Universidad y desarrollo sostenible. Claves para la supervivencia humana

Por Bernardo Trimiño Quiala

Las universidades desempeñan roles claves en el desarrollo de cualquier sociedad, son instituciones esenciales para la implementación de procesos vinculados con la producción, la difusión y el uso del conocimiento relevante, para el avance tanto colectivo como personal.

Estas instituciones son determinantes en la concreción del potencial humano que el desarrollo sostenible reclama. De ahí se deriva que el conocimiento y la innovación que se genera desde las universidades son fundamentales para preservar los valores culturales, fomentar la inclusión y la interculturalidad, en un contexto de economía globalizada y sociedad interconectada.

El documento “Marco de Acción Educación 2030”, aprobado por la UNESCO; incluye varios principios básicos, entre ellos: la educación como derecho humano, con acceso universal e igualitario, de calidad gratuita, obligatoria y como bien público, para asegurar empoderamiento equitativo entre niñas y niños.

El cumplimiento de los principios básicos que emanan de este importante documento, no se pueden cumplir al margen de los avances que se logren a nivel universitario; por ende, las universidades deben dejar de actuar como competidores extremos; y enfocar a sus docentes e investigadores, a la unidad de esfuerzos y conocimientos entre colegas, por el bien de la humanidad.

Las ideas anteriores expresan que las universidades deben unirse en función de que los diferentes países alcancen los objetivos de desarrollo sostenible; para ello los profesionales universitarios y todo el estudiantado de este nivel educativo, deben enfrentarse firmemente a los obstáculos que se les oponen en este sentido.

Los objetivos del desarrollo sostenible, sustentan un grupo de metas esenciales para garantizar la supervivencia humana: poner fin a la pobreza y al hambre; lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible; garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, así como promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos; lograr la igualdad entre los géneros; ayudar a resolver problemas de disponibilidad de agua, acceso a energía sostenible; promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible; combatir el cambio climático y sus efectos; entre otros propósitos.

Para el cumplimiento de estos propósitos, en las universidades se debe actuar de manera innovadora, que es lo contrario a los que desean mantener a estas instituciones en un estado de absurdo estancamiento o parálisis académica; cuando las sociedades van evolucionando a un ritmo sorprendente.

Al respecto las universidades deben favorecer los procesos de acceso masivo al conocimiento y garantizar que el egreso sea de calidad; por ende a su interior se deben analizar todos los procesos universitarios para que sean también de calidad.

De ahí la importancia de actualizar los planes de estudio, propiciar la participación activa de los estudiantes universitarios en todas las etapas del proceso educativo, desde el diseño curricular, preguntándoles qué contenidos desean aprender; hasta la evaluación, donde la autoevaluación debe ponderarse por encima a la heteroevaluación.

Recordemos que los jóvenes universitarios de hoy serán los líderes, los empresarios, los emprendedores, los científicos; es decir serán los profesionales del mañana cercano, quienes deberán actuar con mayor responsabilidad generacional que nosotros. Por ello, es necesario prepararlos para estos retos; pero, para alcanzar este objetivo debemos primeramente prepararnos nosotros, para ser el pedestal sobre el cual se impulsarán hacia un desarrollo social sostenible infinito y un crecimiento personal ilimitado.

Solamente con una universidad inclusiva, pertinente e innovadora se alcanzará el desarrollo humano sostenible, tan demandado y necesitado, ante los extraordinarios retos que enfrenta la humanidad, el primero de ellos, ser capaz de sobrevivir.

Fuente: http://www.noroeste.com.mx/publicaciones/view/universidad-y-desarrollo-sostenible-claves-para-la-supervivencia-humana-1089537

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Vida significativa para un aprendizaje significativo. Una relación esencial.

Por Dr. Bernardo Trimiño Quiala.

La teoría acerca de la significatividad del aprendizaje del psicólogo y pedagogo estadounidense David Paul Ausubel plantea que el desarrollo de conocimientos en los niños, niñas, adolescentes y jóvenes no se efectúa por la acumulación de conocimientos, sino que éstos deben tener un significado para el sujeto que aprende; por esta razón considera que el aprendizaje significativo consiste en la adquisición de la información en forma sustancial y su incorporación dentro de la estructura cognoscitiva a partir de relacionar, de manera no arbitraria, el nuevo aprendizaje y con el conocimiento previo.

Otro aspecto necesario a destacar en la teoría de Ausubel, es el trabajo con los preconceptos, este científico destaca que el factor más importante que influye en el aprendizaje es lo que el estudiante ya sabe; de ahí que consideró al proceso de aprendizaje significativo como la relación que se establece entre lo que el estudiante ya conoce y lo que está aprendiendo.

Lo anterior hace evidente que nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, deben tener una vida significativa que sirva de base, al ulterior desarrollo del aprendizaje significativo, ya que cuando un alumno aprende un determinado contenido en la escuela, no llena jamás un vacío, sino que desarrolla gradualmente interconexiones cognitivas y emotivas con lo que ya conoce y con las experiencias personales que ha adquirido durante su vida.

De ahí la importancia, de que padres y docentes hagamos significativa las experiencias vivenciales de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes; como ruta esencial para que alcancen el necesario aprendizaje significativo, el que le servirá, para afrontar con éxito, los retos de la vida contemporánea.

Para ello, los padres deben evitar los conocidos errores básicos de la educación familiar; entre ellos: la sobreprotección, la indulgencia, el rechazo o abandono y el autoritarismo.

Los padres que sobreprotegen a sus hijos ejercen un control rígido y excesivo sobre sus vidas, con la intención de ampararlos de supuestos peligros; cuando en realidad, por lo general, hacen de sus hijos seres indefensos, reservados e incapaces de valerse por sí solos. La sobreprotección priva a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de la libertad de tener las experiencias de vida necesarias para desarrollar el aprendizaje significativo.

Tampoco favorecen el aprendizaje significativo de sus hijos aquellos padres indulgentes, que les entregan todo aquello que ellos quieren; muchos psicólogos advierten que los padres no deben dar absolutamente todo lo que piden sus hijos, porque así los vuelven exigentes en extremo, y no los preparan para la realidad de la vida, donde tendrán la oportunidad de exigir sus derechos, pero deberán cumplir con sus deberes como ciudadanos. La relación entre el cumplimiento de los deberes y la exigencia de los derechos es cardinal para el aprendizaje significativo.

El rechazo o el abandono es el extremo opuesto a la sobreprotección y la indulgencia, constituye una muestra de violencia y violación de los derechos de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, ocurre cuando no se les brinda el cariño y respeto que éstos necesitan. Esta actitud implica la desatención, la negativa a satisfacer sus necesidades, el castigo, la amenaza y las críticas negativas frecuentes. Frente a estas manifestaciones en la familia, resulta muy difícil desarrollar el aprendizaje significativo.

Los padres autoritarios intentan dominar todos los aspectos de la vida de sus hijos, es la imposición inflexible de las normas de los adultos; de ahí que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes no tienen oportunidad de plantear sus criterios, solventar sus dudas, ni hacer críticas que favorezcan a la familia; por lo cual tienden a mentir, a sentir falta de afecto y se ven imposibilitados a participar en la vida familiar. La imposibilidad de hacer proyectos de vida propios, la falta de afecto y de participación familiar, atentan directamente contra el aprendizaje significativo.

Por parte de los docentes, un número importante, cometen el grave error profesional de pensar que nuestra profesión consiste en la transmisión pasiva y unidireccional de contenidos en las clases; por lo cual no realizan un adecuado diagnóstico escolar; algunos no conocen siquiera el nombre de sus alumnos, así como las características de su contexto familiar y comunitario; por lo que desechan los antecedentes cognitivos y las experiencias de vida de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que intentan instruir; y es que, dichos docentes, no han comprendido que el aprendizaje significativo, no es solamente instrucción; sino que es educación, fortalecimiento de valores, desarrollo de la personalidad y preparación para la vida.

Y es que ser padre, madre o docente, en estos tiempos, representa una gran responsabilidad; ya que siempre seremos el espejo en que se mirarán nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, de ahí que debemos ser ejemplos como ciudadanos; respetar sus derechos y con ese mismo respeto hacer que cumplan sus deberes; brindarle la mayor cuota de amor y cariño, ellos nos lo devolverán día a día; acompañarlos en sus vivencias y experiencias personales, compartir con ellos, leer juntos, permitir que planteen todas sus dudas, escucharlos permanentemente, darle la mayor participación activa en la medida de sus posibilidades y divertirnos juntos.

Sólo así, en la unidad de acción entre la familia y los docentes, nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, desarrollarán el necesario aprendizaje significativo. La unidad entre la vida significativa y el aprendizaje significativo es la garantía del desarrollo de una personalidad plena de satisfacción, creatividad, conocimientos y valores; constituye, además, la plataforma para que toda persona logre sentirse realmente libre y feliz.

Artículo enviado por su autor a la redacción de OVE

Imagen de uso público tomada de: https://pixabay.com/p-1412778/?no_redirect

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La relación ciencia – educación – cultura

España/Julio de 2016/Noreste

Por: Bernardo Trimiño Quiala

El acelerado intercambio cultural que se produce a escala global y el indetenible avance de la ciencia, son dos de los factores que modelan la educación escolar del Siglo 21.

Consecuentemente, la escuela se encuentra ante nuevas relaciones sociales que repercuten directamente en las maneras en que se debe educar a las nuevas generaciones; sin embargo, la docencia parece seguir anclada en antiguas interpretaciones.

Si bien es cierto que históricamente la relación cultura-ciencia ha sido tan diversa y compleja como la realidad que pretenden mostrar; todo indica que desde finales del pasado siglo caminan a su encuentro; por lo cual, en la educación escolar resulta más conveniente desarrollarlas como facetas de un mismo proceso, que como fenómenos sociales separados. A fin de cuentas, todo maestro es promotor cultural y al mismo tiempo un científico.

Si hasta ahora la cotidianidad en las escuelas ha simplificado la cultura a la práctica de varias manifestaciones artísticas, con mayor o menor grado de desarrollo, y la ciencia ha sido enfocada hacia una supuesta mejora en los niveles cognitivos de los alumnos, llegó el inaplazable momento de que en la educación escolar se manifieste la necesaria contemporaneidad en la relación entre la cultura y la ciencia; ya que ninguna otra institución, de las creadas por la humanidad, posee tanto potencial para revelar dicha relación.

Ante esta realidad, cabe preguntarse: ¿por qué debe ser la escuela el eje coordinador del encuentro entre la cultura y la ciencia?

Las escuelas como instituciones sociales se constituyen en contextos sus génesis:

– Poseen un personal preparado y con la experiencia necesaria para coordinar el vínculo entre la cultura y la ciencia.

– Son espacios abiertos a la participación activa de los alumnos, los docentes, la familia y la comunidad. Por lo cual son instituciones sociales de todos y para todos.

En las escuelas se encuentran las mujeres y hombres del futuro, los que deben ser mejores seres humanos que nosotros, más cultos, más solidarios, más creativos, más inteligentes y portadores de los mejores valores humanos; capaces de hacer que la unidad entre la cultura y la ciencia sea la fuente del progreso social y personal. 

Los argumentos planteados identifican que para llegar a la sociedad del conocimiento, que tanto demanda la contemporaneidad, es necesario que en las escuelas se mejore la calidad del proceso educativo que desarrollan, como vía esencial para favorecer un mayor vínculo entre la cultura y la ciencia.

La cultura es conocimiento social e históricamente desarrollado; por lo tanto, socialmente compartido y trasmitido.

La ciencia es una forma de estudiar la realidad, explicar las causas de los fenómenos e inferir nuevos acontecimientos, al aportar conocimientos puede y debe estar al alcance de una proporción cada vez mayor de los seres humanos.

A nivel escolar, se quiera reconocer o no, existe una unidad dialéctica entre la cultura y la ciencia, una forma parte de la otra, ambas se aportan entre sí; la cultura incluye a la ciencia y al mismo tiempo no se puede desarrollar culturalmente una sociedad sin el conocimiento científico.

La contemporaneidad exige que el alumnado no aprenda sólo de memoria y repitiendo los contenidos de enseñanza, sino haciendo, emocionándose y participando activamente en el proceso educativo escolar, por eso es necesario transformar la labor educativa de los docentes, es imprescindible un modelo escolar que fomente la unión entre la cultura y la ciencia, que sea diferenciado, inclusivo y que potencie la creatividad; porque el futuro de la humanidad está plagado de retos que requerirán de elevados niveles científico-culturales en toda la población.

La paradoja se encuentra en determinar si los directivos escolares y los colectivos docentes están conscientes de las exigencias de la contemporaneidad y si son capaces de continuar ampliando el desarrollo científico-cultural de la humanidad, o por el contrario se convertirán en otro germen de la involución social que pugna por imponerse.

El reto está planteado, tengo total confianza y mucho respeto por los maestros y docentes, soy uno de ellos; de ahí la seguridad de que la cotidianidad, plagada de dogmas educativos y problemas de todo tipo, no vencerá ante una contemporaneidad pujante, que hará de la ciencia y la cultura sus mejores armas para defender los valores, los conocimientos, el respeto, la convivencia en paz y el desarrollo sostenible, que son la esencia de nuestra condición humana.

Fuente: http://beta.noroeste.com.mx/publicaciones/view/la_relacion_ciencia_educacion_cultura-1035109

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