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Libro PDF: Virtuceno «La época sin lugar ni tiempo»

Autor: Juan Carlos Casco Casco

Este libro ha sido elaborado por el equipo de Emprendedorex, fruto del trabajo conjunto, proyectos y reflexiones con otros equipos y organizaciones con los que diseñamos y llevamos a cabo iniciativas transformadoras en los campos de la educación, la innovación, el emprendimiento y el liderazgo.

Título de la obra: VIRTUCENO. La era sin lugar ni tiempo
Autor: Juan Carlos Casco Casco
Diseño: Fernando Alejandro Barrena Mera
Logística: Damián Pérez Bueno
Editorial: Emprendedorex ©2020
ISBN: 978-84-09-26161-1
Impreso en España

Reseña:

Hace 4.500 millones de años nació un planeta en el que la vida apareció recientemente, en el suspiro cósmico de 560 millones de años.
Unos diminutos seres unicelulares que fueron evolucionando hacia formas de vida más complejas.
Desde sus orígenes, la Tierra ha sufrido todo tipo de cataclismos y transformaciones apocalípticas, impactos de cometas y meteoritos y
fuerzas telúricas descomunales (movimientos tectónicos, terremotos y volcanes) que han transformado su estructura. Desde la distancia, nuestro mundo no es más que una diminuta bola azul prendida del brazo de Orión en la Vía Láctea, un planeta de una belleza exultante, una auténtica rareza cósmica de una fragilidad tan extrema que desde su contemplación exterior sólo puede despertar asombro, admiración y un sentimiento espontáneo de protección maternal.
Fruto de un largo periodo evolutivo de 7 millones de años hace su aparición el ser humano (2,5 millones de años), una especie parecida a un
mono que surgió en África y se extendió rápidamente por todos los continentes. Impulsados por nuestra curiosidad y deseo de explorarlo todo, hemos colonizado todos los rincones de la Tierra, transformado su superficie, visitado otros planetas, e incluso hemos llegado a poner una nave en
el espacio interestelar. Convertidos en creadores sin límite, nos hemos consagrado en arquitectos y constructores de todo tipo de realidades materiales.
Podíamos habernos quedado ahí, pero algo hay en nuestro interior, en nuestro ADN, que nos impulsa siempre a ir más allá. Cuando dominamos los secretos del mundo físico, un nuevo sentimiento nos invadió, un deseo irrefrenable por rebasar la última frontera: romper con el
mundo físico que nos atrapaba en la tiranía de sus leyes, en la cárcel de la materia, el espacio y el tiempo. Y desde ahí decidimos dar un nuevo salto y crear un universo nuevo para habitarlo: El VIRTUCENO, un mundo sin lugares ni tiempo.

Bienvenidos y bienvenidas a la era del VIRTUCENO.

 

Descarga en: Virtuceno

Fuente: http://juancarloscasco.emprendedorex.com/wp-content/uploads/2020/12/Virtuceno.pdf

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«Señales de un universo cuántico»: la investigación de un científico uruguayo que puede ayudar a revelar el origen de las galaxias

El físico uruguayo Rafael Porto estudia lo que pudo haber ocurrido en la primera fracción de segundo después de que nuestro universo comenzara a existir.

Porto, egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República en Uruguay y doctor en física de la Universidad Carnegie Mellon en EE.UU., es el más reciente ganador del Premio Buchalter de Cosmología, que entrega la Sociedad Astronómica de Estados Unidos.

Este prestigioso premio reconoce cada año ideas o descubrimientos que tengan el potencial de genear grandes avances en la comprensión del origen, la estructura y la evolución del universo.

Porto trabaja como científico líder en el Deutsches Elektronen-Synchrotron (DESY, por su nombre en alemán), uno de los aceleradores de partículas más importantes de Europa.

Desde su oficina en Alemania conversamos vía Zoom con Porto, para entender de qué se trata su descubrimiento y cómo nos ayuda a entender mejor el universo que habitamos.

En busca de la semilla

Porto ganó el Premio Buchalter de Cosmología junto a su colega Daniel Green, por el artículo «Señales de un universo cuántico».

En su investigación, Porto y Green plantean un nuevo método para averiguar si las gigantes estructuras del universo, como las galaxias, tuvieron un origen cuántico, es decir, de partículas subatómicas.

«Hoy no hay ni una teoría que nos diga de dónde salieron las galaxias», dice Porto.

Big Bang
Pie de foto,El origen del universo es una de las grandes preguntas de la ciencia.

Lo que propone su investigación es una manera de encontrar la «semilla» que dio origen a esas megastructuras del cosmos.

El estudio de Porto plantea la posibilidad de que esas galaxias que hoy podemos observar sean el resultado de la fluctuación de partículas subatómicas que surgieron en el vacío durante los primeros instantes del universo.

La gran pregunta, sin embargo, es si algún día lograremos probar que esas megaestructuras macroscópicas surgieron de partículas microscópicas.

Inflación y vacío

Para comprender la propuesta de Porto debemos tener claros dos conceptos.

El primero es la inflación.

Según los modelos vigentes, durante los primeros instantes después del Big Bang el universo tuvo una expansión ultrarrápida.

Durante esta inflación el cosmos aumentó cientos de miles de millones su tamañooriginal.

Por otra parte, tenemos la mecánica cuántica, que nos dice que es posible que parejas de partículas pueden surgir espontáneamente en el vacío.

Usualmente estas partículas son efímeras, y se aniquilan entre ellas después de una brevísima existencia.

Partículas cuánticas
Pie de foto,
Las partículas cuánticas pueden surgir en el «vacío».

Durante la rápida inflación, sin embargo, es posible que esas partículas se hayan separado unas de otras antes de que tuvieran tiempo de aniquilarse.

Así, esas partículas sobrevivientes que comenzaron a rondar por el espacio pudieron ser las semillas que dieron origen a las galaxias.

En ese caso, habrían pasado de existir en el reino cuántico a exisitir en el mundo clásico, que es como los científicos llaman al mundo macroscópico.

Sherlock Holmes

El origen de las galaxias a partir de un vacío cuántico, sin embargo, es solo una de las posibilidades.

Pudieron crearse, por ejemplo, a partir de partículas clásicas.

Así, lo que Porto hizo fue un trabajo «al estilo Sherlock Holmes», en el que se dedicó a descartar todas las posibles explicaciones para quedarse con la que mejor le ayudara a resolver el misterio.

Su reto consistió en buscar patrones de cómo la inflación ayudó a formar las grandes estructuras, y cómo por ejemplo, cómo se creaban los cúmulos de galaxias.

Universo
Pie de foto,
Porto analiza las estructuras cósmicas que vemos hoy para entender cómo fue su origen.

Su investigación se basa en que si las galaxias fueron creadas, por ejemplo, por partículas «reales» del mundo clásico, y no por partículas «virtuales» del mundo cuántico, esas huellas podrían verse en la configuración actual de las galaxias.

Si al realizar sondeos cosmológicos no encuentran esas señales o perturbaciones que pudieron crear unas partículas reales, entonces, por descarte, la explicación más razonable es que las estructuras se crearon por partículas cuánticas.

De la teoría a la práctica

Porto advierte que su trabajo no prueba que las galaxias se hayan formado a partir de partículas cuánticas en el vacío.

«Eso sería ciencia ficción», advierte.

Lo que su estudio propone es el método para responder esa pregunta. Permitirá saber, por ejemplo, si esas fluctuaciones eran de partículas cuánticas en el vacío o fueron de partículas clásicas.

Euclides
Pie de foto,
El satélite Euclides de la ESA tendrá la misión de mapear la geometría del universo.

El trabajo de Porto es teórico, pero tiene una aplicación práctica.

La nueva generación de satélites para mediciones astronómicas, como el Euclides de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), o el SPHEREx de la NASA, podrían analizar las correlaciones entre cúmulos de galaxias, en busca de señales que puedan dar muestra de patrones que descarten la posibilidad de un origen cuántico de las galaxias.

Si los astrónomos no logran observar que ciertos patrones o huellas entre las galaxias se repiten más allá de lo que permitiría el azar, entonces la estructura a gran escala del universo no podría explicarse con un origen de partículas clásicas.

Como diría Sherlock Holmes: «cuando has eliminado lo imposible, lo que queda, aunque improbable, debe ser verdad«.

En este caso, eso improbable sería el origen cuántico de las estructuras del universo.

Ciencia
Pie de foto,
Porto insiste en la importancia de apoyar la educación y la ciencia.

Ciencia para todos

El trabajo de Porto implica complejos cálculos de física y matemáticas, pero su interés por la ciencia va mucho más allá.

«Es una forma de pensar», dice.

«Es una forma de encarar las cosas desde lo abstracto que yo creo que está buena para todos, para cualquier área».

«Mi mamá siempre me decía: ‘Sos un boludo pensante, porque hablás del universo y no me sirve para nada‘», recuerda Porto en tono de broma.

El físico, sin embargo, está convencido de que compartir los hallazgos y los métodos de la ciencia, puede servir para inspirar y motivar a personas que incluso trabajen en otras áreas.

«Me interesa el tema de la educación, me interesa que los gobiernos den dinero a la educación, que le den dinero a la ciencia, pero no solamente a pelotudos como yo«.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-56003058

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El eclipse total de Sol, clave para la ciencia y los astrónomos chilenos

El próximo lunes a mediodía las miradas del mundo se volverán hacia Latinoamérica, donde se podrá observar un eclipse solar que solo en algunas zonas de Chile y Argentina será total, un fenómeno fuera de lo común que brindará a los astrónomos una oportunidad para divulgar sobre el universo.

Durante 24 minutos, la Luna nueva pasará por la cara del Sol y lo cubrirá completamente durante no más de 120 segundos, un fenómeno que ha sido descrito por la NASA como una “coincidencia celestial».

Lo interesante será observar la corona solar, el resplandor alrededor del Sol eclipsado por la Luna, que en esta ocasión será mucho más asimétrica que en otras ocasiones, explicó el astrónomo Hugo Messias, miembro del observatorio ALMA, el más grande del mundo, ubicado en el Desierto de Atacama, al norte de Chile.

Además, detalló el experto, esta será una ocasión única para los científicos pues será una oportunidad de que puedan observar los campos magnéticos saliendo de los polos del Sol.

“Un fenómeno como este también nos ayudará a los investigadores a trasladar la realidad astronómica al día a día de las personas”, agregó en una rueda de prensa virtual.

El evento podrá observarse parcialmente en varios países de América del Sur como Perú, Bolivia, Uruguay o Paraguay, pero será en Chile y Argentina donde se podrá apreciar en su totalidad.

En Chile, uno de los lugares que posee los cielos más limpios del mundo para la observación estelar, las zonas más adecuadas para observar el eclipse se ubican en el sur del país, en las regiones de la Araucanía, los Ríos y Biobío.

La astrofísica de la Universidad Autónoma de Chile, Angie Barr, explicó que será necesario que se den unas condiciones climatológicas favorables y que no llueva para que pueda observarse este fenómeno, algo que se confirmará en los próximos días.

“Si el tiempo lo permite, el sur del país será ideal para hacer astroturismo por su baja contaminación lumínica, y un lugar idóneo para que la gente pueda aprender sobre ciencia”, sostuvo.

En lo que respecta a la investigación astrofísica, es más conveniente el norte del país, agregó la académica, una zona que ya se ha consolidado como el punto de observación más importante del mundo con la inauguración de ALMA en 2011.

Este centro de observación, que cuenta con gigantes instrumentos ópticos, submilimétricos y de microonda, es el mayor proyecto astronómico del mundo y nació como una asociación internacional entre Europa, Norteamérica y Asia del Este, en colaboración con Chile.

Eclipse en pandemia

El 2 de julio de 2019 tuvo lugar otro fenómeno similar, con un eclipse que en Chile cubrió en su totalidad desde la región de Coquimbo hasta Atacama, al norte del país y reunió a cientos de miles de turistas que vinieron de todas las partes del mundo.

En esta ocasión, el fenómeno tendrá lugar en plena pandemia de la covid-19, por lo que las autoridades ya prepararon protocolos para evitar aglomeraciones en puntos clave como playas, parques y cerros desde los que se tiene una buena panorámica.

“Queremos tener un evento que no se empañe con las restricciones sanitarias, pero que no suponga un riesgo para los ciudadanos de nuestra región”, afirmó Pía Bersezio, portavoz gubernamental del eclipse.

Para poder observarlo no es necesario acudir a un lugar público, recordó Bersezio, sino se podrá hacer de las casas particulares, siendo imprescindible proteger los ojos con una gafas adecuadas que bloqueen la luz ultravioleta e infrarroja que no podrán compartirse para evitar la propagación del nuevo coronavirus.

“Este fenómeno histórico nos permitirá ver cómo el astroturismo cobra aún más relevancia para nuestro país”, concluyó.

Fuente: https://eldia.com.do/el-eclipse-total-de-sol-clave-para-la-ciencia-y-los-astronomos-chilenos/

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Todo el universo podría ser una red neuronal

Todo el universo sería una enorme red neuronal que concilia la relatividad general, la mecánica cuántica y los observadores: es el eslabón perdido del conocimiento humano.

Todo el universo en su nivel más fundamental sería una red neuronal, según explica el físico y cosmólogo Vitaly Vanchurin, de la Universidad de Minnesota en Duluth, en una prepublicación presentada en arXiv.

Vanchurin cree que la hipótesis de que todo el universo es una enorme red neuronal podría constituir el eslabón perdido del conocimiento humano, que permitiría reconciliar la mecánica cuántica y la relatividad general.

En su artículo, Vanchurin considera que las redes neuronales artificiales se comportan en la práctica como si la mecánica cuántica y la relatividad general ya se hubieran reconciliado.

La principal diferencia entre ambas teorías universales es el así llamado “problema del tiempo”: si para la mecánica cuántica el tiempo es universal y absoluto, para la relatividad general el tiempo es relativo, ya que no siempre discurre de la misma forma.

Hay otra diferencia notable entre ambas teorías universales, la conocida como el problema de la gravedad cuántica: los efectos gravitatorios del universo se confunden con los del mundo cuántico cuando las distancias entre objetos son mayúsculas y las energías extremas. Sin embargo, el problema es que no tenemos una teoría que explique este aparente imposible.

El tercer factor que enfrenta a ambas teorías universales son los llamados observadores: todavía no sabemos realmente qué papel desempeñamos en el conocimiento de la materia, ni en qué medida el mundo depende de nuestra observación. Hay todavía un apasionado debate sobre este tema y sobre la validez de la objetividad científica.

Salto cuántico

Vanchurin da un salto de audacia para proponer, no la pretendida teoría del todo unificado, que explicaría todos los fenómenos físicos conocidos, mayúsculos y minúsculos, sino más bien abrir un posible trayecto que conduzca a ella.

Para conseguirlo propone añadir a la ecuación cósmica un tercer factor, además de la relatividad general y a la mecánica cuántica: el observador, ese oscuro objeto del deseo que ha llevado a convertir el conocimiento humano en un consenso, más que en una descripción objetiva e inapelable de lo real.

Aun asumiendo que la mayoría de los físicos considera la mecánica cuántica como el pilar de todo lo que conocemos, Vanchurin propone que la realidad es más sutil: todo emana de una red neuronal microscópica, tanto la mecánica cuántica, como la relatividad general y los observadores.

«La red neuronal es todo lo que existe. Es un sistema dinámico que experimenta una evolución de aprendizaje y, como resultado, experimentamos muchos fenómenos emergentes interesantes como el espacio-tiempo, las partículas y, quizás lo más importante, los observadores», declara a Turingchurch.

Por lo tanto, si queremos reconciliar los tres aspectos conocidos de la realidad, habría que considerar que el sustrato del universo es una red neuronal, presumiblemente cuántica: integraría las leyes de la relatividad general, los principios del mundo cuántico y el papel de los observadores en este nuevo marco teórico.

También resolvería el dilema de los supuestos multiversos de Everett y de las variables ocultas que, supuestamente, tendrían los secretos del mundo cuántico.

Según Vanchurin, las variables ocultas serían los estados de las neuronas individuales y las neuronas aprendices representarían a lo que llama variables cuánticas.

Aprendizaje profundo

Para comprender cómo ha sido concebida esta propuesta teórica, que ha suscitado escepticismo entre otros físicos, Vanchurin cuenta que es la deducción lógica del estudio de las redes neuronales artificiales a las que ha dedicado mucho tiempo.

Las redes neuronales artificiales están formadas por una serie de circuitos electrónicos que se comportan como las neuronas biológicas.

Son una rama de la Inteligencia Artificial que imitan al cerebro humano a través del llamado aprendizaje profundo, una forma de automatizar el análisis predictivo: la capacidad que tiene el cerebro biológico de analizar un amplio espectro de datos para anticipar posibles acontecimientos.

Analizando esta tecnología, Vanchurin apreció que la dinámica de aprendizaje de las redes neuronales artificiales era muy similar a la dinámica que se observa en los sistemas cuánticos.

Las dos teorías universales y los observadores conviven en los procesos de aprendizaje de las redes neuronales artificiales. Esta constatación le llevó a suponer que, en los niveles más básicos del universo, todo se reduce a lo mismo: a una red neuronal que todo lo engloba.

Vanchurin reconoce que la idea es una locura, pero al mismo tiempo señala, en declaraciones a Futurism, que será relativamente fácil rebatirla: sólo es preciso encontrar un fenómeno físico que no pueda modelarse como una red neuronal.

Eso no significa que vivamos en Matrix, concluye Vanchurin, sino que vivimos y formamos parte de una red neuronal universal, aunque no podemos notar la diferencia.

Referencia

The world as a neural network. Vitaly Vanchurin.  arXiv:2008.01540 [physics.gen-ph]

Fuente: https://tendencias21.levante-emv.com/todo-el-universo-podria-ser-una-red-neuronal.html

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Cuando los científicos adaptan la realidad a sus teorías

Reseñas/27 Febrero 2020/elpais.com

Fragmento del libro ‘La naturaleza del tiempo’, de Gustavo Romero, en el que realiza un crítica de la crisis que atraviesa parte de la física teórica

En diciembre de 2014, dos de los más importantes cosmólogos del mundo, George Ellis y Joe Silk, publicaron en la revista Nature un artículo titulado Defend the Integrity of Physics. Se trataba de un artículo valiente donde expresaban su preocupación porque muchos físicos que trabajan en el área de la teoría de cuerdas están abogando por un cambio en los criterios de evaluación de las teorías científicas. En particular, están sosteniendo que criterios como la capacidad de realizar predicciones sobre el mundo real, o que una teoría deba ser confrontada con experimentos, deben ser abandonados y reemplazados por otros más laxos, basados en consideraciones estéticas o de orden no empírico, como ser el consenso de cierta comunidad. En una época en que la cosmología, una disciplina usualmente considerada como especulativa, ha entrado en una etapa de enorme precisión debido a la existencia de datos de alta calidad obtenidos por satélites y telescopios, no sorprende que este clamor por la especulación sin control experimental sea visto como un retroceso y una amenaza. Más aún si consideramos que la ciencia, desde hace bastante tiempo, es objeto de permanentes ataques por parte de filósofos posmodernos, fundamentalistas religiosos y otros elementos fanatizados.

Los científicos que sostienen que sus trabajos no se deben evaluar por el hecho de que predigan o no cosas contrastables, sino por su belleza interna y por consenso dentro de la comunidad donde esos trabajos han sido realizados, han tomado lo que en filosofía se llama una posición posmoderna: la ciencia es un discurso entre otros muchos que forman el texto social. Para estos posmodernos, una teoría, considerada como discurso, es válida si es aceptada por la comunidad que genera ese discurso. La sensación que deja esta posición es que esa gente está cuidando su trabajo y no busca una representación lo más verdadera posible de la realidad. De hecho, han abandonado el ideal de buscar la verdad, expresarse claramente y entender la realidad, que ha caracterizado a la actitud científica desde los tiempos de los filósofos presocráticos y el nacimiento del pensamiento racional y crítico. Si lo que están produciendo no satisface los estándares de lo que hasta hace poco se llamaba ciencia, este grupo de personas hace una gran presión para que se cambien los estándares de evaluación, en lugar de cambiar ellos y dirigirse hacia otro tema de investigación que pueda permitir una salida al callejón en el que se encuentran. Es una situación muy grave porque, si esas tendencias llegan a predominar, pueden llevar al sistema científico a una enorme crisis, sobre todo en una época en la que otras áreas de la ciencia están creciendo mucho y con grandes aportaciones.

Los avances recientes en neurociencias, por ejemplo, son asombrosos. En los últimos 20 años, toda la experimentación sobre el cerebro ha revolucionado el conocimiento que tenemos acerca de cómo funcionan las capacidades cognitivas del ser humano. Propagar en esas disciplinas jóvenes los criterios antiempíricos y antiexperimentales que promueven algunos físicos de cuerdas puede generar una situación que detenga el crecimiento de esas disciplinas que se hallan en enérgico desarrollo. En cierta forma, algunos cuerdistas están tratando de exportar y universalizar su fracaso, en vez de admitirlo.

La situación de la física teórica es difícil por múltiples causas. La causa sociológica reside en la organización empresarial de estilo norteamericano del sistema científico. Esa organización funcionó para fabricar una bomba atómica, o para crear los aceleradores de partículas que llevaron a la gran explosión de la física de partículas a fines de la década de 1950, pero no sirvió para encontrar una nueva física. Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial no se ha descubierto esencialmente una nueva física fundamental comparable a la hallada en la primera mitad del siglo XX. En el sistema científico norteamericano, al investigador no le queda tiempo para dedicarse a los fundamentos de sus teorías o a cuestiones de fondo: hay una enorme presión por publicar artículos que servirán para ganar subsidios o subvenciones, que es lo que, en el fondo, hace valioso al investigador. ¿Por qué? Porque la universidad norteamericana elige a los profesores que va a contratar de acuerdo con sus capacidades para conseguir subsidios, dado que a ella le quedan los diezmos u overheads de los mismos, lo que significa para ellos una importante fuente de ingresos. Así pues, la universidad prioriza a aquellos investigadores que publican mucho en áreas de moda y que pueden conseguir, por tanto, subsidios jugosos.

El mundo académico se ha monetarizado, se ha comercializado en detrimento de la búsqueda de la solución a los grandes problemas científicos. La gente ya no se plantea problemas fundamentales porque los grandes problemas requieren mucho tiempo y maduración y eso afecta a los altos ritmos de publicación. El publish or perish (“publica o perece”, en inglés) ha llegado a una reductio ad absurdum produciendo un flujo permanente de artículos superfluos que en su gran mayoría jamás serán leídos o comprendidos. Todo esto ha llevado a que la originalidad tienda a desaparecer, porque siempre es más fiable adoptar una técnica comprobada y volver a aplicarla que tratar de plantear desde cero un nuevo problema. El mercado académico presiona para que se asignen puestos estables a los científicos que tienen capacidad de obtener grandes subsidios y son reconocidos por sus pares. Estos científicos estarán luego en posición de elegir a las nuevas personas que se incorporan al sistema, personas cuyos trabajos estarán en general en la línea de quienes los seleccionan. Ocurre entonces una especie de reproducción de los temas: los discípulos se forman a imagen y semejanza de los maestros y, a continuación, los maestros deciden que ellos sean quienes los reemplacen en las cátedras. El sistema académico monotematiza la investigación por medio de un círculo vicioso cuyo resultado es un investigador hiperespecializado y de poca versatilidad y originalidad.

Esto pasó en buena medida con el boom de publicaciones en teoría de cuerdas a finales de la década de 1990 en EE UU. El resultado es que hoy hay un montón de físicos ocupando muchas cátedras muy importantes en las mejores universidades y cuya especialización es algo que no sirve básicamente para nada, ni hay esperanzas de que sirva en algún momento. Esto lleva a la crisis actual de la física: se trata de gente sin formación para dedicarse a otra cosa y, por tanto, presiona para que las condiciones externas se adapten a lo que pueden hacer. Ante una situación como la de la teoría de cuerdas, […], los nuevos paladines de la teoría, en vez de decir “esto es un callejón sin salida y nunca voy a poder predecir nada”, lo que dicen es: “Para cada una de estas representaciones topológicas de la teoría de cuerdas hay un universo donde la teoría es válida”. Esto los lleva a postular algo increíble: infinitos universos.

En lugar de tratar de estudiar el universo observable, lo que hacen, para solucionar el problema de la degeneración, es postular infinitos universos. Es el paroxismo de la inflación ontológica. Un camino metodológico opuesto a lo que, tradicionalmente, ha llevado a los grandes descubrimientos de la ciencia. Cuando una teoría no es compatible con la realidad, se cambia la teoría, no se cambia la realidad agregando infinitos universos. Algunos cosmólogos están aterrorizados de que, en breve, proliferen los trabajos sobre universos múltiples y su disciplina vuelva a la vieja especulación sin asideros. Por esta razón, Ellis y Silk publicaron ese artículo valiente para llamar la atención de la comunidad científica y proponer una reunión, en la cual también participen filósofos, con el fin de mostrar que hacen falta estándares estrictos a la hora de evaluar las teorías científicas. El problema de tratar estas cuestiones con filósofos es que muchos de ellos no están de acuerdo con usar criterios estrictos de evaluación de las teorías. La filosofía académica en el mundo anglosajón ha sufrido un proceso similar al de la física teórica después de los grandes desarrollos en lógica de la década de 1930 y 1940, cuando se estableció la semántica formal.

A partir de los años cincuenta, los lógicos de orientación filosófica se dedicaron, más que nada, a fabricar lógicas alternativas. La mayor parte de las aplicaciones de la lógica están en la lógica de primer orden, que es lo que se llama la lógica de predicados, y en algunos aspectos de la lógica de segundo orden. Hay muchas otras lógicas, infinitas lógicas posibles, pero en general no tienen aplicación a la realidad. Una de esas lógicas se llama lógica modal o lógica de la posibilidad, que siempre se ha considerado como un mero juego formal que no tiene aplicación en ciencia. El filósofo estadounidense Saul Kripke postuló que la lógica modal podía resolver su problema fundamental, que es cómo establecer el valor de verdad de sus enunciados, postulando infinitos mundos: un enunciado modal es verdadero si y sólo si hay un mundo en el cual ese enunciado es verdadero. Un montón de lógicos y filósofos analíticos se dedicaron a reformular la lógica modal en términos de la pluralidad de los mundos o de los infinitos universos. Esto concuerda con la postura de algunos físicos cuerdistas radicales y sus multiuniversos. Estos supuestos universos no interactúan entre sí y están totalmente desconectados unos de otros. Jamás se podrá, siquiera en principio, planear un experimento que permita establecer la realidad de esos otros universos.

Se presenta así una situación peculiar y potencialmente muy peligrosa: tanto lógicos y filósofos que están sin problemas serios de los que ocuparse, como físicos teóricos que se hallan atrapados en el callejón de la teoría de cuerdas, de repente se encuentran que tienen intereses comunes y comienzan a apoyarse mutuamente. Esto termina en científicos como Stephen Hawking, quien hablaba de la muerte de la filosofía refiriéndose a la filosofía tradicional, y filósofos que dicen que “hay que basar la filosofía en las modernas teorías de la física”, haciendo referencia a la teoría de supercuerdas y a la del multiuniverso o multiverso. Es un movimiento peligroso: los investigadores se apartan de la realidad y de los problemas reales y pasan a considerar como actividad científica legítima algo que sólo es un discurso o un monólogo posmoderno. Un relato. La realidad se genera en el despacho del físico.

Este movimiento ha tenido otra consecuencia perjudicial: la aparición de científicos mediáticos y gurús de la ciencia. Lo opuesto a la imagen tradicional del científico, que se cuida de hacer observaciones extravagantes y es un referente para detener la charlatanería. Muchos cuerdistas consideran a Ed Witten una especie de gurú. Su sola opinión expresada en una conferencia puede hacer que cientos de científicos jóvenes se pongan a trabajar en una dirección sin cuestionarse las razones. Otros científicos, más preocupados por su popularidad que por la ciencia, se pasan el tiempo haciendo profecías sobre toda clase de temas, desde el fin de la filosofía o la física hasta el fin del mundo. Es el triste caso de Hawking, que en los últimos años de su vida parecía dedicado solamente a cultivar su popularidad personal entre el gran público por medio de las más disparatadas afirmaciones. Todo esto crea una muy pobre imagen de la ciencia y su contribución a la cultura, en particular si comparamos la situación con la época en que las figuras de referencia eran Einstein, Max Planck, Niels Bohr y otros científicos de similar envergadura y conciencia cívica y social.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/02/10/ciencia/1581348827_625914.html

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El dolor de escribir

Por: Carolina Vásquez Araya

Escribir no es más un desafío intelectual. Es un reto moral que me deja exhausta.

Cada semana busco en el abrumador escenario del caos mundial ese tema crucial, esa parte de la realidad sobre la cual debería explorar conceptos, ideas, información relevante con el propósito de llegar a formar un texto suficientemente lúcido y veraz como para compartirlo. Es un parto difícil porque son muchos los monstruos que nos rodean a diario y nos colocan ante la disyuntiva de hincarles el diente o dejarlos pasar. Pero entonces surgen las dudas y las urgencias: ¿la invasión del imperio contra pueblos indefensos; el abuso del sistema económico o el creciente fenómeno de la búsqueda de justicia y libertad? Luego, pienso en cuán relevante es el papel que nos toca en este concierto desafinado de lo mediático, en donde se cruzan los intereses diversos de nuestras sociedades ante una ciudadanía carente de los recursos para separar la paja del grano porque le han enseñado a creer en lo que leen; a dudar de lo que ven y a aceptar el discurso de los poderosos porque de ahí, de esos círculos de un bien aceitado poder, depende su trabajo y, por ende, su supervivencia.

Por lo tanto, ese prurito que a veces nos hace creer en la pertinencia e importancia de nuestro pensamiento se diluye cual nube de verano al sacudir el ego y comprender, en toda su dimensión, el hecho irrebatible de que somos un elemento descartable en el juego de las grandes ligas. Un juego en donde predomina el discurso predeterminado, diseñado con el propósito de controlar la información, definir los temas prioritarios y acallar las voces independientes: ese molesto rumor de la conciencia ciudadana capaz de alterar el orden de un mundo a la medida. De ese modo, las grandes batallas como las emprendidas por la igualdad de género o el derecho al aborto, el respeto por la diversidad sexual o los derechos de los pueblos originarios, el cese de la esclavitud y de la destrucción del hábitat, pueden convertirse en un molesto -pero más o menos tolerado- ruido ambiental.

Escribir una columna de opinión es un ejercicio doloroso si la intención tras ese esfuerzo cotidiano reside en abrir una ventana a la reflexión. Al abordar un tema de actualidad y desmenuzarlo en un texto limitado por cantidad de caracteres es necesario tener muy claro el lugar que nos corresponde en este concierto: no conocemos más detalles que los permitidos; no lo sabemos todo; nuestras fuentes muchas veces tienen el agua turbia y la única herramienta confiable al alcance es nuestra fortaleza moral para elaborar un mensaje coherente, honesto y bien estructurado. Su difusión –amplia o limitada- es, finalmente, un asunto secundario.

¿Por qué esa urgencia de compartir nuestras preocupaciones ante un universo de lectores totalmente desconocido? ¿Qué nos impulsa a lanzar nuestro llamado de protesta por las aberraciones cometidas por los más poderosos contra grupos específicos y pueblos enteros alrededor del mundo pero también aquí, a nuestro lado, en nuestro entorno inmediato? ¿Es que acaso existe la posibilidad de incidir en el proceso de un cambio tan hipotético como remoto? Las inquietudes personales –porque al final de cuentas una escribe sobre sus propias batallas- van engrosando una lista interminable de actos impunes contra los cuales estrellamos las débiles lanzas de otro discurso, otra reflexión y, consecuentemente, otra frustración al comprobar cómo nuestro entorno sigue girando en la dirección equivocada. Esta digresión es solo eso: una pequeña revolución de las neuronas que todavía conservo, un vistazo breve a las dudas existenciales de esta columnista fiel.

INÚTIL TAREA ESA DE INTENTAR INCIDIR EN LA RUTA DEL PENSAMIENTO COLECTIVO.

*Fuente: https://carolinavasquezaraya.com/2019/10/07/el-dolor-de-escribir/

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