El reto de personalizar el aprendizaje

Por: Paulina Bánfalvi Kam

Educar es un reto que se hace más complejo a medida que la sociedad es más diversa y el futuro de los estudiantes más incierto. Las fórmulas que aprendimos ya no son eficaces, porque las necesidades, perfiles y contexto de nuestros alumnos han cambiado. Debemos responder ofreciendo una educación personalizada, pero, “¿qué es la personalización?”

Personalizar implica un cambio de enfoque en el objetivo de nuestra labor docente, pero también un cambio en el uso de recursos y estructuras educativas. Significa partir del perfil de cada uno de nuestros alumnos para estructurar una propuesta educativa flexible y modulada que se va adaptando y respondiendo a su desarrollo, para retarle a ir siempre un paso más lejos. Implica también un trabajo en equipo en el que todo el personal del centro se coordina de forma eficiente en favor del desarrollo del alumno.

Es un proceso ambicioso, pero abordable. Algunos aspectos pueden trascender nuestra responsabilidad y capacidad de transformación, pero otros sí están en nuestras manos. ¿Cuáles son estos aspectos?

Entender el perfil de los alumnos

Hay decenas de ítems que podríamos recoger, pero la información no por ser más extensa es más útil. Debemos ser conscientes de nuestra capacidad de gestión y pensar bien qué queremos saber, por qué y para qué. Este análisis previo nos permitirá definir nuestros objetivos en la recogida de información:

Recoge sólo aquella información que vayas a usar.

1. Piensa en tu asignatura. ¿Qué habilidades son necesarias para un buen rendimiento? Cada asignatura reta un determinado tipo de destrezas en mayor medida que otras. Conocer en qué medida tus alumnos tienen desarrolladas estas destrezas te permitirá guiarles hacia un mayor rendimiento.

2. Piensa en tu estilo de enseñanza. Si trabajas por proyectos, o generas debates o te apoyas en el flipped classroom o tu clase es más expositiva, pones a prueba distintas habilidades y cualidades en tus alumnos que deberás identificar.

3. La clase. El contexto, el nivel educativo, su historial académico y social, su contexto personal y familiar, determinan otra serie de ítems relevantes que orientarán tu feedback y las herramientas a ofrecer a tu alumnado.

4. Usa las distintas fuentes de información a tu alcance. Su expediente académico, la conversación con otros profesores, tutorías con las familias, un cuestionario de autoevaluación, la observación en el aula y alguna dinámica o juego-debate, juegos de rol, pequeñas investigaciones o mini proyectos (iniciales), pueden darte mucha información sobre el punto de partida de cada alumno, al tiempo que te ofrece una oportunidad para darle contexto al contenido curricular.

5. Alumnado. Elaborar su perfil implica definir sus puntos de partida y necesidades específicas para retarles y ofrecerles la guía que necesitan para llevarles siempre un paso más lejos. No medimos en qué medida un alumno/a alcanza un estándar medio esperado, o qué lugar ocupa en el ranking de la clase.

El currículo como reto

Juega con el contenido para responder a la pregunta “para qué tengo que aprender esto”. Los alumnos ansían aprender. Pero solo aquello que les genera una experiencia positiva de desarrollo. Vincula el contenido curricular entre sí y con el mundo que nos rodea, con los grandes desafíos de la humanidad, los grandes problemas, las grandes cuestiones que azotan a la humanidad o supondrán un desafío cuando crezcan y se enfrenten a la vida como adultos. El aprendizaje tiene que ser explícitamente significativo y útil, no desde nuestra perspectiva, sino desde la suya. Implica presentar y abordar el contenido como un todo que se relaciona, conjuga y modula:

1. Reorganiza los contenidos. Desglosa los temas y subtemas para reorganizarlos de forma que se relacionen unos con otros.

2. Reconstruye los bloques y el orden, para ir desde una perspectiva más amplia y general, a la más específica y concreta. Tener un contexto en el que encajar las piezas genera sensación de “utilidad” y comprensión y nos lleva a conectar con el aprendizaje.

3. Compacta y enriquece. Esta perspectiva permite compactar el contenido -evitar las repeticiones o caer en un avance en “espiral”- e identificar oportunidades para enriquecer el currículo conectándolo con retos, noticias de actualidad, nuevos descubrimientos, aplicaciones profesionales o cualquier contenido extracurricular conectado que resulte estimulante por la curiosidad o emoción que genera.

4. Conviértelo en un reto para el pensamiento. Nuestros alumnos se enfrentan a la era de la creación, donde lo que sabes sólo es valioso si sabes qué hacer con ello, cómo usarlo para transformar tu realidad, para innovar, para crear y generar soluciones. El pensamiento crítico, además, adquiere mayor desarrollo y destreza cuando se enfrenta a un reto creativo y éste nos permite conectar todo el contenido curricular -o gran parte de él-, implicar y retar destrezas de pensamiento crítico, trabajar competencias clave, crear distintos recorridos que les permite conectar con sus intereses y preferencias y elegir el nivel de profundidad y complejidad que les motiva en cada momento, para cada reto.

La evaluación como herramienta de mejora

El docente se transforma y pasa de medir resultados a aportar guías y herramientas para procurar un mayor avance en sus alumnos. La respuesta ya no es “el alumno no puede o no quiere”, sino ¿por qué? Tanto si el alumno obtiene buenos resultados como si no, analizar las causas nos da las claves para ofrecerle herramientas y estrategias que le ayuden a mejorar y avanzar un paso más lejos. Esta sensación de progreso y entender qué deben hacer para mejorar, ayuda a crear una experiencia de aprendizaje positiva y sensación de logro. El feedback es, sin duda, una de las herramientas docentes que mayor impacto genera en el alumno.

Personalizar implica dejar de trabajar para que el alumno encaje. Se trata de dar un giro y buscar herramientas y estrategias que encajen con el alumno. Invertir el proceso y construir aprendizaje no desde mi “tema 1”,  sino desde el punto de partida del alumno. No con el objetivo de que el alumno apruebe, sino de que se desarrolle. No para cumplir con una programación, sino con sus necesidades, intereses y potencial. No para ofrecerle lo que a nosotros nos sirvió, sino para prepararle para los retos a los que se enfrentarán en su futuro.

Fuente de la información e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com

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