Aprender a movilizar conocimientos, destrezas, actitudes y valores

Por: Carlo Magro 
Comparto una versión un poco más larga de la entrevista que me hicieron hace unos días desde Santillana Global sobre las competencias y habilidades que es necesario trabajar y desarrollar en las aulas para enfrentar los retos y desafíos de la sociedad actual.
Es cierto que gran parte de estas habilidades y competencias están ya en nuestra legislación educativa(Orden ECD/65/2015, de 21 de enero) bajo el concepto de competencias clave y que, por tanto, ya se están trabajando. Pero también es cierto, que no todas se trabajan por igual (qué evalúamos condiciona mucho qué y cómo trabajamos) y que en muchas ocasiones nos sigue resultando difícil entender el concepto de competencia.
Pero la misma legislación hace explícito de manera muy clara qué entiende por conocimiento competencial cuando dice que “integra un conocimiento de base conceptual: conceptos, principios, teorías, datos y hechos (conocimiento declarativo-saber decir); un conocimiento relativo a las destrezas, referidas tanto a la acción física observable como a la acción mental (conocimiento procedimental-saber hacer); y un tercer componente que tiene una gran influencia social y cultural, y que implica un conjunto de actitudes y valores (saber ser)” (Orden ECD/65/2015, de 21 de enero). Y fija claramente los objetivos de este aprendizaje competencial cuando afirma que “este aprendizaje implica una formación integral de las personas que, al finalizar la etapa académica, serán capaces de transferir aquellos conocimientos adquiridos a las nuevas instancias que aparezcan en la opción de vida que elijan. Así, podrán reorganizar su pensamiento y adquirir nuevos conocimientos, mejorar sus actuaciones y descubrir nuevas formas de acción y nuevas habilidades que les permitan ejecutar eficientemente las tareas, favoreciendo un aprendizaje a lo largo de toda la vida.”.

Ser competente, dice la Orden, “supone movilizar los conocimientos, destrezas, actitudes y valores para dar respuesta a las situaciones planteadas, dotar de funcionalidad a los aprendizajes y aplicar lo que se aprende desde un planteamiento integrador.” Por lo que la misma Orden hace recomendaciones claras sobre metodologías, estrategias e instrumentos de evaluación adeacuados para trabajar el conocimiento competencial:  “El profesorado debe utilizar procedimientos de evaluación variados para facilitar la evaluación del alumnado como parte integral del proceso de enseñanza y aprendizaje, y como una herramienta esencial para mejorar la calidad de la educación. Asimismo, es necesario incorporar estrategias que permitan la participación del alumnado en la evaluación de sus logros, como la autoevaluación, la evaluación entre iguales o la coevaluación. Estos modelos de evaluación favorecen el aprendizaje desde la reflexión y valoración del alumnado sobre sus propias dificultades y fortalezas, sobre la participación de los compañeros en las actividades de tipo colaborativo y desde la colaboración con el profesorado en la regulación del proceso de enseñanza-aprendizaje. En todo caso, los distintos procedimientos de evaluación utilizables, como la observación sistemática del trabajo de los alumnos, las pruebas orales y escritas, el portfolio, los protocolos de registro, o los trabajos de clase, permitirán la integración de todas las competencias en un marco de evaluación coherente.”

El documento sobre el que trata la entrevista “21 habilidades Ventiuno*”, está escrito con el único objetivo de ayudar en la difícil y compleja transición desde una cultura de la enseñanza muy centrada en la transmisión y en solo tipo de conocimientos (los más conceptuales), a otra orientada al desarrollo integral de las personas y, por tanto, orientada al desarrollo de la capacidad de transferir y utilizar el conocimiento adquirido en situaciones diversas y reales. El texto trata de aunar los desafíos de la sociedad actual, los retos que enfrente la educación en este contexto de cambio acelerado, las demandas de nuestra propia legislación (y la de gran parte de los sistemas educativos del mundo), lo que sabemos sobre el complejo proceso de enseñanza/aprendizaje según las ciencias del aprendizaje y los distintos marcos de competencias y habilidades existentes en la actualidad.

*Si quieres disponer del informe 21 habilidades Veintiuno ¿Qué te gustaría aprender en el colegio? o más información sobre el programa SET VEINTIUNO, ponte en contacto con:  setveintiuno@santillana.com

¿A qué retos están haciendo frente los alumnos de hoy y cómo está respondiendo el sistema educativo actual?

Decía Guy Claxton a mediados de los años 90, que la primera función de la educación en un mundo inciertodebería ser dotar a la juventud de las habilidades y la confianza en sí misma necesarias para afrontar bien la incertidumbre, o en otras palabras, dotar a nuestros alumnos de la capacidad de aprender a lo largo de la vida. Es lo que otros han denominado la habilidad adaptativa, es decir, la capacidad de aplicar con flexibilidad y creatividad los conocimientos y las habilidades adquiridas en una variedad de contextos y de situaciones.

Hoy vivimos en un mundo abundante, veloz, incierto, frágil, caracterizado por la globalización, la digitalización, la diversidad, donde todo cambia y nada permanece. Ni siquiera el ritmo de cambio es estable y cada día se acelera más. Vivimos en un mundo incierto como decía Claxton. Una época en la que lo único que podemos predecir es que en el futuro se necesitará aprender aún más. Y, en este contexto, se hace más necesario que nunca el desarrollar la capacidad de aprender que decía Claxton.

Desarrollar la capacidad de aprender a aprender es conseguir ser mejores a la hora de saber cuándo, cómo y qué podemos hacer cuando no sabemos qué hacer.

Si algo nos han enseñado las ciencias del aprendizaje en las últimas décadas es que desarrollar la facultad de aprender tiene mucho que ver no solo con la adquisición de unos contenidos concretos, sino también con actitudes, creencias, tolerancia emocional y valores. Tiene que ver, como decíamos, con fomentar la confianza, con creer que se pueden resolver los retos, con saber gestionar con calma la incertidumbre que rodea cualquier problema relevante de la vida, con no desanimarse cuando las cosas no salen como pensábamos, con mantener el esfuerzo. Lo que coloca en primer plano todo un nuevo repertorio de habilidades que van desde la resolución de problemas, a la comunicación y a la gestión de la información, pasando por la gestión de riesgos, la capacidad de anticipación y la toma de decisiones.

Pensar de manera crítica es más importante que nunca. Saber utilizar el conocimiento que tenemos también. Aprender se ha vuelto una actividad imprescindible.

Richard Elzey. Hitting the tracks. https://flic.kr/p/rcMnfC

Richard Elzey. Hitting the tracks. https://flic.kr/p/rcMnfC

¿Cuáles son los desafíos del mañana? 

En realidad los desafíos del mañana son, en realidad, desafíos del presente. En primer lugar porque no debemos olvidar, como decía John Dewey, que la educación es un proceso vital y no solo una preparación para la vida futura, y que, por tanto, la escuela debe ocuparse de la vida de hoy y preparar para la vida de hoy de los alumnos. Gran parte de los problemas que tiene la escuela hoy derivan de la distancia que existe entre los aprendizajes escolares (tanto los contenidos como las formas) y la vida actual de los niños y jóvenes.

Por otro lado, los cambios que ya estamos viviendo afectan prácticamente a todos los parámetros del proceso de enseñanza/aprendizaje: dónde, cuándo, con quién y de quién, cómo, qué e incluso para qué se aprende. Nunca, como hasta ahora, había habido tanto interés social por la educación, ni tanta demanda de formación. Sin embargo, las necesidades sociales de aprendizaje han evolucionado mucho más que las formas que tenemos de organizarlo (principalmente los sistemas formales de educación).

Y se está produciendo una brecha creciente entre esas necesidades sociales de educación y los resultados que los sistemas educativos son capaces de generar.

Al menos desde mediados de los años 90, cuando UNESCO publica el informe Delors (ya antes en 1972 se había publicado en la misma línea el informe Fauré), hay un consenso establecido en torno a la idea de que la escuela debe apoyar el desarrollo global e integral de las personas. Y eso supone trabajar por desarrollar las competencias y las habilidades necesarias para desenvolverse en diversos escenarios vitales (personal, social, académico y el profesional).

Entre otras muchas cosas, la escuela tiene entonces el enorme reto de formar alumnos activos, participativos, con autoconfianza, autónomos, curiosos, adaptados al cambio, independientes, reflexivos y más capaces de planificar y evaluar su propio aprendizaje. Personas capaces de construir su plan de vida contribuyendo a su plan personal pero también participando de forma activa y solidaria con otros. Ciudadanos que sean capaces de cumplir sus deberes y ejercer sus derechos.

Todo esto supone cambios profundos no solo en qué se enseña sino también en el cómo se enseña.

¿Cómo pueden saber los docentes y las escuelas que están escogiendo el mejor camino en sus métodos de enseñanza?

Nunca es fácil saber si se ha elegido el buen camino pero si ese camino se orienta hacia lo que estamos hablando y si además, ese camino se inicia no solo sino acompañado de compañeros del centro o de otros docentes,respondiendo a un proyecto educativo reflexionado y participado, es más probable que estemos en el buen camino y, sobre todo, será mucho más fácil de sobrellevar la incertidumbre que estamos describiendo que si lo hacemos de manera individual.

De los diferentes marcos pedagógicos sobre las habilidades del siglo XXI, ¿Cuál consideras que es el más ajustado a los nuevos desafíos?

En los últimos 25 años prácticamente todos los sistemas educativos del mundo han transitado desde una enseñanza centrada casi exclusivamente en la adquisición de contenidos conceptuales a otra preocupada también por el desarrollo de conocimientos procedimentales y actitudinales. En ese contexto, efectivamente, desde múltiples organizaciones e instituciones, públicas y privadas, con y sin ánimo de lucro, locales y supranacionales, se han presentado propuestas y marcos que han tratado de recoger los conocimientos procedimentales y actitudinales necesarios para este siglo XXI.

Hay diferencias entre unos y otros pero todas las propuestas incluyen en sus listas recursos cognitivos (pensar, comprender, decidir, dialogar, comunicarse oralmente y por escrito, buscar y valorar la información, utilizar las nuevas tecnologías); emocionales (asumir responsabilidades, superarse, formular proyectos personales); de relación interpersonal (cooperar, trabajar en equipo, gestionar conflictos, empatizar); y de actuación en entornos sociales (compartir, ciudadanía, interactuar y comunicarse con miembros de otras culturas).

En esa misma idea se encuentra la propuesta de SET XXI.

El objetivo principal es identificar un conjunto de habilidades que nos permita dar respuesta e intervenir de la forma más apropiada posible con respecto a problemas y cuestiones que nos plantea y planteará la vida en todos sus ámbitos de actuación y en todos sus escenarios.

Las hemos agrupado en cuatro escenarios vitales que recuperan, en cierta manera, los cuatro aprendizajes básicos del Informe Delors que mencionábamos antes, pero acentuando el carácter contextual y situacional de estos aprendizajes: escenario personal, que recoge las habilidades relacionadas con la autoestima y el ajuste personal, el escenario comunitario, con las habilidades que favorecen la convivencia y las relaciones sociales; el escenario académico, que recoge las habilidades relacionadas con la gestión del conocimiento y el aprendizaje y escenario profesional, que incluye aquellas que facilitan el acceso al mundo del trabajo.

Son escenarios que se encuentran en constante interacción e interrelación entre ellos y por los que transitamos, movilizando saberes y habilidades, sin línea de continuidad. Trabajadas de manera interrelacionada y conjunta con el resto de conocimientos curriculares, las habilidades de estos escenarios deben contribuir al desarrollo integral de la persona en todos los ámbitos de la vida (personal, social, cívica y laboral), fin último de la educación, como decíamos.

La realidad de las aulas hace que los profesores se enfrenten a diario a más de 20 alumnos por clase, con personalidades diferentes y vivencias y ritmos de aprendizaje también distintos. ¿Cómo podemos conjugar eficientemente la preocupación de las familias en los conocimientos que adquieren sus hijos y la responsabilidad de los docentes frente a los resultados cada vez más exigentes?

Efectivamente una de las paradojas actuales es que vivimos, como decíamos, en uno de los mejores momentos para la educación. En lo que en los años 60 se denominó una sociedad del aprendizaje pero una sociedad, que paradójicamente, nos está pidiendo un cambio profundo en las maneras de enseñar y de aprender y que nos desafía a repensar la educación.

Sabemos que la enseñanza por sí sola no produce aprendizaje. Y que enseñar no es tanto proporcionar información como ayudarnos a desarrollar los criterios y adquirir los procesos y las formas de pensar que nos permitan digerirla y transformarla en verdadero conocimiento.

Nuestro objetivo debe ser promover aprendizajes profundos y significativos lo que implica establecer relaciones entre lo que ya se sabía y lo nuevo. Establecer estos vínculos es una actividad mental costosa y no se realizará si no existe una actitud favorable hacia el objeto de aprendizaje. Son aprendizajes difíciles de aprender y complejos de enseñar. El aprendizaje siempre supone un cambio.

Aprender es cambiar lo que ya somos. Aprender es ser capaces de apropiarnos de nuevos conocimientos que nos permitan interpretar el mundo de otra manera, relacionando lo nuevo con lo que ya sabíamos.

Por otro lado, es importante recordar que cualquier nuevo aprendizaje debe hacerse teniendo en cuenta los conocimientos previos. Toda actuación competente requiere movilizar simultáneamente conocimientos conceptuales, procedimentales y actitudinales. Las habilidades aportan sentido a los aprendizajes y nos permiten constatar lo que los alumnos saben o pueden hacer más allá de su capacidad para exponer de manera pasiva los saberes.

Uno de los principales retos que tiene la escuela es, por tanto, el de crear entornos de aprendizaje que apoyen el desarrollo de estas competencias y habilidades teniendo en cuenta todos los principios que acabamos de describir (conocimientos previos, relación de conocimientos, motivación y actitud, autoestima, práctica contextualizada y reflexión metacognitiva) y que permitan al mismo tiempo a los alumnos transferir lo aprendido a nuevas situaciones y nuevos problemas.

Conjugar eficientemente el aprendizaje en la sociedad del aprendizaje nos está demandando cambios importantes en la organización escolar, los elementos del currículo, y las prácticas docentes, entre otras cosas. Centrándonos en los aspectos más metodológicos, debemos apostar por poner realmente en el centro a los alumnos; por procesos didácticos que partan de situaciones reales o lo más reales posibles; por la interdisciplinariedad como manera de organizar los contenidos; y por la incorporación de metodologías diversas.

¿Cómo se pueden detectar las habilidades de cada uno de nuestros alumnos? ¿Existe algún tipo de escenario que las diagnostique?

No se trata tanto de detectar las habilidades de nuestros alumnos como de ser capaces de trabajar todas ellas en todos nuestros alumnos.

Uno de los problemas de la concepción más tradicional de la educación escolar es que está centrada fundamentalmente en formas de enseñar excesivamente transmisivas que fomentan, en muchos casos, un aprendizaje memorístico y superficial de conocimientos que dificulta su transferencia a la vida real, y que son efectivas solo para unos pocos, por lo que dejan fuera y excluyen del sistema a muchos alumnos.

El paradigma de las habilidades exige, por tanto y como decíamos hace un momento, una diversidad de estrategias y metodologías que nos garanticen que estamos trabajando no solo los componentes conceptuales (conocimientos declarativos), sino también los componentes procedimentales y actitudinales de toda acción. Y en este proceso de diversificación metodológica y flexibilidad pedagógicacobran especial relevancia el centro con su proyecto educativo y la figura del docente.

*Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2018/02/15/aprender-a-movilizar-conocimientos-destrezas-actitudes-y-valores/
Comparte este contenido:

Aprobar o aprender

Carlos Magro

Con tantas guías, pruebas parciales, globales y de coeficiente dos, era imposible que no aprendiéramos algo, pero casi todo lo olvidábamos rápido y me temo que para siempre. Lo que aprendimos a la perfección, sin embargo, lo que nunca olvidaríamos, fue a copiar en las pruebas. No sería difícil improvisar un elogio del torpedo, con su letra ínfima pero legible, que reproducía toda la materia en un minúsculo boleto de micro. Pero de poco servía esa obra admirable si no contábamos con la destreza y la audacia necesarias en los momentos clave: con el talento para captar el instante en el que el profesor bajaba la guardia y comenzaban los diez, los veinte segundos de oro“, escribe Alejandro Zambra en su estupendo libro Facsímil (Sexto Piso, 2015).

Puestos ante la disyuntiva de elegir entre aprobar o aprender (Elena Cano), la práctica totalidad de nuestros alumnos, nosotros mismos, optarían (optaríamos) por aprobar y después, si se puede, aprender.

En aprobar, además, siempre nos hemos esforzado más que en aprender. Tal y como sugiere Zambra, podríamos escribir fácilmente una historia de la educación que recogiera los múltiples e innovadores métodos que hemos desarrollado para aprobar. Y en paralelo, claro, deberíamos escribir otra con los métodos utilizados para evaluar, aunque mucho me temo que ésta segunda sería sensiblemente más corta, estaría muy centrada en la calificación y resultaría, desde luego, mucho menos innovadora que la primera.

Cada uno de nosotros podría escribir un capítulo de esa enciclopedia del escamoteo en la que no faltarían el bolígrafo BIC cubierto de una preciosa escritura milimétrica; la lección completa escrita en apenas dos centímetros cuadrados de papel delicadamente enrollado; las tintas invisibles; ni nuestro brazo cuidadosamente tatuado. Tampoco podría faltar un capítulo dedicado a los dispositivos tecnológicos con los que muchos hemos fantaseado y en los que, sin duda, el reloj-chuleta ocuparía un lugar destacado.

¡Quién no ha soñado alguna vez con un reloj capaz de almacenar toda la información necesaria para aprobar!. ¡Quién no ha imaginado alguna vez un dispositivo discreto que nos permitiera saber todas las respuestas conectándonos con un confidente en el exterior y que, ante la llegada del profesor, se quedase mudo y mostrara tan solo unos inocentes dígitos!. ¡Quién no ha soñado con un reloj inteligente, no sólo resistente al agua sino también al olvido, que nunca se quedase en blanco!

Pues resulta que ese reloj ya existe (y aquí) y sus 4GB de memoria le permiten almacenar mucha más información de la que necesitaríamos para superar todos los exámenes de nuestra vida.

Hace unos meses asistimos a una explosión de relojes que se publicitaban abiertamente como relojes-chuleta con fuertes medidas de “seguridad” para evitar precisamente ser “pillados” (botones bloqueantes, pantallas invisibles, gafas polarizadas,…). Enseguida surgieron páginas exclusivas para su venta y su éxito fue tal que no tardaron en aparecer copias de “los relojes para copiar”.

El asunto no es menor y generó un interesante debate entre quienes reclamaban más regulación en las aulas para prohibir estos dispositivos y castigar a los tramposos y quienes sostenían que quizá el problema no estaba en los relojes, ni en la tecnología, ni siquiera en los alumnos que los utilizaban, sino en un sistema educativo rígido, desconectado de la realidad, basado en la transmisión de datos y contenidos y en una evaluación acreditativa, sumativa y retributiva, confundida muchas veces con la simple calificación, y muy alejada de la necesaria evaluación formativa y continua.

Un sistema que no responde ni a las necesidades de la sociedad ni a las de los estudiantes de hoy. Un sistema que no parece tener claro que evaluar no es lo mismo que examinar o calificar, y que aprender no es lo mismo que aprobar exámenes.

Un sistema que afirma una cosa pero hace otra y en el que sigue siendo válido lo que afirmaba hace unos años Miguel Ángel Santos Guerra en un recomendable texto titulado 20 paradojas de la evaluación: Aunque la finalidad de la enseñanza es que los alumnos aprendan, la dinámica de las instituciones hace que la evaluación se convierta en una estrategia para que los alumnos aprueben.

No son pocos, sin embargo, los profesionales de la educación que sostienen desde hace años que la clave para el cambio educativo se encuentra en modificar nuestra manera de evaluar. Que no es posible una transformación educativa sin cambiar los sistemas de avaluación y que tampoco tiene sentido abordar la evaluación separadamente del resto de procesos de enseñanza/aprendizaje.

Sabemos que la evaluación no sólo mide los resultados, sino que condiciona profundamente lo qué se enseña y cómo se enseña y, por tanto, determina qué aprendemos y cómo aprendemos (Neus Sanmartí. 10 ideas claves. Evaluar para aprender) y puede limitar o promover los aprendizajes efectivos (Gordon Stobart. Tiempos de pruebas).

Ante los relojes-chuleta podemos reaccionar prohibiendo su uso en las aulas, igual que hemos prohibido otros dispositivos y hemos puesto barreras y filtros a otros servicios de la web. Pero cada día que pase la tecnología será más barata, más potente y ocupará menos. Es solo cuestión de tiempo que un nuevo dispositivo nos desafíe (wearables, implantes,..) y vuelva a poner en jaque nuestro actual sistema.

El tema de los relojes-chuleta no es un problema coyuntural con un dispositivo, ni su solución pasa por desarrollar tecnologías de prevención, filtro y vigilancia. Lo que necesitamos es actuar simultáneamente sobre el modelo pedagógico, el tecnológico y el organizacional (Michael Fullan). Necesitamos un cambio de modelo.

La relación entre tecnología y educación nunca ha sido sencilla. Su historia muestra la tensión que siempre ha existido entre tecnoutópicos y neoluditas tecnológicos pero también entre quienes han usado las tecnologías para renovar las prácticas de enseñanza/aprendizaje y quienes las han utilizado para perpetuar viejas prácticas.

A la vista de los resultados obtenidos hasta ahora podríamos decir que son los segundos los que han dominado. Es verdad que la tecnología ha encontrado un lugar en muchas aulas, pero su impacto es menor de lo esperado. En la mayoría de las ocasiones las tecnologías han fortalecido, sin cambiar, los enfoques tradicionales de enseñanza (Larry Cuban. On School Reform & Classroom Practice).

El reto que tenemos no es, por tanto, prohibir o combatir unas tecnologías sino desarrollar un modelo pedagógico que cambie las prácticas tradicionales y genere nuevas dinámicas de aprendizaje.

El debate en torno a los relojes ni es nuevo, ni es un debate tecnológico. Es un debate pedagógico. Y es también un debate de política educativa y de responsabilidad ante el futuro de nuestros hijos.

El asunto de los relojes nos obliga a preguntarnos si realmente hacemos las cosas que hacemos porque estamos convencidos de que son mejores para nuestros alumnos o porque son más fáciles para nosotros (Will Richardson. We’re Trying To Do “The Wrong Thing Right” in Schools). A preguntarnos si estamos seguros de que aprenden más cuando les ofrecemos a todos lo mismo, con un curriculum normalizado y dividido en materias; cuando les agrupamos por edad; cuando ignoramos o prohibimos en clase la tecnología con la que viven a diario; cuando solo nosotros decidimos lo qué deben aprender y cómo lo deben aprender; cuando ignoramos su voz y no les dejamos espacio para decidir sobre su aprendizaje; cuando les evaluamos a todos de la misma manera.

¿Qué ocurriría si en lugar de exigirles que repitan lo que han memorizado, les pidiéramos que resolvieran problemas, realizaran proyectos significativos y nos demostraran su autonomía y su sentido crítico?. ¿Qué ocurriría si en lugar medir la adquisición de conocimientos que quedarán obsoletos rápidamente les evaluáramos por su capacidad de aprender a aprender y trabajáramos para favorecer grandes capacidades que puedan recrearse, adaptarse y actualizarse a lo largo de la vida? (Elena Cano. Aprobar o aprender. Estrategias de evaluación en la sociedad en red. 2012). ¿Qué ocurriría si les permitiésemos poner en práctica estrategias de autoevaluación y de evaluación entre iguales?

El aprendizaje no es solo una cuestión transmitir información. No se trata de verter información en la cabeza de nuestros alumnos. Aprender es un proceso activo. Construimos nuestro entendimiento del mundo mediante la exploración activa, la experimentación, la discusión y la reflexión (Mitchel Resnick. Rethinking Learning in the Digital Age). Un buen sistema de evaluación es además aquel “del que el estudiante no puede escapar sin haber aprendido” (Elena Cano. Aprobar o aprender. Estrategias de evaluación en la sociedad en red. 2012).

¿Qué ocurriría si pensáramos en las tecnologías digitales no como instrumentos peligrosos a combatir o como simples herramientas para hacer lo mismo de siempre de manera más eficiente sino como poderosos dispositivos de comunicación y producción con los que darle una segunda oportunidad a la educación progresiva (Seymour Papert. Colombia aprende), a las pedagogías activas, centradas en hacer, experimentar y crear y a los aprendizajes cooperativos, sociales y colaborativos.?

Quizá entonces, como ha señalado Steve Wheeler, los relojes-chuleta dejarían de ser un problema para ser parte de la solución (Steve WheelerThe ‘cheating watch scandal’ – time for a change in our exams system).

Vivimos un momento extremadamente importante para la educación. Un momento de profunda crítica y enorme ilusión como ya ocurrió a principios del siglo XX y en las décadas de los 60’s y 70’s. Transformar este impulso en un cambio real dependerá, como decía Paulo Freire, de nuestra capacidad para disminuir la distancia entre lo decimos y lo que hacemos.

El mundo nos reclama hoy imaginación, osadía y coherencia. Imaginación para soñar nuevos futuros, osadía para plantearlos y coherencia para llevarlos a la práctica.

El mundo nos reclama, más que nunca, el optimismo crítico y realista del que hablaba Freire y al que en cierta manera apelaba la escritora francesa Francoise Giroud cuando afirmó aquello de que “nunca creí que pudiéramos transformar el mundo, pero creo que todos los días se pueden transformar las cosas.” No olvidemos que no hay datos de futuro, que el “futuro no se puede predecir, sino que se tiene que construir, y nuestra actitud debe ser la de afrontarlo de una manera activa” (Maija BerndstonSoñando el futuro. Ideas funky en la gestión de bibliotecas públicas).

El mundo nos reclama acción. No olvidar que el planteamiento de preguntas es más importante que la búsqueda de las respuestas correctas. Transitar desde una pedagogía de las respuestas hacia una pedagogía de la preguntas (Paulo Freire. Hacia una pedagogía de la pregunta. Conversación con Antonio Faundez).

El futuro nos reclama no solo que formemos personas más y mejor informadas sino ciudadanos críticos y autónomos capaces de actuar en un mundo incierto y variable con la combinación justa de ética, coherencia, capacidad y conocimientos.

Al fin y al cabo, “las cosas no son así, están así” (Paulo Freire) y nosotros podemos cambiarlas.

Fuente del articulo: https://carlosmagro.wordpress.com/2016/12/22/aprobar-o-aprender/

Fuente de la imagen: https://carlosmagro.files.wordpress.com/2016/11/12698500024_1cf9d7a98a_o.jpg?w=610&h=42

Comparte este contenido:

A vueltas con la huelga de deberes

Por

Lo de la “huelga de deberes” no es una novedad. Ya se intentó llevar a cabo hace unos años… Con motivo de aquel movimiento por parte de una de las confederaciones de padres escribí un artículo que quiero compartir contigo ya que considero que sigue vigente con todo lo que estamos viviendo en la actualidad. Creo que deberíamos poner el foco en otros asuntos mucho más importantes y urgentes que lastran y mucho nuestro sistema educativo. Mientras estemos discutiendo y debatiendo sobre los deberes estaremos perdiendo un tiempo precioso. Creo que si de verdad queremos CAMBIAR y mejorar la educación es momento de pasar a la acción sin buscar culpables y aportando soluciones. Pero soluciones en conjunto: debe ser la comunidad educativa actuando en bloque la que promueva este cambio liderado por las familias y la escuela trabajando en equipo. Este es el artículo que publiqué y que hoy quiero compartir contigo:

Huelga de deberes, ¿estamos locos?

Leo con asombro y preocupación el comunicado emitido  por la CEAPA en el que se “denuncia” la sobrecarga de deberes escolares en casa y se afirma que están estudiando la posibilidad de seguir el ejemplo de Francia y promover una convocatoria de “huelga de deberes escolares en casa”. 

Personalmente no acabo de entender ni el fondo ni mucho menos la forma de plantear este tema por parte de esta confederación de madres y padres. En mi opinión, no es el camino a seguir si lo que andamos buscando es un mayor entendimiento entre la familia y la escuela.

Me gustaría analizar y valorar con detenimiento el contenido del comunicado. Para empezar, el título del mismo ya es bastante significativo: “Ceapa denuncia la sobrecarga de  deberes escolares  en  casa”. Y digo que es significativo porque me parece peligrosísimo generalizar en este tema. ¿ Acaso todos los docentes sobrecargan de deberes a sus alumnos? Evidentemente, no. Además hay que destacar que no existe un criterio que mida cuándo se trata de una sobrecarga y cuándo no. Mal empezamos…

En el primer punto del comunicado se argumenta que los deberes representan, en gran medida, un fracaso del sistema educativo. Afirmando esto estamos perdiendo de vista que todos formamos parte de este sistema que está fracasando y en mayor o menor medida todos tenemos nuestro grado de responsabilidad en lo que está sucediendo. No veo ni un atisbo de autocrítica en todo el comunicado para el que todos los errores son ajenos a las familias. Además, critica duramente la enseñanza actual destacando que es poco motivadora y práctica, alejada de la cultura audiovisual, añadiendo también que sigue fundamentándose en el libro de texto y el aprendizaje memorístico. Me gustaría subrayar aquí lo que destacó J.A. Marina recientemente en una conferencia: “las nuevas tecnologías son una posibilidad enorme y también un peligro porque se generaliza la idea de que no hay que aprender y memorizar nada porque todo puede dárnoslo la tecnología. En realidad nos interesa gente que entre en internet  y sepa mucho” porque como él mismo suele afirmar “un burro conectado a internet no deja de ser un burro”. La influencia de las nuevas tecnologías está provocando en muchos casos que las nuevas generaciones que llegan a la universidad tengan muchas veces dificultades a la hora de leer textos mínimos. Preocupante.

Considero, además, que también es bastante atrevido generalizar en este aspecto ya que en la actualidad hay miles de docentes trabajando y llevando adelante infinidad de proyectos innovadores apoyados en la tecnología audiovisual.

Sigo leyendo asombrado el comunicado y me detengo donde se afirma haciendo uso de un doble lenguaje que el sistema educativo “echando balones fuera” encarga más deberes. ¿Cómo que el sistema? Hablemos claro, los que encargan más deberes son los profesores. Quizás los que están echando balones fuera son ellos con este comunicado intentando eludir sus responsabilidades atreviéndose argumentar que los deberes:
• Crean tensiones entre padres e hijos.
• Constituyen un problema para muchos progenitores.
• Deberían hacerse sin la ayuda de un adulto.

También se afirma sin ningún reparo que cuantas más familias sientan la necesidad de recurrir a las clases de profesores particulares para completar la educación de sus hijos, más estará fracasando el sistema educativo reglado en el objetivo de educar a toda la población escolar y garantizar la igualdad de oportunidades. No creo que el fracaso educativo de nuestro país se mida por la cantidad de alumnos que van a clases de repaso. Cabría recordar que los centros educativos invierten una gran cantidad de tiempo y recursos para atender y reforzar a aquellos alumnos con mayores dificultades para conseguir justamente eso, garantizar la igualdad de oportunidades. Afirmar lo contrario me parece impropio e indecente.

Ante problemas tan complejos es peligrosísimo ofrecer soluciones simples y en este caso se está haciendo. No podemos afirmar que los deberes generan desigualdades y conflicto y que la solución que aportemos sea “hacemos huelga de deberes y tan contentos”. ¿De verdad solucionamos así el problema?, ¿de verdad estamos pensando en los niños y alumnos con esta iniciativa? Cuando se afirma que los deberes constituyen un problema para muchos progenitores que salen tarde de trabajar hemos de tener en cuenta que el problema no son los deberes y quizás deberíamos apuntar hacia otro lugar: hemos de luchar por una conciliación familiar-­laboral real que se ajuste a las necesidades actuales pero esto no se soluciona con una “huelga de deberes”.

Sería conveniente recordar que en la actualidad y también por falta de tiempo hay muchos padres que sobrecargan a sus hijos con tareas y actividades extraescolares dejándoles casi sin tiempo para jugar. Recomiendo la lectura del interesante libro “Bajo presión” de Carl Honoré donde trata este tema de manera magistral.

Recientemente se ha publicado un estudio del Instituto de Educación del Reino Unido y las universidades de Oxford y Birkbeck llevado a cabo entre 3.000 niños británicos durante quince años que demuestra que el número de horas que se emplean en los deberes está directamente relacionado con el resultado académico. Cabe recordar que en el Reino Unido existen unas “pautas de deberes” recomendadas para cada tramo de edad. Esta interesante investigación ha realizado un seguimiento del papel de los progenitores en el trabajo diario de sus hijos y la relación que existe entre su preocupación por la educación y la de sus hijos.

En una entrevista reciente a Reijo Laukkanen, ex consejero de la Junta de Educación de Finlandia afirma algo en lo que estoy muy  de  acuerdo:“es  importante que haya deberes pero no demasiados. El trabajo en casa es importante porque se adquiere hábito y aprende a trabajar solo, aunque la mayoría del trabajo debería hacerse en el colegio”. Por supuesto que deberes sí ya que ayudan a valorar el esfuerzo, el sentido del deber, trabajar la paciencia, la constancia, etc. Lo importante es que erijamos un criterio que establezca la cantidad de deberes para casa y los que se deben hacer en el cole.

Me gustaría añadir que en las alternativas que se proponen en el comunicado no veo ninguna que implique y responsabilice directamente a las familias: todas tienen que ver con la administración y el profesorado. Todas ellas con una clara intención política. Como muy bien afirma la profesora Inger Enkvist “la nefasta alianza entre pedagogía y política impide trazar políticas educativas realistas que partan de datos que la experiencia nos aporta, para enquistarse en la defensa de posiciones ideológicas que siempre dañan la educación”. Tenemos que hablar de la educación y tratarla como merece dejando a un lado nuestras filias y nuestras fobias: una educación en mayúsculas. Por eso estoy convencido que  hoy  es  más  necesaria  que  nunca  una alianza entre la familia y la escuela. Es el camino a seguir.

Personalmente incluiría otras propuestas en el comunicado que aporten soluciones y nos ayuden a progresar. Tenemos que empezar todos a formar parte de la solución y no del problema. Estas son algunas de mis humildes propuestas:
• Establecer pautas y criterios recomendados para cada tramo de edad con una coordinación entre la escuela y las familias.
• Flexibilizar los horarios de entradas y salidas de los niños y niñas.
• Posibilidad de continuar unas horas por la tarde en el espacio escolar para practicar actividades complementarias: deportes, idiomas, música, etc.
• Plantear nuevos horarios para los padres que faciliten al máximo la conciliación laboral y familiar.

http://abcblogs.abc.es/escuela-padres-talento/2016/11/06/a-vueltas-con-la-huelga-de-deberes/

Imagen: www.laeducacioncuantica.org/educacioncuantica/pages/images/uploads/1280.jpg

Comparte este contenido: