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Las neurociencias no revolucionan la educación

Por: Daniel  Brailovsky

El fenómeno mediático y comercial que explota los valiosos aportes de la neurociencia contemporánea como un hito revolucionario del campo educativo, reedita conservadurismos y asordina una mirada política y propiamente pedagógica sobre los desafíos que enfrenta el sistema educativo.

El impulso de un proyecto de ley sobre Dificultades Específicas del Aprendizaje (1) ha suscitado una oleada de reacciones por parte de educadores, profesionales de la salud y científicos sociales que reconocen en esta iniciativa otra expresión de las miradas cientificistas y reduccionistas sobre el aprendizaje escolar. Si bien la iniciativa se funda en la intención de garantizar derechos, evitar estigmatizaciones y ampliar el compromiso del Estado asumiendo mayores compromisos en materia de salud y educación, tras la apariencia científica de los argumentos, el aprendizaje escolar (y sus dificultades) aparece definido como un problema puramente biológico o neuronal. Esto supone valoraciones sobre la sociedad, la cultura y la educación que van desde el reduccionismo y la falacia, hasta la más pura eugenesia o el darwinismo social. Los portavoces de esta perspectiva asumen que hasta el 10% de los problemas escolares se debe a la falta de diagnóstico temprano de un proceso de índole neurobiológico con base genética. La puesta en segundo plano de las principales dimensiones del fracaso escolar (pedagógica, didáctica, social, cultural, económica y política), convive en el debate amplio con argumentos tan escandalosos como la formulación de una explicación neuronal de la pobreza, descripta en términos de “capital mental” (figura teórica que podría leerse como una caricatura fisiológica del capital cultural de Pierre Bourdieu) y que es presentada en forma mediática y bajo el auspicio de grandes empresas por los principales promotores de esta corriente de pensamiento.

Pero ni el proyecto ni sus promotores constituyen el centro del problema, pues éste es la expresión más reciente de un fenómeno más amplio. En perspectiva, se inscribe en el contexto de iniciativas análogas que han visto la luz en los últimos años. Probablemente una de las más pintorescas sea el proyecto de una ley de “educación emocional” que busca “desarrollar mediante la enseñanza formal las habilidades emocionales” (p.e. autorregulación emocional, motivación o aprovechamiento productivo de las emociones), convirtiendo algo tan complejo, inasible y sanamente ingobernable como la emoción en una especie de currículum afectivo normalizador. (2) Esta mirada neopositivista de las dificultades de aprendizaje se reconoce también en el llamado “Trastorno por déficit de atención con hiperactividad” (ADD o ADDH), que con demasiada frecuencia es lisa y llanamente un eufemismo médico para aludir al hecho de que no todos los alumnos se quedan quietos escuchando cuando las clases son aburridas, están mal pensadas o desconocen la necesidad de construir la enseñanza desde la alteridad y el diálogo. La experiencia con el ADD/ADDH, además, ha mostrado contundentemente lo que sucede cuando los problemas de aprendizaje son sacados de contexto y adjudicados a una patología del alumno: severas situaciones de abuso de los medicamentos, adicciones y situaciones recurrentes de estigmatización.

Hasta aquí, nada nuevo. Neurólogos (o psicólogos, o gurúes del credo que fuere) desbordan de entusiasmo y creen que sus postulados están llamados a revolucionar la educación. Ya ha sucedido muchas veces. Y no es curioso que, como en todas las versiones anteriores, muchos de los textos que hablan de neurociencias y educación se digan portadores de visiones críticas acerca de la escuela tradicional, y hasta se autoproclamen revolucionarios. “La revolución del cerebro”, “la nueva educación basada en el cerebro” o “la revolución de la neuropedagogía”, son algunos de los estandartes que sostienen. Para cualquier pedagogo, sin embargo, es evidente que los hallazgos en materia de neurobiología no aportan a la pedagogía lo bastante como para considerarse revolucionarios. La asombrosa posibilidad de observar mediante complejas tecnologías el funcionamiento de un cerebro vivo, es fascinante. Sólo la buena ciencia ficción ha anticipado este increíble avance. Pero creer que este logro se traduce en revoluciones educativas es un exabrupto que desconoce por completo el sentido del hecho educativo.

Pero ya se ha dicho tanto, y tan bien dicho, sobre estas iniciativas como emergentes de un nuevo conservadurismo educativo, que optaré aquí por entrarle al asunto desde otro ángulo. Me gustaría analizar la cuestión a partir de la pregunta por el autoproclamado carácter “revolucionario” de los enfoques neurocientíficos aplicados a la vida escolar, y esbozar algunos argumentos que podrían ayudar a pensar la cuestión desde una perspectiva más que legítima: la propiamente pedagógica.

La enseñanza se enfrenta a enormes dilemas. Los profesores se aferran a modelos “tradicionales” aun cuando desde hace siglos existen voces críticas que intentan desterrarlos de las aulas. Los manifiestos escolanovistas de principios del siglo XX ya expresaban (mucho antes de las resonancias y las tomografías, y de un modo mucho más ordenado y elocuente) todos los principios que hoy proclama la neuropedagogía. Una excelente recopilación de estas ideas clásicas puede hallarse en el libro más reciente de Philippe Meirieu, el punto de partida es su cólera hacia los panfletos que difunden las tesis clásicas de la educación nueva presentándolas como paquetes fáciles de vender. (3) Y traigo a Meirieu simplemente para mostrar que son muchos en todo el mundo los que observan con preocupación cómo los gurúes mediáticos del momento presentan, simplificadas y vulgarizadas, ideas que ameritan pensarse mejor.

La mayor parte de las prácticas “tradicionales” criticadas tienen que ver con el excesivo centramiento de la enseñanza en la figura del docente, que explica y despliega sus saberes, y con el olvido de los intereses auténticos y las necesidades de los alumnos, que quedan relegados a una posición de espectadores pasivos. Algunos partidarios de los enfoques neuropedagógicos suponen que conocer mejor el cerebro equivale a conocer mejor al alumno y sus potencialidades, y creen que este conocimiento devendrá en una revitalización del olvidado lugar del estudiante en el aula. Sin embargo, en este razonamiento hay una falacia evidente: las razones del olvido del lugar del alumno no pueden buscarse sólo ni principalmente en los misterios del cerebro. No sólo porque el organismo no es el cuerpo, sino porque este dilema educativo tiene explicaciones mucho menos lineales, que es preciso mirar pedagógicamente.

Ensayemos entonces una explicación desde la pedagogía, presentando tres argumentos.

Primer argumento: mirar el cerebro, no es mirar al alumno. La enseñanza es dos cosas a la vez. Por un lado, es una relación que involucra el encuentro (emotivo, intenso, comprometido) de personas que ahondan en algo tan íntimo y profundo como el saber, las creencias, las convicciones y la ideología. Y al mismo tiempo, la enseñanza es un sistema político y social, de proporciones industriales, que distribuye credenciales, habilitaciones y títulos profesionales. A la enseñanza le cuesta mucho ser ambas cosas a la vez, pero necesita imperiosamente ser las dos cosas. Necesita ser una relación, porque sin alteridad, no podría haber aprendizaje profundo y significativo. Y necesita ser un sistema público, porque de otro modo no podría estar al servicio de un proyecto social, y sería un abanico atomizado de experiencias individuales. Cuando discutimos sobre las tareas que la maestra manda para hacer en el hogar, por ejemplo, pensamos la enseñanza como una relación. Cuando opinamos sobre la inclusión en el currículum oficial de la educación sexual, en cambio, la pensamos como un sistema. Ambas cosas son necesarias. Pero –y aquí viene el problema– algunas demandas del sistema influyen fuertemente en las relaciones de enseñanza. El ejemplo más obvio: la existencia de contenidos obligatorios, como la mitocondria, los ángulos consecutivos, el Peloponeso, las dicotiledonias, los anticiclones, los afluentes del Paraná, etc. El programa oficial es necesario, pero hace más difícil para los profesores partir del puro interés de los alumnos, y vuelve a la enseñanza más proclive a centrarse en la explicación del docente. Este antiquísimo dilema, como es evidente, no se resuelve conociendo mejor las bases fisiológicas o neuronales del aprendizaje, sino pensando mejor las relaciones entre las dimensiones didácticas y políticas de la educación.

Segundo argumento: conocer científicamente el aprendizaje no es el único modo (ni el mejor, tal vez) de mejorar la enseñanza. Las neurociencias que miran la educación con la esperanza de revolucionarla, emplean la expresión “enseñanza basada en el cerebro”. El punto de partida, dicen, debe ser un conocimiento más detallado de los mecanismos del aprendizaje. Los argumentos que se utilizan en general son parecidos a los de la psicología evolutiva clásica: “si entendemos cómo funciona la mente, educaremos mejor”. En ambos casos el riesgo es similar: se intentan reemplazar los esfuerzos que demandan las relaciones educativas (complejas, cambiantes, políticas, insertas en instituciones) por fórmulas esenciales sobre “el alumno” o “el aprendizaje”.

Desde un lugar muy diferente, las pedagogías críticas (en plumas como las de Paulo Freire, por nombrar un destacado referente) sostienen que el punto de partida de la enseñanza es el marco cultural, ideológico, político y social de los alumnos. Esta idea se reafirma desde muchos ángulos, incluidas las nuevas visiones psicológicas sobre el aprendizaje, representadas en las lecturas actuales de la teoría sociohistórica de Lev Vigotsky, donde el aprendizaje no es escindido de las relaciones sociales en las que tiene lugar. Desde esa visión, está claro que no hay recetas ni verdades absolutas. Hay que saber mirar, y desarrollar en forma más artesanal que metódica una mirada sensible sobre las relaciones que van tejiendo la trama de lo educativo. Y aunque esta idea es más o menos incompatible con la que sostiene que el punto de partida de la educación es el conocimiento del cerebro, paradójicamente muchos autores de la corriente neurocientífica se dicen afines a las pedagogías críticas, y a la corriente de la escuela nueva. Sin embargo, si uno toma algunos de los principios generales de las pedagogías críticas o del movimiento de la escuela nueva, observará que las coincidencias son pocas, y las diferencias muchísimas.

En lo que sí coinciden es en algunas de las recomendaciones prácticas propuestas. Repasando el artículo 6 del proyecto de ley sobre Dificultades Específicas del Aprendizaje, por volver al ejemplo, pueden leerse ideas tan interesantes como “brindar mayor cantidad de tiempo para la realización de tareas”, “asegurar que se han entendido las consignas”, “facilitar el uso de ordenadores, calculadoras y tablas”, “ajustar los procesos de evaluación a las singularidades de cada sujeto” o “asumirse como promotores de los derechos de niños (…)”. Se agregan otros del orden de: “evitar copiados extensos y/o dictados” y evitarle a los niños “exposiciones innecesarias frente a sus compañeros”. Todas estas recomendaciones, eclécticas herederas de tradiciones tan diversas como la didáctica clásica, la psicopedagogía diferenciada, el escolanovismo, la educación especial y el sentido común, existen todas ellas desde hace muchísimo tiempo en la teoría y en el currículum oficial, que es donde suelen hallarse referencias a recomendaciones tan específicas. En lo que claramente no se basan, es en un crucial conocimiento acerca del cerebro. Todo parece apoyar la idea de Steven Rosede que la dirección de la utilidad es la contraria: “Esto es menos sobre lo que los educadores puedan aprender de nosotros, y más acerca de cómo su experiencia de la enseñanza puede ayudar a enmarcar las preguntas que los neurocientíficos hacen sobre el cerebro”.

Los conocimientos científicos acerca del aprendizaje siempre han sido un insumo del trabajo escolar. Sirven para acompañar hipótesis de trabajo de los docentes y para brindarles una formación amplia y general. Pero no son el único modo de fortalecer el lugar de los alumnos en las relaciones educativas. Y no lo son, porque en lugar de acercar a maestros y alumnos en una relación más libre, más sincera y más comprometida, estos saberes (psicológicos antaño, neurocientíficos más recientemente) ponen al aprendizaje y a la enseñanza en lugares rígidos y supuestamente asépticos. Puede ser útil saber qué límites impone la biología a los tiempos de un bebé, por ejemplo, o cada cuántos minutos la mente debe descansar, o cuán necesaria es la hidratación para prestar atención. Pero lo cierto es que las acciones de los maestros se significan en sus relaciones con los alumnos, y no hay un modo de estandarizar ni medir en forma absoluta sus efectos.

En el caso puntual de la dislexia, puede ser interesante saber que las dificultades para aprender a leer y escribir (que cualquier maestro detecta y reconoce sin un certificado médico) incluyen en su origen componentes biológicos. Pero ello no cambia el hecho de que el trabajo pedagógico para acompañar el aprendizaje de esos niños y niñas no se nutre de (ni se basa exclusivamente en) el diagnóstico. Resulta difícil imaginar en este caso efectos diferentes a los de la misma estigmatización que se pretende prevenir. La experiencia con el ADD/ADDH ha mostrado claramente a qué puede conducir la medicalización de los problemas de aprendizaje. El terreno para construir esta reflexión no es el de la ciencia dura, sino el de la ética. El lugar de la ciencia no es clasificar a los alumnos según su condición sino, en todo caso, formar parte del amplio conjunto de instancias con las que cuentan los docentes y el Estado, para dar forma a los proyectos educativos.

Por último, el tercer argumento reposa en el hecho de que el fenómeno de las neurociencias en educación es uno de orden discursivo, con todo lo que ello implica: tribus que crean y habitan sus jergas, y lenguajes que, al decir de Foucault, tallan los objetos que nombran. En ese punto, el cruce entre ambas disciplinas (neurobiología y pedagogía) se funda en una serie de malentendidos, el primero de los cuales es la visión deformada que cada una de ellas tiene de la otra. Muchos educadores aceptan con demasiada ingenuidad todo lo que proviene de las investigaciones neurológicas, tal vez por la misma razón que aportaron cinco millones de “me gusta” al sitio en Facebook que promueve la ley de educación emocional. ¿Quién va a estar en contra de hablar de las emociones en la escuela, ante tanta tradición racionalista en los sistemas de enseñanza? ¿Quién se va a oponer a tomar aquello que los científicos descubren como plataforma de la enseñanza, con lo serios y asépticos que se ven en sus delantales, igual que en las propagandas de jabón para la ropa? Los expertos en neurociencias, por su parte, tienen en general una visión algo simplificada de lo que significa educar. Los relatos de sus experiencias en la escuela y algunas estadísticas generales suelen ser toda la evidencia que aportan para reconocer en la escuela un recipiente ideal de los avances en las investigaciones. Los reduccionismos a ambos lados de la relación, entonces, no ayudan.

Finalmente, lo que parece haber detrás de esta euforia por los avances neurocientíficos como panaceas capaces de revolucionar la educación es la vieja idea iluminista del progreso, siempre solidaria con los afanes de control. La misma idea que Pablo Minini expresó muy bien en su artículo del 24 de septiembre en este diario: una conducta o una emoción generan cierta actividad neuronal medible, y la expectativa de estos enfoques es lograr que la conducta se adapte a la norma. “Lo que en verdad les importa”, dice Minini, “es lo que las neuronas les hacen hacer a las personas. Y cómo un técnico puede controlarlo”. Por eso, desde una visión crítica parece improbable que los aportes de las neurociencias a la educación constituyan algún tipo de revolución copernicana para la educación, la enseñanza y las prácticas escolares. Los modos de la educación de cambiar de paradigma, de atravesar sus “revoluciones”, en general tienen que ver con cosas pequeñas, pero muy trascendentes: cómo establecemos una conversación entre maestros y alumnos, cuánto y cómo sabemos escucharnos, cómo imaginamos el futuro común, qué permisos habilitamos para ser uno mismo dentro del aula y, por supuesto, cómo conciliamos las demandas que la enseñanza presenta a nivel de las relaciones individuales y a nivel de las utopías sociales.

(1) Se trata del proyecto de ley S-1680/15, presentado por la senadora María Laura Leguizamón.

(2) Puede hallarse más información al respecto en el sitio en Facebook del proyecto:https://www.facebook.com/fundacioneducacionemocional/about/

(3) Philippe Meirieu, Recuperar la Pedagogía: de lugares comunes a conceptos claves, Buenos Aires: Paidos, 2016.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/las-neurociencias-no-revolucionan-la-educacion/

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Delegación de Ministerio cubano de Educación Superior visitará EE.UU.

Centro América/Cuba/22 Octubre 2016/Prensa Latina
La viceministra del Ministerio de Educación Superior (MES), Aurora Fernández, encabeza una delegación cubana del sector que visitará Estados Unidos del 23 al 28 de octubre próximo, se conoció hoy aquí.
Un informe del Ministerio de Relaciones Exteriores señala que Fernández y la Rectora de la Universidad Tecnológica de la Habana (Cujae), Alicia Alonso Becerra, visitarán las ciudades de Washington y Nueva York por invitación del Instituto de Educación Internacional de Estados Unidos.

El viaje de la comitiva cubana, añade la nota, tiene como objetivo explorar áreas de colaboración y la firma de Memorandos de Entendimiento con la Asociación Nacional de Administradores de Investigación Universitaria y la Asociación de Educadores Internacionales.

Igualmente sostendrá encuentros con entidades gubernamentales de la esfera de la educación y se reunirán con directivos y miembros de asociaciones y universidades.

Fuente: http://prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=35574&SEO=delegacion-de-ministerio-cubano-de-educacion-superior-visitara-ee.uu.
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Los Retos que enfrenta la educación especial en República Dominicana

Isabel Leticia Leclerc
El levantamiento de información realizado por el Ministerio de Educación en 2013 señala que  cerca de 11,000 escuelas, solo 4,700 (menos del 50%) reportaron estudiantes con necesidades de apoyo especial.
A pesar de los esfuerzos que se implementan para lograr una inclusión sin barreras que garantice a todos los niños y niñas con discapacidad tener acceso a una educación de calidad, todavía no es suficiente. Es la consideración de distintos sectores involucrados con la educación y con las personas que ameritan recursos especiales para el aprendizaje.
El Consejo Nacional de Discapacidad (Conadis), que en calidad de organismo rector de políticas públicas en materia de discapacidad trabaja de la mano con el Ministerio de Educación para promover la integración de estos niños en las escuelas regulares, entiende que hay muchas necesidades de formación que deben ser cubiertas.
¿Qué se necesita?
El director de Conadis, Magino Corporán, especifica que es crucial la reforma curricular para garantizar la transversalidad de la educación inclusiva en todos los componentes del proceso de enseñanza-aprendizaje.
También aboga por transversalizar el enfoque de inclusión educativa en todos los programas y áreas del Ministerio de Educación, adecuar todos los centros educativos que aún cuentan con barreras físicas, sensibilizar toda la comunidad educativa sobre derechos de las personas con discapacidad, contar con los recursos humanos preparados, recursos pedagógicos adaptados, incluyendo los del ámbito de las tecnologías de la información y comunicación.
Unicef
Este año el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Ministerio de Educación se aliaron para tratar el tema. Rosa Elcarte, representante de ese organismo en el país, comprende que cuando los niños con discapacidades y sin discapacidades puedan estudiar juntos y jugar juntos y cuando ese escenario ocurra, “estaremos sentando las bases para la generación de sociedades inclusivas”.
A su jucio, el proceso es largo y necesita de toda la sociedad. Esta organización internacional está colaborando con el Ministerio de Educación, por medio de una asistencia técnica especializada a través de apoyo al desarrollo de una normativa curricular inclusiva, así como de las especificaciones pedagógicas para el apoyo al docente que cuente con algún niño con discapacidad en su aula.
La presidenta de la fundación que lleva su nombre, Francina Hungría, considera que aún las escuelas no están preparadas para enfrentar el tema de la inclusión, aunque admite que estamos en un proceso de transición, del que deben formar parte todas las personas afectadas, quienes en su mayoría no conocen las herramientas necesarias para desarrollarse en la sociedad.
Resistencia
Lo lamentable es que al menos un 20% de las escuelas todavía se resisten al cambio porque deben actualizar los modos de enseñanza y de comprender a los alumnos, admite Cristina Amiama, directora del departamento de Educación Especial del Ministerio de Educación, al referir que existen 11,000 planteles a nivel nacional con 18 regionales.
“Se resisten al cambio. No te lo dicen abiertamente, pero uno lo nota. En esas escuelas insistimos y vamos trabajando. Es que el tema de la inclusión conlleva cambios. No es el niño que tiene que cambiar la que tiene que cambiar es la escuela”, alega la funcionaria.
Aunque hay normativas legales que regulan la inclusión, la realidad, según señala, es “que la inclusión es muy difícil hacerla obligatoria porque no es que el niño esté en la escuela físicamente, el problema es que reciba la atención, que aprenda y pueda participar con sus compañeros”.
Alcances
Amiama defiende los “pininos” que da el Ministerio para experimentar avances significativos y a la vez percibe lo que falta por hacer. “Sabemos de dónde partimos, pero lo que si tenemos es puertas abiertas para que traigan sus necesidades”, indicas.
De las 18 regionales que integran el sistema, 13 cuentan con centros de recursos “y estamos apostando mucho por las aulas de recursos y con los centros para autistas”. Actualmente trabajan en la integración de otras 405 escuelas regulares, donde se están promoviendo buenas prácticas en el tema.
En lo formativo, están los diplomados sobre los tipos de discapacidad en varias universidades y los cursos en educación especial que facilita el Centro de Recursos Educativos Para la Discapacidad Visual Olga Estrella.
Disponible en la url: http://www.listindiario.com/la-republica/2016/10/21/439965/retos-en-educacion-especial
 
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‘Panamá requiere un plan educativo estratégico’

Centro América/Panamá/22 Octubre 2016/Autora: Ana María Pinilla/Fuente: La Estrella Panamá

A sus 92 años edad, la docente sigue haciendo política y ofrece propuestas para abordar las urgencias del sector educativo nacional

Susana Richa de Torrijos mantiene vigente su lema: ‘Uno no triunfa solo, sino con un buen equipo de trabajo’. A tres días de cumplir 92 años de edad, la académica y política no duda en seguir caminando para aportar al país su experiencia, por eso se postula para el Tribunal de Honor y Disciplina del Partido Revolucionario Democrático (PRD).

Educadora con 70 años de experiencia y militante de perfil torrijista, no rechaza la política como herramienta trasformadora de cada sector de la sociedad, sino ‘el clientelismo y la sectorización’.

Actualmente, es profesora emérita de la Universidad de Panamá y analiza todos los ensayos escritos sobre Panamá La Vieja porque, asegura, hay algunas contradicciones en la historia que se deben resolver.

Esa es una de las tantas tareas que la mantienen pendiente y preocupada por el barco sin brújula que es hoy el sector educativo.

‘No se justifica que con la cantidad de recursos que tiene el país, hoy estén 500 docentes sin cobrar por más de medio año’, reclama.

Y explica que el problema radica en el Ministerio de Educación, donde cada ministro llega con un plan propio, pero no existe un programa estratégico a largo plazo para que se cumpla a nivel estatal, apunta la docente.

Richa de Torrijos, que ocupó distintos cargos en el Ministerio de Educación hasta llegar a ser ministra, manifiesta que en vez de buscar una solución a largo plazo, a los docentes se les denigra generalizando el error de unos pocos contra la mayoría.

Egresada de la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, en Santiago de Veraguas, y fiel defensora de la profesión que ejerció hasta el semestre pasado en la Universidad de Panamá, también afirma que el docente debe estar bien formado e identifica a su alma mater como una cuna de maestros de excelencia.

‘A instituciones como esa hay que dedicarle recursos e ideas’, considera Richa de Torrijos.

¿Y EL DINERO?

‘En este país sale dinero para todo, pero ¿y para educación?’, se pregunta con la respuesta ya en la mente.

Para ella, la forma en que se ha pensado la dinámica educativa está equivocada, un mal al que se le suma la falta de estructura de los colegios, donde es necesario construir centros educativos con espacios para todo.

SUSANA RICHA DE TORRIJOS

Fue docente, ministra de Educación y legisladora

Candidata al Tribunal de Honor y Disciplina en el Partido Revolucionario Democrático (PRD).

Es profesora emérita de la Universidad de Panamá. Como legisladora, propuso e impulsó 15 leyes.

Actualmente, una clase dura entre 35 o 40 minutos y a las doce del mediodía, los estudiantes deben retirarse de la escuela porque ya viene el otro grupo. ‘No hay espacio para las actividades extracurriculares, para que el muchacho cree un sentido de pertenencia con el lugar donde estudia’, subrayó la educadora.

La ausencia de espacios de desarrollo, sumado a las limitaciones económicas, expulsa a los jóvenes de la vida educativa. ‘Los muchachos tienen expectativas, pero el sistema los defrauda’, y esto sucede, asegura, tanto en la ciudad como en las comunidades del interior del país.

Para la educadora, quien ha sido merecedora de decenas de condecoraciones, es vital que los jóvenes desarrollen el intelecto, que va más allá de memorizar, método que forma parte del pasado, cuando deberían ser los procesos históricos de Panamá temas de debate en cada aula de clases y una oportunidad para interiorizarse en la historia.

En ese punto, lamenta, ‘me he quedado sorprendida de lo que no saben los estudiantes en la universidad’.

‘Si se quiere fortalecer la identidad panameña, los estudiantes deben profundizar en sus asignaturas de historia’, advierte.

Pero nada es casual y la académica no vacila en afirmar que el punto de no retorno y atraso en la educación panameña fue no implementar la Reforma Educativa de 1979.

‘La reforma fue satanizada como comunista, era buena e implicaba la transformación estructural de todas las escuelas, aplicando la práctica y la teoría. Se trabajaría en las relaciones sociales, trabajando en una formación integral. Era una reforma a largo plazo, un plan de Estado que además garantizaba los equipos y recursos en la infraestructura’, defiende.

Cree que las actualizaciones de los planes formativos para el estudiante y el educador son necesarias, pero sin que se confunda con privatizar la educación, por considerarlo ‘una oportunidad de negociado para ciertos sectores y para acrecentar las diferencias sociales’.

Susana Richa de Torrijos es una entusiasta de la historia, la vivió y la construyó. Es el estudio de la historia panameña y de los hombres y mujeres que hicieron posible la plena soberanía nacional, la firma de los Tratados Torrijos Carter y la ampliación del Canal lo que permitirá resguardar ese legado, subraya convencida y pide a las nuevas generaciones no claudicar, y a los gobernantes, decisión política para dirigir los recursos del Estado hacia una educación integral y de calidad.

Fuente: http://laestrella.com.pa/panama/nacional/panama-requiere-plan-educativo-estrategico/23966953

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Colombia: Charlas sobre el lenguaje no sexista llega a los colegios del Distrito

América del Sur/Colombia/22 Octubre 2016/Fuente: El Universal

Con el firme propósito de generar conciencia sobre la importancia de no usar un lenguaje que discrimine a algún sexo y prevenir la violencia contra la mujer en edad adulta, el Distrito promueve el programa “Lenguaje No Sexista”, en el que se dictan charlas en los colegios públicos.

En la iniciativa, liderada por la Secretaría de Participación y Desarrollo Social en alianza con la Secretaría de Educación, por medio de dinámicas de rol, los jóvenes aprenden a identificar la igualdad entre todos sus compañeros de clase.

Más de 30 estudiantes de la Institución Educativa Juan José Nieto, participaron de la actividad, resaltando la importancia del respeto al hombre y a la mujer.

“Es una experiencia interesante porque como adolescentes debemos aprender a respetar a todos y eliminar el trato machista contra la mujer”, manifestó Julián Gómez Pérez, estudiante que tomó parte en el taller.

El equipo de psicólogas de la Oficina de Asuntos para la Mujer de la Secretaría de Participación, aseguró que se continuará dictando las charlas en las Instituciones Educativas Oficiales del Distrito, beneficiando a los estudiantes y previniendo de esta forma la violencia de género.

Fuente: http://www.eluniversal.com.co/cartagena/charlas-sobre-el-lenguaje-no-sexista-llega-los-colegios-del-distrito-238249

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Ecuador, el primero en reducir la inequidad en Latinoamérica

América del Sur/Ecuador/22 de octubre del 2016/Fuente: Telesur
El 40 por ciento más pobre de Ecuador incrementó sus ingresos en un 7,25 por ciento entre 2009 y 2014.

Ecuador es el primer país de América Latina en reducir la brecha entre ricos y pobres, según el estudio Taking on Inequality del Banco Mundial, que analiza el período entre 2009 y 2014.

Asimismo, Ecuador está entre los 19 países el mundo y segundo en América en incrementar los ingresos del 40 por ciento más pobre de la población.

El mandatario ecuatoriano Rafael Correa celebró la noticia en Twitter y cuestionó cuánta prensa “libre e independiente” publica la noticia.

Ver imagen en Twitter
 “En Ecuador, las transferencias monetarias condicionadas incrementaron la asistencia de niños de hogares más pobres al prekínder”, destaca el documento al referirse al Bono de Desarrollo Humano.

Las madres que reciben el bono deben llevar a sus hijos menores de 5 años a los chequeos médicos en un centro de salud y desde los 5 años hasta los 18 años  inscribirlos en la escuela. De esta manera, 327 mil 940 niños, entre 3 y 4 años, asistieron al nivel de educación inicial en 2015-2016; y 27mil 470 en el ciclo 2007-2008.

“La calidad de la educación también ayuda a infundir en los niños las habilidades y comportamientos que, además de promover el aprendizaje, son recompensados en el mercado laboral (…) Una manera efectiva de mejorar la calidad de la enseñanza es recompensar la asistencia de maestros y la mejor pedagogía”, destaca el informe.

La capacitación docente en Ecuador pasó de 1’343.100 en 2008 a 13’373.058 horas en 2015. Asimismo, los maestros pueden especializarse extranjero. Actualmente, 4 mil 202 docentes cursan posgrados.

El dato: El 40 por ciento más pobre de la nación suramericana incrementó sus ingresos en un 7,25 por ciento frente al 4,38 por ciento del resto de la población, indica el estudio del Banco Mundial. Bolivia se ubica en el segundo lugar con un 6,32 por ciento, seguida por Brasil con el 6,14 por ciento.
Fuente: http://www.telesurtv.net/news/Ecuador-el-primero-en-reducir-la-inequidad-en-Latinoamerica-20161019-0039.html
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Más de 10 millones de alfabetizados con programa «Yo Sí Puedo»

Centro América/Cuba/22 de octubre del 2016/ Fuente: Telesur
Colaboradores del Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeña, han impartido clases con este método didáctico en 130 países.

Más de 10 millones personas han aprendido a leer y a escribir con el programa cubano de alfabetización para adultos Yo Sí Puedo, desde el año 2002.

La subdirectora del Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeña (IPLAC), Liset Valdés, dijo que a principios de 2016 la cifra de alfabetizadas incrementará, pues para mediados de año ya se deben haber graduado cerca de 795 mil personas que aún están en clases.

El método educativo ya llegado a 130 países, donde colaboradores de nacionalidad cubana atacan el problema del analfabetismo, principalmente, en zonas rurales, señaló Valdés en declaraciones a AIN prensa.

DATO » España solicitó en 2012 la ayuda de los facilitadores cubanos para impartir educación en zonas rurales donde sumaban más de 400 personas iletradas. Valdés añadió que Canadá, Australia y Nueva Zelanda también los llamaron para instruir a comunidades originarios en los últimos años.

La directora del IPLAC recordó además la experiencia de los colaboradores en Perú, donde en zonas mineras, proveedoras de gran parte de la riqueza del país, todavía hay personas que nunca han ido a la escuela.

Recientemente, el método llegó a la localidad de Wanda, en el Departamento de Iguazú, (Misiones) Argentina y fue declarada libre de analfabetismo.

Alrededor de 300 personas (la gran mayoría muy humildes) le agradecieron a Cuba y Fidel la posibilidad de conocer las letras, aprender a leer y escribir, así como a despejar sus dudas.

En Contexto

El programa Yo Sí Puedo fue creado por la fallecida pedagoga, Leonela Relys, a solicitud del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro. Su contenido ha sido adaptado en inglés y portugués, así como a los dialectos quechua, aymara, guaraní, creole, swahili y tetún; próximamente a lengua francesa.

Ha sido aplicado con éxito en Argentina, Venezuela, México, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Nicaragua, Haití y Colombia-, se ha hecho posible alfabetizar a millones de personas.

Un ejemplo es que solamente en Guatemala, desde el año 2007 hasta agosto de 2014, unos 19 mil 425 ciudadanos de ese país fueron alfabetizados, indicó en su momento la coordinadora nacional, Vilma Monteagudo.

Además, ha sido llevado a varios países africanos como Guinea-Bissau, Mozambique y Sudáfrica, así como en Nueva Zelanda, Oceanía, y en la ciudad española de Sevilla. Este último país se constituyó en la primera experiencia del programa en Europa.

Fuente: http://www.telesurtv.net/news/Mas-de-10-millones-de-alfabetizados-con-programa-Yo-Si-Puedo-20151027-0001.html

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