El tecnoestrés: la otra amenaza que llegó con el coronavirus

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Depende de todos nosotros el que las TICs se conviertan en una segunda pandemia o en instrumentos para la defensa de la salud física y emocional.

Se pueden contar por miles las víctimas anónimas de los  efectos psicosociales negativos derivados de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). El confinamiento, el teletrabajo, el teleaprendizaje y las restricciones asociadas al  coronavirus han disparado y exacerbado la actividad digital generando en muchos casos inquietud, miedo, tensión, cansancio, ansiedad y un rechazo psicológico y emocional que evita seguir aprendiendo o utilizando estas tecnologías.

Si bien es cierto que la hiperconexión digital no es algo nuevo, fue con la llegada del coronavirus cuando el mundo por necesidad se tornó más virtual que nunca, manejando dispositivos digitales para trabajar, estudiar, comprar, entretenerse, comunicarse con la familia, con los amigos y realizar gestiones personales. empresariales e institucionales.

La pandemia ha obligado a las personas  a pasar mucho tiempo en contacto con las TICs (computador, celular, tabletas, agenda electrónica, robots y otras), produciendo un tipo de estrés tecnológico denominado “tecnoestrés”,conocido además como “tecnofatiga”, “tecnopresión” y “tecnoansiedad”.

El origen del concepto “tecnoestrés” se debe al psiquiatra norteamericano Craig Brod, quien en 1984 investigó las consecuencias que tenía el uso excesivo de la computadora en los trabajadores y publicó el libro “Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution”.

El autor considera el tecnoestrés como “una enfermedad moderna de adaptación causada por la incapacidad de afrontar las nuevas tecnologías relacionadas con el uso de la computadora de manera saludable”que, además, viene a sumarse a otras patologías propias de la pandemia.

En 1997, Weil y Rosen lo redefinieron como “cualquier impacto negativo de las actitudes, los pensamientos, los comportamientos o la fisiología causada directa o indirectamente por la tecnología”. Estos autores consideran que la creciente necesidad de tecnología crea dependencia, así como que el uso de la tecnología genera sobrecarga mental y dificultades para recordar, pensar con claridad y descansar debido a la sobreestimulación que se recibe. (Weil M., & Rosen, L. D. “Technostress: Coping with technology @work, @home, @play”.New York. John Wiley & Sons).

En 2008, Wang, K., Shu, Q., & Tu, K., definen el tecnoestrés como “inquietud, miedo, tensión y ansiedad cuando se aprende y se utilizan tecnologías relacionadas con el uso de la computadora de manera directa o indirecta, y que en última instancia finaliza con un rechazo psicológico y emocional que evita seguir aprendiendo o utilizando dichas tecnologías”. Las personas que lo experimentan tienen niveles altos de ansiedad y se sienten más fatigados con respecto al uso de las TICs.

En el ámbito laboral público y privado el teletrabajo aumenta el tecnoestrés, lo cual  afecta a empleados, empresas  e instituciones y puede tener serias repercusiones  en la economía. Esta amenaza se convierte en un nuevo riesgo laboral que puede incidir negativamente en la satisfacción y el bienestar de los empleados y en la productividad de la empresa.

Las empresas deben identificar a tiempo las alertas de tecnoestrés en el ambiente de trabajo y garantizar a los empleados el acceso a servicios profesionales del área de la psicología para reducir y controlar los efectos los efectos del mismo, reduciendo así los riesgos físicos  y emocionales generados por el tecnoestrés. Así como realizar cambios organizacionales para prevenir el mismo en el ambiente laboral.

Se requiere además una respuesta urgente para enfrentar el tecnoestrés. Esto conducirá a una reforma del Código de Trabajo, a fin de que se establezcan los  derechos del trabajador  para realizar el teletrabajo con los menores riesgos de daño a su salud física y emocional.

No menos importante resulta el considerar el tecnoestrés en el ámbito educativo. Para  que la adopción de  las TICs en el sistema educativo sea efectivo no sólo se requiere la adquisición de tecnología, sino que es imprescindible que los profesores y estudiantes reciban información y formación para hacer uso correcto de las TICs y verlas no solamente como herramientas tecnológicas, sino pedagógicas también.

El tecnoestrés puede estar presente en cualquier momento del ámbito escolar, ya sea por la falta de utilización o por el excesivo uso de la tecnología. Debido a ello resulta conveniente el conocimiento acerca del mismo, teniendo en cuenta las medidas preventivas necesarias a nivel institucional enfocadas al factor humano responsable de impartir una enseñanza de calidad a los estudiantes.

En todo caso, no se trata de satanizar, ni glorificar a las TICs. De lo que se trata es de propiciar políticas públicas orientadas a los empresarios, a los directivos educativos, maestros estudiantes y padres, donde las TICs, en balance con las otras formas de actividad humana, produzcan bienestar, fomenten salud, productividad, aprendizaje, armonía, creatividad, empatía y solidaridad desde la empresa, la familia, la escuela y la comunidad.

Depende de todos nosotros el que las TICs se conviertan en una segunda pandemia o en instrumentos para la defensa de la salud física y emocional. En “escuela democrática del saber” a la que podamos acceder todos. En donde el conocimiento, más que un medio para saber, sea un instrumento para convivir. ¡Más allá de la pandemia y el tecnoestrés!

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/opinion/el-tecnoestres-la-otra-amenaza-que-llego-con-el-coronavirus-8925830.html

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Padece tecnoestrés 75 por ciento de la fuerza laboral en México: UNAM

México es uno de los países con mayor estrés laboral a nivel mundial, pues aproximadamente el 75 por ciento de la fuerza de trabajo lo adolece y la pandemia agrava la situación con la aparición del tecnoestrés, aseguró Erika Villavicencio-Ayub, de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

La especialista universitaria en salud ocupacional indicó que, previo a la pandemia por la COVID-19, hasta el 25 por ciento de los trabajadores tenía algún trastorno mental como depresión, aunque no necesariamente requerían tratamiento psiquiátrico.

Según sus estimaciones, es muy probable que esa cifra ascendiera para tener hoy uno de cada dos trabajadores con algún padecimiento mental.

Ante esto, la investigadora sugirió a instituciones y empresas establecer programas de contención emocional, reforzar las habilidades de los líderes que son el eje central de los equipos de trabajo en la función de facilitadores, así como proveer una cultura laboral enfocada al bienestar de la persona.

Tecnoestrés y desconexión

La Coordinadora de Psicología Organizacional de la FP expuso que alrededor del 70 por ciento del trabajo en México se realiza en la modalidad de teletrabajo, aunque la cifra está en constante cambio por las medidas implementadas por la Secretaría de Salud en algunas entidades federativas.

Hay personas, explicó, que siguen en confinamiento, en el llamado home office.  Otras tienen un esquema mixto para evitar saturar los centros laborales, y una parte in situ (en el sitio), porque su cometido es la producción o el trabajo físico.

Para la especialista no hay que olvidar que el empleado es un ser biopsicosocial, y cuando en su labor la fórmula se desequilibra y se le asignan jornadas y cargas más fuertes, el jefe o el dueño de la organización se siente con el derecho de exigir que esté conectado 24/7, incluidos fines de semana, obviamente se considera una cultura laboral tóxica que conlleva al estrés, y que repercute en la productividad.

“Ahí aparece el denominado tecnoestrés, derivado del uso desadaptativo de las tecnologías. Aunque depende de la situación, también podemos hablar de una tecnofatiga, cuando se está expuesto a largas horas con exceso de carga laboral”, añadió.

Esto sucede porque el cerebro está acostumbrado y reacciona a estímulos que son físicos. Migrarlo a las plataformas digitales trae una serie de configuraciones distintas en donde hace un esfuerzo adicional mientras se habitúa a interactuar con estas distintas expresiones de comunicación, precisó.

¿Tengo tecnoestrés?

Villavicencio-Ayub indicó que algunos de los síntomas son compartidos con otros trastornos, aunque una de las primeras señales se manifiesta en la piel, la caída del cabello y algunas otras como la afectación del ciclo sueño-vigilia, además de presentar dificultades para conciliarlo.

Otro trastorno es el consumo excesivo de alimentos. Hay personas a las que se les suma el exceso de conectividad con preocupaciones y angustias, depresión, miedos, y pudiera ser que los índices de estos se eleven y se acompañen con el mismo tecnoestrés.

“Si hablo con mi jefe de que estoy estresado corro el riesgo de que me quite de la fila, porque ya no soy el soldado que necesita en esta guerra, ¿y qué hacemos?, lo escondemos y lo desquitamos con la gente que más confianza tenemos: pareja, hijos, padres y llevamos el estrés laboral a un conflicto familiar”, describió.

Recomendaciones

Una de las primeras recomendaciones de la investigadora de la FP es la urgencia de una reforma legal en materia de la Ley Federal del Trabajo, a fin de que se establezca el derecho del trabajador a desconectarse fuera de los horarios convenidos de trabajo.

“Que esa desconexión se respete por ley, porque las personas necesitamos atender otros aspectos de la vida. Como seres biopsicosociales se ha invadido el hogar por estas causas, y en la medida que la persona pueda equilibrar su vida, tener descanso y actividades y despejarse mentalmente, sacará el desgaste que tiene por esta conectividad”.

Es momento, dijo, de organizar los equipos colaborativos para responder y llegar a un índice de productividad más alto con menos desgaste personal.

“En ese sentido, mi recomendación empieza con el autocuidado, es como el mensaje que nos dan al abordar un avión: colóquese la mascarilla para poder ayudar a los demás. Con esa metáfora, si la trasladamos al ámbito laboral, trabajaremos mejor en la medida que yo tenga hábitos saludables, que cuide alimentación, rutinas de despertar y dormir e higiene”.

Al concluir, subrayó que la meta es tener la menor afectación mental al finalizar la pandemia, porque el trabajo tóxico impacta en nuestro sistema inmunológico y éste debe permanecer lo más fuerte posible para que ninguna otra enfermedad lo ataque.

Fuente e imagen:  DGCS UNAM

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