. Esa fue una fuente permanente de sabiduría, un inacabable tratado de medicina, una rica veta de conocimientos que ayudaron a las comunidades a crecer y desarrollarse, muchas veces en paz y armonía. Las crisis ambientales de la actualidad podrían considerarse la consecuencia lógica de la ruptura de esa armonía con la naturaleza. El ser humano ha desafiado con su irracional arrogancia las leyes del universo y se empeña en la insensata tarea de destruir la fuente de su propio sustento.

Fuente: https://carolinavasquezaraya.com/2017/04/24/la-tierra-y-sus-habitantes/

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España: La memoria ambiental se transmite hasta 14 generaciones

España/Abril de 2017/Fuente: SINC

En una investigación liderada por Ben Lehner, del Centro de Regulación Genómica,y Tanya Vavouri del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras y el Instituto de Investigación Germans Trias y Pujol, los científicos han observado que el impacto en los cambios ambientales se podía transmitir en los genes de hasta 14 generaciones. El estudio lo publica la revista Science.

En el trabajo, los expertos utilizaron unos gusanos llamados C. elegans a los que, mediante técnicas de ingeniería genética, introdujeron un chip transgénico, que es una larga cadena de copias repetidas de un gen que codifica para una proteína fluorescente.

Cuando los gusanos estaban a 20ºC, el chip transgénico era menos activo, emitiendo solo una pequeña cantidad de proteína fluorescente. Pero al cambiar los animales a un clima más cálido (25ºC), la actividad del chip transgénico incrementaba de forma significativa, haciendo que los animales emitieran una brillante fluorescencia cuando se les observaba con luz ultravioleta en el microscopio.

Al volver a los gusanos a su temperatura ambiental habitual y más fría, sus transgenes continuaban muy activos, lo que sugiere que de alguna manera estaban reteniendo la «memoria» a su previa exposición al calor. Curiosamente, los niveles altos de actividad se transmitieron a su descendencia y hasta siete generaciones más tarde. Esto, teniendo en cuenta que todos estos descendientes solo habían estado a 20ºC y nunca fueron expuestos a calor. Este fenómeno sucedía incluso cuando los animales de origen solo habían sido expuestos a altas temperaturas por un periodo breve de tiempo.

El número de generaciones afectadas incrementa considerablemente, al exponer los gusanos de las cinco primeras generaciones a 25ºC. Después, el efecto fluorescente se mantenía durante, al menos, catorce generaciones.

A pesar de que este fenómeno ya se había observado en otras especies de animales, como por ejemplo, en la mosca del vinagre, gusanos y mamíferos, incluidos los humanos. El efecto tendía a disiparse al cabo de pocas generaciones. Estos nuevos resultados son la muestra más duradera de la preservación de un cambio ambiental en la memoria a lo largo de generaciones nunca observada hasta ahora.

«Descubrimos este fenómeno por causalidad, pero demuestra que es ciertamente posible transmitir información sobre el ambiente a lo largo de las generaciones,» explica Lehner. «Todavía no sabemos exactamente por qué ocurre, pero podría ser una forma biológica de planificación anticipada,» añade el primer autor del estudio, Adam Klosin.

«Los gusanos son efímeros, con una vida corta, así que tal vez el hecho de transmitir la memoria de las condiciones vividas en generaciones previas puede ayudar a sus descendientes a predecir qué ambiente probablemente encontrarán en el futuro,» concluye Vavouri.

Un marcador molecular: la metilación de la histona

Comparando los transgenes que eran menos activos con aquellos que habían sido activados por las temperaturas otros, Lehner y su equipo descubrieron diferencias cruciales en un tipo de «marcador» molecular unido a las proteínas que se encargan de empaquetar el ADN. Este «marcador» o «etiqueta» molecular se conoce científicamente como metilación de la histona.

Los transgenes de aquellos animales que siempre se habían mantenido a 20ºC tenían altos niveles de metilación de la histona, lo que se asocia a silenciar genes. En cambio, los gusanos que se habían expuesto a 25ºC habían perdido estos marcadores de metilación en la histona.

Lo más importante es que, estos últimos, todavía mantenían niveles bajos de metilación en la histona cuando se volvían a 20ºC, lo que sugiere que este mecanismo puede tener un papel importante en el bloqueo de la memoria en los transgenes.

Los investigadores también descubrieron que algunos fragmentos repetitivos del genoma normal de los gusanos, que tienen cierto parecido a los chips transgénicos, también se comportan de la misma manera. Esto sugiere que este es un mecanismo de memoria generalizado y no está restringido solo a genes diseñados de forma artificial.

Referencia bibliográfica:

Referencia: Klosin et al. Transgenerational transmission of environmental information in C. elegans. Science. April 21 2017. DOI: 10.1126/science.aah6412

Fuente: http://www.agenciasinc.es/Noticias/La-memoria-ambiental-se-transmite-hasta-14-generaciones

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Greenpeace: «Nuestros océanos no pueden soportar más plástico de Coca-Cola»

Abril de 2017/Fuente: RT Noticias

La organización ecológica ha revelado que Coca-Cola produce más de 3.400 botellas de plástico desechable cada segundo.

 

La organización ecológica Greenpeace acusa a Coca-Cola de «negarse a asumir la responsabilidad» por el impacto ambiental que genera, ya que produce más de 100.000 millones de botellas de plástico desechables al año —alrededor de 3.400 por segundo—, informa The Huffington Post.

Este marzo, Coca-Cola se negó a revelar información para una investigación de Greenpeace sobre la huella plástica que dejan las mayores compañías fabricantes de refrescos del mundo. Sin embargo, la ONG obtuvo esos datos tras analizar las ventas anuales de ciertas líneas de productos de la compañía y su proporción en la mezcla de empaques general desde 2012.

«Plástico desechable a una velocidad impresionante»

«La velocidad a la que Coca-Cola produce botellas de plástico de un solo uso es simplemente impresionante», denuncia la activista de Greenpeace Louise Edge, quien explica que esa firma «se niega a asumir su responsabilidad en la crisis de contaminación» que provoca.

Edge concluye que «nuestros océanos simplemente no pueden soportar más plástico de Coca-Cola», con lo cual Greenpeace solicita a esa compañía de refrescos «que se deshaga del plástico desechable, emplee recipientes reutilizables y se asegure de que el resto de sus envases están hechos con contenido 100 % reciclado, no el miserable 7 % que tiene de promedio mundial».

Coca-Cola está «decepcionada»

Por su parte, un portavoz de Coca-Cola ha declarado que estaban «decepcionados» por estas informaciones, debido a que «es una de las pocas compañías de bienes de consumo cuyo envase es 100 % reciclable».

Greenpeace asegura que establece que, cada año, se venden más de dos millones de toneladas de refrescos en botellas de plástico desechables, un peso equivalente al de 10.000 ballenas azules. Según ese documento, el plástico de un solo uso supone casi el 60 % de los envases utilizados por Coca-Cola, compañía que vende más de 1.900 millones de bebidas a diario en todo el mundo.

Fuente: https://actualidad.rt.com/actualidad/235592-greenpeace-soportar-plastico-coca-cola

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Entrevista a Francisco Javier Gómez González: “En la ciencia además de competir hay que cooperar porque si no perdemos todos”

Entrevista a Francisco Javier Gómez González: “En la ciencia además de competir hay que cooperar porque si no perdemos todos”
Salvador López Arnal
Papeles de relaciones ecosociales y cambio global
Francisco Gómez González, titulado en Sociología y en Geografía, es actualmente profesor de Sociología en la Universidad de Valladolid. Pertenece al Grupo de Evaluación de la Tecnología de la citada universidad y al Grupo de Investigación de Estudios Sociales de la Ciencia (Grupo CTS) dela Universidad de Oviedo.Ha colaborado en numerosas estudios españoles, europeos y latinoamericanos dentro del campo de investigación de Ciencia, Tecnología y Sociedad.

Nuestra conversación se centra en su reciente libro publicado por Libros de la Catarata, Madrid, 2016.

***

Estábamos en este punto. Hablando de cooperación: recuerda usted el concepto de coopetición de Adam Braundenburger. Se trata de buscar competir y cooperar al mismo tiempo entre disciplinas y entre científicos. ¿Es posible de forma generalizada? ¿Los intereses nacionales, las prácticas reales de las grandes potencias, no dificultad esa cooperación cuanto menos en determinadas áreas de la teconociencia contemporánea que serían, algo así, como secretos de Estado? 

El mito de la ciencia altruista se está poniendo en cuestión permanentemente. La competencia entre estados, el I+D privado, los fraudes científicos, las luchas por la autoría, etc. etc. Demuestran que la ciencia se mueve por intereses. En la actualidad nuestra economía se mueve por el conocimiento, de manera que es fácil imaginar que los valores de universalidad y altruismo que supuestamente caracterizan a la ciencia, al menos en su versión mertoniana, funcionan con muchos problemas. Por este motivo, en el libro se habla del concepto de coopetición. No podemos pensar en los científicos y científicas como seres humanos ajenos a intereses, ambiciones y agendas ocultas. No vale y nunca ha valido el mito de la torre de marfil donde los científicos trabajan sin importarles nada que no sea el conocimiento.

No obstante, junto a ello hay cooperación, hay posibilidad de encuentro de intereses, de apoyo entre colegas, etc. En la ciencia además de competir hay que cooperar porque si no perdemos todos.

Aunque fuera con otras pretensiones, los Jasones, aquellos científicos usamericanos de tanto curriculum que colaboraron con el Pentágono en tareas poco humanistas, ¿no serían un ejemplo de colaboración interdisciplinar? En la misma línea, ¿el proyecto Manhattan fue un ejemplo de cooperación entre disciplinas? 

Por lo que conozco, los Jasones y el proyecto Manhattan eran interdisciplinares. Ser interdisciplinar no es sinónimo de ser moralmente superior, solo de estar abierto a la cooperación. De hecho, hay mucha interdisciplinariedad en la investigación armamentística, en parte porque se realiza fuera de la academia, en institutos ad hoc.

A pesar de lo que acabo de decir, creo que podemos seguir reivindicando la cooperación. La interdisciplinariedad no es la solución de todos los problemas de la ciencia, solo es una alternativa a los riesgos de la hiperespecialización y la fragmentación. Otro tema distinto es la finalidad de la investigación, la ética, la responsabilidad social de la ciencia. Autores como Nicolescu suelen integrar todos estos temas y llaman ciencia transdisciplinar a la ciencia que integra saberes, valores humanos, moralidad, estética, etc. Personalmente creo que esta mezcla no ayuda a entender la realidad. Una cosa es cooperar y otra cosa son los fines para los que se coopera.

Una de las tesis que defiende en el libro: «Es necesario partir de la convicción en la semejanza entre la ciencia y el resto de las instituciones, que lleva a comprender las iniciativas de fomento de la interdisciplinariedad como consecuencia de un contexto social y económico que suscita demandas y que establece condicionamientos de diferente naturaleza». El sistema económico y social, afirma también, «plantea nuevos problemas cada vez más integrales y sistémicos para los que no bastan soluciones parciales». Si fuera así, admitamos que fuera así, ¿no se corre el riesgo de ubicar las ciencias es un papel de subordinación-servilismo respecto a las finalidades y necesidades no del conjunto de la sociedad, sino de los objetivos de las grandes corporaciones, de los grandes poderes económicos? 

Eso no es un riesgo de ahora. Siempre ha sido así. Lo que ocurre es que muchas veces se ha ocultado esta realidad mediante el mito del saber por el saber y la supuesta autonomía de la ciencia. Los estados han dado recursos a la ciencia para dar solución a los problemas que ellos consideran relevantes y, con frecuencia, estos problemas han sido militares y económicos.

La clave no es volver a una supuesta autonomía de la ciencia de tiempos pasados, donde nos jugamos el futuro es en crear una ciencia que dé respuestas a los problemas de los ciudadanos, no solo del poder.

Aconseja usted incrementar la capacitación de los científicos en habilidades organizativas. ¿No puede conllevar esa capacitación una merma de sus conocimientos en sus propios ámbitos de investigación? ¿No podemos convertirlos en gestores? ¿No hay excelentes científicos que siguen prefiriendo trabajar un poco a su aire, sin mucha organización ni equipo detrás de ellos? 

La ciencia contemporánea es cada vez más una ciencia de grupos. Es un proceso productivo, dependiente de los recursos tanto como de la capacidad de los científicos. Esta afirmación no niega la existencia de científicos de tradición solitaria, que están presentes en algunas ciencias concretas que tienen mucho papel en la mitología de la ciencia. Se trata de una alternativa legítima pero que tiene poco espacio futuro.

Consecuentemente, saber hacer ciencia no es solo saber método científico, también requiere saber gestionar los equipos y el trabajo científico.

Defiende también la necesidad de nuevas estrategias de investigación, de considerar los acuerdos metodológicos como un resultado, no como un a priori. Pero, más de allá de sus deseos, sin caer en miradas utópicas, ¿se puede llegar a acuerdos epistemológicos entre disciplinas muy distanciadas (pongamos por caso, entre la física atómica y la psicología social)? Admitiendo que fuera posible, ¿qué mejoría conseguiríamos con ello? 

Este es un tema controvertido. La propuesta que recoge el libro es pasar de los grandes consensos a priori a los consensos a posteriori. Algún autor ha llamado el error de Descartes a la obsesión por entender y definir de manera rigurosa el método antes de empezar a conocer. Desde luego, parece una alternativa razonable pero, en la ciencia contemporánea, todavía no hemos consensuado una definición universalmente aceptada sobre lo que es el método científico y no parece que sea un problema para que la ciencia y la tecnología avancen. A veces, intentar construir un consenso a priori nos lleva a la parálisis.

Consecuentemente, la propuesta del libro plantea que ante problemas y objetos de investigación interdisciplinares y complejos, hay que ponerse a trabajar y los consensos metodológicos saldrán como consecuencia del trabajo.

En la misma línea que la pregunta anterior: defiende la necesidad o conveniencia de incrementar la participación de actores sociales en las decisiones de los sistemas de investigación. ¿Qué actores sociales? ¿Qué preparación necesitarían? ¿Cómo podría organizarse una preparación así? 

Bueno, sobre esta tradición hay mucho hecho y escrito, y contamos con iniciativas muy interesantes. En España tenemos investigadores como José Antonio López Cerezo y Marta González, que son referencia en esta materia. La participación en ciencia y tecnología es una parte importante de las dinámicas de democracia participativa. Los ciudadanos ven que su vida mejora o empeora según se aplique una tecnología u otra, según se investiguen unos campos u otros, y consecuentemente, deben poder opinar sobre este tema.

Además, estas investigaciones se hacen fundamentalmente con dinero público, de manera que parece lógico que los ciudadanos puedan opinar sobre qué investigar, cómo gestionar los resultados de investigación y cómo se debe difundir el conocimiento y la tecnología. Todos los actores deberían poder implicarse en esta participación, incluida la ciudadanía no organizada.

En relación a cómo hacerlo, hoy por hoy contamos con muchas metodologías: conferencias de consenso, talleres de escenarios, jurados ciudadanos, l evaluación constructiva de tecnologías, etc. En Suiza incluso se han hecho referéndums para tomar decisiones de aceptación de determinadas tecnologías.

En cuanto a la preparación necesaria para participar, considero que hay que superar los modelos de déficit cognitivo. Todo el mundo puede participar, al margen de su nivel de conocimiento. Por poner un ejemplo, los padres de un hijo con una enfermedad rara, deben presionar y luchar para que este tipo de enfermedades tengan su presencia en las prioridades de investigación. Tengan o no tengan un doctorado, estos padres tienen el mismo derecho que cualquier ciudadano a reivindicar que se genere conocimiento para ayudar a su hijo o hija. Esto es participar.

En la historia reciente de la epistemología, ¿cuáles serían los hitos más importantes de este enfoque que usted defiende?

En el libro se establecen varios hitos, todos ellos bastante convencionales: el año 1922 con las primeras reuniones del Círculo de Viena, el año 1970 con el primer congreso sobre interdisciplinariedad liderado por Piaget en Viena, el año 1982 con el boom de las TICs y la impronta de la obras de Edgar Morin y el año 1994 con el libro de Michael Gibbons sobre la nueva producción del conocimiento, que supuso un replanteamiento del debate.

La filosofía de la ciencia más, digamos, ortodoxa (me refiero a los grandes nombres: Círculo de Viena, Popper, Kuhn, estructuralismo Sneed, Hanson Russell,…), ¿ha sido sensible a este enfoque? ¿Han escrito sobre ello? ¿Han formulado críticas en algún momento?

Muy poco. La epistemología tiene un nivel de debate muy elevado y las propuestas de interdisciplinariedad se han quedado algo al margen de este debate. Es cierto que los epistemólogos de la complejidad y de las tradiciones más holísticas han escrito sobre el tema, pero no ha sido un tópico central en la tradición dominante de la Filosofía de la Ciencia. Es cierto que Piaget, con su epistemología genética, ha inspirado alguno de los mejores desarrollos de la interdisciplinariedad pero, a partir de este momento, la investigación sobre el término ha sido más frecuente en el pensamiento educativo y entre los expertos en gestión del sistema científico.

Por lo demás, perdone la ingenuidad, en el ámbito de las ciencias sociales, ¿no se practica usualmente este trabajo cooperativo? ¿No trabajan conjuntamente en muchas ocasione sociólogos, economistas, politólogos, etc?

Ójala fuera así. La realidad es exactamente la contraria. Los estudios de redes de cooperación demuestran que cooperan más las ciencias naturales que las sociales. La razón de este curioso fenómeno es que en las ciencias sociales las fronteras no son claras, los conflictos sobre los límites de las disciplinas son más frecuentes, un mismo objeto de investigación es objeto de interés de muchas ciencias. En esos contextos, la cooperación se hace más difícil. Todos pretenden tener derechos legítimos sobre determinados temas.

En la misma línea que el punto anterior: muchos programas de investigación ecológica, ¿no podrían enmarcarse en esta propuesta epistemológica?

El paradigma ecológico es la mejor tradición de la interdisciplinariedad. No en vano, pensar la realidad como sistemas es una de las estrategias de análisis que mejor integra diferentes conocimientos.

Tanto la primera ecología, como los desarrollos de la teoría general de los sistemas son especialmente relevantes en esta materia. Esta tradición sigue en la actualidad, hay desarrollos muy interesantes que vinculan ecología y economía, dimensiones sociales y ambientales, etc.

Finaliza su ensayo con estas palabras: «Aunque la comunidad de científicos y pensadores lleva escribiendo sobre estos temas desde hace más de cuarenta años, el programa de trabajo sigue abierto y esto supone una invitación para cualquier investigador o investigadora que desee sumergirse en esta labor de estudio y de promoción». ¿Finalizamos también la entrevista con esta reflexión? ¿Quiere añadir algo más?

Bueno, a mi personalmente me gustaría terminar con una frase de Simmel, un poco extraña, que dice que «La ciencia que la humanidad tiene en un momento dado depende de lo que es la humanidad en ese momento.» Creo que es un buen cierre porque nos hace pensar qué relación tiene la dificultad de cooperar en la ciencia con el tipo de articulación social que hemos generado.

De acuerdo, y da pie a la necesidad de transformaciones sociales si las relaciones de cooperación ciencia-sociedad no persiguen fines muy favorables al desarrollo de una humanidad que viva armoniosamente con ella y con la naturaleza.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224791&titular=%93en-la-ciencia-adem%E1s-de-competir-hay-que-cooperar-porque-si-no-perdemos-todos%94-

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México: Disminuyó masa forestal urbana: Red Acción Ambiente

México/Marzo de 2017/Fuente: El Sol de Toluca

Aun cuando no hay un censo de especies urbanas en Toluca y en los municipios aledaños en 30 años se ha visto disminuida la masa de estos, señaló el presidente de Red Acción Ambiente A.C., Pedro Javier Pliego Castil.

En entrevista, el especialista mencionó que el crecimiento de la mancha urbana es uno de los principales factores de esa disminución por la necesidad de la instalación de servicios.

Mencionó que algunos de los sitios en donde se aprecia el poco arbolado es el centro histórico, Paseo Tollocan y otros cerros en donde se ha extendido las viviendas, oficinas y escuelas que requieren de instalaciones telefónicas, de energía eléctrica y gas natural.

Indicó que el corte injustificado de árboles  por la instalación de infraestructura de telecomunicaciones de empresas privadas y de obro pública han dado al  traste con esa vegetación.

Ante esa problemática el especialista denunció no existe una cultura del cuidado y preservación de las plantas en las ciudades, además se carece de un censo que permita conocer las especies para renovarlas o sembrarlas.

Pliego Castil lamentó que en tres décadas la pérdida del arbolado urbano en la capital mexiquense es evidente, sobre todo de las plantas antiguas en el primer cuadro del  municipio.

De igual manera se observa en Paseo Tollocan, la carretera México-Toluca, el centro histórico de la ciudad y el cerro de la Teresona, ello a raíz de mediados 80´s  que empezó la migración de personas de la ciudad de México a esta localidad.

En consecuencia, se dio un brote de desarrollos habitacionales con ello prácticamente desaparecieron una importante cantidad de árboles.

Lo lamentable, apuntó es que  no son repuestos y propicia un déficit, en perjuicio del medio ambiente, de la calidad del aire y de la salud humana.

Propuso por la creación de zonas verdes, de parques y otras áreas vivas que sean un pulmón en las ciudades para recreación de las familias y de los menores.

Fuente: https://www.elsoldetoluca.com.mx/edomex/disminuyo-masa-forestal-urbana-red-accion-ambiente

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Greenpeace reclama una «acción drástica» para acabar con la contaminación del plástico en el mar

Reino Unido/Marzo de 2017/Fuente: El Mundo

Greenpeace ha pedido a las seis grandes compañías de refrescos (Coca-Cola, PepsiCo, Suntory, Danone, Nestlé y Dr. Pepper Snapple) que asuman su «responsabilidad extendida» como productores y hagan más para atajar el grave problema de la contaminación de plástico en el mar.

Según un sondeo de la asociación ecologista entre los fabricantes, todos los años se producen más de dos millones de toneladas de botellas de plástico, el equivalente al peso de 10.000 ballenas azules. Las grandes compañías utilizan tan solo un 6,6% de plástico reciclado en su fabricación y no ponen el énfasis en la recuperación de los envases.

«Los fabricantes necesitan tomar una acción drástica», advierte Louise Edge, directora de campañas de océanos de Greenpeace. «Está claro que si queremos proteger nuestros mares, necesitamos poner fin a la cultura de usar y tirar, acabando con el plástico de un solo uso y asegurándonos que el que queda en circulación es 100% reciclado».

Según Greenpeace, la cantidad de plástico usado por los fabricantes de refrescos sube hasta 3,6 millones de toneladas al año, si tenemos en cuenta el empaquetado (y a falta de los datos de Coca-Cola). Ninguna de las compañías sondeadas tienen un «objetivo global» de reducción de residuos ni un compromiso para avanzar hacia la meta de 100% de plástico reciclado.

Cuatro de los seis fabricantes no tienen siquiera una consideración del impacto ambiental de las botellas en el proceso de diseño o de desarrollo. Según Greeepeace, en los últimos diez años se ha producido incluso «una reducción consistente del uso de botellas reutilizables» y se ha acelerado la producción de envases de un solo uso.

Iniciativas de las compañías

En declaraciones al diario i, un portavoz de Coca-Cola en el Reino Unido ha reconocido que «hace falta claramente más acción» para atajar el problema de la contaminación causada por las botellas de plástico. La compañía asegura haber puesto en marcha una revisión de su «estrategia de sostenibilidad» y ha anunciado que los planes serán hechos públicos en junio.

La Asociación Británica de Refrescos ha admitido también por su parte la necesitad de «hacer más por incrementar el reciclaje y reducir los residuos» y se ha comprometido a trabajar con la ONGs y con las instituciones para promover entre los consumidores «una mayor responsabilidad en el uso de botellas desechables«.

Grupos como Wrap reclaman por su parte a las autoridades un mayor rigor a la hora de reclamar la «responsabilidad extendida del productor» (REP) , un principio para promover las mejoras ambientales que ha sido asumido por la Unión Europea dentro del marco de la economía circular.

También piden la introducción de medidas que exigen una corresponsabilidad al consumidor, como el cobro de 5 peniques por las bolsas de plástico (que ha supuesto una reducción de hasta un 85% de las bolsas usadas en los supermercados del Reino Unido)

Fuente: http://www.elmundo.es/ciencia/2017/03/15/58c9636b468aebc0698b45f5.html

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