Con pañal, papel, tela y hasta migas de pan: la realidad de la pobreza menstrual en Brasil

«A veces tenemos un solo paquete, otras no tenemos. Cuando no lo tenemos, ni salgo de casa. Ya falté a la escuela por eso», confiesa una de las jóvenes entrevistadas.

«Cuando se rompe un pañal de mi hijo, pienso: Se convertirá en toalla higiénica«. Vanessa Moraes rara vez puede comprar estos productos, un problema de millones de brasileñas que saltó al centro del debate después de que el presidente Jair Bolsonaro vetara su distribución gratuita.

«Las toallas higiénicas son caras, por eso usamos un pañal, una tela, una funda de almohada», explica Vanessa, de 39 años y residente del Complexo do Alemão, una de las mayores favelas de Rio de Janeiro.

Entre el trajín de sus trabajos de camarera y de conductora escolar, esta mujer alta y de largo cabello castaño, cuida a sus dos hijos, de 11 y 12 años.

El mayor, Hugo, nació con parálisis cerebral y usa pañales. Cuando las cintas adhesivas se rompen, Moraes, que recibe una ayuda del gobierno por un monto de un salario mínimo (1.100 reales, unos 200 dólares al tipo de cambio actual), los convierte en toallas higiénicas improvisadas, a veces rellenándolas con un trozo de tela.

«Cuando hay necesidad, espabilamos», dice en su casa decorada con los colores rojo y negro del Flamengo, el equipo de fútbol más popular de la ciudad.

Otras mujeres, que no pueden pagarse entre los 3 y 10 reales que cuesta un paquete(entre 0,54 y 1,8 USD), usan papel o incluso miga de pan.

Un estudio del fabricante Sempre Livre, publicado en septiembre, estima que el 28% de las mujeres de bajos ingresos padecen pobreza menstrual, es decir, la falta de condiciones mínimas de higiene durante el período.

Moraes recibe a veces paquetes de toallas higiénicas de la ONG ‘One by One’, que suministra recursos a familias en situación de vulnerabilidad, como también sillas de ruedas y cestas básicas.

También Karla Cristina de Almeida, una adolescente negra de Complexo da Maré, otra gran favela de Rio, consigue a través de la ONG paquetes que comparte con su hermana.

«A veces tenemos un solo paquete, otras no tenemos. Cuando no lo tenemos, ni salgo de casa. Ya falté a la escuela por eso», confiesa.

Durante un acto de distribución de la One by One, varias mujeres hacen fila, entre ellas Miriam Firmino, de 51 años.

Madre de tres niñas, dice que desde pequeña siempre ha usado «tela», pero hoy busca donaciones para que sus hijas no pasen por lo mismo.

«Para comprar (toallas), hay que buscar promociones. Cuando no podemos comprar, nos conformamos con lo que tenemos», dice.

La presidenta de ‘One by One’, Teresa Stengel, dice que «con la pandemia y la crisis económica, muchas madres a las que atendemos nos informan de que han vuelto a usar paños, papel, algodón y otros materiales cuando menstrúan».

«Se quejan de heridas e infecciones. La pobreza menstrual es una cuestión de salud pública», agrega.

Veto de Bolsonaro

En octubre, Bolsonaro firmó un proyecto de ley para promover la salud menstrual, pero vetó la parte que preveía la distribución gratuita de compresas a más de 5 millones de mujeres, en especial alumnas de barriadas populares.

Según él, el texto no especificaba la fuente de financiación y obligaría a «retirar fondos del presupuesto de salud o educación».

El Congreso deberá decidir si revoca el veto, pero no hay fecha fijada para la votación.

La decisión de Bolsonaro desató una gran indignación, con reacciones de muchas celebridades como Preta Gil, hija del famoso cantante Gilberto Gil.

Y los gobiernos municipales y estatales desplegaron campañas. La alcaldía de Rio anunció el programa «Livres para Estudar» (Libres para Estudiar), que tiene como objetivo distribuir más de 8 millones de toallas higiénicas por año a alrededor de 100.000 estudiantes del sistema educativo municipal, cubriendo también a los niños trans y a las personas no binarias que menstrúan.

Fuente: https://rpp.pe/mundo/actualidad/con-panal-papel-tela-y-hasta-migas-de-pan-la-realidad-de-la-pobreza-menstrual-en-brasil-noticia-1368115

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Las necesidades invisibles de las niñas y mujeres en emergencias

Por: Alba Cuadra Garrido

Dedicar tiempo para conocer y hacer frente a los riesgos específicos que corren las chicas, incluyendo el enfoque de género y edad en el trabajo huanitario, es fundamental para responder en crisis

En marzo de 2019, el ciclón Idai, considerado uno de los peores desastres naturales de la historia del hemisferio sur, devastó amplias zonas de Mozambique, Malaui y Zimbabue, provocando fuertes inundaciones, destruyendo casi todo a su paso y dejando miles de víctimas mortales. Llegué a Beira, una ciudad costera de Mozambique, con una población de unos 500.000 habitantes, un par de semanas después de que su paso la devastara en un 90% y quedara prácticamente incomunicada.

Se estima que, solo en Mozambique, el ciclón afectó a unos 1,8 millones de personas, incluidos 900.000 niños y niñas. En situaciones de emergencia humanitaria como estas, las menores corren, dada su vulnerabilidad debido a su edad y género, un alto riesgo de contraer enfermedades o de convertirse en víctimas de tráfico infantil, violencia y abusos sexuales.

Las estructuras sociales se derrumban, las niñas y adolescentes pierden sus espacios de referencia y, muchas veces, se rompe el contacto con sus padres, que tan importantes son en esta etapa de la vida. Es necesario poner el foco en ellas, que muchas veces son las más silenciadas, apartadas e invisibles en estos momentos. Por eso viajé a Mozambique como coordinadora de género en la respuesta de Plan International a la emergencia.

Aunque los profesionales que trabajamos en ayuda humanitaria contamos con los conocimientos y las herramientas para trabajar teniendo en cuenta todo ello, lo cierto es que la emergencia arrasa con los tiempos. Las organizaciones y agencias humanitarias llegamos a Beira y Buzi con prisa, las personas necesitan asistencia inmediata. El ciclón ha arrasado con todo y hay que distribuir comida, mantas, tiendas, medicinas, agua, jabón, ropa… incluso cosas que quizá no son tan evidentes, como compresas.

El mandato es salvar vidas, cubrir las necesidades básicas. En esa vorágine es difícil encontrar el tiempo para escuchar y hablar con las personas para que se sientan seguras y nos expliquen qué necesitan, pero debemos hacerlo porque, de lo contrario, habrá gente que se quede atrás, y las niñas y adolescentes seguirán siendo las grandes olvidadas en los planes de respuesta humanitaria.

Tomarnos el tiempo suficiente para conocer y hacer frente a los riesgos específicos que corren las chicas, incluyendo el enfoque de género y edad en nuestro trabajo, es fundamental no solo para responder a las emergencias en un primer momento, sino para establecer espacios seguros y conseguir resultados positivos a medio y largo plazo.

Durante el mes que trabajé en Beira, uno de mis objetivos como especialista de género en emergencias era encontrar esos espacios y tiempos para sentarme con las mujeres y hablar de sus necesidades, algunas de ellas no tan visibles a primera vista: la menstruación en estas situaciones se convierte en un reto añadido a todos los demás. En contextos de crisis, además, ellas se ven expuestas a un mayor riesgo de violencia, especialmente sexual; embarazos adolescentes o matrimonios tempranos forzados; y además, las niñas y mujeres se enfrentan a serios desafíos a la hora de gestionar sus periodos.

Los tabúes, mitos y la vergüenza que rodea la menstruación pueden conducir al malestar, a la exclusión de las actividades diarias y tener un efecto negativo en los sentimientos y la dignidad de las afectadas. En Beira, las chicas lo habían perdido todo, salieron corriendo de casa cuando el río Buzi comenzó a inundar sus casas. La mayoría no tenían ropa interior, ni prendas para cambiarse, ni jabón para lavarse.

Considerando esta realidad, necesitábamos saber cómo gestionaban ellas la menstruación para responder adecuadamente a sus necesidades, teniendo en cuenta siempre sus capacidades. Las chicas me contaron que, diariamente, se enfrentaban a múltiples barreras durante la menstruación debido a la pérdida de privacidad y la seguridad del hogar. Las letrinas y baños de los campamentos donde vivían, además de ser muy escasos, no eran cómodos para ellas, por lo que se iban al bosque bien alejadas del campamento o esperaban a que oscureciera para ducharse, lavar y secar las pocas compresas y que nadie las viera.

«¿Entonces, ¿cómo hacéis cuando tenéis la menstruación?», les pregunté. Me respondieron que comparten las capulanas (falda tradicional mozambiqueña) y con ello hacen paños en forma de compresa, esa es la forma tradicional que tienen las mujeres en las zonas rurales para hacer compresas. «Pero no tenemos suficientes, así que cuando nos viene la regla nos quedamos sentadas en el campamento sin poder movernos porque estamos manchadas, esperamos a que se haga de noche para ir a lavarnos con la poca agua que tenemos, pero no hay ni jabón para asearnos bien«, me contó una de ellas.

Según datos oficiales, un tercio de todas las mujeres de Mozambique han sido víctimas de violencia en algún momento desde que tenían 15 años. Además, el 12% de las mujeres declararon haber sido obligadas a tener relaciones sexuales en algún momento de su vida. De las personas encuestadas que fueron supervivientes de violencia sexual, el 59% nunca buscó ayuda o informó a nadie. Esta es la realidad a la que se enfrentan cuando tienen que esconderse en el bosque para asearse o lavar las compresas.

Por todo esto es tan importante sentarse a hablar con mujeres y niñas, escucharlas, poner el foco en sus necesidades, porque el ciclón tiene impactos muy diferentes en las personas afectadas. Porque es necesario escuchar sus voces y conocer cómo gestionan la menstruación, sin asumir que distribuyendo compresas desechables hemos solucionado el problema. En las zonas rurales de Mozambique no hay gestión de residuos, las compresas desechables contaminan los campos y ríos porque no hay recogida de basura, y son poco sostenibles porque se acaban: si no pueden comprarlas, mujeres y niñas dependen de la ayuda mes a mes, esperando a recibir otro paquete de compresas. Sin embargo, si les preguntamos a ellas, sabemos que las compresas de tela reutilizables, o una capulana, y algunas pastillas de jabón van a solucionar una cosa tan natural como es menstruar todos los meses.

Al mejorar la salud menstrual y abordar la vergüenza, los tabúes y los estigmas, también contribuimos a la mejora de la calidad de vida de mujeres y niñas en una emergencia. También esto es importante: romper tabúes y conceptos erróneos en torno al período puede prevenir la violencia de género, aumentar la autoestima de las niñas y mujeres y permitirles participar plenamente en todos los aspectos de la sociedad, siendo agentes activos de la recuperación y reconstrucción de sus comunidades.

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/08/14/planeta_futuro/1565792458_542151.html

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