Page 13 of 25
1 11 12 13 14 15 25

Argentina: Sesgo de género en el trabajo infantil, sexismo desde la infancia

Redacción: Página 12

El trabajo infantil y adolescente está atravesado por los mismos sesgos de género que los mercados formales e informales del trabajo adulto. La Encuesta relevó que “mientras que los varones se encuentran más vinculados con el desarrollo de actividades mercantiles y de autoconsumo, las niñas y adolescentes participan en mayor medida de las actividades domésticas intensivas, reflejando patrones culturales de división sexual del trabajo que tienden a replegarlas” en el ámbito doméstico. Estas tendencias se registraron en todas las regiones del país.

En entornos urbanos, niños y adolescentes suelen estar involucrados en actividades “relacionadas con el trabajo en negocios, talleres u oficinas por dinero (para el 39,9 por ciento de los niños y niñas y el 37,9 por ciento de los adolescentes que trabajan) y la construcción y reparación de viviendas entre los varones más grandes (el 29,5 por ciento de los adolescentes)”. Entre las adolescentes urbanas, “se destacan el cuidado de niños y personas mayores o enfermas, la limpieza de casas y la elaboración de comidas o productos para vender, concentrándose en estas actividades cerca del 40 por ciento de su trabajo”. El 12,5 por ciento de las niñas urbanas “cuidan a niños, personas mayores o enfermos fuera de su hogar por dinero, asumiendo responsabilidades que no son acordes a la etapa del ciclo de vida por la que transitan”.

Los datos dicen que “las brechas de ingresos laborales entre mujeres y varones adultos comienzan en la niñez y se profundizan en la adolescencia: mientras que las niñas –tanto urbanas como rurales– ganan un salario medio 22 por ciento inferior al de sus pares varones, entre las adolescentes la brecha salarial se intensifica. El salario medio de una adolescente urbana es un 40 por ciento inferior al de los varones, mientras entre sus pares rurales la brecha alcanza al 58 por ciento”.

A la vez, chicas y chicos parecen imaginar de maneras diferentes sus futuros. En entornos rurales y urbanos, “las niñas y adolescentes tienen mayor propensión a solo estudiar y sus pares varones a solo trabajar al cumplir los 18 años de edad”.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/152611-sexismo-desde-la-infancia

 

Comparte este contenido:

Líbano: Forzadas a casarse, las novias menores de edad en Siria recurren cada vez al suicidio

Redacción: Israel Noticias

Salwa, de catorce años, tragó la lejía todo el tiempo que pudo. Ignoró la agonizante quemadura que iba de su garganta al estómago. Ella desconectó el sonido de disparos afuera de la ventana de su cocina. No era la guerra siria de la que estaba intentando escapar. Fue su matrimonio.

Su marido de 27 años estaba borracho otra vez y quería tener relaciones sexuales. Si ella decía que no, él la golpeaba, la arrastraba por el suelo por el pelo, le golpeaba la cabeza contra la pared o la azotaba con su cinturón. Entonces ella dijo que volvería y se envenenó a sí misma.

“Regresé a la habitación y pensé: esta será la última vez”, dijo Salwa. Pero ella no murió. “Cuando me desperté a la mañana siguiente, dije, ‘F * ck, Dios’”.

Salwa, cuyo nombre ha sido cambiado para su protección, ahora tiene 20 años. Ella es una refugiada y una de las más del 40 por ciento de las niñas sirias en el Líbano obligadas a casarse temprano debido a la guerra civil siria, según UNICEF. Eso es casi el doble de la tasa de matrimonio temprano en el Líbano desde que comenzó la crisis.

El matrimonio es visto como una forma de proteger a las niñas de las agresiones sexuales, y les da a los padres una boca menos para alimentar. De hecho, la economía en dificultades del Líbano, junto con la falta de ayuda de las Naciones Unidas, puede dejar a los refugiados desesperados por una dote.

Salwa muestra la cicatriz en su muñeca. Es un recordatorio de una de las muchas veces que ha intentado suicidarse desde que la obligaron a casarse con un hombre físicamente abusivo a la edad de 14 años. (Lisa Khoury / Times of Israel)
Salwa muestra la cicatriz en su muñeca. Es un recordatorio de una de las muchas veces que ha intentado suicidarse desde que la obligaron a casarse con un hombre físicamente abusivo a la edad de 14 años. (Lisa Khoury / Times of Israel)

“En muchos aspectos, se considera a las niñas como una mercancía”, dijo Fiona Carr, vocera de Girls Not Brides, una ONG internacional dedicada a acabar con el matrimonio infantil. “Es como, ¿dónde puedo colocar esto? Para algunos padres, obtener una dote es un bien alto, por lo que la colocarán con el mejor postor”.

Sin embargo, lo que los padres no se dan cuenta es que las novias menores tienen mayor riesgo de ser violadas, contraer el VIH, abandonar la escuela y continuar una vida de pobreza, de acuerdo con Girls Not Brides. Y muchas se deprimen o, como en el caso de Salwa, son suicidas.

El 3 de julio, el gobierno sirio hizo un llamamiento a los refugiados para que regresen, diciendo que ha limpiado con éxito grandes áreas de “terroristas”. Pero para muchas niñas refugiadas en el Líbano, el daño ya está hecho. La crisis los ha obligado a casarse, y no hay marcha atrás.

La economía del matrimonio precoz

Zeina, de 14 años, temía al hombre libanés de 53 años, que tenía el pelo blanco y una barriga grande. Pero él estaba a punto de convertirse en su esposo.

Ella solo lo había visto una vez, mientras ambos visitaban a su vecina en West Bekaa, un área del Líbano donde el 47% de las niñas sirias están casadas. Zeina sirvió el té para adultos, él la miró de arriba abajo, y una semana más tarde apareció en su departamento pidiéndole su mano. Zeina rogó a sus padres que dijeran que no. Pero ofreció una vida mejor y una dote de $ 5,000.

Nueve meses después, un jeque entró mientras ella estaba lavando los platos. Él le preguntó si se casaría con el extraño. A regañadientes, ella dijo que sí. Su esposo estaba esperando en el auto. Condujeron a su casa en silencio. Él la violó esa noche, y todas las noches posteriores.

Zeina se encuentra fuera del asentamiento informal en el que vive con su hija de 7 meses. A la edad de 14 años, la obligaron a casarse con un hombre de 53 años, que la abandonó. Ella ahora cría a la niña sola. (Lisa Khoury / Times of Israel)
Zeina se encuentra fuera del asentamiento informal en el que vive con su hija de 7 meses. A la edad de 14 años, la obligaron a casarse con un hombre de 53 años, que la abandonó. Ella ahora cría a la niña sola. (Lisa Khoury / Times of Israel)

“No vivía en un matrimonio”, dice Zeina, no es su nombre real, ahora tiene 17 años, mientras amamanta a su hija de 7 meses. “Siempre tuve miedo de lo que sucedería cuando llegara a casa por la noche. Siempre estuve impactada, estresada y esperando algo malo”.

Pero su familia, como muchos refugiados en apuros, necesitaba dinero.

Zeina es uno de aproximadamente 1,5 millones de sirios, según el gobierno libanés, que han huido al Líbano desde que comenzó la guerra en 2011. Han encontrado seguridad en el país del tercer mundo, pero también una economía en aprietos.

El desempleo es tan malo que el Líbano ha creado una regla: los sirios solo pueden trabajar en la agricultura, la construcción y la limpieza, trabajos temporales de bajo salario. Como resultado, el 76% de los refugiados registrados en las Naciones Unidas viven debajo de la línea de pobreza, con menos de $ 3.84 por día.

Suzanne Farrah tenía 14 años cuando su familia huyó al Líbano. Su padre había sido asesinado por el grupo terrorista Estado Islámico en Siria, lo que significa que su fuente de ingresos había desaparecido. Entonces ella hizo lo único que sabía que ayudaría a su familia a sobrevivir: se casó.

“Mi madre no tenía suficiente dinero para mantener a la familia”, dijo Farrah, que ahora tiene 17 años. “En mi corazón, no quería casarme. Pero cuando miré nuestras circunstancias, pensé que sería lo mejor”.

Los refugiados tienen una gracia salvadora: la ayuda del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Pero la organización no puede mantenerse al ritmo de la abrumadora cantidad de refugiados, por lo que está haciendo recortes.

En este momento, está brindando apoyo mensual en efectivo (alrededor de $ 175) a 198,000 refugiados. Eso es solo el 13% de los sirios en el Líbano. Este año, el llamamiento de ACNUR para Líbano es de $ 462 millones, y solo está financiado en un 10%.

Suzanne Farrah lava los platos dentro de la casa de su familia. Al igual que Halima, se considera una pena por dejar a su marido y apenas sale de la tienda. (Lisa Khoury / Times of Israel)
Suzanne Farrah lava los platos dentro de la casa de su familia. Al igual que Halima, se considera una pena por dejar a su marido y apenas sale de la tienda. (Lisa Khoury / Times of Israel)

“Si la ayuda humanitaria está disminuyendo, las familias se vuelven más vulnerables”, dijo Jihane Latrous de UNICEF. “Y luego se encuentran en situaciones en las que tienen que enviar a sus hijos al trabajo, o niñas para casarse, o sexo de supervivencia”.

Una elección entre violación o violación

Irónicamente, es el miedo al asalto sexual lo que a menudo lleva a los padres a casar a sus hijas.

Cuando los soldados sirios ingresaron en Idlib, Siria, en diciembre de 2016, el padre de Fadia Ammar Al Mohamad no pudo esperar más. Firmó documentos para casar a la niña de 14 años con un primo en el Líbano que nunca había conocido.

“Escuchamos que el ejército estaba violando niñas frente a sus padres y luego matando a toda la familia”, dijo Al Mohamad. “Mis padres temían que me violaran”.

Ahora, más que nunca, las niñas sirias son vulnerables a la agresión sexual. En algunas culturas del Medio Oriente, las niñas que tienen relaciones sexuales antes del matrimonio son avergonzadas, incluso si son violadas. Entonces el matrimonio puede salvar la virginidad de una niña y, por extensión, la reputación de su familia.

En Siria, los grupos armados utilizan la violación como arma de guerra para aterrorizar e intimidar a las personas. Y en el Líbano, los refugiados son más propensos a ser acosados ​​sexualmente.

“Un propietario, por ejemplo, ve a las familias que no pueden pagar el alquiler y puede decidir decir, ‘OK, no puede pagarme el dinero por el alquiler, pero puede entablar relaciones sexuales conmigo’”, dijo Latrous. “Como una forma de proteger a sus hijas, es una elección por desesperación que algunas familias elijan casarlas”.

Pero una vez que una niña está casada, a menudo tiene experiencias sexuales traumáticas dentro de su propio matrimonio.

La vulnerabilidad de las novias jóvenes

Halima Ali Al Hussein, de 17 años, evitó tener relaciones sexuales con su esposo de 42 años durante un mes y medio. Para él, fue un mes y medio demasiado largo.

Tenía esposa e hijos en Siria, pero quería una segunda esposa para hacerle compañía en Dubai, donde acaba de comenzar un nuevo trabajo. Así que visitó un asentamiento de refugiados en Taanayel, Líbano, vio a Al Hussein y le pidió la mano a su padre.

En ese momento, Al Hussein era el sostén de su familia. Su madre había muerto recientemente, y su padre no podía trabajar debido a una lesión. Así que recogió papas en el campo 10 horas al día, a veces siete días a la semana, para mantener a sus ocho hermanos.

Ella pensó que casarse con el extraño haría la vida más fácil. Pero ella terminó entrando en una vida de abuso mental y sexual.

“La primera vez, me forzó”, recuerda Al Hussein, ahora de 21 años. “Fue como una pelea entre nosotros”. Gritaba, ‘¡Déjame!’ Él dijo: ‘Eres mi esposa. Lo harás porque esperé un mes y medio’”.

Las niñas menores de 18 años tienen más probabilidades de ser víctimas de violencia doméstica que las mujeres. Y cuanto más amplia sea la diferencia de edad, mayor será la probabilidad de que sean abusados, según Observador de Derechos Humanos.

Las nueve chicas entrevistadas para esta historia dijeron que habían sido forzadas o se sintieron presionadas para tener relaciones sexuales con sus maridos.

Halima Ali Al Hussein se encuentra fuera de la cabaña de su familia, a la que apenas se le permite irse. Después de divorciarse, se considera una vergüenza para la comunidad. (Lisa Khoury / Times of Israel)
Halima Ali Al Hussein se encuentra fuera de la cabaña de su familia, a la que apenas se le permite irse. Después de divorciarse, se considera una vergüenza para la comunidad. (Lisa Khoury / Times of Israel)

“Durante las relaciones, no hubo amor”, dijo Al Hussein. “Solo cerraba los ojos. Hasta ahora, tengo miedo al matrimonio”.

Entonces, hay abuso psicológico.

Al Hussein dijo que su esposo la encerraría en el apartamento todos los días mientras trabajaba. Luego, venía a casa y hablaba por teléfono.

“Me gustaría hablar y preguntar: ‘¿Cómo estuvo tu día?’”, Dijo. “Él decía: ‘No hables hasta que te diga’”.

Al Hussein pensó que tener un bebé podría resolver sus problemas. Cuando lanzó la idea, él dijo que no, que se había casado con ella únicamente por entretenimiento.

En ese momento, Al Hussein decidió dejarlo. Se sintió fortalecida, fuerte y libre. Sin embargo, no se dio cuenta de que divorciarse de su marido arruinaría su reputación.

Culpar a la novia que se va

Cuando Al Hussein, ahora de 21 años, cuenta su historia, se sienta en la cabaña de su familia en Taanayel. Su padre dice que solo puede salir de esta habitación congestionada, hecha de paredes de tela, cuando tiene que trabajar. De lo contrario, porque ya no es virgen, la gente puede pensar que va a hablar con hombres.

“Mis hermanos me preguntaron, ‘¿Por qué volviste? Porque eras una mala esposa, es por eso”, dijo. “Mi papá me estaba culpando, diciendo que debería haber resuelto el problema y me quedé con él”.

Zeina, la siria que se casó con un hombre de 53 años, está lidiando con un problema similar.

Dos años después de su matrimonio, ella quedó embarazada. La familia de su esposo estaba furiosa porque no querían que un niño sirio heredara su tierra, dice ella. Entonces su esposo le dijo a su padre que ella hizo trampa y que el niño no era de él.

“Me golpearon con un cinturón mientras estaba embarazada”, dice mientras señala los verdugones en sus brazos y espalda.

Zeina dio a luz a la niña el año pasado, y su esposo, que se niega a divorciarse legalmente de ella, aún no la ha visto. Con la ayuda de una ONG local, Zeina hizo una prueba de ADN y descubrió que el bebé es suyo.

Sin nadie para ayudar a la madre soltera de 17 años, se esfuerza por alimentar a su hija. Recientemente acudió a la corte, diciendo que necesita que su esposo pague por los pañales.

“Después de ir a la corte, sus amigos amenazaron a mi madre”, dijo Zeina. “Dijeron que si iba a la corte una vez más, lastimarían a toda nuestra familia”.

Y luego está Salwa. Cuando le dijo a su esposo que quería el divorcio, él se llevó a sus cuatro hijos, se mudó y apenas le permite verlos.

Suicidios y encubrimientos

El certificado de defunción de Halima dice que ella se cayó por las escaleras. Pero de acuerdo con SB Overseas, una ONG que trabaja con refugiados sirios en todo el Líbano, incluido el campamento de Halima, la niña de 13 años de hecho se suicidó.

Comenzó una noche en octubre, cuando escapó de su abusivo esposo en un campo de refugiados a las afueras de Beirut. Ella huyó a su familia y le preguntó si podrían ayudarla a divorciarse de él. De ninguna manera, era su respuesta, ella tenía que quedarse con él. Entonces, esa noche, Halima tomó una sobredosis de pastillas.

SB Overseas ha notado cuán común se ha vuelto el suicidio entre las novias menores de edad, y con qué frecuencia las familias mienten al respecto.

“No pueden admitir que la decisión que tomaron llevó a este resultado”, dijo Veronica Lari, ex vocera de SB Overseas. “Lo que ocurre a menudo es que las chicas desaparecen por completo”. Sabemos que es una consecuencia del matrimonio, pero no tenemos datos ni noticias de ella. Y la familia dice que no saben nada”.

Fadia Ammar Al Mohamad, que no conoció a su marido hasta el día de su boda, se encuentra junto a la cama en la que duermen en su tienda de campaña. (Lisa Khoury / Times of Israel)
Fadia Ammar Al Mohamad, que no conoció a su marido hasta el día de su boda, se encuentra junto a la cama en la que duermen en su tienda de campaña. (Lisa Khoury / Times of Israel)

Aunque el matrimonio prematuro ha existido durante siglos, pocos estudios muestran su impacto psicológico. Eso no se debe a que las novias infantes no estén profundamente deprimidas y solas, es porque no están hablando de eso.

“Si te obligan a un matrimonio que no quieres, y una vez que estás en el matrimonio, te obligan a tener relaciones sexuales cuando no quieres tener relaciones sexuales, es posible que no le des voces a ningún sentimiento”, Dijo Carr. “Porque, por lo que usted sabe, a nadie le importa lo que piense”.

Hasan Arfeh, un periodista sirio, ha notado la misma tendencia en Siria.

Cuando se supo que una joven novia en la zona rural de Idlib, Siria, se ahorcó en febrero de 2017, Arfeh inició una investigación. Descubrió que otras cuatro niñas se habían suicidado en esa zona desde que las obligaron a casarse.

También se dio cuenta de por qué el suicidio se denuncia tan raramente entre las novias infantiles sirias: el estigma a su alrededor.

“Los padres saben que su hija se suicidó, pero en pequeñas comunidades en Siria, ocultan el problema”, dijo Arfeh. “Se sienten avergonzados de la comunidad que los rodea. No ofrecen el cuerpo al médico forense, alegando que es el cuerpo de una niña y tienen derecho a no mostrarlo”.

Layal, cuyo nombre también ha cambiado, llevaba seis meses en matrimonio cuando intentó suicidarse. La refugiada siria de 16 años saltó a un río en Baalbak, Líbano, sabiendo que no podía nadar. Pero su hermana la salvó.

“Pensé, ‘quiero morir. Es mejor que vivir esta vida miserable’”, dijo.

Su padre huyó al Líbano con 17 niños y no pudo atenderlos a todos. Entonces la casó con un hombre de 31 años que era financieramente estable, pero también abusivo.

Layal dice que un día usó una escoba para golpearla en la cabeza. Él la golpeó tantas veces que se desmayó, despertando en el piso horas después, sangrando por su cráneo. Fue entonces cuando decidió intentar acabar con su vida.

Esperanza en escasez

Layal a veces no puede recordar dónde vive ni cuántos años tiene. Su esposo, que desde que se divorció, la golpeó tantas veces en la cabeza que ahora sufre de pérdida de memoria a corto plazo, dice su madre.

En octubre, Layal tuvo una rara oportunidad de ver a un psicólogo.

Una mañana, Amira Deeb, una trabajadora social del Encuentro Democrático de Mujeres Libanesas (RDFL), una ONG financiada por UNICEF, fue al campamento de Layal en busca de refugiados que necesitaran apoyo emocional.

Layal inmediatamente pidió consejería. Pero su madre dijo que no, temía que su hija abandonara el campamento sin un hombre.

La mayoría de las organizaciones de ayuda internacional se enfocan en conseguir alimentos, refugio y ropa para los refugiados, no apoyo emocional. E incluso los que tienen problemas para alcanzar novias infantiles.

UNICEF tiene 10 socios en todo Líbano que se dirigen a mujeres y niñas en riesgo de violencia de género. En 2017, esos socios ayudaron a llegar a más de 60,000 mujeres y niñas, dice Latrous. Pero Deeb dice que eso no significa que las chicas se están abriendo tanto como quieren.

“Sí, tenemos este programa, ofrecemos educación, actividades, psicólogos e incluso ayuda legal, pero no son útiles”, dijo Deeb. “Si tratamos de sacar a las niñas de su lugar de residencia, sus maridos o hermanos o padres o madres representan un gran problema. Estas chicas no pueden ser salvadas”.

Ilustrativo: niños refugiados sirios juegan en un campamento de refugiados no oficial en la ciudad de Bar Elias, en el Líbano, valle de Bekaa, el 13 de mayo de 2016. (AFP PHOTO / JOSEPH EID)
Ilustrativo: niños refugiados sirios juegan en un campamento de refugiados no oficial en la ciudad de Bar Elias, en el Líbano, valle de Bekaa, el 13 de mayo de 2016. (AFP PHOTO / JOSEPH EID)

Además, las ONG solo pueden lograr muchas cosas sin la ayuda del gobierno libanés.

Líbano no tiene una edad mínima para contraer matrimonio. En cambio, el país deja que las partes religiosas lo decidan.

Además, el Líbano no tipifica como delito la violación conyugal. De hecho, un esposo solo puede meterse en problemas si su esposa está físicamente herida durante una violación y necesita 10 días para recuperarse. En ese caso, enfrenta una multa de entre $ 6.66 y $ 33, o un máximo de seis meses en prisión.

Por ahora, las ONG como RDFL continúan yendo a los campamentos e intentan hacer lo que pueden: ofrecer a las niñas, que obtienen el permiso de sus maridos y padres, la oportunidad de simplemente hablar.

“Cuando vamos al campo, veo algo en los ojos de estas chicas”, dijo Deeb. “No lo dirán, pero cuando miro a los ojos de cualquiera de estas chicas, veo que nos dicen: ‘Por favor, ¿puedes ayudarnos y sacarnos de esta vida para siempre?’”.

 

Comparte este contenido:

Documental: La escuela del silencio

Presenta: Youtube

Documental que evidencia las dificultades de niñas en escuelas rurales.

Proyecto presenta la problemática de las niñas en las escuelas del Perú. … Además, señaló que “La escuela del silencio” representa el silencio social de ser niña en comunidades quechua-hablantes o aymara-hablantes con bajos recursos; por lo que existe un tema cultural que hay que abordar y transformar.

“Hoy las niñas y los niños acuden a la escuela primaria en similares porcentajes. Lo hacen en condiciones distintas que sus congéneres de las zonas urbanas. Conforme crecen las brechas se acentúan, y las niñas rurales y de barrios periurbanos van quedando rezagadas, con menos posibilidades de hacer realidad su proyecto de vida”, comentó.

El documental que ha sido producido por César Hildebrandt Chávez por encargo de UNICEF y con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Comercio y Desarrollo de Canadá, relata la historia de niñas que a pesar de vivir en entornos muy distintos – comunidades amazónicas, alto andinas y un asentamiento humano de Ventanilla – tienen un sueño común y enfrentan similares barreras para cumplirlos.

Ellas anhelan culminar la escuela y convertirse en profesionales. Estas niñas a su corta edad deben asumir el cuidado de sus hermanos menores y labores domésticas propias de una persona adulta; además deben trabajar para colaborar con la economía familiar; y día a día soportar la discriminación de género y la violencia en sus casas y colegios.

Miles de niñas y adolescentes están asumiendo responsabilidades que no les corresponden. Son niñas cuidando a otros niños y alejándose de la escuela; niñas trabajando para contribuir a la economía familiar. Deserción escolar, repitencia, bajos logros de aprendizaje y maternidad precoz suelen ser el resultado de esta situación.

Al referirse a “La Escuela del Silencio” la Embajadora de Canadá comentó “el video que comparte hoy UNICEF ayuda claramente a asegurar el derecho a la educación de las mujeres, desde un enfoque que articula género y diversidad cultural, reconociendo que la pobreza es un factor que dificulta fuertemente este ejercicio”.

Finalmente el representante de UNICEF señaló la necesidad de que Estado, cooperación internacional, sociedad civil y comunidad educativa aborden este problema con enfoque de género para garantizarles a las niñas el derecho a culminar su educación secundaria. Puntualizó que sólo así ellas podrán incorporarse en mejores condiciones al mercado laboral y romper con la cadena de pobreza que arrastran sus familias de generación en generación.

A tomar en cuenta:

  • Según el MINEDU el promedio urbano femenino de conclusión oportuna de la secundaria es superior al masculino. Sin embargo, se mantiene una brecha importante de más de 30 puntos, entre lo urbano y rural. El 76.9% de las adolescentes entre 17 y 18 años del área urbana han culminado la secundaria. En el área rural lo han hecho el 42.5%.
  • En el área urbana el 8.5 de las niñas que culminan sexto grado y el 9% de las adolescentes que culminan secundaria tiene atraso escolar. En el área rural ocurre lo mismo con el 28.9% y 26.8 % de las escolares, respectivamente. En el caso de la población indígena el promedio de atraso es de 33.4% al concluir la primaria y el 35.5% al terminar la secundaria.
  • El embarazo adolescente aumenta cuando menor es el nivel educativo. El 34,9% de las adolescentes que solo cuenta con nivel primaria está embarazada. Entre las adolescentes que tienen estudios superiores el porcentaje de embarazadas es de 4,5%.

Para mayor información en UNICEF, por favor contactar a Marilú Wiegold teléfono 613-0706 celular 99757-3218, e-mail mwiegold@unicef.org y Sandra Esquén, celular 99901-7866, e-mail sesquen@unicef.org  

Link. https://www.youtube.com/watch?v=wBG3jUvTMCs

Comparte este contenido:

África: El trabajo infantil es una lacra silenciosa

Redacción: Opinión

Entre los compromisos que hemos adquirido a nivel mundial a través de la Agenda 2030 hay un tema del que apenas se habla y que, sin embargo, limita las oportunidades de desarrollo físico, mental y social de 152 millones de niños y niñas en todo el mundo, llegando a poner en peligro su salud y sus vidas.

Hablamos del trabajo infantil, y en particular del trabajo en condiciones extremas y peligrosas, que afecta a 73 de esos 152 millones de niños entre 5 y 17 años, en lo que supone una gravísima violación para sus derechos.

Ya sea extrayendo oro o coltán en minas de Camerún o República Centroafricana, recolectando algodón en China o Pakistán, en fábricas textiles o tecnológicas en Bangladesh o Turquía, rebuscando en vertederos en Brasil o India, o invisibles como empleadas domésticas en Filipinas o Togo, niños y niñas extremadamente vulnerables soportan largas jornadas en entornos insalubres, sufriendo distintas formas de violencia y sin ningún tipo de protección, a cambio de pagas exiguas con las que contribuir a las necesidades de sus familias.

Un niño que trabaja no va a la escuela, está expuesto a problemas de salud debidos a la contaminación con pesticidas o químicos, la falta de higiene, una alimentación insuficiente y la realización de esfuerzos excesivos para su edad, y es una víctima indefensa frente al aislamiento, los abusos y la violencia verbal, física o sexual. En todas estas situaciones, se producen graves vulneraciones de derechos: el derecho a la educación, al juego, a la salud, a la protección… en definitiva, privamos a estos niños de su derecho a ser niños.

Se han logrado avances significativos desde el año 2000. El número de niños que realizan trabajos peligrosos se ha reducido a más de la mitad. Pero el progreso es demasiado lento si queremos cumplir la promesa marcada en la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de acabar con el trabajo infantil para el año 2025. Por tanto, es imprescindible impulsar medidas y programas que cambien esta situación y ofrezcan esperanza y oportunidades a todos los niños.

No debemos olvidar que el trabajo infantil está vinculado a la pobreza y la vulnerabilidad. Por tanto, las estrategias para erradicarlo han de abordar estas causas profundas e interconectadas. Es fundamental que las familias cuenten con ingresos e información suficientes sobre la importancia de la educación, contar con redes eficaces para detectar y apoyar a los niños y niñas en riesgo de exclusión, así como generar cambios sociales y un entorno protector de la infancia, que condene y prevenga que los niños trabajen.

Merece una mención especial el impacto de los conflictos y otras crisis humanitarias. Ante situaciones de inestabilidad y pérdida de fuentes de ingresos, las familias activan distintos mecanismos de respuesta: utilizar los ahorros, pedir ayuda a familiares y amigos, solicitar préstamos, etc.

Cuando las crisis se prolongan en el tiempo, estas opciones se agotan y entran en juego mecanismos «negativos», entre los que se encuentra el trabajo infantil. Como ejemplo, entre los refugiados sirios en Jordania en 2015, un 47 por ciento de las familias manifestaron depender total o parcialmente de los ingresos generados por un niño o niña.

Fuente: http://www.opinion.com.bo/opinion/articulos/noticias.php?a=2018&md=0706&id=259552

Comparte este contenido:

Colombia: Hidroituango y el «Smartphone»

Por: Renán Vega Cantor. La Haine. 04/07/2018

Un nuevo celular consume más energía eléctrica que una nevera de tamaño medio.

La construcción de represas, como la de Hidroituango, tiene por objeto generar electricidad con el fin de satisfacer el consumo de energía en grandes cantidades, sin la cual no podría funcionar la economía capitalista contemporánea. La producción de teléfonos celulares alcanza niveles escalofriantes, hasta el punto que ya en 2014 había más celulares que seres humanos, tanto a escala global, como en Colombia. Eso puede observarse diariamente, con la esquizofrénica utilización del celular desde que las personas se levantan de la cama, hasta que se acuestan, puesto que gran parte de ellas no puede despegarse ni un segundo de ese invasivo artefacto, una prótesis permanente que acompaña a los seres humanos hasta en los momentos más íntimos: cuando satisfacen sus necesidades fisiológicas o cuando tienen relaciones sexuales.

El ‘smartphone’, el celular más avanzado, es una mercancía de consumo masivo a la que se le atribuye vida propia como si funcionara por sí misma en forma milagrosa, sin necesidad de recurrir a ninguna fuerza externa que lo active. Ese fetichismo se basa en la creencia de que esos aparatos son autosuficientes, máxime que pueden prenderse y apagarse en cualquier lugar, conectarse con el mundo exterior, hablar a través de ellos, enviar mensajes, utilizar aplicaciones, escuchar música, rebasando fronteras y superando los límites territoriales.

Esa sensación de autonomía es un espejismo, puesto que el celular funciona con energía, más concretamente con su forma más común: la electricidad. El ‘smartphone’, por más “inteligente” que sea, opera con una batería recargable que se abastece de electricidad. De ahí que las baterías tengan que cargarse de electricidad en una forma esquizofrénica, como lo apreciamos en los aeropuertos, hospitales, universidades, viviendas, en las que todo el tiempo se enchufan los cargadores del ‘smartphone’ para alimentarlos con electricidad, sin la cual no pueden funcionar.

Puede suponerse que el gasto de electricidad de un celular o un ‘smartphone’ es mínimo, porque es un pequeño dispositivo microelectrónico que, se nos dice, entre más inteligente menos electricidad consume. Esto ni siquiera es cierto para un aparato individual, porque diversas investigaciones han comprobado que un nuevo celular consume más energía eléctrica que una nevera de tamaño medio. Así, el refrigerador común y corriente consume 322 Kilovatios hora (kWH) al año, mientras que el nuevo celular consume 388 kWh en el mismo período de tiempo, en lo que se incluyen sus conexiones inalámbricas, utilización de datos, la carga de la batería y el almacenamiento de información. Una diferencia notable radica en que un hogar cuenta en el mejor de los casos con un refrigerador, mientras que en ese mismo hogar puede haber 5 o más celulares, puesto que se ha vuelto casi normal que una persona tenga dos o tres celulares. El problema adquiere una dimensión crítica si tenemos en cuenta que en el mundo hay unos 9 mil millones de celulares, incluyendo viejos y nuevos modelos, y en Colombia hay más de 50 millones. En pocas palabras, existen más celulares que seres humanos. Y eso origina el problema de cómo garantizar el abastecimiento de electricidad para que funcionen esos aparatejos, en apariencia mágicos.

Y aquí es donde viene el nexo con las represas que generan electricidad, porque están son indispensables para suministrar una creciente oferta de energía, que se usa de muchas formas, pero es cada vez mayor la cantidad que se destina a los ‘smartphone’, cuya producción es un fabuloso negocio para empresas multinacionales. Si se quiere alimentar el crecimiento exponencial en el consumo de ‘smartphone’ (del que se dice que se venden 3.7 millones de unidades por día en el mundo entero) es obvio que debe garantizarse la producción de energía eléctrica. Para hacerlo posible se construyen represas, como la de Hidroituango, las cuales suministran electricidad, una parte de la cual se destina al funcionamiento de los artefactos microelectrónicos, que en conjunto ya consumen el 10% de la generación de electricidad mundial. Y dentro de esos cacharros microelectrónicos es el ‘smartphone’ el que más consume electricidad, por la sencilla razón que se utiliza frenéticamente durante el día y la noche por sus poseedores, en la medida en que el celular ya no se emplea solo para llamar por teléfono y hablar, sino que ahora existen múltiples aplicaciones. Eso requiere que los usuarios tengan que conectar sus equipos dos o hasta tres veces al día, con el notable incremento del consumo de electricidad. El paroxismo en el despilfarro de electricidad con el abuso de los ‘smartphone’ se encuentra en la artificial necesidad de mantener siempre cargados los aparatos, porque su descarga es considerada como una tragedia, que genera pánico entre sus usuarios.

Por otro lado, debe recordarse que estos aparatos están untados de sangre por varias vías: por los materiales y minerales necesarios para su producción, que generan esclavitud y guerras por los recursos como la del Congo, con millones de muertos en los últimos años, pero también los asesinados (campesinos y pescadores) en los lugares donde se construyen las represas. Y ese es el caso de Hidroituango. De manera, que cada vez que el lector de este artículo utilice su ‘smartphone’ debería pensar en la sangre virtual contenida en el pequeño aparato que opera hábilmente con sus manos, porque esa sangre ha sido necesaria para impulsar los faraónicos proyectos de “desarrollo” que como el localizado en el Bajo Cauca antioqueño, finalmente se hacen para generar suficiente electricidad para que el ‘smartphone’ suene y suene en forma ininterrumpida, aunque su uso enfermizo también contribuya a recalentar nuestro sufrido planeta.

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/colombia-hidroituango-y-el-smartphone

Fotografía: La Haine

Comparte este contenido:

México: La educación y el trabajo infantil

México/16 de Junio de 2018/newsweekespanol

De acuerdo con los datos del INEGI, en México hay 29.34 millones de niñas, niños y adolescentes entre 5 y 17 años de edad. De ellos, 27.21 millones asisten a la escuela, el resto, 2.12 millones no asisten a ninguna institución educativa. Es interesante observar las “razones” que el INEGI documenta como las causantes de la no asistencia escolar de las niñas y los niños.

En efecto, de los 2.12 millones que no tienen la oportunidad de estudiar, 255,812 (12% del total que no asisten), no asisten a la escuela por trabajo; y 291,936 (13.7%), no asisten por falta de recursos económicos; en sentido estricto, se puede aducir que ambas categorías tienen una relación muy fuerte, y en general, que el 25% de las niñas, niños y adolescentes que no van a la escuela lo hacen fundamentalmente por motivos de carencia económica.

A esa suma debe añadirse la relativa a los 111,306 niñas, niños y adolescentes que no asisten a la escuela porque deben desarrollar quehaceres domésticos en el hogar (5.2% del total). En este caso, es igualmente evidente que se trata de un segmento de la infancia que se encuentra en condiciones relevantes de pobreza y carencias.

Hay una categoría, entre las que reporta el INEGI, que debe discutirse. De acuerdo con el Instituto, 897,047 niñas, niños y adolescentes (42.2%) no asisten a la escuela: “por falta de interés, aptitud o requisitos para ingresar a la escuela”. La categoría más problemática entre estas tres mencionadas por el Instituto, es la de “falta de aptitud”: ¿qué significa que una niña o niño no es apto para estudiar?

La categoría llama a duda, porque puede indicar un sinfín de problemas, comenzando por la discriminación. Puede ser que se refiera a niñas y niños con alguna discapacidad; o bien, a niñas y niños con bajo desempeño académico que no tienen el promedio de calificaciones exigido para incorporarse a otros niveles. Y si esto es así, el indicador es revelador del carácter excluyente que mantiene el sistema educativo en sus diferentes modalidades y niveles.

En ese sentido, es relevante destacar que 109,547 (5.2% del total) no asisten por “inseguridad, discriminación y distancia de la escuela; mientras que 122,756  (5.8%) no asisten porque padecen alguna enfermedad, han tenido algún accidente o viven con alguna discapacidad.

El otro dato dramático es que hay 183,912 niñas, niños y adolescentes (8.7%), que no asisten a la escuela por embarazo, matrimonio o unión y motivos familiares. En este apartado es importante destacar que de esos 183,912, un total de 152,090 son niñas o mujeres adolescentes, cifra reveladora de las condiciones de desigualdad, no solo en el ámbito educativo, sino en general de los estereotipos y prácticas discriminatorias vigentes en nuestra cultura.

En este contexto, sólo 12.65 millones de las niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años han recibido alguna beca o ayuda, indicador que muestra la relevancia de universalizar el cumplimiento de los derechos y en esa medida, avanzar hacia la construcción de una sociedad igualitaria y auténticamente incluyente.

Asimismo, de los 29.34 millones que tienen de 5 a 17 años, hay 2.31 millones que trabajan (en su medición extendida, INEGI contabiliza 3.4 millones); y de esos 2.31 millones, 2.069 millones lo hacen en ocupaciones peligrosas o por debajo de la edad permitida por la Ley. Asimismo, entre quienes trabajan, se encuentran 915 mil de quienes, en el grupo de edad, no asisten a la escuela.

El trabajo infantil es una de las deformaciones más aberrantes del mundo del trabajo. Representa un fenómeno de explotación infame, y de inaceptable privación de los derechos de la niñez. Su permanencia normalizada en una sociedad es muestra de la ausencia de escrúpulos, de buena parte del sector privado, pero también y sobre todo del público.

El trabajo infantil es uno de los pasajes oscuros de nuestra modernidad podrida. Y es la hora de erradicarlo.

Fuente: https://newsweekespanol.com/2018/06/la-educacion-y-el-trabajo-infantil/

Comparte este contenido:

OIT: Unos 73 millones de niños trabajan en condiciones peligrosas (Audio)

OIT / 20 de junio de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: Radio ONU

Los pequeños laboran arduamente en minas y campos, fábricas y hogares, expuestos a pesticidas y otras sustancias tóxicas, transportando cargas pesadas o trabajando largas horas. Muchos sufren consecuencias físicas y psicológicas y hasta sus propias vidas pueden estar en riesgo.

 

 

“Los niños son más vulnerables a los riesgos que los adultos. Se necesitan medidas urgentes para garantizar que ningún menor de 18 años participe en trabajos peligrosos”, declaró Guy Ryder, el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil.

Este año la atención se centra en poner fin a los trabajos peligrosos y fomentar un empleo seguro y saludable para los jóvenes en edad laboral legal.

Alrededor de 73 millones de niños se encuentran endesempeñan trabajos de este tipo, casi la mitad de los 152 millones de menores de 5 a 17 años inmersos en la labor infantil. Estos niños trabajan arduamente en minas y campos, fábricas y hogares, expuestos a pesticidas y otras sustancias tóxicas, transportando cargas pesadas o trabajando largas horas. Muchos sufren consecuencias físicas y psicológicas para toda la vida.

Las consecuencias del trabajo infantil peligroso

 

Un nuevo informe de la OIT dirigido a la eliminación urgente del trabajo infantil peligroso revela que ciertos riesgos ocupacionales, entre ellos la exposición al estrés psicológico y a los productos químicos de uso común, son aún más graves para los niños de lo que se pensaba.

Otro hallazgo clave es que la adolescencia, como un período de maduración física, puede comenzar más temprano y durar hasta mediados de los años veinte. Dentro de este período lapso prolongado de crecimiento, los niños (y los adultos jóvenes) se enfrentan a una serie de vulnerabilidades que requieren respuestas en la ley y en la práctica.

Además, el informe describe el vínculo crucial y mutuo entre la educación y la salud: la falta de educación aumenta el riesgo de resultados negativos en la salud del debido al trabajo y, a la inversa, la educación de calidad tiene efectos positivos y protectores en la salud de los niños trabajadores.

Aunque el número total de niños menores en trabajos peligrosos ha disminuido en los últimos años, el progreso se ha limitado a adolescentes. Entre 2012 y 2016, casi no hubo reducción en el número de niños de 5 a 11 años que laboran, y el número de pequeños en trabajos peligrosos aumentó.

La obligación de los Estados

Ningún niño menor de 18 años debe realizar trabajos peligrosos, según lo estipulado en los Convenios de la OIT sobre trabajo infantil, concretamente el Convenio sobre la edad mínima y el Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil.

Los gobiernos, en consulta con los interlocutores sociales, deben establecer y hacer cumplir una lista nacional de trabajos peligrosos prohibidos para los niños.

La ratificación de los convenios de la OIT por hasta 181 Estados refleja el compromiso de acabar con el trabajo infantil en todas sus formas.

El trabajo infantil en la agricultura

 

El Fondo de la ONU para Alimentación y la Agricultura (FAO), reveló también este martes datos preocupantes: después de años en constante declive, el número de niños trabajadores en la agricultura aumentó más de un 10% desde 2012, impulsado en parte por conflictos violentos y desastres.

Esta tendencia preocupante, no solo amenaza el bienestar de millones de niños, sino que también socava los esfuerzos para acabar con el hambre y la pobreza en el mundo, advierte la FAO.

Se pasó de 98 millones a 108 millones de niños trabajadores desde 2012, según las últimas estimaciones. Los conflictos prolongados y los desastres naturales relacionados con el clima seguidos de la migración forzada han empujado a cientos de miles de niños a laborar.

Los hogares en los campos de refugiados sirios en el Líbano, por ejemplo, son propensos a recurrir al trabajo infantil para garantizar la supervivencia de su familia. Los niños refugiados realizan una serie de tareas y a menudo están expuestos múltiples riesgos que incluyen pesticidas, condiciones deficientes de saneamiento en el campo, altas temperaturas y fatiga por realizar trabajos tareas físicamente exigentes durante períodos prolongados.
Al mismo tiempo, los esfuerzos para eliminar el trabajo empleo infantil en la agricultura enfrentan desafíos persistentes, debido a la pobreza rural y la concentración del trabajo infantil en la economía informal y el trabajo familiar no remunerado..

La FAO subraya que el trabajo infantil en la agricultura es un problema mundial que está perjudicando a los niños, dañando el sector agrícola y perpetuando la pobreza rural. Por ejemplo, cuando los niños se ven obligados a trabajar largas horas, su oportunidad de asistir a la escuela y desarrollar sus habilidades es limitada, lo que interfiere con su capacidad de acceder a oportunidades de empleo decentes y productivas más adelante en la vida, incluidas las oportunidades en un sector agrícola modernizado.

Datos clave

• Casi tres de cada cuatro niños inmersos en el trabajo infantil, están en el sector agrícola.

• Hay 10 millones más de niños en la agricultura desde 2012.

• Casi Cerca del 70% del trabajo infantil es trabajo familiar no remunerado.

• La incidencia del trabajo infantil en los países afectados por el conflicto armado es un 77% más alto que el promedio mundial.

• Casi la mitad de todo eldel trabajo infantil en el mundo ahora tiene lugar en África: 72 millones, o uno de cada cinco niños de Áfricaafricanos, laboran, en su mayoría en la agricultura, seguido de. En segundo lugar se encuentra Asia, con 62 millones.

Indonesia, ejemplo de compromiso

El país se ha comprometido a eliminar toda forma de trabajo infantil de cara a 2022 para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La siguiente fotogalería ilustra las circunstancias en las que se encuentran algunos jóvenes.

Fuente de la Noticia:

https://news.un.org/es/story/2018/06/1435662

Comparte este contenido:
Page 13 of 25
1 11 12 13 14 15 25