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Entrevista: “La neurociencia no tiene la receta para los problemas de la educación”

Por: ANA TORRES MENÁRGUEZ

La neurocientífica Anna Carballo cree que son los pedagogos los que deben resolver los retos del sistema educativo y reducir la tasa de abandono escolar.

Anna Carballo (Barcelona, 1982), doctora en Neurociencias por la Universidad Autónoma de Barcelona, no habla de neuroeducación porque cree que es una disciplina que todavía no existe. Lo defiende bien: los estudios neurocientíficos sobre el aprendizaje se realizan en laboratorios, que nada tienen que ver con un aula en la que 30 alumnos aprenden conjuntamente de forma espontánea y natural. Cree que los problemas de la educación no se pueden resolver con el conocimiento que se tiene del cerebro y que son los pedagogos quienes deben replantear la enseñanza.

Profesora del Máster en Dificultades de Aprendizaje y Trastornos de Lenguaje de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y formadora e investigadora en neurociencias aplicadas al ámbito educativo, Carballo considera que los fallos de la escuela no se pueden reducir a la falta de motivación del alumnado. Critica un sistema que mide los resultados y no el aprendizaje, unas ratios alumnos-profesor desorbitadas y una falta de formación y capacitación de los profesores, ideas que plantea en su próximo libro 10 ideas clave en neurociencia y educación(Graó).

Carballo, que moderó la semana pasada el debate Aprendizaje: aula y neurociencia organizado por el think tank Aspen Institute y la Fundación La Caixa, pide prudencia ante «el poder seductor de la neurociencia», ya que no tiene una fórmula para diseñar la escuela perfecta. Reconoce que el cerebro necesita emocionarse para aprender, pero alerta a los docentes sobre el peligro de convertir las clases en un «frenesí emocional constante». Los niños también tienen que aprender a aburrirse.

Pregunta. En los últimos años la neurociencia aplicada a la educación ha atraído a muchos docentes con ansias de cambio. Se ha popularizado la idea de que los alumnos necesitan emocionarse para aprender, pero igual los profesores no saben cómo llevarlo a la práctica.

Respuesta. El tema de la emoción es lo que más se ha magnificado y popularizado dentro de la neurociencia, la repetida frase de que solo se aprende aquello que se ama. Ese principio puede confundir a los docentes, que pueden interpretar que sus alumnos tienen que flipar todo el rato en el aula. Eso sería estresante, insostenible. No podemos centrar nuestra práctica educativa en un frenesí emocional constante. La idea clave es que las experiencias de aprendizaje se acompañen de emociones positivas, conseguir que el alumno no las asocie al fracaso, al no llego. Si no, a la larga no querrá seguir aprendiendo. El cerebro tiende a querer repetir toda experiencia placentera. Además, es absurdo intentar que a todos los niños les emocione lo mismo. La propuesta pedagógica tiene que ser diversa. La uniformidad curricular es un fracaso.

P. Ahora está sobre la mesa el debate de si deben ser los pedagogos o los neurocientíficos con sus descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro quienes fijen las claves de la nueva educación. ¿Cuál es su postura?

R. Veo un instrusismo bestial de los neurocientíficos. La neurociencia puede ofrecer fundamentación teórica acerca del proceso de aprendizaje, pero para nada se debe meter en el campo de la didáctica porque no somos pedagogos, no podemos decir lo que hay que hacer en el aula. Las ideas que se aportan desde el campo neurocientífico respaldan teorías pedagógicas que existen desde hace más de 100 años, como sucede con el trabajo por proyectos que parece una metodología tan innovadora y no lo es. Ya está todo inventado. Puede ayudar a arrancar el cambio educativo, pero la neurociencia no tiene la receta para los problemas de la educación.

El primer año el niño debería estar en casa con sus padres porque es cuando se desarrolla el vínculo emocional

P. ¿Cuál cree que es el principal problema de la escuela y por qué cree que no se puede solucionar con la neurodidáctica?

R. En los problemas educativos influyen múltiples factores. Por un lado tenemos un sistema que exige resultados de rendimiento, no de aprendizaje; una carencia de recursos, unas ratios que no ayudan. Lo que más he detectado en las formaciones que he dado a maestros es que falta capacitación docente, ellos ven necesario el cambio, pero no saben cómo hacerlo. Ven que abrir el libro y hacer exámenes ya no funciona porque hay un 20% de fracaso escolar. No son los niños los que fallan, es claramente el sistema. Los resultados de los estudios neurocientíficos sobre el aprendizaje no son extrapolables a una clase. Tenemos información de lo que hace un cerebro dentro de un tubo de resonancia magnética funcional cuando toma una decisión. Pero toda la complejidad que conlleva un contexto de aprendizaje como el aula se nos escapa.

P. ¿No ha participado en ningún proyecto de investigación que mida la actividad de los alumnos en un aula?

R. Ahora ya disponemos de sistemas de registro encefalográfico a través de cascos inalámbricos. Es un avance porque antes para registrar la actividad eléctrica cerebral lo tenías que hacer enchufado a un monitor. De todos modos, aún es muy incipiente. Estoy codirigiendo la tesis de una doctoranda que quiere registrar el funcionamiento de la corteza cerebral cuando los niños aplican diferentes metodologías para el aprendizaje de las matemáticas.

P. ¿Cuál es la principal demanda de los profesores a los que ha formado?

R. La comunidad educativa busca soluciones de forma desesperada y cuando aparece una moda se agarran a ella como a un clavo ardiendo. No les culpo. Hay estudios sobre el poder seductor de la neurociencia que demuestran que cuando una información va a acompañada de una imagen de un cerebro o de la palabra neuro es más creíble, más sexy. Hay que tener cuidado porque hay mucho neuromito. Por ejemplo, algunos alumnos creen que al hacer sudokus entrenan su mente y serán más inteligentes. Les digo que lo único que conseguirán será ser unos cracks en sudokus, nada más. Algunos productos también conducen a equívocos; la aplicación Brain Gym se plantea como gimnasia cerebral, como si el cerebro fuese un músculo, es un órgano. También he oído a maestros decir que van a preparar una clase para ejercitar el hemisferio derecho, considerado el más creativo frente al izquierdo que sería el más lógico. Tenemos millones de axones que conectan los dos hemisferios continuamente, cualquier trabajo depende de los dos. Son visiones simplificadas del cerebro, concepciones falsas.

Las ideas de la neurociencia respaldan teorías pedagógicas que existen desde hace más de 100 años

P. ¿Debemos preocuparnos porque el cambio de hábitos nos está conduciendo a una menor capacidad para retener datos de memoria?

R. La tecnología ha venido para quedarse. No la podemos eliminar del contexto educativo. El cerebro se ha adaptado a tener que retener menos datos porque cualquier cosa es googleable. No es que se desaproveche la memoria, sino que se destina a otras funciones. Hay que tener muy claro que la creatividad no nace de la nada, sino del conocimiento, y ahí juega un papel elemental la memoria. Es el resultado de una nueva asociación de ideas, siempre a partir de conocimientos que ya tienes.

P. Desde el punto de vista de la neurociencia, ¿es el sistema educativo muy exigente con los adolescentes?

R. Los cerebros adolescentes los hemos estudiado ahora, no los podemos comparar con los de hace 30 años. Tienen un sustrato neural de las emociones mucho más reactivo que el de un cerebro adulto. Son más impulsivos y buscan el placer más que nosotros. Sabemos que si la demanda no aparece, la maduración tampoco, por eso se está alargando tanto la adolescencia.  Los roles adultos tipo tener un trabajo, una familia o un piso se están restrasando por el contexto sociocultural, por la situación económica. Pero la demanda adulta puede existir y aunque estés en casa de tus padres puedes ser 100% responsable aportando dinero o colaborando. Si no, se puede dar el caso de llegar a los 40 y estar en casa de los padres jugando a la Play. Hay un estudio de neuroimagen que analiza lo que hace el adolescente cuando tiene que tomar conductas de riesgo. Mide las veces que se pasa el semáforo en ambar jugando a un videojuego. Cuando está con sus amigos se disparan, pero cuando está con su madre se reducen a la mitad. Ahí la madre está haciendo de corteza prefrontal. Los adultos tenemos que ejercer ese control externo para que a la larga se interiorice y el adolescente tenga autocontrol. La exigencia externa tiene que existir. Hemos detectado familias que huyen del tema de los límites, quieren que sus hijos sean libres. Una falta de límites comporta inseguridad emocional; en el futuro no sabrá hasta dónde puede llegar.

P. La experiencia emocional es determinante en la etapa de cero a tres años, mucho más que el material Montessori más caro. ¿Cuál es tu opinión?

R. El vínculo de apego es esencial, es la relación emocional que establece con sus cuidadores principales. Le aporta una seguridad que le permite explorar el entorno y relacionarse con los demás. No hay estudios neuroanatómicos de los niños que han sido criados en casa y los que han acudido a escuelas infantiles. Desde el punto de vista de la psicología del desarrollo, el primer año el niño debería estar en casa con sus padres porque es el periodo en el que se desarrolla ese vínculo. El problema de la guardería es que el niño no está solo y es difícil atender 100% sus necesidades. Suelen ser 8 niños por adulto en la etapa de lactantes. Si el niño se siente seguro, aprende.

P. ¿Cree que tiene sentido que la escuela moderna incentive el trabajo cooperativo cuando lo que les espera en la edad adulta es un mundo altamente competitivo?

R. La cuestión es si reproducimos en la escuela la competitividad porque es lo que se van a encontrar o si les enseñamos que se puede construir una sociedad más torelante y cooperativa. Hay colegios que han hecho un cambio importante y solo trabajan con cooperativo. Lo importante es que no se reduzca a una hora a la semana, sino que sea habitual para que se genere un hábito. En contacto con los demás segregamos ciertas hormonas como la oxitocina que potencian la plasticidad cerebral, el aprendizaje y el sustrato neural del placer. En la escuela tradicionalmente se ha prohibido hablar y más todavía ayudar al de al lado. Igual hay que darle la vuelta.

Fuente de la Entrevista:

https://elpais.com/economia/2018/02/16/actualidad/1518783405_526230.html

 

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Entrevista a Claudia Camba, activista social y coordinadora de las misiones cubanas en Argentina

Entrevista a Claudia Camba, activista social y coordinadora de las misiones cubanas en Argentina
«Vamos hacer lo que el Che quería, esta vez no va a ser con armas, va a ser con batas blancas»
La Guerrilla Comunicacional
 Claudia Camba es luchadora social argentina, presidenta de la Fundación «Un mundo mejor es posible» y es coordinadora de las misiones cubanas en Argentina. En la entrevista nos habla sobre cada uno de los programas de la solidaridad cubana en su país, como la Operación Milagro y el programa de alfabetización «Yo sí puedo».

La Operación Milagro es una iniciativa de los países del Alba, con Cuba al frente, donde se opera de forma gratuita a las personas que padecen de cataratas y otras dolencias de la vista.

Claudia explica la iniciativa del Centro Oftalmológico Ernesto Che Guevara, en Córdoba (Argentina), donde está a punto de inaugurarse un Hospital-Escuela. En este centro, donde no se cobra ni un céntimo a nadie, se está creando una nueva corriente sanitaria bajo principios socialistas y es un ejemplo de solidaridad e internacionalismo para todo el mundo.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=235663&titular=%22vamos-hacer-lo-que-el-che-quer%EDa-esta-vez-no-va-a-ser-con-armas-

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A Contracorriente – La Reforma Educativa en temporada electoral – 15/02/2018 (Video)

México / 18 de febrero de 2018 / Autor: Rompeviento Tv / Fuente: Vimeo

¡Listo un nuevo programa de A Contracorriente!

¿Cuál ha sido la respuesta de los candidatos presidenciales a la Reforma Educativa? ¿Cómo han reaccionado los maestros de México?

El periodista Luis Hernández Navarro entrevista a Francisco Bravo, dirigente de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

Entérate en rompeviento.tv

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: https://vimeo.com/255934314

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“Los niños tienen que aprender a superarse a sí mismos, no a los demás”: Francisco Castaño

España / 18 de febrero de 2018 / Autor: Daniel Sánchez Caballero / Fuente: El Diario de la Educación

El deporte en edad escolar a veces se convierte, solo, en una competición, en pretender tener un Messi en casa. Para Francisco Castaño lo importante son los valores asociados: compromiso, esfuerzo, compañerismo, respeto a las normas.

Francisco Castaño (Ejea de los Caballeros, Aragón, 1966) ha conseguido el sueño de muchos. “He aunado mis dos pasiones, educación y deporte”, cuenta. Este profesor de secundaria (31 años ejerciendo le contemplan), asesor y orientador familiar se ha especializado en trabajar con alumnos —y familias— con problemas de conducta. También da charlas y conferencias sobre temas educativos y deporte, una disciplina que, dice, tiene mucho que enseñar para la vida diaria. De todo esto habla en La mejor medalla: su educación (Grijalbo), su último libro, en el que defiende los valores del deporte y una aproximación más relajada y como elemento de diversión para los chicos y chicas.

¿Qué quería contar con el libro?

El libro es de educación, no de deporte. Quiero contar qué aprenden los niños en el deporte, cómo enseñarles a extrapolarlo al resto de su vida. Hablo de todos los valores del deporte: respetar las normas, el esfuerzo, la superación, el compañerismo, la responsabilidad, encargarse de las cosas. También del comportamiento de los padres: cómo actuamos y qué misión tenemos. Nos creemos a veces que nuestro hijo es Messi o Induráin y nos olvidamos del resto. El deporte tiene tres partes: la educativa, la física y, por supuesto, la diversión. Es un poco esto, cómo saco la parte educativa como padre para llevarla a la vida.

Ha dado algunas pinceladas, pero, ¿qué le aporta el deporte a los alumnos?

Tiene muchos valores. Pero una de las cosas más importantes es el compromiso. Si te apuntas a un equipo, te has comprometido a cumplir unos horarios, etc. Un compromiso que tienen ellos. Otro valor es la humildad. Muchas veces se endiosa a los hijos y eso les quita humildad. Si ganan, que le den la mano a los compañeros; si pierden, que los feliciten y que no se enfaden. Los niños tienen que aprender a superarse a sí mismos, no a los demás. Esto es lo tenemos que enseñar: el respeto al contrincante y a los compañeros de equipo. A los entrenadores y a los árbitros. El deporte enseña a seguir las reglas del juego, a que si no lo haces tiene consecuencias. El espíritu de superación también. Yo no quiero superar al otro, me quiero superar a mí mismo. Si con la bicicleta no puedo superar unos conos, me tengo que superar a mí mismo. Esfuerzo y perseverancia. No hemos de valorar el resultado, sino el esfuerzo. Esfuérzate y sacarás un resultado. Si se valora el resultado solo, si no lo alcanza se rendirá y no querrá seguir. El trabajo en equipo es otro valor. Que sepan colaborar con otros, que tengan la humildad de saber que hoy les toca sacrificarse en el equipo o en la bicicleta tirar para otros. Estos son los valores importantes, además de la responsabilidad, aprender a cuidarse o la paciencia. El deporte enseña que las cosas no llegan ya. Vivimos en una sociedad de la inmediatez y todo tiene que ser ahora. Si quieo algo, lo compro ya. Si es en Amazon Prime, mejor. Enseña que si hoy no pasas los conos tampoco va a ser mañana por arte de magia. Hará falta práctica, otro día, y otro día más. También se gestiona la frustración. Los niños no entienden un “no” o que no les salgan las cosas como saben. El deporte te enseña que no todo sale bien siempre, hay días que pierdes.

¿Estamos en una sociedad demasiado competitiva, desde el deporte hasta la escuela misma?

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Todo tiene que ser resultado. Quizá la vida sea así. Pero se nos olvida que yo no puedo exigirle a un niño un resultado o presionarlo para que lo tenga. Yo a mi hijo no le digo: “¡Qué bien, has sacado un 8 en matemáticas!”. Le digo que estudie y le animo. Y cuando saca una nota regular él mismo me lo dice, que no se ha esforzado. Un adolescente, hoy, si le preguntas nunca es culpa de él, el profesor le ha cogido manía o el árbitro… No. ¿Cuál es tu responsabilidad? Hay que enseñarles a esforzarse, a hacer los deberes. Y entonces vendrán los resultados y se sentirán bien.

¿Está infravalorada la formación deportiva?

Creo que más bien se lleva a los niños a hacer deporte —más del 70% lo hacen fuera del colegio— pero no se le saca el jugo necesario. Creo que estamos equivocados. La gente llega al deporte en muchos casos porque quiere que sus hijos que sean Messi o Ronaldo. No hay más que ver las noticias los lunes: “Un niño de 9 años ha agredido a un árbitro”. En otros casos queremos que hagan ejercicio. Lo que intento explicar es que el deporte es más que todo eso. Hay que extrapolar lo que hacen en el deporte; ahí tenemos que estar los padres y las madres para que vean que todos los valores que están aprendiendo en el deporte sirven.

¿Qué recomendaría a los padres que se toman el deporte de sus hijos un poco a la tremenda?

Los padres tenemos que entender que para llegar a ser un profesional hay que tener unas cualidades innatas y, además, otras. Aprendizaje es todo lo que conlleva ser profesional. Por ejemplo, estar dispuesto a sacrificarse, a compaginar con los estudios. El que decide si quiere hacer deporte o no será su hijo. Lo más importante es que decidan el deporte que hacen y se diviertan. No por presionarle va a llegar a ser profesional. En una entrevista que hago en el libro, a Rubén Bonastre, que fue director de La Masía, la escuela de formación de chavales del FC Barcelona (yo no sé si llevaría a mi hijo ahí porque es muy competitivo), explica que hay niños que cuando les dices que se tienen que ir del equipo porque no dan el nivel, descansan. De la presión que tienen de sus padres. Los niños van a hacer deporte, el resto llegará si tiene que llegar. Recomendaría a los padres que se relajen, si no pueden hacer que su hijo odie el deporte.

¿Cómo estimular a un niño para que haga ejercicio si no quiere?

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La mejor manera de estimular es elegir el deporte y quién lo elige. Es fundamental que el crío elija el que le gusta, no que se le apunte a algo que le guste al padre. Hay que tener en cuenta que hay que estimular al hijo que tenemos, no al que nos gustaría tener. Que haga ejercicio es necesario. Que se divierta y que haga el deporte que le guste. En todas las disciplinas hay todo tipo de clubes, desde los competitivos para ganar hasta los que son para divertirse. Que los niños se apunten donde les guste y que prime la diversión.

¿Qué ventajas aporta competir frente a simplemente practicar deporte por afición?

En los niños la competición no ha de ser el fin. Es un medio para aprender a superarse, y que para competir han de prepararse. Aprenden a cumplir normas, a respetar a un árbitro. Aprenden que las cosas no llegan cuando quieren ellos, que hay días que las cosas salen mal. Lo que no se les puede exigir nunca es un resultado. Siempre como medio, no como el fin.

¿El esfuerzo está infravalorado en la sociedad?

Creo que estamos en una sociedad muy sobreprotectora con los hijos. Como se prima tanto el resultado, que no sufran, que tengan de todo, se les facilitan demasiado las cosas. Y cuando se le facilitan demasiado las cosas a una persona, no se esfuerza por ellas. Si a mí me pagaran por nada, no trabajaría. Si tu hijo llega a casa y saca buenas notas, estás contento. Pero no se trata de eso, yo se lo intento explicar a mi hijo en casa: trabaja y estudia. Y el resultado llegará. Si das todo hecho no es que no se valore el esfuerzo, es que no les enseñamos a esforzarse. El mayor porcentaje de fracaso escolar se produce porque son chavales que en primaria con ver la pizarra y hacer los deberes en el último momento van aprobando. Luego llega un momento, en secundaria o lo que sea, que eso no sirve, pero como no tienen el hábito no son capaces de estudiar y suspenden y entran en la rueda de culpar a todos.

¿Cómo influye en todo esto, en la percepción que tienen los padres sobre sus hijos deportistas y cómo lo afrontan, el hecho de que a veces parezca que un logro deportivo, como ganar el Mundial de fútbol, es lo máximo que puede conseguir un país?

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A mí esto no me preocupa demasiado, lo que sí me preocupa son los modelos que se dan y las referencias que damos a los chavales. Y el papel que tienen estos referentes. Estas personas tan mediáticas deberían tener en cuenta que les escucha gente, muchos niños les admiran, y tienen que tener cuidado con las declaraciones. Jesús Vallejo, jugador del Real Madrid, me dice que mide mucho lo que van a decir porque son referentes. El otro día comentaba un chico en un club que había dejado de hacer un deporte minoritario y se cambiaba a fútbol porque así ganaría más dinero. Un chico de 12 años. Ahí no está funcionando algo bien. Ahí es donde los padres tenemos que acompañar a nuestros hijos y educarlos.

Fuente de la Entrevista:

“Los niños tienen que aprender a superarse a sí mismos, no a los demás”

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«Es muy difícil sostener siquiera que España tenga un sistema educativo»: Gregorio Luri

España / 18 de febrero de 2018 / Autor: N. Elia / Fuente: Navarra El Diario Norte

  • El filósofo y pedagogo Gregorio Luri, asesor de los gobiernos de México y Uruguay en cuestiones de educación pública, apunta que «los padres no tienen acceso a la información sobre la calidad objetiva de los centros»
  • «Esta moda de defender que los conocimientos ya no son necesarios está perjudicando especialmente a los niños más desfavorecidos», sostiene
  • «El primer derecho de los hijos es tener unos padres tranquilos», apunta Luri

Gregorio Luri, (Azagra, 1955) es filósofo, educador, pedagogo e historiador. Ha asesorado a los gobiernos de México y Uruguay en cuestiones de educación pública. Cuenta en su haber con los premios Juan Gil Albert de ensayo y ‘Mejora tu Escuela Pública’en la edición de 2017. Es el autor de dos docenas de libros, entre ellos ‘La escuela contra el mundo’, ‘Por una educación republicana’, o ‘El cielo prometido. Una mujer al servicio de Stalin’. Invitado por la asociación CoCiudadana, acaba de explicar en Pamplona su visión sobre los principales retos que debe afrontar la educación en España. Sus afirmaciones y reflexiones no dejan indiferente a nadie.

¿Cuál es el principal reto al que se enfrenta la educación?

Ojalá hubiera sólo un reto, las cosas serían realmente sencillas. Pero es que el reto más importante que tiene la educación es, precisamente, definirse a sí misma de forma integral. ¿Cuál es el papel de la escuela en una sociedad que
nos está envolviendo continuamente con información?

¿La definición de la escuela actual ya no vale?

Estamos continuamente bombardeados por información, pero no es conocimiento. Para elaborar toda esa información y transformarla en conocimiento es necesario un proceso personal. Además, el reto específico y concreto es lo que los anglosajones llaman el STEM, acrónimo inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. El reto básico de la escuela hoy es definir un humanismo STEM

¿Puede explicarlo?

Para empezar, yo diría que la alfabetización hoy no es sólo aprender a leer y a escribir en tu lengua materna. La alfabetización hoy supone el reto de alfabetizarte en las tres lenguas fundamentales, y no estoy pensando en francés, inglés o alemán, sino que estoy pensando en el lenguaje natural, el lenguaje de las matemáticas y el lenguaje musical.

¿El lenguaje de las matemáticas?

Efectivamente. Las matemáticas son un lenguaje, y si no lo hablas, no ves una parte de la realidad que constituye tu mundo. Muchos aspectos de la realidad necesitan ser vistos con ojos matemáticos para poder comprenderlos.

¿Los retos no pasan entonces por alcanzar un consenso político que permita estabilidad al sistema educativo?

Eso… La política siempre va por detrás de la realidad educativa. Con los datos en la mano, es muy difícil sostener siquiera que España tenga un sistema educativo.

¿Por qué?

Porque si analizas solamente los datos educativos de La Rioja, Castilla León y Navarra, por ejemplo, podríamos decir que hemos tenido un sistema educativo fabuloso, a la altura de Finlandia. En Soria tienen unos resultados escolares superiores a Finlandia. Por tanto, si cogiéramos estos resultados de estas tres regiones, podríamos concluir que hemos tenido unas leyes educativas fabulosas. Ahora bien, si cogiésemos Canarias, Andalucía y Extremadura, por ejemplo, la conclusión sería que hemos tenido unas leyes educativas horrorosas. ¿Cuál es la conclusión? Los que lo han hecho bien, han seguido haciéndolo bien a pesar de las leyes. Y los que lo han hecho mal, han seguido haciéndolo mal incluso con la intervención de las leyes. El papel real de la legislación educativa en lo que un profesor hace cuando entra en su clase es más bien reducido. Otra cosa es que los políticos crean que es necesario llegar a consensos y hacer leyes y todo eso. También es necesario que los políticos crean en sus propios juegos.

Su visión sobre la educación resulta preocupante… ¿Qué pueden esperar los padres actuales del sistema educativo en el que crecen sus hijos?

Pueden esperar un complemento de la educación familiar. Yo he pasado mucho tiempo analizando el número de palabras que escucha por hora un niño de diferentes medios culturales. En un nivel de familias, por llamarlo así, culturalmente sofisticadas, un niño escucha una media de 2.600 palabras por hora. Los niños de familias culturalmente pobres, escuchan alrededor de 600 palabras por hora. Es decir, 2.000 palabras por hora de diferencia. Si ahora multiplicas esas 2.000 palabras por las horas del día, por las horas de la semana y por las horas del año, descubres la barbaridad de palabras distintas que ha oído un niño de un ámbito y de otro cuando llega a los tres años de edad. Con esa diferencia llegan a tercero de primaria, que para mí es el curso esencial y crítico de la escolarización.

¿Por qué?

Porque en ese curso los niños pasan una auténtica revolución intelectual: pasan de aprender a leer a aprender leyendo.

Y llegan a esa revolución con un bagaje determinado de palabras aprendidas.

Eso es. La competencia lingüística con la que llegan al aprendizaje a través de la lectura marca trayectorias muy distintas. Eso no quiere decir que no haya escuelas que no sean capaces de compensar esas diferencias.

¿Y cómo pueden elegir unos padres ese tipo de escuelas?

Tienen un problema muy grave. Los padres no tienen acceso a la información sobre la calidad objetiva de los centros escolares. Eso es así. Es más fácil para una familia obtener información objetiva sobre un restaurante, un taller mecánico o una tintorería, que sobre la escuela de sus hijos. En los últimos años, las familias culturalmente sofisticadas están dedicando cada vez más tiempo a la educación de sus hijos. Con lo cual, esa brecha se está ampliando de forma exponencial. Y a eso podemos añadir aún otro elemento que la hace mayor.

¿Y es?

Los deberes escolares. En España hay un discurso generalizado en contra de los deberes escolares, aunque, en la práctica, nueve de cada diez niños hace actividades extraescolares.

Pero no es lo mismo los deberes que las actividades fuera de la escuela.

Me da lo mismo. Llámalo como quieras. En cualquier caso es formación complementaria más allá de la escuela. Y en esa formación complementaria, tres de cada cuatro niños hacen más de dos actividades extra. Y añadiré que las matemáticas y la robótica cada vez son más demandadas. Eso quiere decir que, en la trayectoria educativa del niño, el papel de la escuela se está, objetivamente, reduciendo. Por eso es preciso redefinirlo.

¿Qué opina de las corrientes de educación alternativa tan de moda?

Vamos a ver, por dejarlo claro, yo soy un gran defensor de la escuela tradicional. Porque creo que, precisamente para enfrentarse a lo nuevo, es básica la adquisición firme de una base. Lo que los americanos llaman ‘back to the basic’, la vuelta a lo básico. Podríamos decir que ahora hay dos tendencias. Una que dice: para enfrentarte a un mundo cambiante los conocimientos ya no tienen importancia. Lo que hace falta es desarrollar procesos, metodologías y no sé cuántas cosas. La otra tendencia, que yo suscribo, dice que para enfrentarte a un mundo cambiante hace falta una buenísima base lingüística, matemática y artística. Y esa base requiere de conocimientos. Porque no se puede ser creativo sin conocimientos. Ser creativo significa que te enfrentas a un problema antiguo y obtienes una solución nueva. Para poder tener un pensamiento crítico con fundamento en gastronomía, por ejemplo, tengo que tener previamente conocimientos gastronómicos. Esta moda de defender que los conocimientos ya no son necesarios está perjudicando especialmente a los niños más desfavorecidos. De la misma manera, creo que la disciplina escolar es un elemento esencial de la calidad de la enseñanza.

El papel real de la legislación educativa en lo que un profesor hace cuando entra en su clase es más bien reducido.

Así llegamos al humanismo STEM

Estoy convencido de que es el reto del siglo XXI.

Pero no puede negar que es un concepto que suena conservador.

Es que una persona conservadora no es quien conserva bajo llave el pasado, sino el que sabe de dónde viene. Lo importante es la transmisión, no la conservación. Conociendo bien la jota navarra, puedes plantearte qué innovaciones introduces en la jota navarra. El concepto del humanismo STEM no es tan raro teniendo en cuenta que los grandes humanistas eran todos grandes científicos y matemáticos. Lo que ocurre es que ahora estamos acostumbrados a la división forzosa entre letras y ciencias, que es un verdadero lastre para la educación. Lo necesario es adquirir una formación humanista, no exclusiva de nadie.

¿Por qué alguien de letras tiene que ser un ignorante de las matemáticas?

Eso es un minusválido cultural. De la misma manera que a los niños, siempre, estamos reforzándoles el lenguaje cultural, tenemos que reforzarles también el lenguaje matemático. No tenemos que tener miedo a hablar a los niños de números y de lógica matemática.

Es difícil romper ese miedo.

Todo lo grande es difícil, pero es noble.

En su último libro hace un elogio de las familias sensatamente imperfectas. Dice que no hay que tener miedo a hablar a los hijos en lenguaje matemático. ¿Cómo superan los padres el miedo a fracasar en ese intento?

El fracaso forma parte de la vida humana y, gracias a Dios, no podemos pretender tener éxito al 100%. Nuestros hijos tienen su ámbito de independencia y, además de nosotros, sobre nuestros hijos van a influir otra larga serie de factores, como sus relaciones, sus amigos, etc. Lo que, humanamente, los padres pueden hacer es, en mi opinión, entender que lo importante de ese intento en influir en sus hijos no reside en lo que digan, sino en lo que hagan.

Predicar con el ejemplo.

Exacto. El órgano educativo de los niños no es el oído, sino el ojo. No depende de lo que les digamos, sino de lo que nos vean hacer. A la hora de la verdad, a lo que deberíamos aspirar es a que, el día que nuestros hijos se vayan de casa, podamos decir: “hombre, pues no parece que les haya dado un mal ejemplo de qué es ser una buena persona”. Por eso digo que el principal deber de los padres es quererse.

¿Entre ellos?

¡Claro! ¿Cómo vamos a enseñar, si no, a nuestros hijos a querer? De todo lo que se pueda hablar de la educación de un hijo, ¿hay algo más importante que aprender que hay alguien por ahí, fuera de tu familia, que te puede querer Incondicionalmente, quererte con todos tus defectos, para compartir tu vida. Yo creo firmemente, y cada vez más, que el deber fundamental de los padres es quererse, manifestando claramente que el otro no es perfecto, pero le quieres a pesar de sus imperfecciones. Esto es lo verdaderamente relevante.

Creo que ahora la preocupación de los padres, más que quererse entre ellos, es la de prestar la suficiente atención a sus hijos para compensar el tiempo que pasan sin ellos por razones laborales, por ejemplo.

Pero debería ser exactamente al revés. Mis padres estaban mucho menos por mí de lo que yo he estado por mis hijos. Y cuando observo a mis hijos, están mucho más por los suyos que lo que yo he estado por ellos. Creo que existe cierta neurosis en los padres que está anulando la autonomía personal de los hijos. ¿Qué ámbito de libertad le queda hoy a los niños? ¡Pero si no pasan ningún momento sin que haya un adulto supervisándolos! Y, precisamente porque han desaparecido los ámbitos de libertad de los niños, están creciendo las ludotecas. Juegos dirigidos y orientados, reglados y supervisados. Esa necesidad de asumir personalmente la educación de los hijos está creando cierta neurosis en la paternidad moderna.

¿Los padres se responsabilizan en exceso?

Las cosas no ocurren porque sí. Junto a ese elemento de desaparición de los ámbitos de libertad del niño, hay otros elementos como la incertidumbre sobre el futuro que contribuyen a esa neurosis. En ‘El Camino’ de Delibes hay un pasaje que me sirve para explicar esto. Son tres amigos y uno se marcha a estudiar. Los otros dos le preguntan qué es estudiar y él responde que su padre dice que estudiar es progresar. ¿Y qué es progresar?, le pregunta. Progresar es trabajar menos que mi padre y ganar más que él, responde el niño. Eso era lo que creíamos a pies juntillas hace cuarenta años. Pero ahora, nadie lo cree. Nadie puede mirar directamente a los ojos a su hijo y decirle que, con toda seguridad, va a vivir mejor que sus padres. Ese elemento de incertidumbre social explica un poco esa tensión neurótica de la educación de los padres hacia los hijos.

En este contexto, ¿un consejo para los padres?

Sí, que se relajen. El primer derecho de los hijos es tener unos padres tranquilos.

Fuente de la Entrevista:

http://www.eldiario.es/norte/navarra/educacion-desigualdad-sistema_educativo-STEM_0_739126433.html

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Entrevista a: Philippe Meirieu, pedagogo francés: «Asistimos a la degradación de la escuela pública: subvencionan la privada para satisfacer a padres de clase alta»

Entrevista a: Philippe Meirieu

Por: Laura Galaup

Este docente ha pasado por diferentes instituciones francesas, dio clase en un instituto en los suburbios de Lyon y fue asesor de Lionel Jospin.

«Los políticos quieren utilizar la escuela para sus fines, pero los maestros deben ser lúcidos y formar para la libertad».

«Las familias más exigentes quieren que sus hijos estén en escuelas que pueden parecer de izquierdas, pero se convierten en guetos sociológicos que impiden la democratización del colegio».

El pedagogo francés Philippe Meirieu ha estado esta semana en España, invitado por el Colectivo Infancia, para dar varias conferencias sobre democracia y educación. Este docente ha pasado por diferentes instituciones francesas, dio clase en un instituto en los suburbios de Lyon, ha dirigido el Instituto Nacional de Investigación Pedagógica y fue asesor educativo durante la etapa de Lionel Jospin como primer ministro francés. En una entrevista con eldiario.es reflexiona sobre políticas educativas y docencia.

¿Considera que la educación es una prioridad para las democracias occidentales?

Está claro que en las democracias occidentales el Estado le dedica un presupuesto muy importante a la educación. Al mismo tiempo, el acceso y el derecho a la educación de forma igualitaria no es realmente una prioridad. Actualmente estamos viendo un aumento de las diferencias entre los colegios que forman a la élite y los que acogen a los alumnos con dificultades. Las democracias actuales se enfrentan a ese problema, aumentan las diferencias entre las clases sociales que siguen el recorrido educativo de forma eficaz y las clases populares en las que el éxito escolar se da rara vez. Es un desafío para las democracias occidentales. Y ese desafío consiste en la introducción de la justicia en el sistema educativo.

¿Cómo se puede introducir esa justicia en el sistema educativo?

No hay muchas posibilidades de hacerlo. Los gobiernos no terminan de demostrar tener el coraje o valor suficiente para poner en marcha aquello que sería necesario, un sistema proporcional en los presupuestos. Aquellos colegios en los que los alumnos están en dificultades y les cuesta más alcanzar el éxito escolar tendrían que tener más medios. En cambio, los colegios prestigiosos, a los que llevan las clases burguesas a sus hijos, recibirían menos dinero.

Los gobiernos están empezando de una forma insuficiente a gestionar esta diferencia creciente entre distintos colegios. De hecho, estamos asistiendo a un movimiento en la mayoría de los países occidentales, que fue anticipado en Estados Unidos, que es la degradación de la escuela pública. Los estados están subvencionando de forma progresiva la educación en las escuelas privadas para favorecer el desarrollo de instituciones que se crean de forma paralela a la enseñanza pública y satisfacer a los padres más exigentes o de clase alta. Estos progenitores quieren que sus hijos estén en escuelas que pueden parecer progres, de izquierdas o alternativas, pero que se terminan convirtiendo también en guetos sociológicos porque no permiten la democratización del colegio.

La democratización requiere una mezcla social, eso también lo determina la arquitectura de la ciudad porque dependiendo de cómo esté creada la sociedad se hará un reparto de alumnos por colegios. También está ligado a otro fenómeno, elentre-soi. Una especie de comunitarismo sociológico, como si solo quisiéramos estar con gente que es como nosotros. Solo se puede conseguir esa democratización cuando hay una mezcla de clases sociales, cuando niños de distintos medios están sentados en los mismos bancos del colegio, trabajando juntos y ayudándose. Para alcanzarla falta que se vea esa voluntad en las políticas educativas de los países de occidente. La OCDE dice en su último informe que la mezcla social de los alumnos en las clases será la bomba de relojería que hará explotar el sistema educativo occidental.

Usted habla sobre la degradación de la escuela pública, ¿por qué lo permiten los estados? ¿hay interés en democratizar la educación?

Creo que sí que existe el interés por parte de muchos gobiernos. El problema es que tendríamos que ir en contra de aspiraciones sociológicas que están muy enraizadas, que no se dan solamente en el sistema escolar. Se da también en la vivienda, la salud o la justicia. Aspiramos a buscar la protección en la comunidad, buscar la proximidad en un mundo que nos resulta individualista. Es como si en lugar de interesarnos por el bien común, queremos una comunidad sociológica e ideológica, una seguridad afectiva y personal en gente que es como nosotros. Haría falta mucho valor político para que los gobierno dijeran de forma clara que la mezcla social es una prioridad.

Se ha acusado a la LOMCE, la ley de enseñanza que está en vigor en nuestro país, de introducir carga ideológica en el currículum. Durante el conflicto político catalán, también los docentes y la escuela han sido criticados y acusados de adoctrinamiento. ¿Cómo se consigue que el sistema educativo no sea un instrumento político y se garantice su independencia?

Creo que todos los gobiernos tienen la tentación de utilizar en su beneficio la influencia que supone el sistema educativo. Es una preocupación constante de los sociólogos desde el sigo XIX. La cuestión no pasa tanto por pedir a los estados que no lo hagan, más bien por conseguir que en la escuela el trabajo pedagógico permita a los alumnos tomar distancia frente al fenómeno de la propaganda. Tenemos que enseñarles a emanciparse, hay que ayudarles a que las cosas conciten su curiosidad y que tengan un espíritu crítico. Se debe trabajar para que se puedan resistir ante las influencias, no solo del gobierno, también de la publicidad, de las teorías del complot o de los radicalismos religiosos.

En definitiva, consiste en formar a los ciudadanos y al final no son los estados los que les forman, son los maestros. Es un tema central de la pedagogía. Obviamente los políticos quieren utilizar los colegios para sus fines, pero los maestros deben ser lúcidos. Es cierto que los gobiernos les pagan su sueldo pero los maestros se deben a la exigencia de formar para la libertad y no dejar que caigan en el adoctrinamiento. Es un desafío en el mundo entero. No solo hablamos de colegios públicos, la formación a la ciudadanía se tendría que dar en las escuelas coránicas, religiosas o en colegios en los que se difunden doctrinas políticas. Por ejemplo, en centros del sudeste asiático donde a los niños se les mete una ideología muy fuerte y a la que no se pueden resistir.

La tasa española de abandono escolar temprano duplica la de la UE y el porcentaje de alumnos repetidores triplica la media de la OCDE. ¿Contribuye la repetición de curso a combatir el fracaso escolar?

El hecho de repetir no garantiza la eficacia escolar, ni tiene un impacto positivo. Solo en algunos casos permite recuperar el retraso. Según los estudios es más beneficioso para las niñas que para los niños. También es más fructuoso para jóvenes que han pasado por situaciones muy particulares, como problemas de salud, familiares o estudiantes que no estaban pasando por un conflicto de gran fracaso escolar y que tenían una base suficiente para continuar. Estadísticamente es complicado que para los alumnos sea beneficioso, en ocho de cada diez casos penaliza al alumno porque aumenta su retraso escolar.

La repetición es un problema que hemos generado para enfrentarnos a dos adversidades. En primer lugar, los países de Occidente no han explorado otros métodos de enseñanza. Solo tenemos las clases de nivel y hay otras propuestas. Por ejemplo, las fórmulas por ciclos de dos o tres años, los alumnos no estarían en una sola clase, estarían en un circuito de tres niveles y habría clases de tres niveles diferentes. Se contaría con distintos métodos de trabajo que nos permitirían que los alumnos fuesen más rápido en algunas disciplinas y más lento en otras. Para este modelo podemos usar como ayuda la figura de estudiantes más mayores. Esto es algo que subestimamos en los países occidentales, no se potencia una ayuda mutua entre los alumnos.

Otro problema por el que existe la posibilidad de repetir no tiene nada que ver con el nivel escolar de los alumnos. Tiene que ver con la autoridad de los maestros. Hay muchas escuelas y muchos profesores que no tienen autoridad frente a sus alumnos y el único poder que tienen es el de la sanción o la amenaza. Amenazando con esta exclusión, diciéndoles que van a repetir si no les hacen caso, es la única forma que tienen de ejercer su autoridad.

Usted estuvo dando clase en un colegio de un suburbio de Lyon, ¿cómo se consigue en entornos difíciles ganarse el respeto de los estudiantes?

Es un problema con estructura de matrioshka rusa. La primera etapa es la relación entre el colegio y la sociedad. Si los progenitores no respetan al colegio, ni al maestro, si el estatus del profesor no es respetado, no facilita las cosas. Actualmente creo que es así, el estatus del docente está degradado.

En segundo lugar está el centro educativo. Dentro de la institución tiene que quedar claro quién ejerce la autoridad sobre los estudiantes. Cuando entran en el espacio de la enseñanza tienen que sentir que están en un entorno dedicado al trabajo colectivo, que hay comportamientos que no son aceptables. Pero en los colegios solo hay una o dos personas encargadas de la disciplina, tendríamos que crear una comunidad de adultos en la que todos tengan competencias sobre este tema. Los adultos no tienen una responsabilidad solidaria del comportamiento de los menores. Por ejemplo, si un profesor ve una pelea en el patio o en el pasillo, aunque no sean sus alumnos ni sea en su clase, el adulto debe intervenir porque pertenece a esa comunidad educativa.

Llegamos al tercer paso, la clase. A muchos profesores no les han han sabido formar para gestionar grupos de adolescentes que pueden llegar a ser difíciles, piensan que gritando a los alumnos van a conseguir calmarles. Al contrario, gritando van a aumentar el estado de excitación del grupo. No se dan cuenta que igual que hablar con los alumnos es importante, hay otros factores como organizar el espacio de la clase, de dar consignas precisas, de saber lo que se dice y ser coherente con el mensaje lanzado.

En España la asignatura de religión cuenta para la nota media de sus estudiantes. ¿Qué papel cree que tendría que tener esta materia en la educación pública?

La religión pertenece al ámbito privado y no al público. Cada uno es libre de creer lo que quiera, pero pertenece a la intimidad. El principio de laicidad que defiende la educación francesa quiere dejar claro que debe existir una separación entre el saber y la creencia. Los conocimientos se transmiten, las creencias, no. Hay unas diferencias entre unos y otros. Las creencias tienden a dividir a los hombres y son las que les han empujado hacia guerras y violencias. En cambio, el saber nos une a todos en la escuela pública. Ese es el principio, la escuela pública no debe de tratar de abolir las creencias, pero deben quedarse en el ámbito privado.

Esto no implica que los colegios deban desconectarse de la educación cívica y moral, porque estas enseñanzas no son ámbitos en los que deban caer solo las religiones. Esa es una trampa en la que hemos caído. La filosofía es muy importante, hay que trabajar en ella como pensamiento, reflexión y plantearse preguntas sencillas. Por ejemplo, ¿cuál es la diferencia entre una prueba y un ejemplo? Así entenderemos por qué el agua de Lourdes no es igual de eficiente que los antibióticos. Comprender esto sirve para iniciarse en el pensamiento filosófico. La escuela no debería meterse en la religión pero sí en la historia de las religiones, que no es para nada lo mismo.

Fuente: http://www.eldiario.es/sociedad/segregacion_escolar-laicidad-educacion_publica_0_738426894.html

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José Antonio Marina: “Es perverso decir que no hay que aprender las cosas de memoria”

El filósofo y pedagogo José Antonio Marina cuestiona las nuevas metodologías surgidas de la innovación educativa y defiende algunos valores de la escuela tradicional

Por Ana Torrez Menarquez

El filósofo José Antonio Marina está del lado de la innovación educativa. Defiende que para sobrevivir en el mundo laboral es obligatorio aprender y reciclarse durante toda la vida, que las facultades de Educación se han quedado atascadas por miedo al cambio o que los avances de la neurociencia pueden marcar el camino de la renovación pedagógica. Sin embargo, hay un punto con el que no comulga: el destierro de la memorización dentro de las nuevas metodologías. Sin memoria no hay aprendizaje, sostiene Marina.

Pregunta. En los últimos años se está propagando la idea de que formarse durante toda la vida y aprender nuevas profesiones es positivo para el ser humano. ¿Cree que es el único modo de supervivencia ante la precariedad laboral?

Respuesta. La educación para toda la vida es imprescindible. Estamos sometidos a la ley del aprendizaje que dice que para sobrevivir toda persona o institución necesita aprender a la misma velocidad a la que cambia el entorno. Si quiere progresar, debe hacerlo a mayor velocidad. Cuando los ambientes laborales eran muy estables, los sistemas de aprendizaje podían ser lentos. Por ejemplo, la técnica de un herrero servía para él y para la vida de sus hijos. Hoy el entorno es sumamente veloz y si no lo sigues, quedas marginado.

P. Por un lado, la nueva educación tiene como objetivo enseñar a los niños a trabajar en equipo y va en contra del individualismo y la competitividad. Pero al terminar la Universidad, el panorama es desolador y la búsqueda de empleo es un acto solitario y desesperante. ¿No es una contradicción?

R. Como dice [Noam] Chomsky, dar la libertad sin dar la oportunidad es un regalo envenenado. A los mensajes  tú puedes, conviértete en tu propio empresario, en trabajador autónomo, tú puedes diseñar tú vida… les falta otra parte. ¿Cómo lo hago? Arréglatelas como puedas, te quedas abandonado. Lo primero que le diría a un joven es que va a tener que estar aprendiendo toda su vida para tener un empleo. El pacto social entre generaciones se ha roto y ya no hay seguridad laboral.

P. En su libro advierte del peligro de que las grandes empresas tecnológicas (Google, IBM o Apple) asuman el liderazgo educativo si los profesionales de la educación no se ponen las pilas.

R. Como es para toda la vida, se está creando la industria educativa. En el año 2015, la educación movió 4,3 billones de dólares, casi cuatro veces el PIB español. Desde el campo editorial, Pearson vendió su participación en The Economist y Financial Times para dedicarlo todo a educación. También se están quedando con sistemas de evaluación como los de PISA. Históricamente todo el mundo ha querido mangonear a través de la educación: las religiones, los sistemas políticos… No creo que haya una conspiración educativa, sino un negocio educativo. Estas compañías no quieren introducir una ideología determinada, sino ganar dinero. Los docentes debemos ser la conciencia crítica educativa de la sociedad y para eso necesitamos ser una profesión de élite.

P. Ken Robinson hizo temblar la educación tradicional al afirmar que la escuela mata la creatividad. Las nuevas corrientes afirman que los niños pierden su deseo de aprender por las rutinas repetitivas  del colegio y la excesiva evaluación.

R. La psicología nos ha jugado una mala pasada con su teoría de la motivación. Pensar que al niño que no está motivado no hay que exigirle nada es un error. Tenemos que enseñarles que habrá cosas que tengan que hacer por obligación sin sentir ninguna motivación. Los gurús son gente muy lista que utiliza conceptos de la autoayuda. Es difícil vender el mensaje de que algo cuesta mucho trabajo. La educación va sobre ayudar a adquirir hábitos, que no siempre son de nuestro agrado. Sobre la idea de que hay que dejar a los niños elegir y no coaccionar su libertad, es importante decir que todos nacemos absolutamente dependientes y el proceso educativo consiste en fomentar la capacidad del niño de tomar decisiones, pero eso no se puede hacer al principio. Los niños aprenden a ejercer su autonomía obedeciendo las órdenes que les dan sus educadores. A los cinco años se produce un salto increíble en el que empiezan a darse órdenes a sí mismos. La autonomía llega con la obediencia.

P. ¿Qué debe hacer un docente para no sentirse perdido frente al aluvión de nuevas metodologías de enseñanza?

R. Es clave la figura del estratega educativo, que con una visión general decide qué táctica utilizar en cada caso. El problema es que la mayoría de profesores no conocen las nuevas técnicas.

P. ¿Está fallando la formación del profesorado?

R. Soy muy crítico con las facultades de Educación. Se han quedado atascadas porque no son conscientes del papel que juega hoy la educación. Hay que tomar decisiones muy radicales. ¿Quién puede decidir lo que queremos transmitir a nuestros alumnos? Los científicos no, porque solo dominan su campo de conocimiento; los políticos tampoco porque no nos fiamos de ellos; los sacerdotes saben de sus religiones y los empresarios van a buscar su propio beneficio. Deberían ser las facultades de pedagogía.

P. Precisamente ahora hay un debate sobre si el cambio deberían dirigirlo los pedagogos o los neurocientíficos con sus avances sobre el funcionamiento del cerebro.

R. Llevo estudiando neurología desde hace 30 años y puedo afirmar que no está en condiciones de ofrecernos propuestas concretas, pero sí muchas pistas. Necesitamos un puente entre ambos campos, alguien que domine los dos lenguajes. La neurología nos ha dicho, por ejemplo, que hay una segunda edad de oro del aprendizaje, en la que el cerebro vuelve a rediseñarse neurológicamente entre los 13 y los 18 años. También nos dice que los órganos neuronales que se encargan de la toma de decisiones y del comportamiento responsable, los lóbulos frontales, no maduran hasta los 22 o 23 años. Entonces, ¿debemos exigir responsabilidad a un adolescente? Otra de las evidencias señala que las estructuras neuronales maduran con el ejercicio, entonces sabemos que hay que entrenar esa capacidad cuanto antes y no esperar a que el estudiante llegue a la veintena.

P. En su libro reivindica el papel de la memoria en la educación. ¿No cree que memorizar y vomitar la información en los exámenes es poco efectivo?

R. No hay nada más perverso para la educación que decir que no hay que aprender las cosas de memoria. Es el órgano del aprendizaje. Eso sí, hay que aprender fórmulas que no se basen en la repetición. Crear depende de la memoria y tienes que aprender hábitos creativos. Si no, ¿cómo se te van a ocurrir las cosas? Para tener mucha imaginación, hay que tener muy buena memoria. En este punto la neurología nos está diciendo por dónde ir y es muy importante el descubrimiento de la llamada memoria de trabajo, que nos enseña cómo construirla y manejarla.

P. ¿Cuál tiene que ser el principal reto de la escuela a corto plazo?

R. Destacaría tres. Bajar la tasa de abandono escolar, paliar las diferencias socioeconómicas entre los alumnos fomentando la educación de cero a tres años y atender a los alumnos con necesidades especiales: con dificultades de aprendizaje, altas capacidades o problemas psicológicos. Otro drama es la figura del director de centro. En España se tiene la idea equivocada de que cualquiera puede ser un buen director. Hace falta formación específica; mandar y organizar es complicado. Habría que crear un MIR para directores. En Inglaterra o Estados Unidos hay libros dedicados al rol del director de escuela, a proyectos concretos que han transformado colegios. Aquí [en España] este tema levanta ampollas, sienta mal a los docentes y a los sindicatos porque consideran que conlleva introducir clases dentro del profesorado y que no es democrático. Se trata de ver si es eficaz o no. Los equipos directivos pueden modificar los programas académicos, o crear sus propios proyectos. El éxito, en parte, depende de ellos. En Inglaterra hay colegios públicos que cambian su horario cada dos semanas para ajustarlo a las necesidades de los alumnos, que pueden necesitar más horas de matemáticas o de lengua. Eso es innovación.

P. El éxito es muy relativo. Hoy se mide en función de los resultados obtenidos en PISA. En su libro habla de los peligros de obsesionarse con las pruebas estandarizadas.

R. Se habla mucho de innovación en la escuela, sin embargo, se está produciendo una uniformidad en todos los países. Lo único que les interesa a los gobiernos es cómo aparecen en PISA y en función de eso organizan sus sistemas educativos. A los educadores no nos sirve PISA porque no nos muestra lo que hay que hacer. No evalúa el progreso del alumno. Un estudiante que empieza el curso con un uno y acaba con un cuatro ha progresado más que el que pasa de un ocho a un nueve. Pero para PISA, ese primer estudiante sigue siendo un suspenso. En el momento en que evaluemos el progreso sabremos si estamos sacando lo mejor de los alumnos y si lo hacemos bien o mal en el aula.

Fuente: https://elpais.com/economia/2018/02/02/actualidad/1517574177_327564.html?id_externo_rsoc=FB_CC

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