Cuba: La educación cubana antes y después de la pandemia

La educación cubana antes y después de la pandemia

Por: Luis A. Montero Cabrera

 

Es fácil de imaginar que los asirios que inventaron la escritura como forma de dejar conocimientos grabados para siempre en unas tabletas mediante, deben haber sido muy reconocidos y también muy criticados por sus coetáneos. Eso debe de haber ocurrido hace unos 6000 años. Muchos seguramente lo agradecieron entonces.

Las ideas e informaciones que antes las personas se llevaban a la tumba, o el viento a la nada, iban a quedar grabadas para que otros también las conocieran, aunque nunca hubieran tenido oportunidad de oír a los originadores. Seguramente que también aparecieron criterios contrarios, los que decían que un pedazo de piedra con trazos nunca sustituiría la riqueza de una conversación presencial.

La vida demostró que todos tenían bastante razón y que los argumentos a favor y en contra eran de alguna forma complementarios en la riqueza y diversidad de nuestra existencia. Efectivamente, nada fue igual para la humanidad después que se inventó la escritura. Los avances para el bienestar y la supervivencia fueron inmensos.

Ya desde mucho antes de la ocurrencia de la pandemia del COVID 19 se habían desarrollado formas efectivas de educar a distancia, donde los estudiantes y los profesores no compartían el mismo espacio. En tiempos tempranos de la Revolución Cubana nuestros niños estuvieron quizás entre los primeros de este mundo que recibieron clases por televisión, con algunos de los mejores maestros del país impartiéndolas en vivo desde un estudio. Así se contribuyó a lograr tempranamentela ambiciosa meta de una educación universal, gratuita y de calidad en un país pobre y bloqueado. Eso ocurrió en la década de los 60 y 70 del siglo pasado.

Los docentes más calificados no alcanzaban para todos en clases presenciales, y así se multiplicaban hasta el lugar más recóndito, allí donde la tecnología moderna e innovadora de la televisión si podía llegar y ese maestro no. También existían cursos por correspondencia, desde antes. Se podían además grabar voces y oír las clases aunque con medios que hoy nos parecen primitivos.

Siguiendo la tradición de los que inventaron la escritura, las llamadas nuevas tecnologías de la comunicación han transformado todo muy rápido en las décadas más recientes. Y también han sido criticadas. El precio de muerte e ignorancia que la humanidad tuvo que pagar hace un siglo, cuando la anterior gran pandemia, por mantener las clases presenciales o suspenderlas indefinidamente, según el caso, ha sido reducido considerablemente.

Muchos en este mundo ahora han podido tomar la decisión de que se suspendan indefinidamente las clases presenciales sin afectar sensiblemente la educación. Esto ha sido posible sobre todo en los niveles donde los estudiantes están más maduros, como es el caso de las educaciones secundarias y universitaria. La televisión, que era un medio donde el maestro podía ser visto y escuchado por los alumnos, ha llegado a ser maravillosamente superada por las reuniones a distancia, donde un profesor puede impartir una clase en Beijing y un estudiante atenderlo y preguntarle dudas, en tiempo real, desde Sídney, Australia, y al mismo tiempo que otro en Estocolmo, en Suecia. Y el profesor puede verles las caras, de cerca y al que desee.

La tecnología ya existía desde hace tiempo, pero su uso intensivo por culpa de la pandemia ha disparado el avance de las aplicaciones informáticas que permiten esto, y las ha perfeccionado. De pronto Zoom, BlueJeans, Webex, GoogleMeet, y muchos otros sistemas se han hecho muy populares. Los hay excelentes, gratuitos y de código abierto como JitsiMeet, nacido en la Universidad de Estrasburgo, en Francia. Muchos maestros han aprendido nuevas formas no presenciales de expresarse con eficiencia y muchos estudiantes las de asimilar conocimientos así. También se ha verificado que nada puede sustituir la presencia de un profesor en un aula impartiendo su clase, pero si complementarlo, aun cuando los tiempos sean más normales.

Las medidas de prevención de la pandemia en nuestra Patria no han podido contar con estas ventajas y la educación secundaria y universitaria se han visto obligadas a detenerse en gran medida. A pesar de los grandes avances recientes en la penetración de internet en la sociedad, no se ha podido remontar a la velocidad deseada el tiempo de desarrollo requerido. Mantenemos una distancia considerable a la meta hoy imprescindible de tener acceso ubicuo, permanente y eficiente de todos los ciudadanos a internet. Nosfalta correspondencia con la tecnología de los tiempos que corren que no es congruente con el nivel cultural de toda la población que la Revolución ha proporcionado. Los hechos deben reconocerse y sus razones encontrarse, sobre todo para acumular experiencias que eviten nuevos contratiempos. Pero lo más importante y adecuado ahora sería sobre todo proyectar el futuro desde el presente.

La pandemia, vista desde la atalaya fidelista de “convertir el revés en victoria”, nos ha conducido a muchas importantes y radicales acciones urgentes que deberán quedarse. Estamos agilizando las sinergias, que algunos llaman “encadenamientos”, entre los diversos componentes de la trama económica de la sociedad, las que se habían visto también afectadas por la insuficiencia de los medios modernos de comunicación.

Nos ha creado,así mismo, un escenario favorable para hacer “borrón y cuenta nueva” con muchas corruptelas que la vida diaria que una gestión mercantil incompleta nos había ido contaminando.Estamos emprendiendo la tan esperada reforma económica acordada hace varios años. Inevitablemente, también nos ha recordado a la ciencia y la innovación en el lugar protagónico que deben tener en una sociedad socialista del siglo XXI.

SI todo esto lo podemos llevar a cabo, también tendríamos que abordar un plan nacional urgente o emergente, con plazos bien determinados, para completar y mantener hacia el futuroun acceso eficiente de todos los cubanos a las nuevas tecnologías en todo el país. La necesidad de avanzar para el acceso ubicuo a internet es impostergable. Una de las ventajas de tener la política de un pueblo unido es que esto se hace más fácil que si nuestro escenario fuera el de muchos intereses de grupos y personas en pugna, como ocurre en países capitalistas.

No es un sueño, sino algo perfectamente realizable, que los cubanos estemos entre las naciones más avanzadas del mundo, si no la más, en la utilización de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones para la educación en todos los niveles. El potencial humano para usar y desarrollar la tecnología y a pedagogía lo tenemos. El sistema social y político que puede plantearse un plan acelerado y efectivo para lograrlo también lo tenemos. La voluntad y conciencia de la necesidad hay que extenderlas, pero debe ser tarea sencilla en las condiciones actuales. ¿Lo emprendemos? ¡Esto es Cuba!

Autor: Luis A. Montero Cabrera

Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/09/16/la-educacion-cubana-antes-y-despues-de-la-pandemia/#.X2V1kPZKh0w

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La cultura informática y una nueva educación

Por: Luis A. Montero Cabrera.

 

Los seres humanos lo somos porque intercambiamos más información entre nosotros que ninguna otra especie viva. Hay bastante acuerdo entre los científicos para considerar que la selección natural hizo que aquéllos homínidos (homo habilis) que hace unos 2.4 millones de años habitaban la hoy Tanzania fueron unos grandes aportadores. Deben haber tenido la garganta, el cerebro y las necesidades suficientes para que comenzaran a intercambiar sonidos articulados.

Estos eran tan diferenciables que se asociaban con hechos y así se convertían en informaciones pasando a ser conocimientos compartidos entre el que emitía el sonido y el que lo recibía y entendía. Era un lenguaje elemental. A partir de ese momento, los que podían hacerlo tenían más posibilidades de supervivir que los que no. De ahí que las especies que los sucedieron fueron perfeccionando esa habilidad tan ventajosa.

Hoy homo sapiens puede no solo intercambiar cualquier información hablando y oyendo, sino escribiendo y leyendo, porque inventó esas formas de comunicación hace unos seis milenios. Más recientemente, hace décadas, la hemos registrado en unidades binarias que permiten a los sistemas de cómputo electrónico hacer con ella prácticamente cualquier cosa. La informática moderna es así probablemente la ciencia y tecnología actual más revolucionaria e intrínseca a la condición humana, como lo fueron en su momento la escritura, la imprenta y las telecomunicaciones.

Nuestra Patria llegó temprano a esta más reciente revolución informática. Los cubanos diseñamos, construimos, producimos en serie y aplicamos computadoras desde temprano en la década de los setenta, cuando muchísimos países ni las tenían. Estábamos inspirados por un líder emprendedor como Fidel y una causa tan humana como nuestra Revolución. Lamentablemente, una combinación bastante compleja de diferentes sumandos hizo que la penetración de esas tecnologías en la población cubana en general no siguiera el ritmo que requería. Toda la Universidad de La Habana podía intercambiar electrónicamente información con el exterior a razón de poco más de un millón de bits por segundo hasta hace unos seis años y hoy lo hace más de mil veces más rápido. ¿Por qué?

Las verdaderas revoluciones logran avanzar y consolidarse precisamente por mantener siempre procederes revolucionarios, por cambiar lo que debe ser cambiado. En febrero de 2015 la dirección del país, a través de nuestro actual Presidente de la República, emitió un pronunciamiento que rompió al menos las ataduras subjetivas y ha permitido ese avance notabilísimo en el último quinquenio. Hoy podemos exhibir y satisfacernos de haber ido adelante mucho más rápido que otros, aunque seguimos con desventaja en muchos aspectos con respecto al resto del mundo. Estamos pendientes de lo que tenemos que tener y lograremos, que es tener la sociedad más informatizada del mundo, como le corresponde a un socialismo próspero y sostenible.

Los componentes de este proceso que se ha dado en llamar como “informatización de la sociedad” son muy variados. Uno de ellos es el infraestructural. Muchos países llegaron a nuestros días con una conectividad “en sólido” bastante desarrollada gracias a haber implementado anteriores tecnologías, como la TV por cable y una modernizada y robusta telefonía fija. En esos casos la trasmisión de información digital era solo un cambio en la forma de usar esa infraestructura. Este es un déficit infraestructural que afrontamos hoy en Cuba.

Afortunadamente, este siglo ha visto una explosión en la eficiencia y posibilidades de la trasmisión de información inalámbrica, con ondas de radio, lo que en gran medida nos releva de muchos tendidos y nos permite alcanzar altos estándares solo desarrollando trasmisores y receptores. Por otra parte, las tecnologías que permiten usar esa infraestructura programándola para procesar y trasmitir información pueden ser dominadas con relativa facilidad por el ejército de científicos de computación e ingenieros en informática y comunicaciones que hemos formado en los últimos años.

¿Dónde puede estar la “sustancia limitante”, como decimos los químicos, el componente que frene determinantemente el progreso, aunque todo lo demás pueda avanzar? Pues para muchos es la cultura informática de toda la población y de sus directivos, los que ayudan todos a que la sociedad marche hacia adelante con una buena conducción. El ministro de comunicaciones se refería a ello como “el quinto pilar” del desarrollo en una reciente intervención.

Nadie duda que la primera misión del primer grado de la enseñanza primaria es enseñar a los niños a leer y escribir, así como a realizar las operaciones más elementales de trabajar con valores en la Aritmética. En ambos casos, la escuela refuerza así la condición humana de gestión de información. Se trata de adaptar a un niño a las condiciones de intercambio de conocimientos indispensables durante su vida para cualquier sociedad moderna hasta el siglo XX. Estas formas educativas tienen solo unos pocos siglos, y solo masivamente en las naciones más desarrolladas que lo fueron también gracias a que leían, escribían y sacaron buenas cuentas.

Sin embargo, cabe preguntarnos si un niño cubano que debe llevar su vida adulta en el siglo XXI y más adelante solo requiere esas formas de enseñanza tempranas. ¿Será necesario introducir también formas explícitas de lógicas elementales para los razonamientos y las búsquedas de datos, el concepto de información y de su representación en términos binarios, y algunos aspectos más de la informática moderna? Esta pregunta la podrían responder especialistas en enseñanza y en informática, informados, progresistas y videntes del futuro.

Algo parecido tenemos que pensar para toda la población cubana actual. Las masas en otros países han alcanzado aprendizaje intuitivo de informática gracias al acceso que han tenido a estos medios antes de nuestro despertar reciente. Un país que exalta su vocación de oportunidades para toda la sociedad como el nuestro debería implementar programas de educación y cultura informática masiva a toda la población y sus directivos, públicos y privados, a todos los niveles. Es así que podremos sacar el máximo provecho, y también riqueza, de estas maravillas tan humanas, y desde ahora mismo.

Fuente del artículo: http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/02/29/la-cultura-informatica-y-una-nueva-educacion/#.Xl2TiKgzbIV

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¿Cómo, por qué y para qué existe una Academia de Ciencias Cubana en el siglo XXI?

Por: Luis A.Montero Cabrera

Se cuenta que algunos ansiosos de conocimientos en la Roma de 1603 pensaron que asociándose, viéndose las caras, intercambiando saberes, iban a poder realizar mejor el sueño de cualquier ser humano: entender y transformar el entorno para su propio bienestar. Se iban también a proteger de un ambiente conservador con respecto a los nuevos saberes y al progreso, amparados por una institución reconocida. Con el proverbial romanticismo mediterráneo escogieron para ella el nombre del “lince”, que es un animal muy astuto, característico por una visión prodigiosa. Así nació una de las primeras academias de ciencias del mundo, la “Accademia Nazionale dei Lincei”. Los cubanos aún hoy nos solemos referir a cualquier persona inteligente, capaz de comprender o ver algo con facilidad, como que “es un lince”. Galileo encontró en esta academia el apoyo imprescindible para poder publicar sus trabajos y protegerse de los que no veían bien sus revolucionarios hallazgos, que por poco le cuestan la vida.

Otras tantas surgieron más tarde, en más de medio siglo. La “Deutscher Akademie der Naturforscher Leopoldina”, en la actual Alemania, “The Royal Society” en Londres, la “Académie des Sciences” en Paris. Todas alrededor de la mitad del siglo XVII. El propósito era, sin excepción, el de que las personas ávidas de saber y sabias se asociaran para intercambiar conocimientos, darlos a conocer, cooperar, promoverse y protegerse. Algunas veces eran los propios gobernantes los que las fundaban a pedido de los sabios, buscando que buenas inteligencias los ayudaran a trabajar mejor, aunque sabían bien que nunca les iban a ser incondicionales. Las personas que cultivan el saber suelen ser leales a sus propias convicciones, casi siempre muy pensadas y maduras. Por eso cuando un sabio honesto, que no necesita simular, abraza un ideal, esa causa merece mucha confianza. ¡Cuán orgullosos estamos de que la inmensa mayoría de nuestros científicos de hoy son revolucionarios de corazón! Los políticos visionarios han sabido siempre que uno de los mejores aliados del bienestar y la riqueza es el saber. Fidel no dudó en plantear para Cuba una sociedad de “hombres de ciencia” para el futuro que nos soñó en 1960.

La vida nos muestra esa realidad hoy en la distribución de la riqueza de este mundo. Los que lo hicieron bien entonces pusieron a sus países en condiciones de recuperarse con eficiencia de cualquier guerra, cataclismo o crisis. Hoy también logran repartir parte de las riquezas que se crean entre todos y no solo para los poseedores, aunque más mal que bien. Así aplacan las necesidades de las mayorías y logran una relativa paz social en esos países, llamados “desarrollados”.

En las condiciones de una crisis económica brutal, en 1996, Fidel también creó la Academia de Ciencias de Cuba (ACC) en su forma actual, que es continuadora de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Esta se había inaugurado el 19 de mayo de 1861 en la capilla de la entonces Real y Literaria Universidad de La Habana. El presidente fundador fue su principal impulsor desde años antes, el Dr. Nicolás Gutiérrez, prestigioso cirujano, con varias obras publicadas y que fue también rector de la Universidad de La Habana por un par de años.

Nuestra actual Academia es una institución oficial del estado cubano, de carácter nacional, independiente y consultiva en materia de ciencia. Tiene como misión social contribuir al desarrollo de la ciencia y al progreso socio económico del país, promover la divulgación de los avances científicos nacionales y universales; prestigiar la investigación científica de excelencia; elevar la ética profesional y la valoración social de la ciencia; así como estrechar los vínculos de los científicos y sus organizaciones entre sí, con la sociedad y con el resto del mundo.

Los estatutos establecen que los académicos que se eligen para pertenecer a ella deben mantenerse vinculados a la actividad científico-técnica y haber obtenido en ella resultados relevantes. Tal y como corresponde a un país de altos niveles de cultura, fruto de la consecuente política de la Revolución a lo largo de décadas, la gran mayoría de nuestros académicos son hoy al menos doctores en ciencias en una especialidad. La realización de las misiones que la ACC tiene asignadas y tendrá en el futuro solo se pueden realizar desde el saber hacer y el alto reconocimiento científico de sus actores y conductores.

En cumplimiento de la misión que le da razón de ser, nuestra ACC emprendió en 2012 y culminó en 2013 un informe acerca del estado de la ciencia en Cuba (http://karin.fq.uh.cu/acc/Estado_de_la_ciencia_en_Cuba-2012/) que ha sido planteado y discutido con las más altas esferas del gobierno. Se trata de un diagnóstico y proposiciones acerca de la situación y perspectivas de nuestra ciencia que resulta clave para la comprensión del momento actual. Muchos de sus planteamientos están presentes en los más recientes documentos aprobados para la política futura de la Revolución, como es el caso de los lineamientos del PCC y la conceptualización del socialismo cubano de cara al futuro.

En estos momentos la ACC está en proceso de elecciones y renovación. La composición que logremos puede ser muy importante para nuestra Patria. La nuestra es una de las pocas de este mundo donde la posición de académico no es vitalicia por definición y que tiene una variante de participación que se denomina como la de “jóvenes asociados”. Gracias a ello, se logra un dinamismo y vinculación con la situación actual de la ciencia muy notables.

Las tareas de la ACC en un futuro como el previsible en estos momentos para nuestro país son capitales para lograr un verdadero socialismo que sea próspero y sostenible. Se trata de un foro donde los decisores y dirigentes políticos pueden asesorarse, oír opiniones, críticas honestas, proposiciones, iniciativas creadoras, todas por parte de personas electas desde la base y confirmadas por los propios académicos como de los más calificados en sus respectivas ramas, independientemente del organismo o institución donde trabajan. ¿Cómo pensar que se puedan crear riquezas en el mundo de hoy y que un socialismo tenga éxito extrañando los saberes y sin contar con los criterios de los que son reconocidos como sabedores?

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/11/04/como-por-que-y-para-que-existe-una-academia-de-ciencias-cubana-en-el-siglo-xxi/#.WgTWV9Lia00

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La universidad científica y los círculos infantiles

 Luis A. Montero Cabrera

Es bien conocido que las economías nacionales solventes de este mundo actual sostienen una buena parte de su riqueza en ofertar mercancías intangibles pero exclusivas: conocimientos, información especializada, saber hacer. Cuando las mercancías “procedimiento”, “invento” y “saber hacer” entran en el mercado, casi siempre en forma de los llamados servicios, suelen ser mucho más caras que el oro. Esto se debe a que solo unos pocos las pueden ofertar, que son los que han cultivado el saber, la creación y la iniciativa con el conocimiento.

El país más rico del mundo actual exhibe un 79 % de su producto interno bruto basado en los servicios. Y cada vez tiene menos chimeneas de industrias que producen objetos. Estas se están trasladando lenta y sistemáticamente a otros países sin mermar para nada la riqueza del país que crea el saber originario.

Uno de los rasgos distintivos de una universidad científica es su capacidad ilimitada de producción de conocimientos. La universidad cubana de la reforma de 1962 se concibió como tal. Gracias a ello y a un visionario como Fidel nuestras universidades y sus centros de investigaciones han sido el semillero de muchos de los principales logros científicos de la Revolución en su debido tiempo, desde la alimentación animal hasta la biotecnología, pasando por la producción de computadoras.

Por otra parte, durante los años 60, 70 y 80 del pasado siglo, y probablemente ahora mismo también, nuestros círculos infantiles han sido una joya de la Revolución Cubana. Estas instituciones para los cubanos más nuevos son la forja de personalidades y también matriz indispensable de ciudadanos de alta calificación que se forman desde el rasgado y la modelación con plastilina. Las familias de los trabajadores les han confiado a sus hijos hasta que pueden ir a la escuela primaria. La gestión de estas instituciones se ha llevado por personal muy especializado.

En aquellas décadas podían ingresar desde que eran lactantes y tenían todas las delicadas atenciones que requerían a esas edades. Los padres pagábamos una cuota proporcional a nuestros ingresos, pero los niños recibían todos absolutamente la misma atención, independientemente de ello. La gestión económica de esas instituciones no dependía ni debe depender de sus ingresos. Esto respondía y correctamente sigue respondiendo a una estructura administrativa adecuada a actividades de esa índole.

Todas las instituciones educacionales socialistas deben preservar este principio elemental de los derechos humanos y la justicia social.

La forma de gestión económica actual en nuestro país de las universidades que son fábricas de conocedores, y también de conocimientos, de “saber hacer”, de invenciones, presenta conformaciones conceptuales básicas que no se diferencian esencialmente de las de un círculo infantil.

Es muy justo que la educación que reciben nuestros jóvenes en la llamada educación superior no dependa para nada de las posibilidades económicas de sus familias, que sea igualitaria y de altísima calidad para todos, igual que en el círculo infantil. Eso solo lo puede garantizar el presupuesto del estado.

Sin embargo, la complejísima gestión de una universidad científica es muy singular. Comprende desde la organización de aulas y profesores hasta la alimentación de miles de estudiantes y trabajadores. Pasa también por el funcionamiento de sofisticados laboratorios y grupos de trabajo donde se crean los nuevos saberes a través de la ciencia, la tecnología y la innovación. Muchas veces implica relaciones contractuales con empresas nacionales y extranjeras.

El financiamiento de tan múltiples actividades no puede ser eficiente ni proactivo si solo depende de una fuente, aunque se trate de un estado muy solvente el que suministre su presupuesto. Tampoco es correcto que los ingresos económicos producto de su gestión no se puedan emplear en mejorarla y en premiar a los que más han trabajado por ello.

La experiencia mundial de las universidades exitosas expresa claramente esta verdad. El peligro de que fuentes ajenas de fondos puedan afectar o parcializar la formación de los estudiantes se minimiza y elimina con salvaguardas éticas que están muy bien establecidas legalmente.

La organización económica actual de nuestro país está en proceso de actualización según un mandato del pueblo de Cuba, muy bien consultado, y plasmado en los acuerdos del Partido Comunista. Estamos gracias a ello en las condiciones de reformar esencialmente la gestión económica de nuestras universidades científicas convirtiéndolas en entidades capaces de administrar sus propios fondos.

Estos se deben componer esencialmente por el indispensable presupuesto estatal, garante de su servicio a toda la sociedad. Sin embargo, pueden comprender otras fuentes de ingresos, como los servicios de propiedad intelectual, las tareas científicas y tecnológicas que se contraten con otras entidades externas, las donaciones de antiguos alumnos y muchas otras, tan variadas como lo es la propia naturaleza de un centro de estudios superiores e investigación.

Las formas de gestión económica que pueden adoptarse para una universidad no son las de una empresa, ni las de una unidad presupuestada, ni las de una “unidad presupuestada de tratamiento especial”. No cabe en ningún molde preestablecido para otras instituciones. Se trataría siempre de un esquema propio con ciertos límites como puede ser el de que no puede repartir dividendos entre sus gestores ni favorecer especialmente a alguien por el concepto de sus donaciones. Probablemente también de algunos otros. Pero resulta evidente que nuestras universidades científicas no pueden gozar de la simplicidad de gestión económica que tiene un circulo infantil, ni seguir las reglas de acción que gobiernan una empresa comercial.

La principal ventaja que tendría la aplicación de medidas que transformarían las formas de gestión de las universidades cubanas en organizaciones sin fines de lucro, con mayor independencia de gestión financiera, es que pueden hacerse con relativa inmediatez a partir de disposiciones que se tomen por las autoridades económicas del país.

Las cuentas bancarias, los aparatos de administración económica y los de control y supervisión pueden adaptarse perfectamente a este tipo de gestión y sobre la marcha irse perfeccionando a partir de las experiencias que se vayan adquiriendo en nuestras condiciones.

Los beneficios económicos y sociales de tales medidas pueden ser cuantiosos. ¿Innovamos para la gestión económica universitaria en un socialismo verdaderamente próspero y sostenible? Las mejores y más independientes del bloqueo de nuestras riquezas son la sabiduría y la creatividad ¿No es este el momento preciso en el que debemos reforzar todo lo que sea basado en ellas?

Fuente del articulo:http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/10/21/la-universidad-cientifica-y-los-circulos-infantiles/#.Wf6ItmjWzIU

Fuente de la imagen: http://media.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2016/09/Universidad-escuela-Cuba.j

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Herencias Nacionales

Por: Luis A. Montero Cabrera

Las identificaciones de estados nacionales pueden ser cosa reciente para los humanos. Países tan conocidos e importantes hoy como Italia solo llegaron a serlo hace un poco más de siglo y medio, aunque las variantes de la lengua italiana moderna, hija del latín clásico fijado por la Roma imperial y el sucedáneo cristianismo, eran ya habladas por los habitantes de sus actuales territorios y más allá. Sus hablantes tenían unidad histórica y cultural pero no estatal. Así ocurrió también hasta tiempos bastante recientes en otros países bastante establecidos. Algunos estados se harán y desharán en el futuro. Acabamos de conmemorar los 60 años del tratado de Roma que dio origen al hecho trascendental de una Europa unida y en paz. Se trata de una herencia reciente de asociación que debe conservarse para cambiar la anterior de rivalidad y guerras que solo trajo desventuras a los más expuestos, a las mayorías.

En Centro América y en los Andes se construyeron los actuales países y nacionalidades a partir del encuentro de los habitantes originarios con los europeos, desde hace poco más de cinco siglos. Esto ocurrió después de unos trece milenios de fundación, habitación y convivencia humana en estas tierras. Antes de la conquista eran naciones que se habían ido conformando autóctonamente durante el tiempo no tan largo que llevaba homo sapiens existiendo en esta parte del mundo. Las herencias nacionales en esta parte de América son compartidas entre los que llegaron después con los que ya estaban.

Singularmente, en la actual Cuba, en los actuales EEUU, y en algunas otras islas caribeñas la herencia cultural de habitación humana anterior a la conquista prácticamente se disolvió. Los que habían llegado antes nos dejaron una parte importante de sus genes y los nombres de muchos lugares pero casi nada de su lengua y cultura. Los arribantes voluntarios y forzados europeos, africanos y de todas partes han predominado aquí casi absolutamente con sus saberes, sus hábitos y sus espiritualidades.

Por alguna razón los reinados que definían las políticas europeas durante la fundación de las actuales naciones americanas difirieron en sus propios enfoques hacia la gestión de la sabiduría. Entre las potencias coloniales, los británicos de la ilustración cultivaron los nuevos conocimientos y los financiaron. Los franceses usaron los ejércitos napoleónicos y así llegaron a trasmitir a casi todo el mundo que lo nuevo era mejor que lo viejo. Los ibéricos cultivaron la belleza, el poder y los afanes de conquista y los llevaron a sus vastas tierras americanas.

Los cubanos heredamos de la parte española de la península una hermosa lengua, hidalguía y gustos envidiables. No es preciso detallar las consecuencias de todo esto aquí. Se dice que la infanta Eulalia, una joven hija de reina y hermana y tía de reyes, que en sus treinta de edad visitó Cuba y los EEUU a finales del siglo XIX, se felicitaba de haber “vuelto a la civilización” cuando llegó a La Habana procedente de Nueva York, en 1894.
También un cierto dislate de la historia puede resumir uno de nuestros lastres heredados. Se atribuye a un paladín del franquismo, Millán Astray, en una polémica salamantina con don Miguel de Unamuno, una exclamación con que lo insultó desde el poder: “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”. El desprecio por la sabiduría de los reaccionarios ibéricos y americanos tiene en esa exclamación un paradigma. No es, por cierto, herencia exclusiva de nuestra cultura. Se atribuye a un famoso esbirro nazi alemán la frase de que “Cuando oigo la palabra cultura me llevo la mano al revólver”.

África central dio lugar a nuestra especie en este mundo y cultivó saberes que permitieron probablemente que nos seleccionáramos como especie y predomináramos en un entorno vitalmente riquísimo y variado. Sin embargo, como antesala de América también favoreció hechos que pusieron en desventaja al pensamiento como virtud en los lugares que permitieron y se beneficiaron durante siglos con la trata de personas. Las víctimas engañadas y exportadas como cosas trajeron a nuestras tierras sobre todo sus mentes admirables, sus músculos poderosos, y su ingenio para la supervivencia precaria, pero poco o nada escrito.

En el avatar de esta construcción nacional, ya los cubanos estamos confeccionando nuestra identidad hace más de dos siglos. La Revolución Cubana con Fidel vino a decirnos que “Nosotros no le decimos al pueblo: ¡cree! Le decimos: ¡lee!” . Fundó además todo un movimiento científico inédito, prácticamente de la nada. “¡Viva la inteligencia! ¡Viva la vida!” podríamos parafrasear al franquista desde la Revolución.

No han faltado también criterios externos (¿e internos?) de que la ciencia no es para nosotros, por ser pobres. Uno de los documentos oficiales más insultantes que se han producido contra Cuba data de la administración del presidente George W. Bush, en 2004, cuando expresaba: “…Grandes sumas [de dinero] se dirigieron también a actividades como el desarrollo de la biotecnología y centros de biociencias no apropiados en magnitud y gastos para una nación como esta, esencialmente pobre, y que han fallado en justificarse financieramente…” . Es algo así como que: “¡Muera la inteligencia de los pobres!”.

La ciencia y la tecnología cubanas aparecieron y progresaron gracias a la Revolución en ese universo de entornos hostiles y sin tradiciones ni idiosincrasia de investigación científica heredables. Ya son parte de la herencia del pueblo cubano, a más de medio siglo de que se nos propusiera que fuéramos un pueblo de hombres de ciencia y de pensamiento. Acciones, o inacciones, sobre ellas tienen que ver con la propia Revolución. Esta es de las herencias que tenemos que consolidar y desarrollar.

No estamos como desearíamos de acuerdo con esta herencia reciente. En el pasado pleno de la Academia de Ciencias de Cuba se sometió a discusión un cuidadoso trabajo elaborado por prestigiosos científicos cubanos acerca de nuestra publicación de resultados. Entre muchos datos interesantes e incontestables conocimos que los artículos de Cuba en las revistas científicas de más importancia han decrecido un 7 % en el período de 2008 a 2014 en el que América Latina como un todo creció un 30 %. En esa misma sesión también se señaló por algunos un estancamiento, por lo menos, de nuestra tecnología endógena a partir de los premios otorgados en ese sector del saber.

Nuestra herencia también es la de que en pleno año 1994, cuando se había tocado fondo en una de las crisis económicas más graves de este país, Fidel inauguró la primorosa obra del centro de investigación – producción, o empresa de alta tecnología, llamado “Centro de Inmunología Molecular”. Esa institución es hoy una de las pioneras en la posibilidad de aportar bienes de altísimo valor agregado por el conocimiento a las relaciones económicas entre Cuba y los EEUU, además de muchas otras cosas. Tenemos que ser dignos de esa herencia y marchar junto a los que más hacen por la sabiduría. También porque así seremos cada vez más ricos si la gestionamos como tiene que ser.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/04/05/herencias-nacionales/#.WOl4wbjau01

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La información, sus tecnologías y la libertad

Luis A. Montero Cabrera

Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; …”[1]. Se trata de un pasaje muy conocido de Fidel. Constituye una sus expresiones que mejor retrata la más genuina ética revolucionaria cubana. Aborda conceptos muy importantes sin rejuegos literarios ni restricciones vergonzantes: Revolución es igualdad y libertad plenas. Alto y claro.

La influencia de los crecientes flujos de información entre las personas gracias a las nuevas tecnologías es digna de estudios científicos que podrían clasificarse en cualquier país como de primera prioridad nacional. A través del tiempo conocido de nuestra especie, es la información o la ausencia de ella la que ha determinado el comportamiento de colectivos humanos y, eventualmente, el curso de la historia. Quien la instrumente puede influir notablemente en el destino y la acción de países completos. Si la información exclusiva del discurso de algún político de la antigua Roma pudo establecer el destino de las acciones de ese imperio y probablemente hasta el idioma que usamos hoy para comunicarnos, dos milenios después y en Cuba, ahora los flujos dominantes no son uniformes como entonces. Los actuales son muchísimo más intensos, diversos, eficientes, individualizados y accesibles. Inevitablemente así será cada vez más con la información que intercambiamos los humanos.

Se debe soñar y lograr una sociedad donde cada persona sea libre, donde el concepto de libertad personal y colectiva alcance su máxima plenitud como nos dice Fidel. Nos referimos a algo que tiene que ser mucho más un valor y consigna socialista que de cualquier otra tendencia política. La libertad debe tener como componente indispensable a la capacidad de decisión soberana de cada persona de adquirir y expresar la información que considere conveniente y la proscripción de cualquier medida que lo impida. El único límite en el ideario socialista debería ser el de que nadie pueda usar su libertad para afectar o violar la de los demás.  Por ejemplo, el que hace uso de su libertad personal para oír la información o la música que desee no puede tener la de imponérselas a otros mediante un altavoz que la comunidad no haya autorizado. Si lo hace está invadiendo sin autorización espacio acústico de los demás y violando su libertad.

Paradójicamente, en la conciencia colectiva de muchos países se ha ido imponiendo el criterio de que existe libertad de expresión por el simple hecho de que algunos grupos de ciudadanos poseen y expresan sus puntos de vista en los medios más influyentes, de los que son sus propietarios o subordinados de ellos. La libertad de unos pocos la hacen creer como si fuera la de todos. Usan sus medios para influir las conciencias individuales y colectivas según sus intereses de cualquier índole. Lo que enfrenta cualquier ciudadano con las informaciones que le suministran esas minorías privilegiadas es una situación muy parecida a la de la invasión del espacio acústico mencionada anteriormente. Esos medios más influyentes con sus poderosas, eficientes y científicamente desarrolladas técnicas de acceso y convencimiento invaden la libertad de las personas de acceder a cualquier otra información que puede serle más conveniente o verídica, o al arte realmente preferido, o a cualquier forma de entretenimiento informado que deseen y del que gusten realmente. Usan las tecnologías más avanzadas para invadir el espacio informativo individual con preferencias inducidas para ejercer la libertad de unos pocos sobre la de todos los demás. Ejercen así la usurpación de la libertad de conciencia de las mayorías.

En los EEUU se suele denominar como “soap opera” (obras de jabón) a las telenovelas. La razón es sencilla. Cuando ellas aparecieron en las pantallas de televisión de cada hogar eran seguidas fielmente por las amas de casa, las esposas de sus maridos que se hacen cargo del hogar y los hijos mientras él está en el trabajo, desde los tiempos de la edad de piedra. ¡Qué mejor espacio para anunciar repetitiva e invasivamente productos de limpieza doméstica! Los cubanos que peinen bastantes canas recordarán que Ace, Fab, Lavasol, etc. eran marcas de detergentes muy populares que se anunciaban intensamente en las telenovelas de nuestra naciente TV de los años 50. Era una acción de información y adoctrinamiento de las masas que algunas de nuestras mejores agencias publicitarias seguían científicamente.

Cuando en un país se pretende remediar esto a partir de que algunos grandes medios estén en manos de toda la sociedad a través del estado, los que se mantienen en manos de minorías lo califican graciosamente como una mordaza a la libertad de expresión, y lo hacen tan bien que mucha gente se lo cree. Ciertamente, es preciso reconocer que la sola propiedad social de los grandes medios no es garantía de una mayor libertad, aunque sea indudablemente mejor que la exclusividad de minorías económicamente poderosas. El uso impropio de los medios, las campañas propagandísticas vacías e invasivas y el desconocimiento del desarrollo en las tecnologías por experimentos socialistas fracasados del siglo XX lo demuestra, precisamente porque fracasaron. Pretendían tener a las masas agobiantemente convencidas de ideas que por buenas que fueran se presentaban de una forma que las desconectaba de sus necesidades materiales y espirituales más presentes. Cuando pudieron acceder a ideas disidentes que se parecían a esas necesidades, por incultas que fueran, fueron abrazadas por mayorías y hasta por los propios funcionarios de la burocracia en el poder. Mucho tiene que desarrollarse la ciencia en la gobernación de medios para lograr un sistema que garantice las libertades de forma plena, democrática y para la conveniencia de las mayorías. Eso requiere cada vez mas de innovación, de ruptura con dogmas insostenibles y de usar a fondo el desarrollo imparable de las ciencias informáticas y las tecnologías actuales y las que cada día siguen apareciendo.

Los que pudieron manchar el prestigio del socialismo y el comunismo imponiendo restricciones a las libertades esenciales de los ciudadanos en realidad traicionaron así muchas de las mejores aspiraciones de la humanidad. Cualquier sistema que se asocie en nuestra mente con restricciones a la libertad cierra su futuro y fracasa, inevitablemente. En momentos puntuales de la historia de un país amenazado pudo ser circunstancialmente necesario restringir libertades individuales y colectivas. Eso debe verse como tal, temporal y transparentemente y no como esencial o intrínseco al socialismo.

El concepto de libertad debe enaltecerse y ejercerse también en el socialismo, como lo señaló Fidel, sin timidez ni medias tintas. Su enajenación sería un contrasentido. Un país donde los medios fundamentales de creación de riquezas y la gestión social no esté en manos de minorías, sino de todo el pueblo, le puede garantizar a sus ciudadanos mucha más libertad que cualquier otro sistema donde gobiernen minorías. Pero hay que hacerlo bien, con honestidad, y científicamente. Un verdadero socialismo debe enorgullecerse de la libertad plena de sus ciudadanos. Nuestra centenaria consigna de “¡Viva Cuba libre!” deberá eternizarse en nuestras conciencias y la de nuestros descendientes.

La Habana, 10 de enero de 2017

  1. Castro, F. DISCURSO EN LA TRIBUNA ABIERTA DE LA JUVENTUD, LOS ESTUDIANTES Y LOS TRABAJADORES POR EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES, EN LA PLAZA DE LA REVOLUCIÓN EL 1 DE MAYO. 2000  [cited 2017 7 de enero]; Available from: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2000/esp/f010500e.html.

Fuente del articulo: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/01/14/la-informacion-sus-tecnologias-y-la-libertad/#.WJPWnhvhDIU

Fuente de la imagen: http://media.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2017/01/tecnolog%C3%ADa-580×242.jpg

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La Ciencia y la Ética

Por. Luis Montero Cabrera

La necesidad de conocer lo nuevo es uno de los ingredientes más notables de la conciencia humana. La propia supervivencia de una especie como la nuestra ha basado su progreso en este mundo sobre la base de adaptarlo a sus necesidades. Los que no se interesaban por conocer lo nuevo que les permitiera vivir, o vivían peor o no vivían para reproducirse.

Lo que llamamos ciencia en la contemporaneidad es precisamente la forma sistémica de conocer lo nuevo a nivel tanto individual como social. La ciencia moderna ha ido creando y sigue perfeccionando métodos para que las verdades encontradas sean verificables por todos y por lo tanto sean patrimonio de todos.

Sin embargo, aunque el conocimiento humano no tiene límites intrínsecos pues nadie puede impedir que algo cognoscible se conozca, la utilización de esos conocimientos tiene que tenerlos, sobre todo a nivel social. Las sociedades modernas se basan en leyes que impiden el daño a otros. Las culturas occidentales tienen códigos de ética compartidos: honrarás a tus padres, respetarás tu pareja, no matarás, no robarás, no calumniarás ni mentirás, no codiciarás lo de otros, son parte de los mandamientos bíblicos de Moisés, adoptados de facto por casi toda la humanidad, creyente o no. Significan una base esencial de convivencia civil. Por ello nadie debe usar algo que conoce para dañar a otro o a la sociedad. Y esa pudiera ser una base simple de la ética científica. Pero esta ética tiene peculiaridades. El robo de saberes, la envidia de la sabiduría de otros, datos inciertos reportados como comprobados, al daño a otros basado en competencias, le son problemas más atinentes.

La historia tiene pasajes ilustrativos. Se cuenta que un monje italiano que se hizo llamar Giordano Bruno expuso ideas acerca del cosmos basadas en los postulados de Copérnico y que eso le costó la vida por la intolerancia de sus coetáneos a lo nuevo. Muchos lo consideran como un mártir de la libertad de las ideas científicas y por ello tiene un monumento en la Plaza Nabona de Roma, donde mismo fue quemado vivo en el año 1600 DC.

Un episodio interesante ocurrió en nuestra Patria. Carlos J. Finlay publicó en Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, 18 : 147-169 un artículo aparecido en 1882 titulado “El mosquito hipotéticamente considerado como agente trasmisor de la fiebre amarilla”. Este artículo fue traducido en colaboración con el propio Finlay y apareció en ingles en New Orleans Medical and Surgical Journal, 9 : 601-616, en el propio año. El asunto fue incluso planteado por Finlay en la Conferencia Sanitaria Internacional que tuvo lugar en Washington, DC, en 1881. Sin embargo, en el año 1929 se emite una “Medalla de Oro del Congreso” de los EEUU para un grupo nominal de personas “en especial reconocimiento al alto servicio público rendido y por las afecciones contraídas en el interés de la humanidad y la ciencia como sujetos voluntarios para las experimentaciones durante investigaciones de la fiebre amarilla en Cuba”. En 1956 y 1958 se adicionaron sendos nuevos nombres a esa lista. Pero en la lista sigue sin aparecer el de Finlay, el protagonista principal comprobado de uno de los descubrimientos biológicos de mayor trascendencia del siglo XIX. Por cierto, este hecho tiene muchos aspectos interesantes que bien podrían motivar nuevos comentarios ulteriores, aunque lo tomemos aquí solo para ejemplificar un caso lamentable de afrenta a la ética científica.

Más recientemente en el siglo XX, un oportunista de la ciencia llamado Trofim Lisenko, en la antigua URSS, llegó a ser nombrado en un cargo burocrático tan extraño hoy en día en la ciencia como “director de genética” de la Academia de Ciencias de la URSS. ¡Como si alguien pudiera decidir lo que es bueno y malo en la genética aparte de los conocimientos que puede aportar la ciencia y la investigación de todos! Su influencia en la ciencia soviética fue enorme y la imposición de sus puntos de vista personales hizo que ese inmenso país, lleno de brillantes inteligencias, en general ignorara o calificara como idealistas o antidoctrinarios algunos descubrimientos universales tan importantes como el del ADN en 1953. Sus polémicas acerca del conocimiento científico, desde el poder, llevaron a que un colega tan serio y prestigioso como Nikolai Vavilov fuera arrestado en 1940 y condenado a muerte en 1941. Su pena fue conmutada por la de prisión, pero murió en ella en 1943, en difíciles condiciones. Más tarde la memoria de Vavilov fue rescatada en la propia Unión Soviética y su nombre lo ostenta hoy un importante centro de investigaciones ruso. El irrespeto por la ética y la ignorancia de los propios principios filosóficos que decían promover algunos hicieron que un experimento social formidable, como pudo ser la URSS, se manchara irremediablemente en el campo del saber donde debió ser campeona y ejemplo.

Tomemos el caso de la ciencia más contemporánea. La ingeniería genética ha logrado intervenir con toda conciencia en la información que trasmite una célula reproductiva para la generación de un nuevo ser vivo. Esto le permite potencialmente al ser humano crear individuos, animales o vegetales, cuyos genes no son todos producto de sus progenitores ni de sus propias mutaciones casuales. Es la ilusión de la novela de Frankenstein hecha realidad pero sobre bases absolutamente posibles y conscientes. Se está usando para muchos propósitos en beneficio de la humanidad. Por supuesto que también puede usarse en perjuicio, como casi cualquier conocimiento nuevo y su aplicación. Lo que impide que nos dañemos es la ética científica, nuestras leyes escritas o no que proscriben el uso del saber para afectarnos negativamente de cualquier forma. Lo incorrecto es ignorar o perseguir el saber, y menos por sospechas de que pueda ser perjudicial.

Existen hoy prácticas agrícolas para promover la producción más conveniente que se basan en la biotecnología. Ya hemos comentado como más de un centenar de personas cuyo aval científico es el de haber obtenido un premio Nobel emitieron un documento apoyando cultivos transgénicos no comerciales frente a posiciones contrarias de algunas organizaciones que argumentan la defensa a ultranza del medio ambiente. Se trata de defender el nuevo saber, con ética, frente a posiciones irreflexivas que se edifican sobre ideas conservadoras e intransigentes. Es de toda justicia rechazar el uso del conocimiento para mentir, engañar, y robar al ignorante inocente, en lugar de instruirlo y ayudarlo a que las nuevas tecnologías formen parte de su cultura y también de sus tradiciones. Pero escontra natura de la condición humana rechazar el conocimiento, por nuevo y riesgoso que sea. Lo racional es apropiarse de él lo más profundamente posible para evitar fallos éticos irreparables. La historia así lo enseña.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/09/04/la-ciencia-y-la-etica/#.V80ATlvhDIU

Imagen: www.observatoriobioetica.org/wp-content/uploads/2013/12/Some-lights-and-shadows-in-assisted-reproduction..jpg

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