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El desafío laboral de las máquinas inteligentes

Por Guillermo D’Andrea

La revolución digital está acelerando el cambio de perfil hacia los servicios; además, no habrá menos trabajo en el futuro, pero sí será distinto.

Haga una prueba: busque un libro, revista o diario entre el público de un medio de transporte o una sala de espera, o una cámara de fotos en cualquier lugar turístico: verá mayoría de pantallas. El avance tecnológico es fascinante, pero como con el rostro de Medusa, corremos peligro de quedar petrificados de solo mirarlo asombrados.

La velocidad del progreso genera instrumentos cada vez más pequeños, potentes y amigables, y a la vez más accesibles económicamente, haciendo realidad fantasías de hace un par de décadas, que ya han ocurrido o son previsibles a corto plazo, desde autos sin chofer hasta ropa inteligente. Pero la fascinación del cambio en nuestra vida personal y laboral nos esconde el alcance de sus consecuencias sociales, demorando la reacción necesaria para absorberlas.

La economía colaborativa trae la uberización de sectores, como el traslado de personas o el alquiler de viviendas por pequeños plazos de Airbnb, que, más allá de los ajustes requeridos en más de una ciudad, revoluciona sectores completos, destapando y valorizando capacidades ociosas y cambiando nociones de propiedad: ¿hasta qué punto es necesario tener un auto que va a estar detenido la mayor parte del tiempo? Servicios como Yugo en Barcelona y otras ciudades europeas ofrecen motos estacionadas por la ciudad, que se pagan sólo por el rato de uso y luego se dejan para el siguiente asociado que la reserva y pone la sesión en marcha a través de su teléfono inteligente. Es la revolución de las redes digitales, que, cuanto más densas (gracias a los celulares inteligentes), más enriquecen servicios de trafico fluido como Waze. Combinando geolocalización, interconexión y robots, crean sistemas complejos que funcionan desde un teléfono, con un mapa interactivo y un robot que habla con naturalidad en el idioma elegido.

Así, casi sin darnos cuenta, dejamos de lado el videoclub, el centro musical, los discos y CD por la comodidad del streaming, el cine o la televisión, porque vemos películas y leemos el diario en pantallas o en el celular, que nos acompaña todo el día y nos asiste como reloj, calculadora, mapa y cámara de fotos, y nos entretiene, informa y mantiene en constante comunicación con amigos y trabajo a través de las redes digitales.

Los robots salieron de las líneas de producción y ya se enseñan entre ellos. Nos asisten en nuestros ejercicios y programas de salud, nos atienden cada vez mejor en la compra de entradas de cine u otros servicios, y nos anuncian autos sin conductor, robots periodistas, asistentes legales y médicos para diagnósticos y seguimiento. La producción cambia con impresoras que generan piezas, repuestos a domicilio, instrumentos musicales y hasta proyectan «imprimir» viviendas en tamaño real. Las casas apuntan a ser inteligentes y las fuentes renovables se basan en la interacción de robots con tecnologías, que van desde la jardinería, el transporte y la energía, hasta la agricultura o la medicina, reemplazando el trabajo personal con la asistencia de robots.

De este modo casi lúdico se instala el cambio digital entre nosotros de un modo cada vez más generalizado y a la vez sutil, y modifica el futuro del trabajo. Seremos más asistidos por medios digitales y el avance de robots en la manufactura restará demanda de mano de obra. Tendremos más tiempo y en este ocio forzado el trabajo humano se orientará hacia la economía de servicios o el manejo y la gestión de tecnologías, demandando capacidades distintas de las de la industrialización que estamos abandonando, como muy bien describen Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee en La segunda era de las maquinas.

Cruzar esa brecha no será sencillo, especialmente en países con economías menos competitivas y dinámicas, que no podrán crear nuevos puestos de trabajo con la velocidad requerida para absorber los nuevos desempleados. Seguramente veremos nuevas manifestaciones de taxistas condenando a Uber y reviviendo a los luditas que en el siglo 18 rompían telares en rechazo a la incipiente industrialización que amenazaba a las tejedoras domésticas.

Más allá de la explicable frustración, es imperativo revisar las pautas de educación y capacitación para desempeñarse en el mundo digital que está a la puerta, y difícilmente este desafío pueda ser cubierto a tiempo sólo por la iniciativa pública. La educación generalizada del siglo de la ilustración preparó generaciones para desempeñarse en múltiples trabajos y especialidades, pero la revolución digital acelera el cambio de perfil hacia los servicios. No es que habrá menos trabajo, pero será distinto, con más énfasis en el servicio y la relación personal. Es imprescindible anticipar los cambios para ajustar la preparación de la fuerza laboral, como hizo Robert Reich en El trabajo de las naciones, ya que la velocidad digital deja poco margen para preparar a las nuevas generaciones y volver a entrenar a la actual, aunque, al mismo tiempo, provee de herramientas más efectivas para capacitar a distancia con efectividad.

Los planes de educación en países como Singapur o Estados Unidos buscan adecuar las nuevas generaciones a la realidad del siglo XXI, para lo cual incluyen líneas de trabajo en ciencia, tecnología, matemáticas, arte e ingeniería, que van desarrollándose a lo largo de toda la escuela primaria y secundaria. Pero en nuestro entorno, que arrastra brechas crecientes de educación tanto internas como respecto del exterior, el reemplazo de personas por tecnología deberá ir acompañado con planes en los cuales las empresas complementen el esfuerzo de la educación pública con prácticas de trabajo y programas internos de capacitación y reentrenamiento, de modo de cerrar la previsible brecha de desempleo, alimentada por la menor demanda de trabajo industrial y la oferta con deficiencias de capacitación.

La complementación de la educación formal con becas de primer trabajo y entrenamiento de capacidades en la tarea, no sólo aportarán un necesario enfoque de educación continua y práctica, sino que mejorarán la calidad de los trabajadores, harán más atractivo el trabajo por la perspectiva de mejora y disminuirán la rotación y el descontento laboral.

Si hay un aspecto en que la colaboración público-privada es imprescindible y urgente es este de cerrar la brecha digital en las generaciones actuales en actividad y en las futuras, ampliando la perspectiva de la empresa. La complejidad que está adquiriendo el contexto exige de las empresas un rol como actor social que va más allá del operador económico, con influencia decisiva en la formación de valor y su distribución en la sociedad. A la creación de empleo hay que agregarle la formación continua y sistemática de capacidades en los trabajadores. De otro modo seremos testigos del lado negativo de la tecnología: el malestar social producto del desempleo y falta de oportunidades para quienes no estén equipados para trabajar en el siglo XXI, y el retroceso de la competitividad del país en el contexto global.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1977760-el-desafio-laboral-de-las-maquinas-inteligentes

Imagen: bucket1.glanacion.com/anexos/fotos/96/innovacion-2348296w620.jpg

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Cuarta revolución industrial y su impacto en la ecología

Por: Raúl Mannise

La cuarta revolución industrial ya ha empezado, cada vez estamos más conectados, nuestros aparatos son cada vez más capaces de hacer cosas por nosotros, la robótica ya no es algo del futuro y está empezando a convertirse en algo más de la vida cotidiana.

La primera revolución industrial que se da con un conocimiento cabal de cómo nuestras acciones y actos de producción impactan sobre el medio ambiente. Hoy existen leyes ambientales, normas y conciencia sobre el medio ambiente y la sostenibilidad que marcarán esta revolución de una forma nunca antes vista.

Sin embargo, no todo será sencillo, la nanotecnología, el Internet, los teléfonos inteligentes y otras tecnologías están cambiando nuestras vidas a un ritmo de vértigo. Estos cambios traen también un futuro incierto, ya mismo hay trabajos humanos que se pierden por ser innecesarios y se plantea que en un futuro muchas profesiones actualmente valiosas, como un abogado o incluso un médico, pueden remplazarse con sistemas de inteligencia artificial.

No sabemos qué clase de mundo va ser el resultante, cómo podremos responder ante estos cambios y qué solución vamos a encontrar para los millones de personas que dentro de muy poco necesitarán cambiar de empleos.

Pero por suerte muchas de estas tecnologías ya están ayudando a resolver problemas ecológicos; hoy día existe nanotecnología capaz de limpiar un lago contaminado en días o de reducir las emisiones de un motor gracias al control de un computador de forma asombrosa, lo que hace pensar que la sostenibilidad y el generar un medio ambiente más sano es parte de la revolución.

¿Cómo comenzó la cuarta revolución industrial? El primer país en hablar de la misma y que se encuentra actualmente a la cabeza del proceso fue Alemania y él mismo es uno de los países más comprometidos con los temas medioambientales.

La revolución digital ya cambió nuestro mundo, hoy día el nivel de información que podemos manejar es abrumador, todos podemos ser parte del ciberespacio, podemos crear una web fácilmente de esta manera o vivir conectado a través de nuestros teléfonos o pedir un taxi o comida con una app.

Pero la cuarta revolución industrial va un paso más allá. Imaginemos por un momento que un parapléjico se introduce en un traje y con su pensamiento lo comanda y puede mediante la asistencia mecánica y robótica de éste, volver a moverse y comunicarse como si nada; pues bien, estas cosas ya existen y estamos llegando a esos niveles.

En 2016, la cuarta revolución industrial fue el tema central del Foro Económico Mundial. Muchos apuestan por que los países asiáticos se vuelvan más fuertes durante esta revolución e incluso hay quienes dicen que podrá darse un reparto más equitativo de bienes. Esto se puede dar ya que se perderán empleos en países industrializados y surgirán nuevas oportunidades que probablemente puedan ser mejor aprovechadas por países hoy en vías de desarrollo.

Impacto de las nuevas tecnologías en el medio ambiente y en nuestras vidas.

La nanotecnología ya se está usando para depurar y generar agua, sin lugar a dudas estas nuevas tecnologías, que están apenas naciendo, podrán ayudar a la humanidad a luchar contra problemas como la contaminación o el cambio climático de manera mucho más simple y a una escala mayor.

El potencial de todas estas nuevas tecnologías es mucho, esperemos que se tomen en cuenta los marcos sociales, políticos y éticos que necesitamos para hacer un buen uso de estas tecnologías. Las grandes industrias ya empezaron con la adaptación y digitalización de sus procesos, consiguiendo ahorros de tiempo, materias primas y energía.

Lo que es seguro es que el cambio de tecnologías es real y vino para quedarse. Ahora el tema será si somos capaces de hacerlo de forma tal que ayudemos a obtener mejores sociedades y un mejor planeta en el que vivan nuestros hijos en el camino indicado.

Fuente: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Contaminacion/Cuarta-revolucion-industrial-y-su-impacto-en-la-ecologia

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La agonía del ‘Maestro’

Por. M. A. BASTENIER

Hacia la mitad del siglo pasado, un gran profesional podía saber todo lo que había que saber.

Decía el director del Washington Post, Martin Baron, en el reciente festival Gabo de Medellín, que el tiempo de las lamentaciones y de guardar luto por las grandes transformaciones que el universo digital está imponiendo en el periodismo, ya había pasado. Pero pienso que eso no exime de constatar realidades que se están perdiendo: la muerte del Maestro, ese fulcrum de las mejores redacciones, del que muchos hemos aprendido más de lo que hoy sabemos.

A comienzos del siglo XVI Erasmo de Rotterdam podía acumular la totalidad del saber, filosofía, teología, literatura, ciencia, astrología de su tiempo. Era un gran sabio y el conocimiento existente era todavía abarcable en su totalidad por la mente humana. Las cosas han ido complicándose desde entonces, pero en el campo enjuto y conciso del periodismo todavía hacia la mitad del siglo pasado, un gran profesional —y yo he tenido la suerte de conocer a un par—, podía saber todo lo que había que saber sobre su profesión-oficio y, tanto si era consciente de ello como si no, lo transmitía a los que tenía a su alrededor. Ese era el Maestro, aquel profesor de periodismo que difundía, no ya conocimientos, sino que era él mismo esos conocimientos. Era una o la pieza esencial de esas redacciones.

El desdoblamiento, la prolongación digital del periodismo ha trastocado, sin embargo, las reglas del juego. Como si de repente a Erasmo le hubiera llegado lo que aún tardaría un par de siglos en aparecer, el pensamiento científico de Isaac Newton y, ulteriormente, ese explosivo siglo XIX, haría imposible la acumulación de sabiduría teórica y práctica en los tiempos del sabio neerlandés, y de igual forma el saber periodístico dejaría de contener todas las enseñanzas y todas las respuestas. Y eso es lo que ha ocurrido en el mundo del periodismo, preso hoy de la conflagración digital, de forma que en los últimos 20 años la dilatación del saber tecnológico exige cada día un mayor grado de especialización para su manejo. Y el Maestro difícilmente podía seguir el paso de esa expansión vertiginosa, porque no se trata tan solo de si puede abarcar o no todo lo necesario, sino de que los saberes de Internet son de multiforme y heterogénea naturaleza. El Maestro era un humanista, no un ingeniero de sistemas.

En pura teoría, el ser humano es capaz de atesorar ese neo-conocimiento tecnológico sin perder por ello todo lo anteriormente adquirido, la palabra, la técnica, el lead, las formas de titulación, que los periódicos no cuentan lo que sigue sino lo que deja de hacerlo, y las tres reglas básicas: todo lo que se publica en un periódico, impreso o digital, debe ser comprendido por cualquier lector con un conocimiento medio razonable del mundo que nos rodea; no dejar nunca cabos sueltos, es decir, que todo lo que se empieza a explicar se termina; y que el texto va soltando lastre a medida que avanza la narración, porque las repeticiones las carga el diablo. Pero la realidad es mucho más cruel que todo eso, porque lo natural es que muchos de sus jóvenes alumnos sepan desde el primer momento más que el profesor que se adentra en esa terra incognita, porque han nacido ya bajo el signo de la revolución digital.

¿Hay algún motivo para guardar luto por ese tiempo pasado que ya no volverá? Claro que no, pero eso tampoco sería razón para dejar de hacer balance de lo que ganamos y de lo que perdemos con la defunción del Maestro. ¿Sustituirlo por el número de Maestros que haga falta? ¿Dar rienda suelta a nuestra capacidad de autodidactas? lo que en Colombia llaman “periodistas empíricos”. No lo sé, pero entre las grandes transformaciones que nunca son para mal, sobre todo porque son y es inútil discutir con ellas, las hay de muy diversa condición, como hogaño el crecimiento vertiginoso del Francotirador o filibustero periodístico, de lo que espero tratar en un próximo artículo.

Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/10/08/actualidad/1475879350_593205.html

Imagen: www.investigaahora.com/wp-content/uploads/2015/06/docentes.jpg

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Alvin Toffler, padre de la revolución digital, ofrece rutas para la escuela del futuro

Por: Fausto Segovia Baus 

El mundo se ha conmovido con la noticia del fallecimiento de Alvin Toffler, un científico de rostro humano, un profeta de nuestro tiempo, quien estudió la sociedad desde nuevos y arriesgados frentes: las nuevas tecnologías, los efectos de la globalización y el imperio del conocimiento.Trazó, además, nuevas rutas para la educación en general, y para la escuela en particular.

 A los 87 años de edad, Alvin Toffler dejó de existir en Los Ángeles. Fue el escritor del futuro, de origen estadounidense, un profeta laico de enormes repercusiones en las ciencias y las tecnologías. Su obra será inmarcesible por sus contribuciones al desarrollo humano, al haber presagiado los cambios tecnológicos que vivimos y sus relaciones con la sociedad contemporánea.

• Obras maestras

De origen judío, Toffler nació en Nueva York en 1928. Fue doctor en Sociología, pero antes estudió filosofía y letras. Trabajó como periodista, investigador y docente universitario. Sus temas giraron sobre los cambios sociales derivados de la incidencia de las nuevas tecnologías de información y comunicación, en la última década del siglo XX y los comienzos del siglo XXI.

Escribió numerosas obras que incidieron en una generación de pensadores, entre los que se destacan Herbert Marshall McLuhan con ‘Aldea Global’, y Giovanni Sartori y su ‘El Homo Videns’. Alvin Toffler trabajó tres libros producto de sendas investigaciones: ‘El shock del futuro’, con su esposa Heidi, en 1970; ‘La tercera ola’, en 1980; y, ‘El cambio en el poder’, en 1990. ‘El shock del futuro’ se convirtió en un best-seller mundial, por su pensamiento premonitorio y lateral. Alvin Toffler pronosticó, por ejemplo, que el futuro de la humanidad iba a depender –no de la producción industrial y postindustrial, sino del conocimiento-. Y así fue. En tanto que en ‘La tercera ola’ identificó la gran ‘ola’ del desarrollo global –la sociedad del conocimiento-, luego de las revoluciones de la agricultura e industrial, primera y segunda ola, respectivamente. Y en ‘El cambio en el poder’ estudió las nuevas transformaciones de la riqueza, que imprimirían los dominios que controlan las tecnologías, los conocimientos y la violencia.

Toffler fue un adelantado de su tiempo. Sus propuestas fueron polémicas, pero en última instancia aceptadas por la comunidad científica y sus millones de seguidores. Fue el primero en hablar de la ‘era de información’ y presentó ideas vanguardistas sobre las secuelas de la vida, la sociedad y sus comportamientos. Sus enfoques originales en relación con la riqueza, construidas con su esposa Heidi, cambiaron las visiones tradicionales centradas en el dinero o los bienes. Ellos hablaron de ‘la riqueza que vemos y la riqueza que no vemos –los conocimientos- que plantearon novedosos análisis sobre el mundo y las modificaciones globales inminentes.

• Toffler para los docentes del siglo XXI

1. El conocimiento es la fuente más democrática de poder.

2. Formular la pregunta correcta es más importante que dar la respuesta correcta a una pregunta equivocada.

3. Tienes que pensar en cosas grandes mientras estés haciendo cosas pequeñas, de modo que todas las pequeñas cosas vayan en la misma dirección.

4. Hay que clausurar las escuelas (tradicionales).

5. El futuro será para aquellos que desarrollen habilidades o técnicas de pensamiento crítico.

6. La sociedad necesita todo tipo de habilidades que no son cognitivas, son emocionales, son afectivas. No podemos montar la sociedad sobre datos.

7. Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.

• La escuela del mañana según Toffler

Para concluir, una reflexión sobre la escuela del mañana, tomada de la entrevista que Hugo Alconada le hizo a Alvin Toffler, en 2009. Este fragmento no está hecho de respuestas, sino de las mejores preguntas: ‘¿Por qué no sumar a las aulas a quienes sin ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de aprendizaje a los chicos? ¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o lo que fuere con un piloto de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina o un empresario? Que se genere una ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida diaria? Y, más relevante aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo actual, a la vanguardia de la tecnología de la información, cuando los maestros conocen tanto o menos de ellas que los alumnos?’

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:http://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/alvin-toffler-padre-revolucion-digital.html. 

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