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Carta abierta a los intelectuales del mundo

Por: Manuel Castells

Brasil está en peligro, puede elegir presidente a un fascista, defensor de la dictadura militar, misógino, sexista, racista y xenófobo

Amigos intelectuales comprometidos con la democracia:

Brasil está en peligro. Y con Brasil el mundo. Porque después de la elección de Trump, de la toma del poder por un Gobierno neofascista en Italia y del ascenso del neonazismo en Europa, Brasil puede elegir como presidente a un fascista, defensor de la dictadura militar, misógino, sexista, racista y xenófobo, que ha obtenido un 46% en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Poco importa quién sea su oponente. Fernando Haddad, la única alternativa posible, es un académico respetable y moderado, candidato por el PT, un partido hoy desprestigiado por haber participado en la corrupción generalizada del sistema político brasileño. Pero la cuestión no es el PT, sino una presidencia de un Bolsonaro capaz de decir a una diputada, en público, que “no merece ser violada por él”. O que el problema con la dictadura no fue la tortura sino que no matara en lugar de torturar. En una situación así, ningún intelectual, ningún demócrata, ninguna persona responsable del mundo en que vivimos, podemos quedarnos indiferentes. Yo no represento a nadie más que a mí mismo. Ni apoyo a ningún partido. Simplemente, creo que es un caso de defensa de la humanidad, porque si Brasil, el país decisivo de América Latina, cae en manos de este deleznable y peligroso personaje, y de los poderes fácticos que lo apoyan, los hermanos Koch entre otros, nos habremos precipitado aún más bajo en la desintegración del orden moral y social del planeta a la que estamos asistiendo.

Por eso escribo a todos ustedes, a los que conozco y a los que me gustaría conocer. No para que suscriban esta carta como si fuera un manifiesto al dictado de políticos. Sino para pedirles que cada uno haga conocer públicamente y en términos personales su petición para una activa participación en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el 28 de octubre, y nuestro apoyo a un voto contra Bolsonaro, argumentándolo según lo que cada uno piense, y difundiendo su carta por sus canales personales, redes sociales, medios de comunicación, contactos políticos, cualquier formato que difunda nuestra protesta contra la elección del fascismo en Brasil. Muchos de nosotros tenemos contactos en Brasil, o tenemos contactos que tienen contactos. Contactémoslos. Un mensaje por WhatsApp es suficiente, o una llamada telefónica personal. No nos hace falta un hashtag. Somos personas, miles, potencialmente hablando a millones, en el mundo y en Brasil. Y porque a lo largo de nuestra vida hemos adquirido con nuestra lucha e integridad una cierta autoridad moral, utilicémosla en este momento antes de que sea demasiado tarde. Yo lo voy a hacer, lo estoy haciendo. Y simplemente ruego que cada una/uno haga lo que pueda.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/10/10/opinion/1539160088_843725.html

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Sexismo negado, desigualdad persistente o la ceremonia de la confusión

Por: Elena Simón

La violencia contra las mujeres no acabará hasta que la sociedad no apueste por la penalización del sexismo, la misoginia y el machismo y así se destierren las eficaces herramientas patriarcales.

En la calle y las pantallas, en la escuela y en la casa, la desigualdad persiste y resiste. El sexismo no suele ser causa de alarma social y ni siquiera las violencias contra las mujeres suelen estar entre las primeras preocupaciones de la población española –mujeres y hombres–, según las encuestas periódicas del CIS. Esta es la columna vertebral que sostiene al machismo en sus manifestaciones más encubiertas y enmascaradas o en las más feroces, como son los asesinatos en vida o con resultado de muerte que acontecen todos los días en cualquier lugar de este planeta y, cómo no, en el territorio que aquí pisamos.

Hay una enorme contradicción entre los discursos de paz, democracia, igualdad, libertad, –bastante compartidos y generalizados– y las prácticas –también compartidas y generalizadas– de sexismo, misoginia y desigualdad. En realidad, esto produce un cortacircuito que a las personas jóvenes y pequeñas así como a las adultas sin mucho criterio al respecto les da a entender que las prácticas y realidades sexistas son como son, son naturales, serán siempre así, han sido siempre así, no se pueden cambiar, no importan tanto, no merece la pena oponerse a ellas y no son tan graves. Así es que invitan a seguir como siempre. Y como siempre quiere decir que los privilegios masculinos unilaterales a costa de las discriminaciones y mal trato hacia las mujeres son incluso deseables, porque mantienen el orden conocido y no hay que hacer nada diferente o extraordinario: así está bien.

Por eso, ni en las casas ni en las pantallas, ni en los centros educativos ni en la calle vemos los cambios fundamentales que enuncian nuestras leyes, reglamentos y normas, que sí se adaptan bastante a los discursos democráticos de Igualdad y no discriminación.

Nuestra población joven está aturdida y no es para menos.

Sin recibir educación sexual desde la familia ni desde la escuela, se empapan desde la pubertad de producciones pornográficas abiertas en la red, que normalizan relaciones donde el hacer masculino y violento impera y la mujer recibe entusiasmada; imágenes que las vuelven hacia la creencia del sometimiento sexual y la condición de objetos lúdicos. Sin recibir modelos de corresponsabilidad familiares ni de equidad laboral, ni orientación académica y laboral no sexista, se ven invitadas ellas a aceptar peores condiciones de trabajo y la inmersión en una maternidad intensiva, que transforma su ser en cuerpo reproductivo casi en exclusiva, dificultando en extremo el ejercicio de la la libertad en el proyecto vital.

Sin una decidida y activa apuesta por la Igualdad real y la Libertad sin mensajes y modelos comerciales sexualizados e hiperfeminizados, seguiremos aceptando que el sexismo no es tan molesto como algunas feministas nos muestran. Hasta se nos presenta a veces como divertido e interesante. Y, sobre todo, no está en absoluto ausente de las modas y de las imágenes y opiniones virales. El sexismo es casi imperceptible para quienes no han entrenado sus mentes y sus sentimientos para rechazarlo como una injusticia fastidiosa para una gran parte de la mitad de la humanidad, e incluso para una menor parte de la otra mitad de la humanidad.

Las industrias no paran de lanzar mensajes sexistas a través de las empresas de creación publicitaria. Con lo cual hay muchas chicas que llegan a creer –en el colmo de la contradicción– que ser feminista es simplemente desafiar al patriarcado con actitudes provocadoras y violentas individuales. Así no acaban de ver que el feminismo fue, es y será un conjunto de acciones colectivas que van desembocando en la mejora de las condiciones de vida de las mujeres, de cualquier clase, origen y condición.

En las casas persiste la división sexual del trabajo –modernizada, eso sí–. En la calle las mujeres estamos muy presentes en todo lugar y horario, pero estando menos cómodas y seguras que los varones; en las pantallas estamos a toda hora y momento, pero con un sesgo hacia la heterosexualización como éxito, que nos va apartando de una vida autónoma y plena. En los centros educativos estamos en los mismos lugares, tiempos y enseñanzas que los varones, pero tratadas en los currícula como sombra de lo masculino y a veces castigadas por nuestras actitudes de protesta ante alguno que se pasa con nosotras. Los espacios comunes de patios, aulas y escaleras o pasillos son manejados por los chicos, a veces de forma invasiva y excluyente, como bien sabemos.

Así es que volvemos a reiterar que la violencia contra las mujeres (que este mes se ha cobrado más matanzas de lo habitual) no acabará hasta que la sociedad entera no apueste por la penalización del sexismo, la misoginia y el machismo y así se vayan desterrando estas eficaces herramientas patriarcales.

Para ello hay muchas estrategias, pero la de romper el silencio y la invisibilización y ninguneo está en manos de las instituciones, desde luego, pero también de cada persona que suscriba que está de acuerdo con la igualdad y que desee la dignidad y la seguridad para todas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/10/sexismo-negado-desigualdad-persistente-o-la-ceremonia-de-la-confusion/

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Cortometraje: Vestido Nuevo

Por youtube.com

‘Vestido nuevo ganó en el 2008 el premio por el mejor cortometraje en la XII edición del Certamen de Cine y Video Jóven de Irun en el C.CAmaia junto al cortometraje “Atracciones”.

Bullying homofóbico es el maltrato escolar (verbalpsicológicofísico…) hacia un compañero por el hecho de ser homosexual o por el hecho de que los demás sospechen que lo pueda serDe todos los tipos de bullying el homofóbico es el que más se da en las aulasde hecho todos sabemos que el insulto más escuchado en el aula es “MARICÓNLas víctimas del Bullying homofóbico sufren una autentica pesadilla.

“La homofobia y el sexismo están sirviendo de doble forma para acosar e intimidar a los chicos y chicas más vulnerables: por una parte, se persiguen todas las rupturas de género y sexualidad de todosindependientemente de su orientación sexual y género. Por otra parte, se recuerda a los chicos y chicas gayslesbianastransexuales y bisexuales que han de esconderseque han de ocultar partes significativas de sus vidas y que si se muestran tal cual sonpueden ser objeto de el rechazoaislamientoburla y acoso.”

“El mensaje que lanzamos es clarocuando rompes las normashay un castigoinsultosaislamientovejaciones y todo tipo de humillaciones que son más o menos evidentes y mas o menos toleradas por nuestros entornos sociales más inmediatoscomo la familiala escuelael barrioel trabajoetc.”

“Estas formas de violencia son posibles por la impunidadminimización y silencio que las rodea”

Fuente de la reseña: http://kritodesign.com/educacionymediosaudiovisuales/en/derecho-a-la-libertad-sexual-la-homosexualidad/

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El sexismo en la publicidad española: una cuestión de educación, no de regulación

Redacción: Marketing Directo

El despertar de la conciencia ética del sector publicitario: a paso lento, pero seguro

El sexismo en la publicidad española sigue siendo un problema latente que, en la era de las mujeres, debe desaparecer. ¿Cuál es el camino hacia su erradicación?

En el año de las mujeres, la voz femenina se ha alzado para decir basta. Basta a las agresiones verbales, físicas y sexuales; basta a la desigualdad laboral, a la relegación de la mujer a papeles secundarios en la sociedad, al menosprecio y a los estereotipos.

Casos como el de “La Manada” han visibilizado un problema latente en nuestro país que, lejos de erradicarse, se agrava. La violencia contra la mujer se acrecienta. En lo que llevamos de 2018 han sido asesinadas en España 21 mujeres a causa de la violencia de género.

Reducir esa cifra a cero es una cuestión educativa que atañe no solo a las escuelas. Los micromachismos y el sexismo, a pesar de todo, siguen muy presentes en la sociedad a todos los niveles, también el publicitario.

Vallas, anuncios y spots siguen mostrando, hoy en día, imágenes estereotipadas que contribuyen a perpetuar los “roles” que se les presupone a hombres y mujeres. Y no solo es una percepción, los datos lo ratifican.

A finales del pasado año, la agencia de publicidad Sra. Rushmore daba a conocer un estudio que versaba sobre esta cuestión y ponía de manifiesto la presencia del sexismo en la publicidad española.

Según los resultados recogidos tras analizar 262 anuncios de 50 marcas, emitidos entre septiembre de 2016 y agosto de 2017, el papel de la mujer en publicidad queda relegado al ámbito de la moda (68 % de personajes femeninos) y de la belleza y la higiene (63 %), mientras que los hombres son habituales en medicina, trabajo y telecomunicaciones.

Unas conclusiones que lanzan un claro mensaje: bajo la aparente imagen de modernidad y progreso de la que muchas marcas se han abanderado yace un sexismo arraigado. Quizá en ello tenga algo que ver la mirada masculina que predomina en las agencias debido a la escasa presencia de mujeres, sobre todo, en puestos de responsabilidad.

En nuestro país tan solo el 14% de las mujeres pueden presumir de ser directoras creativas cuando, paradójicamente son mayoría en las aulas representando el 58% de los licenciados en publicidad.

Del dicho al hecho: ¿autorregulación o legislación?

Aunque la cada vez mayor concienciación sobre el sexismo ha contribuido a que anunciantes y agencias se comprometan a dar a las mujeres el papel que merecen, hasta el momento las palabras han sido muchas y pocas las acciones.

El cambio de Gobierno ha abierto la puerta a un debate mucho más intenso y a poner sobre la mesa una regulación más firme que hasta ahora. Las polémicas que han rodeado el juicio y condena del caso de Pamplona, han impulsado al Ministerio de Igualdad a proponer cambios en la legislación.

Carmen Calvo anunciaba este mismo miércoles su intención de reformar el Código Penal para eliminar posibles interpretaciones sobre qué es una agresión sexual, considerando que lo será siempre cuando no haya un consentimiento expreso de la mujer.

Pero en este intento por proteger a las mujeres y educar a la sociedad, Podemos quiere ir un paso más allá modificando otros aspectos. La propuesta de la formación morada quiere eliminar la distinción entre abuso y agresión sexual, cuestión que ha generado críticas y manifestaciones después de que la condena a “La Manada” hablase de abuso y no de agresión.

Pero también busca sancionar los que muchos denominan “piropos” y que no dejan de ser más que una intromisión y una intimidación a la mujer en la calle.

La publicidad no escapa al cerco de Podemos que apuesta por considerar “ilícita la publicidad que utilice estereotipos de género que fomenten las violencias sexuales contra las mujeres” y propone la redacción de un “código de conducta publicitaria” para erradicar los anuncios sexistas.

La industria opina: menos leyes y más acción

Aunque no cabe duda de la importancia de regular un sector que cuenta con evidentes carencias en materia de igualdad, la industria publicitaria española ya comienza a dar síntomas de concienciación que se traducen en iniciativas que, aunque todavía se encuentran dando sus primeros pasos, buscan el cambio en el sector.

Over es una de ellas. Impulsada desde el Club de Creativos, el proyecto persigue la creación de un manual de buenas prácticas a través del consenso de todos los agentes de la industria para eliminar los estereotipos de la mujer en la publicidad.

Encabezada por Uschi Henkes, la iniciativa ya ha puesto en marcha talleres, a modo de foro, dirigido a anunciantes, agencias y expertos en el que debatir y reflexionar sobre las posibles soluciones a este problema latente.

Para Adrián Mediavilla, head of planning en Sra. Rushmore, la ley no siempre es la mejor solución. “Más allá de controles, creo que la solución real pasa por la sensibilización de los profesionales que trabajamos en marketing y publicidad, por que tomemos conciencia del problema y lo tengamos presente a la hora de hacer nuestro trabajo”.

En este sentido, Mediavilla reconoce contar con un método con el que, al menos, comprobar los posibles sesgos de las ideas que se ponen encima de la mesa de la agencia.

“Como agencia con nombre de mujer, en Sra. Rushmore tenemos una mirada muy crítica sobre este tema. A título personal, utilizo una técnica sencilla como primer filtro: cada vez que me cuentan una idea cambio el género de los personajes para ver si siguen funcionando igual. Creo que es una prueba útil para eliminar el bias del género”.

El publicitario también llama a la responsabilidad de los órganos regulatorios como Autocontrol y a la de todos los agentes del sector en la tarea de erradicar el sexismo.

“Debemos entender que la publicidad tiene la capacidad no sólo de reflejar la sociedad en que vivimos, sino también de moldearla. Las marcas valientes son las que tienen un impacto real sobre la cultura. Creo que la igualdad, más allá de que sea lo moralmente correcto, es una oportunidad para las marcas de ser más justas y relevantes para el consumidor actual”, añade.

Pero la igualdad es todavía, tanto a nivel social como publicitario, un viaje de largo recorrido, especialmente en el territorio español. “Es un problema que no nos hemos tomado en serio como industria hasta hace muy poco. Todavía se siguen viendo campañas sexistas de marcas importantes en España”, cuenta Mediavilla.

Una realidad preocupante que ha sido un secreto a voces durante mucho tiempo, pero a la que nadie ha sabido (o ha querido) poner remedio. Hasta ahora, claro. En la era del cambio, las mujeres también reivindican su sitio en la publicidad.

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The case for restricting hate speech

For: Laura Beth Nielse

As a sociologist and legal scholar, I struggle to explain the boundaries of free speech to undergraduates. Despite the 1st Amendment—I tell my students—local, state, and federal laws limit all kinds of speech. We regulate advertising, obscenity, slander, libel, and inciting lawless action to name just a few. My students nod along until we get to racist and sexist speech. Some can’t grasp why, if we restrict so many forms of speech, we don’t also restrict hate speech. Why, for example, did the Supreme Court on Monday rule that the trademark office cannot reject “disparaging” applications—like a request from an Oregon band to trademark “the Slants” as in Asian “slant eyes.”

The typical answer is that judges must balance benefits and harms. If judges are asked to compare the harm of restricting speech – a cherished core constitutional value – to the harm of hurt feelings, judges will rightly choose to protect free expression. But perhaps it’s nonsense to characterize the nature of the harm as nothing more than an emotional scratch; that’s a reflection of the deep inequalities in our society, and one that demonstrates a profound misunderstanding of how hate speech affects its targets.

Legally, we tell members of traditionally disadvantaged groups that they must live with hate speech except under very limited circumstances. The KKK can parade down Main Street. People can’t falsely yell fire in a theater but can yell the N-word at a person of color. College women are told that a crowd of frat boys chanting “no means yes and yes means anal” is something they must tolerate in the name of (someone else’s) freedom.

Consider also the protections afforded to soldiers’ families in the case of Westboro Baptist anti-gay demonstrations. When the Supreme Court in 2011 upheld that church’s right to stage offensive protetsts at veterans’ funerals, Congress passed the Honoring America’s Veterans’ Act, which prohibits any protests 300 to 500 feet around such funerals. (The statute made no mention of protecting LGBTQ funeral attendees from hate speech, just soldiers’ families).

So soldiers’ families, shoppers and workers are protected from troubling speech. People of color, women walking down public streets or just living in their dorm on a college campus are not. The only way to justify this disparity is to argue that commuters asked for money on the way to work experience a tangible harm, while women catcalled and worse on the way to work do not — as if being the target of a request for change is worse than being racially disparaged by a stranger.

In fact, empirical data suggest that frequent verbal harassment can lead to various negative consequences. Racist hate speech has been linked to cigarette smoking, high blood pressure, anxiety, depression and post-traumatic stress disorder, and requires complex coping strategies. Exposure to racial slurs also diminishes academic performance. Women subjected to sexualized speech may develop a phenomenon of “self-objectification,” which is associated with eating disorders.

These negative physical and mental health outcomes — which embody the historical roots of race and gender oppression — mean that hate speech is not “just speech.” Hate speech is doing something. It results in tangible harms that are serious in and of themselves and that collectively amount to the harm of subordination. The harm of perpetuating discrimination. The harm of creating inequality.

Many readers will find this line of thinking repellent. They will insist that protecting hate speech is consistent with and even central to our founding principles. They will argue that regulating hate speech would amount to a serious break from our tradition. They will trivialize the harms that social science research undeniably associates with being the target of hate speech, and call people seeking recognition of these affronts “snowflakes.”

But these free-speech absolutists must at least acknowledge two facts. First, the right to speak already is far from absolute. Second, they are asking disadvantaged members of our society to shoulder a heavy burden with serious consequences. Because we are “free” to be hateful, members of traditionally marginalized groups suffer.

Fuente: http://www.hoylosangeles.com/g00/latimesespanol/hoyla-el-argumento-para-restringir-el-discurso-de-odio-20170621-story.html?i10c.referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.co.ve%2F

 

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Chile: [Video] Así comienza la tercera marcha feminista por la educación no sexista

Chile/09 de Junio de 2018/El Mostrador

Bajo la consigna “precarización vivimos todas: a la calle estudiantes, migrantes, madres y trabajadoras” comienza la tercera marcha feminista por educación no sexista, citada para el día de hoy.

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/multimedia/2018/06/06/video-asi-comienza-la-tercera-marcha-feminista-por-la-educacion-no-sexista/

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Tabitha Goldstaub: La inteligencia artificial nos vende productos machistas y racistas sin que nadie se dé cuenta

El núcleo central de la inteligencia artificial (IA) se compone de un proceso de dos fases: primero se le asigna un objetivo y después ella misma diseña una forma de conseguirlo. Por lo tanto, su forma de alcanzar dicha meta no siempre resulta demasiado transparente. Por eso, si usted está inculcando un cierto sesgo a una máquina de forma inconsciente, es posible que desconozca que, en efecto, el algoritmo también tiene ese sesgo. El resultado es que ese algoritmo podría ser perjudicial para las mujeres, pero costaría mucho averiguar exactamente por qué.

Esto ya ha pasado con la tecnología tradicional: hemos visto mujeres muriendo en accidentes automovilísticos porque los muñecos de prueba de choque tenían la forma de un hombre en lugar de la de una mujer. Con la IA podría haber situaciones similares de vida o muerte, en pruebas de drogas, vehículos autónomos y cosas por el estilo.

También hay algunos ejemplos [del sesgo de género de la inteligencia artificial actual]: anuncios de Google que muestran anuncios [de trabajo] con mayores sueldos a los hombres que a las mujeres. Podemos plantear otras hipótesis de otras situaciones en las que podría suceder: ¿qué pasaría si las mujeres no pudieran obtener los mismos préstamos, hipotecas o seguros?

No tengo una visión distópica de la inteligencia artificial. No creo que vaya a haber robots asesinos. Estoy mucho más centrada en las aplicaciones limitadas, y creo que, si nos fijamos en cada una de ellas, existe la posibilidad de que afecte negativamente a las mujeres. No creo que la inteligencia artificial sea el problema; es un problema adicional, en lugar de la causa. Estamos hablando del riesgo de que nuestro sexismo y racismo inconsciente se transmita a las máquinas que estamos construyendo.

¿Cómo conseguimos que alguien que está construyendo una IA tenga en cuenta estas cosas? Necesitamos que los consumidores exijan una inteligencia artificial ética. La gente no es demasiado consciente de que el problema va más allá de una simple cuestión de género: se trata de un problema real y fundamental del producto.

Fuente: https://www.technologyreview.es/s/9691/la-inteligencia-artificial-nos-vende-productos-machistas-y-racistas-sin-que-nadie-se-de

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