España: El libro de texto aún reina frente al digital en el aula

Europa/España/25 Octubre 2019/https://abc.es /Carlota Fominaya

El libro de texto es «un enfermo que goza de buena salud», según un estudio que asegura que estos manuales, usados por más del 91% de los docentes, son muy valorados también por las familias porque les facilita saber qué estudian sus hijos y permiten acceder a todos los alumnos a los contenidos, aunque critican su precio. Son algunas de las conclusiones del «Estudio sobre el papel y valor de los contenidos educativos en las aulas», elaborado por el grupo «Análisis e Investigación», que, según su presidente José María San Segundo, deja claro que aunque padres y profesores creen que el libro tiene que evolucionar, no ven positivo una enseñanza sin libros» (un 54,6% de profesores y el 63,9% de padres).

Presencia en clase
La realidad es que, incluso en los centros escolares con proyectos tecnológicos que implican la utilización de dispositivos, sigue habiendo libros de texto de forma mayoritaria para Infantil y Primaria, y de manera complementaria para ESO y Bachillerato. Y tanto los profesores como los padres otorgan una alta valoración del papel (con una nota del 6,90 los primeros y del 7,69 los segundos).

Los docentes porque, según se desprende de esta investigación, reconocen que se trata de una herramienta educativa que permite favorece la asimilación de contenidos y facilita con ello el aprendizaje. José Ramón Ubieto, psicólogo clínico, autor del libro «Del padre al Ipad» y profesor de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) es contundente al respecto:«la lectura en pantalla modifica la comprensión del texto y el propio ejercicio de la lectura. Sin embargo, el libro permite situar donde estás en relación al conjunto del texto (lo hecho y lo pendiente), distrae menos porque carece de enlaces y, además, rompe con las dinámicas de lectura digital que se forman habitualmente con lecturas donde la concentración requerida es menor: noticias, mensajería, redes sociales…. Todos damos por supuesto que en las pantallas se puede leer rápido y en diagonal porque hay miles de otras pantallas a continuación. Un libro es un objeto con final». Un hecho tan simple, añade, «como aguantar su peso y no poder dejarlo en un soporte implica, sin duda, una mayor concentración en la tarea. Sin olvidar el mayor cansancio visual que produce la luz de las pantallas».

Por otros motivos, los padres se muestran también como grandes defensores del formato papel. Para ellos, el libro de texto mantiene un rol indiscutible en la educación de sus hijos porque «les facilita conocer y hacer un seguimiento de los contenidos que estudian los menores y les permite así apoyarles en casa».

El papel del profesor
Pese a todo, tal y como constata el estudio, tanto docentes como padres consideran que de aquí a diez años el libro de texto en papel perderá peso en favor del digital. De momento, las tabletas son una realidad cada vez más presente en las aulas, pero su introducción es muy progresiva, explica María Zabala, experta en educación digital, miembro de The Digital Citizenship Institute, embajadora DigCit en España y autora del blog Iwomanish. «Cuando se introduce una tablet en el aula, el inicio suele consistir no en el estudio en sí mismo (en el que por cierto sí se puede subrayar), sino en la interacción con contenidos o en la ampliación de los mismos, para luego ir evolucionando en función de cómo lo decida el centro o el profesor. Yno cabe duda de que algunos estudiantes al final imprimen esos contenidos para disponer de ellos en el formato que los adultos consideramos “normal”».

Esta transición, corrobora José María Alvira, secretario general de Escuelas Católicas, «debería estar bien fundamentada, no puede estar dictada solo por una moda que recurre a soluciones extremas o excluyentes. Una de esas tendencias es la de confiar todo el aprendizaje a los medios tecnológicos. No se puede prescindir de la tecnología en el aprendizaje escolar, pero no hay que caer en la tentación de pensar que es al panacea para todas las situaciones o que resuelve todos los problemas educativos». En cualquier caso, remarca José María Alvira, «los libros de texto, las tabletas u otros instrumentos son medios. Lo importante es disponer de una programación escolar bien elaborada, coherente y realista, en la que aparezcan con claridad los objetivos que se persiguen y los medios a utilizar. Estos últimos no son los que deben determinar la programación, ni condicionarla en exceso. En este sentido, los libros de texto son un buen instrumento para el aprendizaje, pero no son el único. Y lo mismo se puede decir de las tabletas».

Fuente: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-libro-texto-reina-frente-digital-aula-201910230038_noticia.html

Imagen:https://static4.abc.es/media/familia/2019/10/23/mochila-kSIB–1240×698@abc.jpg

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La transformación provocada por lo digital

Juan Freire

“Transformación digital” se ha convertido en el concepto de moda entre consultoras y corporaciones en los últimos tiempos. Cuando escarbamos un poco en lo que se propone detrás de esta idea, nos encontramos muchas veces con cambios básicos que aluden más a cuestiones instrumentales que a transformaciones culturales. Al final se propone que las organizaciones de hoy asuman prácticas que son ya habituales en las vidas y relaciones personales, y para muchos profesionales y pequeñas organizaciones desde hace bastantes años. Por poner solo un ejemplo ya en 2010 discutíamos algunas cuestiones, Escenarios de un futuro postdigital, que ahora solo se vislumbran como una futura “fase 2” de los procesos de transformación digital que están en marcha.

Es evidente que “transformación digital” es el nuevo servicio estrella que comercializan un sinnúmero de consultoras de todo tipo, como las que se dedican a estrategia e innovación pero también aquellas otras que hacen comunicación, marketing o incluso liderazgo o coaching. Esta tendencia comercial refleja una realidad que no podemos obviar: que muchas organizaciones están aún en una fase de cambio digital incipiente y por el camino han dejado pasar quizás 10 años de oportunidades.

Las consultoras abordan esta oportunidad con su modelo de negocio convencional. Bajo un discurso de transformación, ofrecen en realidad cambios pequeños e incrementales fáciles de afrontar por sus clientes. La contrapartida es que esas organizaciones que contratan sus servicios se hacen dependientes y necesitarán (o creerán necesitar) su acompañamiento durante un proceso muy largo. Esta “propuesta de valor” además encaja perfectamente con la posición conservadora de muchas organizaciones que esconden el miedo o la incapacidad para transformarse detrás de un discurso público que abraza la innovación .

Si una organización se plantea como retos en 2017 eliminar papel, gestionar sus datos y documentos en la nube, utilizar aplicaciones colaborativas o abandonar el correo electrónico, por poner solo algunos ejemplos, está en realidad muy lejos de incorporar la realidad post-digital en la que debe vivir para ser realmente competitiva. No es que estos retos instrumentales no sean necesarios … pero no son ni mucho menos suficientes y por tanto deben ocupar solo una pequeña parte de la agenda de transformación.

La “transformación digital” esconde el verdadero reto que tiene que ver más con la “transformación provocada por lo digital”. En este contexto y como parte del trabajo que estamos realizando en el equipo de EduCaaS, y en especial con David Lareo, abordamos la cuestión de la transformación digital de la educación planteándonos si necesitamos nuevos entornos digitales. Este posicionamiento tiene aplicación directa más allá del ámbito educativo dado que, si pensamos en un aprendizaje activo y en equipo, la educación busca ser tan real como la vida misma y por tanto no existen demasiadas diferencias en lo que necesita una persona y un equipo que aprenden y lo que necesita cualquier profesional y organización. Nuestra perspectiva plantea la hipótesis de que:

… si los necesitamos [nuevos entornos digitales] siempre que promuevan la independencia, “libertades”, y capacidad de acción de los que aprenden y siempre que su diseño esté pensado desde la perspectiva de que las prácticas mediadas digitalmente se modifican, a veces radicalmente, respecto a sus versiones completamente analógicas.

En nuestra opinión deberíamos redefinir la transformación digital en términos de soberanía y autonomía digital de personas, equipos y organizaciones. Este objetivo pasa porque los individuos y colectivos tengan capacidad de control sobre sus aplicaciones, sobre sus infraestructuras y sobre sus datos. Es casi imposible lograrlo moviéndose solo en un entorno extraordinariamente complejo de proveedores que ofrecen servicios asimétricos donde ellos saben que hacemos nosotros, pero nosotros no sabemos buena parte de lo que ellos hacen … con nuestros datos y contenidos y con sus algoritmos y su código. La tecnología si importa y, por tanto, debemos retomar el control, elegir proveedores, infraestructuras y aplicaciones abiertos que nos permitan conocer y manejar algoritmos y código, y producir contenidos y datos sobre los que mantenemos ciertos controles. En los casos en que necesitemos seguir trabajando con proveedores asimétricos debemos plantearnos que cesiones y bajo que reglas de juego lo haremos.

Fuente del articulo: http://juanfreire.com/la-transformacion-provocada-por-lo-digital/

Fuente de la imagen:http://juanfreire.com/wp-content/uploads/2017/01/postDig_COMBO2.jp

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El desafío laboral de las máquinas inteligentes

Por Guillermo D’Andrea

La revolución digital está acelerando el cambio de perfil hacia los servicios; además, no habrá menos trabajo en el futuro, pero sí será distinto.

Haga una prueba: busque un libro, revista o diario entre el público de un medio de transporte o una sala de espera, o una cámara de fotos en cualquier lugar turístico: verá mayoría de pantallas. El avance tecnológico es fascinante, pero como con el rostro de Medusa, corremos peligro de quedar petrificados de solo mirarlo asombrados.

La velocidad del progreso genera instrumentos cada vez más pequeños, potentes y amigables, y a la vez más accesibles económicamente, haciendo realidad fantasías de hace un par de décadas, que ya han ocurrido o son previsibles a corto plazo, desde autos sin chofer hasta ropa inteligente. Pero la fascinación del cambio en nuestra vida personal y laboral nos esconde el alcance de sus consecuencias sociales, demorando la reacción necesaria para absorberlas.

La economía colaborativa trae la uberización de sectores, como el traslado de personas o el alquiler de viviendas por pequeños plazos de Airbnb, que, más allá de los ajustes requeridos en más de una ciudad, revoluciona sectores completos, destapando y valorizando capacidades ociosas y cambiando nociones de propiedad: ¿hasta qué punto es necesario tener un auto que va a estar detenido la mayor parte del tiempo? Servicios como Yugo en Barcelona y otras ciudades europeas ofrecen motos estacionadas por la ciudad, que se pagan sólo por el rato de uso y luego se dejan para el siguiente asociado que la reserva y pone la sesión en marcha a través de su teléfono inteligente. Es la revolución de las redes digitales, que, cuanto más densas (gracias a los celulares inteligentes), más enriquecen servicios de trafico fluido como Waze. Combinando geolocalización, interconexión y robots, crean sistemas complejos que funcionan desde un teléfono, con un mapa interactivo y un robot que habla con naturalidad en el idioma elegido.

Así, casi sin darnos cuenta, dejamos de lado el videoclub, el centro musical, los discos y CD por la comodidad del streaming, el cine o la televisión, porque vemos películas y leemos el diario en pantallas o en el celular, que nos acompaña todo el día y nos asiste como reloj, calculadora, mapa y cámara de fotos, y nos entretiene, informa y mantiene en constante comunicación con amigos y trabajo a través de las redes digitales.

Los robots salieron de las líneas de producción y ya se enseñan entre ellos. Nos asisten en nuestros ejercicios y programas de salud, nos atienden cada vez mejor en la compra de entradas de cine u otros servicios, y nos anuncian autos sin conductor, robots periodistas, asistentes legales y médicos para diagnósticos y seguimiento. La producción cambia con impresoras que generan piezas, repuestos a domicilio, instrumentos musicales y hasta proyectan «imprimir» viviendas en tamaño real. Las casas apuntan a ser inteligentes y las fuentes renovables se basan en la interacción de robots con tecnologías, que van desde la jardinería, el transporte y la energía, hasta la agricultura o la medicina, reemplazando el trabajo personal con la asistencia de robots.

De este modo casi lúdico se instala el cambio digital entre nosotros de un modo cada vez más generalizado y a la vez sutil, y modifica el futuro del trabajo. Seremos más asistidos por medios digitales y el avance de robots en la manufactura restará demanda de mano de obra. Tendremos más tiempo y en este ocio forzado el trabajo humano se orientará hacia la economía de servicios o el manejo y la gestión de tecnologías, demandando capacidades distintas de las de la industrialización que estamos abandonando, como muy bien describen Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee en La segunda era de las maquinas.

Cruzar esa brecha no será sencillo, especialmente en países con economías menos competitivas y dinámicas, que no podrán crear nuevos puestos de trabajo con la velocidad requerida para absorber los nuevos desempleados. Seguramente veremos nuevas manifestaciones de taxistas condenando a Uber y reviviendo a los luditas que en el siglo 18 rompían telares en rechazo a la incipiente industrialización que amenazaba a las tejedoras domésticas.

Más allá de la explicable frustración, es imperativo revisar las pautas de educación y capacitación para desempeñarse en el mundo digital que está a la puerta, y difícilmente este desafío pueda ser cubierto a tiempo sólo por la iniciativa pública. La educación generalizada del siglo de la ilustración preparó generaciones para desempeñarse en múltiples trabajos y especialidades, pero la revolución digital acelera el cambio de perfil hacia los servicios. No es que habrá menos trabajo, pero será distinto, con más énfasis en el servicio y la relación personal. Es imprescindible anticipar los cambios para ajustar la preparación de la fuerza laboral, como hizo Robert Reich en El trabajo de las naciones, ya que la velocidad digital deja poco margen para preparar a las nuevas generaciones y volver a entrenar a la actual, aunque, al mismo tiempo, provee de herramientas más efectivas para capacitar a distancia con efectividad.

Los planes de educación en países como Singapur o Estados Unidos buscan adecuar las nuevas generaciones a la realidad del siglo XXI, para lo cual incluyen líneas de trabajo en ciencia, tecnología, matemáticas, arte e ingeniería, que van desarrollándose a lo largo de toda la escuela primaria y secundaria. Pero en nuestro entorno, que arrastra brechas crecientes de educación tanto internas como respecto del exterior, el reemplazo de personas por tecnología deberá ir acompañado con planes en los cuales las empresas complementen el esfuerzo de la educación pública con prácticas de trabajo y programas internos de capacitación y reentrenamiento, de modo de cerrar la previsible brecha de desempleo, alimentada por la menor demanda de trabajo industrial y la oferta con deficiencias de capacitación.

La complementación de la educación formal con becas de primer trabajo y entrenamiento de capacidades en la tarea, no sólo aportarán un necesario enfoque de educación continua y práctica, sino que mejorarán la calidad de los trabajadores, harán más atractivo el trabajo por la perspectiva de mejora y disminuirán la rotación y el descontento laboral.

Si hay un aspecto en que la colaboración público-privada es imprescindible y urgente es este de cerrar la brecha digital en las generaciones actuales en actividad y en las futuras, ampliando la perspectiva de la empresa. La complejidad que está adquiriendo el contexto exige de las empresas un rol como actor social que va más allá del operador económico, con influencia decisiva en la formación de valor y su distribución en la sociedad. A la creación de empleo hay que agregarle la formación continua y sistemática de capacidades en los trabajadores. De otro modo seremos testigos del lado negativo de la tecnología: el malestar social producto del desempleo y falta de oportunidades para quienes no estén equipados para trabajar en el siglo XXI, y el retroceso de la competitividad del país en el contexto global.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1977760-el-desafio-laboral-de-las-maquinas-inteligentes

Imagen: bucket1.glanacion.com/anexos/fotos/96/innovacion-2348296w620.jpg

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