América/Estados Unidos/01/04/2020/Autor y fuente: tercerainformacion.es
El senador Bernie Sanders califica de “vergüenza internacional” la muerte de los estadounidenses que no van al hospital por temor a los altos costos médicos.
“Hoy las personas están muriendo sabiendo que están enfermas, pero no van al hospital porque no pueden pagar la factura […] Esa es una desgracia internacional”, denunció el domingo el aspirante demócrata a la Presidencia de EE.UU.
En un mensaje difundido en su cuenta en la red social Twitter, Sanders criticó el continuo crecimiento de la cifra de muertos y contagiados por el coronavirus en EE.UU., en medio del aumento de las críticas internas y externas a la gestión de la pandemia por parte del presidente estadounidense, Donald Trump.
Debido a tal situación, el senador estadounidense por el estado de Vermont (noreste) ha insistido en que el Gobierno norteamericano debe garantizar la atención médica a todos los ciudadanos.
La semana pasada, varios informes revelaron que un centro de atención de urgencia estadounidense denegó la atención médica a un joven de 17 años porque no tenía seguro médico, y acabó muriendo por problemas vinculados con el nuevo coronavirus, denominado COVID-19.
Es más, conforme a los resultados de un sondeo realizado por la consultora Ipsos, casi uno de cada cuatro adultos estadounidenses ha perdido su trabajo o ha sido suspendido por la pandemia del COVID-19.
“Es inaceptable que decenas de millones de estadounidenses, a pesar de trabajar duro en empleos a tiempo completo, ahora se encuentren despedidos, sin nada en el banco y están aterrorizados de cómo podrán alimentar a sus hijos”, lamentó Sanders en otro tuit. fmk/nii/
Fuente e imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/internacional/2020/03/30/es-vergonzoso-que-mueran-estadounidenses-por-costos-medicos
Estados Unidos / 4 de noviembre de 2018 / Autor: Joan Faus / Fuente: El País
Una huelga de maestros pluriempleados y con salarios bajos exhibe la sangrante desigualdad en la primera potencia mundial
Lynneia Atkinson, de 39 años, decidió permanecer con un marido que la maltrataba por temor a perder su seguro médico. Ahora que está divorciada y tiene una póliza de salud mucho peor evita a toda costa ir al médico porque los costes son astronómicos. Sus dos hijos viven con ella y llegar a fin de mes le supone un esfuerzo ingente. Los 16 dólares a la semana que cuestan las clases de violín de su hija son un quebradero de cabeza. Y se está planteando levantarse a las cuatro de la mañana para ganar 40 dólares más por enseñar inglés a niños chinos durante cuatro horas a través de Internet.
Podría parecer lo contrario, pero Atkinson ya tiene un empleo. Es profesora en una escuela pública en Shenandoah Junction, un pueblo de Virginia Occidental, pero ese trabajo apenas le permite subsistir. “Nadie con este nivel de educación debería estar luchando por su vida”, denuncia en su aula.
No es un caso aislado. Muchos de los otros 30 profesores de la escuela primaria T. A. Lowery tienen dos o tres empleos. Enseñan inglés, dan clases extraescolares, trabajan en gasolineras o en restaurantes. De los 50 Estados de Estados Unidos, Virginia Occidental es el tercero con los sueldos más bajos para los profesores de la escuela pública y el segundo con menores ingresos por habitante. La situación salarial, junto al aumento del coste del seguro médico que reciben los profesores y la percepción de una erosión continuada de la calidad de los colegios, fue el embrión de una ola de indignación que derivó en febrero y marzo pasados en una inusual huelga con un seguimiento masivo.
Unos 20.000 maestros abandonaron las aulas durante nueve días lectivos consecutivos en los 55 condados que integran el Estado. La movilización fue tal que forzó al Congreso, de mayoría conservadora, y al gobernador, el republicano Jim Justice, que es el hombre más rico del Estado, a subir un 5% el sueldo a los profesores y a congelar los recortes de sus prestaciones sanitarias. Atkinson, que preside un sindicato local de maestros, participó activamente en el paro.
En un país donde las huelgas son muy infrecuentes y los sindicatos se han debilitado enormemente, los profesores de Virginia Occidental lograron tener a la opinión pública de su lado y propiciaron movilizaciones similares en otros cinco Estados del país. Este resurgir del activismo será palpable en las elecciones legislativas del 6 de noviembre: cientos de maestros optan a cargos electos bajo la promesa de mejorar la educación pública.
La huelga expuso el impacto de los tijeretazos en la inversión escolar llevados a cabo en buena parte de EE UU en la última década. Por ejemplo, Atkinson se queja de que en su aula no funciona correctamente la calefacción (sus alumnos llevan a veces abrigos), de que le falta material o falla la conexión a Internet. La protesta también exhibió cómo muchos ciudadanos, en palabras de esta profesora, constatan que “la sanidad no es un derecho” asegurado. El único seguro médico al que puede optar —el que recibe de la escuela— le cuesta 100 dólares al mes y ella debe costear los primeros 6.000 dólares de gasto en cualquier consulta o prescripción médica. El hartazgo de los maestros revela un riesgo: la creciente desigualdad rampante en el país más rico del mundo golpea al primer escalafón de la sociedad, como son las escuelas públicas donde se forman a las generaciones futuras.
La clase media estadounidense se ha desmoronado lentamente en el último medio siglo. El ascensor social se ha estancando. La media de ingresos por hogar apenas ha variado: de 44.895 dólares en 1967 a 57.230 en 2015, según datos del censo que tienen en cuenta la inflación. En cambio, los ingresos de los más ricos se han disparado, mientras los sueldos de la clase baja y media han caído o han permanecido planos.
Pérdida de renta
Los profesores públicos son un ejemplo sintomático: ganan de promedio menos que en 1990, según datos del Departamento de Educación ajustados por la inflación. En Virginia Occidental, el sueldo medio era en 2016 de 45.622 dólares al año, 13.000 menos que el promedio nacional, según la Asociación Nacional de Educación. Atkinson gana unos 2.200 dólares netos al mes. Unos 1.300 van destinados al pago de su hipoteca. El precio medio de una casa en su condado es de 300.000 dólares, lo que, en su caso, supone pagar su hipoteca actual durante 19 años. Ella y sus dos hijos, de nueve y seis años, viven con los 900 dólares restantes de su sueldo y una ayuda económica de su exmarido. “Incluso con esa asistencia casi no me las puedo arreglar”, lamenta.
Atkinson, que enseña inglés y matemáticas a niños de entre cinco y nueve años con necesidades especiales, lleva 17 años ejerciendo de profesora. Empezó en Nueva York, luego se trasladó a Ohio y desde 2010 vive en Virginia Occidental. En realidad, quería ser arqueóloga pero, irónicamente, decidió ser maestra para optar a mejores sueldos. Su salario base actual es 8.000 dólares superior al que tuvo por primera vez como profesora en 2001 pese a que entonces no tenía ni un título de máster ni experiencia laboral. “En este momento, no sé cuánto tiempo más voy a seguir enseñando”, admite.
FUGA DE MAESTROS A ESTADOS CON MEJORES SALARIOS
Cada Estado de Estados Unidos gestiona las condiciones que ofrece a los profesores de su escuela pública y el modelo de financiación. En Virginia Occidental, los maestros ganan lo mismo, según su escala salarial, independientemente del condado en el que vivan. Eso crea disrupciones dado que el sur del Estado es más pobre que el norte y el coste de vida es muy inferior que en pueblos como Shenandoah Junction. Pero en el norte los profesores tienen mayores alternativas: el condado de Jefferson está a poca distancia de Virginia y Maryland, dos Estados con mayores sueldos para el personal escolar.
“Si conduzco 20 o 30 minutos, podría estar ganando 15.000 o 20.000 dólares más al año y con un seguro médico por el que no me tendría que preocupar”, dice Lynneia Atkinson. Inicialmente, desestimó esas posibilidades porque prefería estar cerca de sus hijos pero, ahora como madre con apuros económicos, admite que lo está considerando.
Las mejores condiciones en los otros Estados hace que en el condado de Jefferson haya una fuga de hasta 40 profesores al año. En todo Virginia Occidental, hay cerca de 750 plazas vacantes sin un profesor certificado. Algunas de ellas las cubren profesores de sustitución que no están preparados.
“Esto afecta mucho a la educación de los niños”, denuncia Atkinson, como también lo hace que los maestros necesiten varios empleos para sobrevivir. Ella se declara una defensora convencida de que las escuelas públicas son “el gran ecualizador” de la sociedad estadounidense. En su colegio hay alumnos de todas clases económicas, pero denuncia que las escuelas sufren un “ataque constante” y advierte de cómo EE UU se sitúa por debajo de muchos países avanzados en las clasificaciones internacionales de educación. En las pruebas PISA de 2015, de los 35 miembros de la OCDE, EE UU ocupó la posición 30 en el ránking de matemáticas y la 19 en ciencia.
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