Religión, feminismo y aislamiento (I)

Los cuerpos femeninos han sido objeto de aislamiento históricamente. Vamos a pensar la experiencia del aislamiento, no como algo excepcional, sino como una norma sexogenérica.
Y es que durante milenios los cuerpos femeninos han servido a la escritura del poder.
En el primer código jurídico que conocemos, el famoso Código de Hammurabi con 4000 años de antigüedad, se hablaba de la privatización de los cuerpos de las mujeres de la sociedad babilónica:
La mujer estaba sometida a la autoridad del hombre, bien fuese su padre o su marido; los hijos e hijas eran considerados posesiones del padre y “la mujer” pertenecía al marido. En el aspecto sexual estaba seriamente castigada cualquier relación de la mujer casada fuera del matrimonio, tanto para ella como para su amante.
Se cree que las mujeres tenían derecho de propiedad, pero lo más habitual era que el padre o el marido fuesen quienes administraran los bienes familiares. Para los babilonios, el matrimonio era un contrato legal entre el padre de la mujer y el hombre aspirante a dicho matrimonio.
Si bien el Código de Hammurabi es el registro más antiguo en dar cuenta de los términos de posesión del sistema de dominación patriarcal, la carga moral de la comunidad ha recaído en el cuerpo de las mujeres en casi todas las esferas de la sociedad. Esto lo podemos ver también en la lectura de los textos religiosos que han construido a su vez prácticas de dominación tendientes a doblegar los cuerpos femeninos. En ese sentido el mito del castigo de Eva, relata cómo ella fue castigada por tentar a su pareja, el señor Adán, y concluye afirmando que desde entonces todas las mujeres de la tierra fuimos condenadas a parir con dolor.
Sin embargo, años después -diríamos unos miles de años después- el escritor comunista José Saramago hizo interesantes replanteos a los textos bíblicos y su desdén misógino. En el formidable análisis que hace el autor de Caín, se dice que las mujeres no fueron castigadas por su maldad, torpeza o voluptuosidad, todo lo contrario. La penalización a la mera existencia de los cuerpos femeninos tiene que ver con el miedo patriarcal a la curiosidad; ese bichito que nos hace cuestionarnos y revolucionarios. Así no más.
Un gran ejemplo de ese revanchismo punitivo lo veremos en el propio génesis. ¿Se
acuerdan de Sodoma y Gomorra? Al famoso castigo bíblico debemos el término “sodomita”.
Según el capítulo 18 del Génesis, Dios había escogido a un personaje para salvarse de la pecaminosa condición de Sodoma y Gomorra, para lo cual envió dos ángeles justicieros a la casa de Lot: un patriarca heterosexual a la cabeza de una familia compuesta por mujeres.
No fue casual la selección de Dios. Entre otras cosas los carnavales homoeróticos,
“sodomitas”, le intranquilizaban soberanamente. Cuando la familia estaba huyendo, “la mujer de Lot” volteó la mirada en dirección al desastre de la ciudad y fue convertida en una piedra de sal. La esposa de Lot cometió el sacrilegio de cuestionar el poder destructivo de Dios. Y es que ¿Quién juzga a los jueces? La mujer quedó petrificada sobre la tierra mientras los demás se alejaban de su cuerpo: su humanidad fue el punto fronterizo que separaba la impureza de la salvación.
Pese a todo, no podemos afirmar que lecturas patriarcales incumban solo a los textos
sagrados. Acto seguido debemos traer a escena a las mayores irredentas de la biblia: María Magdalena y Agar. La una emplazada en la estigmatizada profesión del trabajo sexual por ser referenta de la resistencia contra la dominación Romana. La otra, esclava egipcia y concubina de Abraham, el primer patriarca judeocristiano, quien fue expulsada al destierro por tener el valor de desafiar el poder abusivo de la esposa del patriarca. Huelga recordar que Sara, esposa de Abraham, al no poder parir permitió a su marido la relación con Agar para que trajera un bebé a la comunidad. No sabemos qué tan voluntaria pudo ser la relación entre la esclava y el patriarca. La cuestión es que el hijo de esa relación es el primer caso de vientre subrogado en la historia escrita de la humanidad. Sin embargo, Agar pateó la cacha, se rebeló a los maltratos y se desterró junto a su hijo.
En adelante vamos encontrar infinidad de casos correctivos del mismo talante. De hecho en las religiones monoteístas la menstruación constituye un momento de impureza del que debe aislarse toda la comunidad. ¿Y los hombres ateos de nuestra cultura occidental? ¿No ven aún con asco a nuestras reglas? ¡Cómo si alguien pudiera librarse de la sangre de nuestros vientres, presente en el alba de nuestra mismísima existencia!

Fuente: https://rebelion.org/wp-content/uploads/2020/09/Religi%C3%B3n-feminismo-y-aislamiento-I.pdf

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Asesinan a una lideresa feminista en Colombia

Asesinan a una lideresa feminista en Colombia

Por Diana Carolina Alfonso

Carlota Salinas de la ONG Organización Femenina Popular acompañaba a víctimas del conflicto armado y socorría a poblaciones vulnerables ante el COVID-19.

El pasado 24 de marzo fue asesinada la lideresa feminista colombiana Carlota Salinas. Mientras en Argentina las residentes colombianas se sumaban a la campaña de los pañuelos blancos y militaban con los medios a mano por una perspectiva feminista de memoria histórica, en su país había sido baleada una de las máximas referencias del movimiento de mujeres de la Costa Caribe.

Durante diez años Carlota militó en la Organización Femenina Popular (OFP) por los derechos de las mujeres productoras, desempeñándose como coordinadora de las Mujeres del Valle del Rio Cimitarra. La OFP es una organización histórica de la Región Caribe colombiana. Ésta nació en la ciudad petrolera de Barrancabermeja en 1972 en conjunto con algunos sectores provenientes de la teología de la liberación, con los objetivos de eliminar la violencia patriarcal al interior de los hogares laburantes de la industria del petróleo –principalmente- y acompañar a las mujeres afectadas por los maltratos machistas, tanto aquellos referidos a la violencia física como a la económica.

Según la denuncia presentada por la OFP, Carlota fue acribillada a las afueras de su hogar en el municipio de San Pablo (provincia de Córdoba).  Gloria Suarez, representante legal de la organización, comentó a la prensa que hasta el momento de su asesinato Carlota estuvo encargada de recolectar suministros para las familias más vulnerables del pueblo en medio de la crisis sanitaria del coronavirus.

San Pablo es considerado por los organismos de Derechos Humanos uno de los municipios más afectados por la guerra y con mayor número de víctimas por el conflicto armado. Durante los diálogos de paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC (2012-2016) la presencia de dicho movimiento insurgente en el municipio se disipó. Sin embargo, en la zona se presenta un aumento de la presencia paramilitar de ultraderecha y el rearme constante de grupos ilegales que el gobierno se niega en reconocer como parte de los históricos aparatos represivos del paramilitarismo, en los cuales estarían involucrados altos mandos del ejército y referentes políticos como el ex presidente Álvaro Uribe Vélez.

En la actualidad los líderes y lideresas sociales viven bajo amenazas constantes, sobre todo quienes se organizan en función del reordenamiento comunitario de los recursos naturales. La maquinaria extractivista impulsada por los gobiernos uribistas deja a su paso millones de desplazamientos y asesinatos.

En el 2018 Francia Márquez, la máxima referenta medioambiental del país cafetero, reconocida internacionalmente con el premio Goldman Environmental Prize, sobrevivió a un atentado armado mientras se encontraba reunida con otras referentas de las organizaciones campesinas de su región. Según la militante, el país sufre las consecuencias del entronque ente el patriarcado, el capitalismo y el racismo. «El patriarcado junto al racismo y el capitalismo han sido las formas de opresión que han destruido nuestra casa y por eso nuestro planeta está en altos niveles de riesgo» comentó tras el atentado.

La muerte de Carlota Salinas se suma a los ochocientos asesinatos de líderes y lideresas sociales después de la firma de los acuerdos de paz en el 2016. Según un artículo del diario El Espectador, el aumento de agresiones hacia las mujeres militantes se habría elevado a una tasa cuatrimestral del 3% en el 2019. «En algunos departamentos como el Putumayo, por ejemplo, la Alianza de las Mujeres Tejedoras de Vidatiene trece amenazadas y una desaparecida: Deyanira Guerrero, cuyo paradero se desconoce desde mayo de 2018. El departamento con mayores agresiones es Cauca, con 22 para el período analizado», continúa el artículo.

Mientras la cuarentena sirve como telón para cubrir el accionar del terrorismo de estado, el bloque de gobierno de ultraderecha, a la cabeza de Álvaro Uribe e Iván Duque, llama al pueblo colombiano a ser un espectador silencioso de este macabro escenario. El presidente se limita a pedir por todos los medios que la crisis humanitaria y sanitaria no sea abordada con “fines ideológicos”.

La respuesta del feminismo en Argentina (corazón de la Tercera Ola) es inclemente ante el entronque patriarcal, racista y capitalista. En postrimerías al 24 de marzo, día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia, tanto locales como residentes colombianas piden justicia y reclaman al estado colombiano que asuma la responsabilidad política de la crisis humanitaria y el avance del paramilitarismo.

Sobre la autora: Militante de la Cátedra de Feminismos Populares y Latinoamericanos La Martina Chapanay.

Fuente: https://historiaygeopolitica.wordpress.com/2020/03/30/asesinan-a-lideresa-feminista-en-colombia/

Fuente de la Información: https://rebelion.org/asesinan-a-lideresa-feminista-en-colombia/

Fuente de la Imagen Rebelión

Autora: Diana Carolina Alfonso

 

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Razones para levantarse en armas

Razones para levantarse en armas
Crítica de la película francesa La espuma de los días, de Michel Gondry, con enfoque antirracista y anticlasista
Diana Carolina Alfonso
Rebelión
“En 1790, solo unos pocos meses antes del comienzo de la insurrección que sacudió Saint Domingue y llevó al nacimiento revolucionario de la independencia de Haití, el colono francés La Barre tranquilizaba a su mujer residente en la metrópoli sobre la vida tranquila en los trópicos. Escribió: “no hay ningún movimiento entre nuestros negros […] Ni siquiera piensan en ello. Son muy tranquilos y obedientes. Entre ellos una revuelta es imposible”. Y le aseguró otra vez: “no tenemos nada que temer de parte de los negros; son tranquilos y obedientes”.

Y otra vez: “los negros son muy obedientes y siempre lo serán. Dormimos siempre con las puertas y ventanas abiertas de par en par. Para los negros la libertad es una quimera” (Dorsinville, 1965)” 

Michel-Rolph Trouillot

La mano viene más o menos así: Una pareja se casa, la chica enferma y arranca un drama de flores, existencialismo y una batería inusitada de nihilismo. Nada fuera de lo normal. La historia no pasaría de ser un típico drama pluvial francés de no ser por los personajes secundarios.

El «empleado doméstico» es un hombre negro que cumple todas las cualidades del buen hombre negro, conciencia blanca mediante: es hacendoso, bailarín, no se queja y además es un pene negro a disposición del deseo de cuanta mujer blanca le requiera, llegando incluso a prostituirse al compás de divertidos guiños propios de la exotización sexual.

Ya la cosa viene mal cuando se presenta al resto del reparto del «sector servicios». El hombre de la grúa que maneja la maravillosa nube voladora es un latino que trabaja en la construcción. ¿Dónde más si no? La mujer de los ticketes del tren es… negra, obvio. Y así sigue la película, nada fuera de lo normal.

La otra mujer negra de la película es todo lo que tiene que ser una buena mujer negra, conciencia blanca mediante: no solamente parafrasea con gran soltura a Partre (Sartre) sino que además es vestida (pese a su negativa, con nula resistencia) como Simone de Beauvoir. En resumen es bella, delgada, letrada, formal, bien vestida y feminista. Todo viene bien, hasta que un día estalla a razón del desamor de su novio blanco. Con total frialdad, del otro lado del muro que la separa de su amiga, la buena negra se acuesta con el doliente protagonista, quien en medio de un delirio que le torna frágil y depresivo, asume con cierto desgano la tarea de cogerse a la amiga de su esposa. Desespera, pero no enferma. La debilidad corporal es privilegio de la pareja blanca. No, ella sufre de histeria, revanchismo y muere.

El relato de su muerte no existe. Se reduce a un dedo silencioso sobre los labios de su tío, el empleado doméstico.

Sobre la envidia y la histeria de la humanidad colonizada, Fanon escribe:

“La mirada que el colonizado lanza sobre la ciudad del colono es una mirada de lujuria, una mirada de deseo. Sueños de posesión. Todos los modos de posesión: sentarse a la mesa del colono, acostarse en la cama del colono, si es posible con su mujer. El colonizado es un envidioso. El colono no lo ignora cuándo, sorprendiendo su mirada a la deriva, comprueba amargamente, pero siempre alerta: “Quieren ocupar nuestro lugar.” Es verdad, no hay un colonizado que no sueñe cuando menos una vez al día en instalarse en el lugar del colono”.

Una última perlita que termina por romperle la mente a cualquiera que no haya sido anestesiadx por el ego mundial de la intelectualidad blanquecina, o por el mundo atrapado entre las tensiones de dulces y colores, nivel anarquismo high class del Gran La Plata:

Avanzada la enfermedad de la protagonista, el esposo «tiene» que buscar trabajo. La crisis económica golpea la armonía del hogar. Justo cuando se cree que la trama no puede ser más cínica en su elitismo, el «empleado doméstico» empieza a envejecer. Al ser un ajuar más de la vivienda, su cuerpo se deteriora con el derrumbe del hogar. El dilema personal de su empleador se revela cuando tiene que echar al “doméstico”. Porque además de ser sacrificado, sexualizado y prostituído, el buen negro es fiel. Y aun cuando la vida se degrade con el paso de los días, el libre albedrío en esas condiciones se reduce a morir en benévola servidumbre.

Fin de la película.

No hay hedonismo sin un previo proceso de individuación, negación o subvaloración de los conflictos que no constituyen la estructura subjetiva de la tranquilidad blanca.

Después de la revolución haitiana (que es una revolución anti-francesa, jamás una consecuencia de la Revolución Francesa) Napoleón prohibió la divulgación de cualquier acontecimiento ligado al país antillano. Aunque cueste creerlo, tuvieron que pasar casi doscientos años y un terremoto para que un gobernante francés volviera a pisar suelo haitiano. Tras su paso por el país, Jacques Chirac comentó a la prensa que «formalmente, Haití nunca había sido una colonia francesa»(Seitenfus, 2016). En el 2015 volvió a venir otro presidente francés, probablemente a organizar el negocio de la lástima que había emprendido su predecesor con laborioso ánimo salvacionista. Aquel año el pueblo haitiano recibió a François Hollande con la poca amabilidad que distingue a los negros que no son buenos. Le exigieron que formalizara el reembolso de la multimillonaria multa que la Francia imperial habría impuesto a Haití tras la revolución antiesclavista y antifrancesa de 1804.

Al día de hoy la revolución haitiana no existe en los cánones de la historia occidental, mutis por el foro en la historiografía francesa. Lxs pocxs eurocentradxs que han abordado el tema, la tratan como una consecuencia de la revolución francesa, otros escriben, y cuentan con total desfachatez, que fue un eco de la revolución yanki. Lo que desde los tiempos de la colonia han querido silenciar es que la Revolución Haitiana no solo fue la primera en abolir la esclavitud -y no estoy hablando de artículos y leyes al pedo- sino que además encumbró la posibilidad de la emancipación de lxs esclavxs a nivel mundial.

Olvidar esta parte de la historia nos lleva al argumento, nada inocente de Gondry: La libertad es un privilegio del hombre blanco que rompe cadenas o de la mujer blanca que lleva su maravillosa libertad a las mujeres periféricas.

A la película le falta lo que le falta a la conciencia occidental: pensar que lxs sometidxs cuentan con su violencia organizada para cambiar la historia. No hay sometimiento sin resistencia.

Capítulo aparte nos merece la reificación sexual del cuerpo del hombre negro. Para los antillanos el turismo sexual de las mujeres blancas ha motivado ríos de tinta, como lo enuncia el martiniques Édouard Glissant en su libro El Discurso Antillano.

Para avanzar con una lectura del feminismo negro sobre la reificación sexual de los hombres negros, recomiendo también la lectura de El mito del violador negro de Angela Davis.

En síntesis, el hedonismo (nihilista siempre) es como un gran pedo de chicle. Y La espuma de los días es eso: la pompa de la maravillada estupidez neocolonial, violenta en sus conflictos mentolados.

*Léase blanco/blanca como una estructura de sentido basada en los principios clasistas/racistas de exclusión colonial. La cuestión blanca poco tiene que ver con cromatologías o disquisiciones fisiológicas.

Texto original https://historiaygeopolitica.wordpress.com/2020/01/13/la-espuma-de-los-dias-razones-para-levantarse-en-armas/

Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=264657&titular=razones-para-levantarse-en-armas-

Autor: Diana Carolina Alfonso
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¿Cuándo empieza un siglo?

Diana Carolina Alfonso

¿Cuándo empieza un siglo? Entre chiste y chanza nos planteábamos esta pregunta la noche del 31 de diciembre, sentados en un bar en Puerto Príncipe, ciudad de concurridas convulsiones durante todo el 2019.

Hobsbawm supo poner cortes a una historia que desde Europa se narraba como universal. Según él, la Revolución Rusa y el desarrollo de la Primera Guerra Mundial fueron hechos suficientemente trascendentales para pensar el inicio de un nuevo ciclo histórico. Con todo, si nos atenemos a sus palabras, y pensamos que los quiebres estratégicos del modelo hegemónico de acumulación son los parteaguas de la historia, tendríamos que ubicar a la Revolución Mexicana como el primer corte de nuestro Siglo XX latinoamericano. En adelante, la conflictiva relación entre los Estados Modernos y las formaciones sociales indígeno-negras-campesinas marcarán las asíntotas de las transformaciones de nuestra historia moderna y contemporánea. Muestra de ello fueron la Revolución Cuabana y Sandinista, la acentuada tendencia a la acumulación por desposesión, los movimientos campesinos de mediados del siglo XX (en Guatemala, El Salvador, Bolivia, Colombia, Perú,etc) y la concreción del paradigma plurinacional como síntesis programática de las luchas anticoloniales en Nuestramérica (casos Ecuador y Bolivia).

Durante el 2019 se rompieron grandes vidrieras que hacen al afianzamiento social, político y cultural del neoliberalismo. Este año quedó expuesta la fragilidad del sistema rotativo electoral. Mientras el basismo trasnochado por izquierda, y por derecha los países con tradiciones de representación prolongada como Inglaterra (!Monarquía de monarquías!) o Alemania (Con Merkel atornillada a su curubito hace casi dos décadas) se creyeron con el deber de exigir cambios cuatrienales de gobierno, fueron las derechas antidemocráticas latinoamericanas las que capitalizaron la demanda del «gobierno rotativo». Bajo ese argumento se fraguó la desestabilización en Venezuela y Bolivia, en favor del bloque pro yanki, en ambos casos, como ya había ocurrido en Brasil, Paraguay y Honduras. Otro tanto le cabe al Frente Amplio en Uruguay.

Otro gran quiebre develado en su máxima expresión durante el 2019, tuvo que ver con la total crisis del mito neoliberal de los Chicago Boys. Tanto en Colombia como en Chile -dos hitos de las aperturas neoliberales- los bloques de poder que acumularon con la represión y las aperturas desde fines de los ochentas, se vieron envueltos en la peor crisis política de su historia. En suma, tanto los modelos aperturistas que se encumbraron tras la caída del muro de Berlín, como los términos de la llamada democracia rotativa, entran en crisis como relatos del republicanismo colonialista y como prácticas de poder eminentemente neoliberales. Paradxs en una nueva década, estamos frente a lo que Gramsci evaluó como una crisis. Lo viejo no termina de morir y lo nuevo se revela incierto. Es decir, el bloque histórico y las características de la confrontación al modelo hegemónico de acumulación, no terminan de constituirse programáticamente en estrategias claras de transformación.

El Estado Plurinacional de Bolivia fue la síntesis más acabada de la confrontación anticolonial. Su historia expresa confrontaciones de raza, clase y género desde mediados del siglo XX hasta su construcción como bloque histórico dominante a principios del XXI. La avanzada dictatorial e imperialista contra éste, renueva prácticas de carácter neocolonial con elementos paraestatales puestos en marcha por las más sanguinarias democracias del mapa neoliberal latinoamericano.

Después del mito de los Chicago Boys y los golpes neocoloniales ¿A dónde va Nuestramérica? No compartiendo los recortes históricos planteados por Hobsbawm -cínicamente eurocentrados- sí tendríamos que prestar atención a las tendencias de mediano y largo alcance en los cambios que hacen a las sociedades del mundo colonizado. Siendo hoy primero de enero un día clave en la historia latinoamericana, donde conmemoramos la Revolución Haitiana y la Revolución Cubana, podemos pensarnos la responsabilidad social y colectiva que hace a los cambios de ciclo. Las resistencias al colonialismo y al neocolonialismo ponen en jaque a los Piñera (Chile), Uribe (Colombia) , y Jovenel (Haití). La misma perfila confrontaciones históricas en Bolivia, Ecuador y Brasil.

Las derechas salen a las calles. Las izquierdas no conducen las crisis. Sólo la capacidad de coordinación entre las organizaciones sociales y populares (indígenas, campesinxs, jóvenes, feministas, racializadxs, lxs excluídxs de la economía popular o nuevxs proleterixs) avizora esperanzas.

En el 2019 algo se rompió para siembre. El siglo XX se acabó y los muertos no se entierran solos. Todo un palo, ya lo ves.

En https://historiaygeopolitica.wordpress.com/2020/01/02/cuando-empieza-un-siglo/

Autora: Diana Carolina Alfonso

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Haití y la raza: tensiones y contradicciones para el feminismo antirracista y plurinacional (I)

Mujeres Haitianas
Haití y la raza: tensiones y contradicciones para el feminismo antirracista y plurinacional (I)

Diana Carolina Alfonso

Tanto la historia como el presente del pueblo haitiano pueden servir de vidriera para la historia del continente. El rol de las mujeres haitianas presiente revanchismo colonial y revolución social.
En el relato oficial de los años ‘90, las aperturas neoliberales se predisponían a diseñar al brazo del capitalismo internacional un porvenir marcado por el fin de la historia. Es decir, el fin de las ideologías y procesos de masas de carácter universalista, como el comunismo, el anarquismo, e incluso el mismo liberalismo filosófico republicano. El fin de la historia, como premisa destructiva de las históricas utopías emancipadoras mundiales, condensaba además un proceso de largo aliento, cuyo quiebre estratégico tendría que ver con el desgaste de los Estados de bienestar.
A este discurso nordocéntrico (situado en las realidades del norte de poder internacional: EE.UU. y los países céntricos de Europa) debemos sumar los procesos de descolonización en África y Asia. Lo que el neoliberalismo lee como fin de la historia, las periferias mundiales lo vivimos como el deterioro de la dominación eurocéntrica, con sus formas de dominación directa colonial. Como lo atestigua Frantz Fanon en los Condenados de la tierra, los procesos de descolonización, aunque tuvieron por objetivo la destrucción del sistema colonial europeo y estadounidense, fueron fuertemente torpedeados por el colonialismo interno y la cooptación estratégica de los mandos altos y medios de poder.
Las burguesías nacionales habían sido educadas durante décadas en el corazón imperial europeo. En la actualidad, aunque formalmente las periferias del mundo gocemos de aparatos autónomos devenidos de luchas cruentas contra la dominación extranjera, como Constituciones, Sistemas Educativos e Instituciones Financieras Nacionales, en la realidad estamos lejos de gozar de autonomía política, financiera o cultural.
La colonialidad persistente es un grave lastre de las dependencias colonialistas. El resultado es el reforzamiento de discursos y prácticas basados en el odio racial, clasista y machista.  En el caso haitiano, el racismo sexo-genérico está relacionado con una impronta de clase.
Las viejas élites mulatas de Pétionville (Ciudad de Petión, en nombre del prócer revolucionario mulato, letrado y propietario) coordinaron la vida política y económica del país durante años, dejando a fuera a la totalidad de la población. En la actualidad el cuerpo jurídico está en francés y los Liceos prohíben el creol al 99% del pueblo que habla la lengua local.
En una operación historiográfica desastrosa Jean-Jacques Dessalines, referente máximo de la revolución anti esclavista, por negro e iletrado, es degradado y puesto linealmente, codo a codo con Petión. Otra de las operaciones historiográficas de la colonialidad del saber, fue borrar el papel prominente de las mujeres en la revolución. Cécile Fatiman, la responsable de convocar la rebelión dedal de la revolución en Bois Caimán, ha sido totalmente olvidada. Olvido premeditado, dicho sea de paso, por las lógicas del poder epistemológico patriarcal y colonial.
En el libro más leído sobre revoluciones al interior de nuestras academias, El Siglo de las Revoluciones de Eric Hobsbawm, la revolución haitiana -primera revolución independentista de la modernidad, primera gesta anti esclavista de la historia universal moderna- solamente aparece en dos menciones: un renglón sobre esclavitud y un pie de página.
En Haití, la colonialidad racista y misógina es un lastre del revanchismo que tuvo que pagar la Nación por atreverse a reventar las cadenas de la esclavitud y gritar, por vez primera en el continente “Libète ou lanmò”, libertad o muerte en palabras del gran Dessalines.  Tras el terremoto del 2010, Haití viene sufriendo un total desguace de sus recursos.
El negocio de la lástima campea. Según el sociólogo Lautaro Rivara, de la Brigada Dessalines, el negocio de la ayuda internacional, vehiculizado por cientos de ONGs de los centros de poder, ha provocado un desdoble total de la economía.
El capital que circula a través de la llamada ayuda internacional ronda buena parte del Producto Interno Bruto del país. Sin embargo, el injerencismo internacional no puede pensarse sin la ocupación del territorio y de la humanidad que en él habita.  Tras el terremoto, más de un millón y medio de personas fueron evacuadas a las periferias de Puerto Príncipe y otras urbes en campamentos totalmente desprovistos de acondicionamiento digno para la vida. En esos días se registraron 250 casos de violación, cifra nimia si se tiene en cuenta la globalidad del proceso destructivo que se ha perpetrado desde entonces.
En los últimos dos años el pueblo haitiano se ha rebelado contra el imperialismo que les empuja a la muerte, la explotación o la prostitución. En mayo de este año, las organizaciones de izquierda, movimientos políticos, y organizaciones juveniles, tomaron las calles para reclamar contra la violencia sexual devenida tras la ocupación del país por organismos como la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) donde la bota militar de los países participantes franquearon toda ética, violando, abusando laboralmente y explotando sexualmente a mujeres, niños y niñas.
La movilización se llevó a cabo en las inmediaciones de la Universidad de Quisqueya en la capital, Puerto Príncipe. Bajo el hashtag #PaFèSilans (“No te calles”, en creol haitiano) surgió el primer movimiento masivo de mujeres que esboza definiciones programáticas de carácter feminista, urgentes para la democratización de la vida nacional.  Uno de los requerimientos fue la creación de un cuerpo jurídico que tipifique la violencia contra las mujeres y las infancias.
Ya en el 2015 había sido llevado a cabo un proyecto que no pudo adelantarse por el cierre del Parlamento. Otra de las medidas que exigen las mujeres tiene que ver con la capacitación efectiva en problemas de violencia sexo-genéricas. Al día hay una total escasez de capacitación en el tema, como de políticas de asistencia y acompañamiento a víctimas. En síntesis, Haití expresa la inagotable fuerza del revanchismo colonial. Al agravio del hambre se suma la total desregulación del mercado de trabajo.
El peso de las maquilas textiles agudizan las pésimas condiciones de vida de las mujeres que mal viven para trabajar en los talleres. La miseria de las maquilas es la esclavitud del presente y tiene cuerpo de mujer.  Ver a Haití es ver un futuro posible. Tanto si nos movilizamos para cambiar la historia, a pesar de los límites de la imaginación, como si nos quedamos viviendo y parasitando al rededor de la lástima como cualquier ONG.

(*)La Autora es Integrante de la Cátedra de feminismos populares y latinoamericanos “Martina Chapanay”

Autor: Diana Carolina Alfonso
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Haití y la raza: tensiones y contradicciones para el feminismo antirracista y plurinacional (I)

Por: Diana Carolina Alfonso

Tanto la historia como el presente del pueblo haitiano pueden servir de vidriera para la historia del continente. El rol de las mujeres haitianas presiente revanchismo colonial y revolución social.

En el relato oficial de los años ‘90, las aperturas neoliberales se predisponían a diseñar al brazo del capitalismo internacional un porvenir marcado por el fin de la historia. Es decir, el fin de las ideologías y procesos de masas de carácter universalista, como el comunismo, el anarquismo, e incluso el mismo liberalismo filosófico republicano. El fin de la historia, como premisa destructiva de las históricas utopías emancipadoras mundiales, condensaba además un proceso de largo aliento, cuyo quiebre estratégico tendría que ver con el desgaste de los Estados de bienestar.
A este discurso nordocéntrico (situado en las realidades del norte de poder internacional: EE.UU. y los países céntricos de Europa) debemos sumar los procesos de descolonización en África y Asia. Lo que el neoliberalismo lee como fin de la historia, las periferias mundiales lo vivimos como el deterioro de la dominación eurocéntrica, con sus formas de dominación directa colonial. Como lo atestigua Frantz Fanon en los Condenados de la tierra, los procesos de descolonización, aunque tuvieron por objetivo la destrucción del sistema colonial europeo y estadounidense, fueron fuertemente torpedeados por el colonialismo interno y la cooptación estratégica de los mandos altos y medios de poder.
Las burguesías nacionales habían sido educadas durante décadas en el corazón imperial europeo. En la actualidad, aunque formalmente las periferias del mundo gocemos de aparatos autónomos devenidos de luchas cruentas contra la dominación extranjera, como Constituciones, Sistemas Educativos e Instituciones Financieras Nacionales, en la realidad estamos lejos de gozar de autonomía política, financiera o cultural.
La colonialidad persistente es un grave lastre de las dependencias colonialistas. El resultado es el reforzamiento de discursos y prácticas basados en el odio racial, clasista y machista.  En el caso haitiano, el racismo sexo-genérico está relacionado con una impronta de clase.
Las viejas élites mulatas de Pétionville (Ciudad de Petión, en nombre del prócer revolucionario mulato, letrado y propietario) coordinaron la vida política y económica del país durante años, dejando a fuera a la totalidad de la población. En la actualidad el cuerpo jurídico está en francés y los Liceos prohíben el creol al 99% del pueblo que habla la lengua local.
En una operación historiográfica desastrosa Jean-Jacques Dessalines, referente máximo de la revolución anti esclavista, por negro e iletrado, es degradado y puesto linealmente, codo a codo con Petión. Otra de las operaciones historiográficas de la colonialidad del saber, fue borrar el papel prominente de las mujeres en la revolución. Cécile Fatiman, la responsable de convocar la rebelión dedal de la revolución en Bois Caimán, ha sido totalmente olvidada. Olvido premeditado, dicho sea de paso, por las lógicas del poder epistemológico patriarcal y colonial.
En el libro más leído sobre revoluciones al interior de nuestras academias, El Siglo de las Revoluciones de Eric Hobsbawm, la revolución haitiana -primera revolución independentista de la modernidad, primera gesta anti esclavista de la historia universal moderna- solamente aparece en dos menciones: un renglón sobre esclavitud y un pie de página.
En Haití, la colonialidad racista y misógina es un lastre del revanchismo que tuvo que pagar la Nación por atreverse a reventar las cadenas de la esclavitud y gritar, por vez primera en el continente “Libète ou lanmò”, libertad o muerte en palabras del gran Dessalines.  Tras el terremoto del 2010, Haití viene sufriendo un total desguace de sus recursos.
El negocio de la lástima campea. Según el sociólogo Lautaro Rivara, de la Brigada Dessalines, el negocio de la ayuda internacional, vehiculizado por cientos de ONGs de los centros de poder, ha provocado un desdoble total de la economía.
El capital que circula a través de la llamada ayuda internacional ronda buena parte del Producto Interno Bruto del país. Sin embargo, el injerencismo internacional no puede pensarse sin la ocupación del territorio y de la humanidad que en él habita.  Tras el terremoto, más de un millón y medio de personas fueron evacuadas a las periferias de Puerto Príncipe y otras urbes en campamentos totalmente desprovistos de acondicionamiento digno para la vida. En esos días se registraron 250 casos de violación, cifra nimia si se tiene en cuenta la globalidad del proceso destructivo que se ha perpetrado desde entonces.
En los últimos dos años el pueblo haitiano se ha rebelado contra el imperialismo que les empuja a la muerte, la explotación o la prostitución. En mayo de este año, las organizaciones de izquierda, movimientos políticos, y organizaciones juveniles, tomaron las calles para reclamar contra la violencia sexual devenida tras la ocupación del país por organismos como la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) donde la bota militar de los países participantes franquearon toda ética, violando, abusando laboralmente y explotando sexualmente a mujeres, niños y niñas.
La movilización se llevó a cabo en las inmediaciones de la Universidad de Quisqueya en la capital, Puerto Príncipe. Bajo el hashtag #PaFèSilans (“No te calles”, en creol haitiano) surgió el primer movimiento masivo de mujeres que esboza definiciones programáticas de carácter feminista, urgentes para la democratización de la vida nacional.  Uno de los requerimientos fue la creación de un cuerpo jurídico que tipifique la violencia contra las mujeres y las infancias.
Ya en el 2015 había sido llevado a cabo un proyecto que no pudo adelantarse por el cierre del Parlamento. Otra de las medidas que exigen las mujeres tiene que ver con la capacitación efectiva en problemas de violencia sexo-genéricas. Al día hay una total escasez de capacitación en el tema, como de políticas de asistencia y acompañamiento a víctimas. En síntesis, Haití expresa la inagotable fuerza del revanchismo colonial. Al agravio del hambre se suma la total desregulación del mercado de trabajo.
El peso de las maquilas textiles agudizan las pésimas condiciones de vida de las mujeres que mal viven para trabajar en los talleres. La miseria de las maquilas es la esclavitud del presente y tiene cuerpo de mujer.  Ver a Haití es ver un futuro posible. Tanto si nos movilizamos para cambiar la historia, a pesar de los límites de la imaginación, como si nos quedamos viviendo y parasitando al rededor de la lástima como cualquier ONG.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=263139
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