Las familias sirias explican sus necesidades y preocupaciones tras 9 años de guerra

Redacción: Teinteresa

La guerra contra los niños en Siria ha sido una de las más brutales de la historia reciente. Casi 6 millones de niños sirios nacieron desde que comenzó la crisis. No conocen nada más que guerra y desplazamiento. En promedio, cada 10 horas un niño en Siria ha sido asesinado debido a la violencia, y más de 2,5 millones de niños han sido desarraigados y obligados a huir a países vecinos en busca de seguridad.

 

Los sirios tampoco son solo números. Tienen voces y opiniones y estas deberían ser escuchadas.

 

UNICEF ha recogido los resultados de una reciente encuesta de opinión realizada por Gallup International/ORB Internacional. Durante la realización del estudio se preguntó de manera presencial a personas sirias tanto dentro del país como en Jordania y Líbano, cuáles son los mayores desafíos y preocupaciones que afrontan ellos y sus hijos casi diez años después de que la guerra comenzara.

 

La encuesta, en la que participaron 3.500 personas sirias, tiene como objetivo dar voz a las familias. Además, destaca el impacto sobre ellos de la guerra y los conflictos, para ayudar a determinar la mejor manera de responder a las necesidades que las propias familias identificaron para poder seguir adelante.

 

“En la encuesta, los sirios nos dicen cómo la guerra les ha afectado directamente y cómo ha cambiado la vida de sus hijos. Simplemente cuentan cómo han sobrevivido durante una de las guerras más brutales en la historia reciente”, apunta Ted Chaiban, director regional de UNICEF para Oriente Medio y Norte de África. “Es evidente que las heridas son profundas y que el impacto en la salud mental de los sirios es tremendo. También sabemos por estas encuestas que la educación de los niños y la pobreza son dos de las grandes preocupaciones y desafíos a los que se enfrentan”, señala.

 

Según la encuesta:

 

  • Los sirios dentro y fuera de Siria coinciden en que la peor parte en el conflicto se la llevan los niños.
  • El daño psicológico y el impacto en la salud mental es tan severo como el daño de las heridas físicas.
  • La mayoría de los sirios encuestados han experimentado el desplazamiento, heridas o la muerte de un ser querido.
  • Los sirios que viven dentro de Siria tienden a ser más optimistas respecto al futuro de los niños sirios que los que viven en los países vecinos. Las familias con niños tienden a ser mucho menos optimistas que las que no tienen niños.
  • La educación ha sido identificada como el mayor desafío para las familias en Siria, seguida de la pobreza, el acceso a la salud y el cuidado de los niños huérfanos.
  • Cuando se les preguntó sobre las principales prioridades de los niños, respondieron que era la vuelta de los niños a las escuelas, seguida de acceso a servicios de salud y el cuidado de los niños huérfanos.
  • En algunas partes de Siria, más de la mitad de las personas encuestadas dijeron que al menos uno de sus hijos está fuera de la escuela, comparados con un tercio de los niños refugiados sirios en Jordania y Líbano.

 

Aunque hay 2,8 millones de niños sirios fuera de la escuela, cerca de 5 millones de niños dentro de Siria y en los países vecinos siguen estudiando a pesar de las dificultades. Esto es gracias, en gran parte, a los esfuerzos de los profesores, el personal docente, los aliados en el terreno y al apoyo generoso de los donantes de UNICEF.

 

“A medida que los donantes se preparan para otra conferencia en Bruselas para ayudar a las familias sirias, queremos agradecer a todos nuestros donantes su generosidad sin precedentes. Su apoyo ha sido clave para ayudar a los niños sirios a continuar sus estudios. Seguimos pidiendo a los donantes que mantengan su apoyo a los niños sirios dentro de Siria y en los países vecinos para que los niños puedan recuperar los años escolares que hayan perdido o que puedan continuar estudiando. Ahora, con la pandemia de la COVID-19, que ha trastocado los programas de aprendizaje en algunos centros apoyados por UNICEF, la financiación a gran escala es más importante que nunca. Esto es fundamental para el futuro de los niños y el futuro de Siria”, concluye Chaiban.

 

Para seguir proporcionando ayuda esencial a los niños de Siria, UNICEF necesita 682 millones de dólares (606 millones de euros) para programas dentro del país y en los países vecinos.

 

Notas para editores:

 

  • La encuesta realizada por Gallup International/ORB se llevó a cabo dentro de Siria a principios de 2020. El estudio en todo el país cubrió las 14 Gobernaciones, a través de entrevistas individuales en persona a 2.552 personas que viven en el país. Una encuesta similar se llevó a cabo en Líbano y Jordania con 1.000 refugiados sirios.
  • El estudio se llevó a cabo antes de que se confirmaran casos de COVID-19 en estos tres países.

 

Conclusiones principales de la encuesta dentro de Siria

 

  • Para las familias sirias, la educación es una necesidad urgente: más de un tercio (35%) de las familias sirias identificaron la calidad de la educación y el 23% identificaron el acceso a la educación como los retos más importantes para sus hijos.
  • Cerca del 90% dijeron que los niños son las principales víctimas del conflicto.
  • Cerca del 93% de las familias indicaron que el daño en la salud mental de sus hijos era tan profundo como las heridas físicas.
  • La gente que tiene niños es significativamente menos optimista sobre el futuro de los niños de Siria, comparada con las personas que no tienen niños o que no han sido afectadas directamente.
  • Más de la mitad de los encuestados han indicado daños en las escuelas en su zona.
  • La mayoría dijeron que han sufrido el impacto severo del conflicto ellos mismos o personas de su familia más cercana como el desplazamiento, la pérdida de sus ingresos y detenciones.
  • Más de la mitad de las personas encuestadas dentro de Siria dijeron que un miembro de su familia había resultado herido en el conflicto.
  • Cerca de la mitad de las personas encuestadas dentro de Siria habían sido testigos de la detención de algún miembro de su familia durante el conflicto.

 

En Jordania y Líbano

 

  • Más de dos tercios (65%) de los sirios que viven en Jordania y cerca de la mitad (47%) de los sirios que viven en Líbano dijeron que lo más importante para ellos era que los niños pudieran volver a la escuela a tiempo completo tan pronto como termine el conflicto.
  • Casi el total de los refugiados sirios encuestados dijeron que los daños psicológicos y el impacto en la salud mental era tan importante como las heridas físicas.
  • Más de un tercio dijo que al menos un miembro de su familia había resultado herido durante el conflicto.
  • Cerca de un tercio indicó que ellos mismos o un miembro de sus familias habían sido detenidos.
  • Más de un tercio de las familias indicaron que al menos uno de sus hijos está fuera de la escuela.

Fuente: http://www.teinteresa.es/mundo/familias-explican-necesidades-preocupaciones-guerra_0_2483151669.html

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Crónicas del aula: la niña siria

Por: Helena Modzelewski /La Diaria

En su biografía de Facebook, mi amigo Gabriel, el maestro, publica la foto de una escena cotidiana del aula que llama mi atención. Un niño, de quien vemos apenas la nuca, blande un lápiz sobre los renglones de un cuaderno. Una niña, a su lado, de pie, nos da la espalda de su túnica blanca impecable (hasta diría que almidonada, si esa práctica siguiera vigente), lleva sus rulos castaños atados en dos colitas y sostiene un cuaderno similar entre sus manos. El rostro apenas ladeado hacia su compañero, y la atención que este pone al papel, y al lápiz que parece a punto de moverse, nos hace imaginar que ella le está dictando. Al pie de esta foto, Gabriel ha escrito: “Trabajo cooperativo, enriquecimiento mutuo. Alumna de Siria apoya en escritura a su compañero de clase”.

Revive en mi mente un tema que hace tiempo ha perdido protagonismo en los medios de prensa: ¿qué fue de las familias sirias? Gabriel se excusa diciendo que no sabe la respuesta a esa pregunta tan grande, pero sabe la historia mínima que desde el privilegio de su aula le ha sido confiada. Me la cuenta. Para mí, en todo caso, no hay forma de conocer “a lo grande”. Al igual que el zorro de El principito, estoy convencida de que sólo se conoce lo que se domestica. Es probablemente la única forma de conocer íntegramente: el caso particular, la ternura, la mirada a los ojos.

Alentado por mi interés me cuenta. Samira tiene seis años, está en primero y tiene un nivel académico alto, en la franja superior del promedio. Toda su escolarización tuvo lugar en Uruguay, ya que cuando llegó con uno de los contingentes de familias sirias, fue ubicada de acuerdo con su edad en el nivel inicial. Su español es perfecto, y es además bilingüe, porque en su casa se habla árabe. Le gusta jugar a las maestras, y por eso siempre está ayudando a sus compañeros a completar tareas que se les hacen difíciles.

¿Cómo es ser el maestro de una niña proveniente de una realidad tal? Los ojos de Gabriel se iluminan en el desafío de la búsqueda de palabras. “Estimulante, divertido, y a veces, incluso, sencillo”, me dice sonriendo. Como el día que conoció a la mamá de Samira. Es sabido que en los primeros años de escuela, por seguridad, los maestros entregan a cada niño en manos de sus padres. Es una tarea que cuesta trabajo al comienzo del curso, porque los maestros no conocen a los padres y tienen que ir preguntando, asociando, procurando fijar en sus mentes rostros de adultos junto a nombres de niños. “Con Samira no tuve ningún problema”, me dice en tono bromista, “la reconocí por los ojitos entre el pañuelo que le cubría toda la cabeza”. Es una mamá joven, muy preocupada por su niña. Cuando Gabriel envió el primer comunicado en el “cuaderno viajero”, ella se presentó sin falta al día siguiente: “Vengo a que me explique personalmente”, le dijo en un perfecto español con un dejo de acento, “porque hablo y entiendo, pero no leo español”. Fue una de las instancias en las que Gabriel se enfrentó a la realidad de que las diferencias culturales requerían un trato diferencial. Ahora, cuando necesita comunicar algo, mientras que los demás niños lo llevan por escrito, él se lo dice a Samira oralmente para que lo cuente en casa.

Otra de esas situaciones de fricción de culturas sucedió en la celebración del Día del Libro. Habían invitado a las familias a participar en un “té literario”. La mamá de Samira no asistió. Luego explicó que no había podido porque estaban en Ramadán y ella no podía tomar té. Gabriel se lamenta de no haberle dicho que la mención del té en la invitación era simplemente una cuestión “de marketing”, y que lo central del evento era la lectura colectiva. Samira tampoco puede comer jamón, que procede del cerdo. La escuela es de tiempo completo, por lo que comparten en el comedor la hora del almuerzo, y si hay algún trozo de jamón, Samira lo aparta y no lo come. Algunos de los demás niños se quejaron al comienzo, porque a ellos no se les permite desechar comida por cuestión de gustos. Los maestros se vieron en la peculiar situación de explicar requerimientos religiosos con los que los uruguayos no estamos familiarizados, y eso pareció satisfacerlos. Ya nadie protesta. El mundo puede ser increíblemente simple para los niños. Los compañeritos hablan de Siria como si fuera un país cercano, familiar, y las costumbres musulmanas ya no son tan misteriosas.

En realidad, “no pueden quejarse”, me dice Gabriel, “¡si hasta tienen show!”. En algunos recreos, Samira pide permiso para bailar frente a su público infantil. Con actitud desfachatada y su vocecita aguda pide: “Maestro, poneme música”. Su canción favorita es “Despacito”. Se dispone llamando a sus compañeros: “Ustedes siéntense en el piso que les voy a bailar”. Pero si cierran mucho el círculo: “Acá tan cerca no, que es el escenario”. Me la imagino tal como Gabriel me la describe, una amalgama inaudita, como una fotografía que, mostrada fuera de contexto, no tendría sentido alguno: una niña de rasgos árabes, vestida en nuestra tradicional túnica blanca con moña azul, mueve sus caderas y sus brazos en una seductora danza oriental al ritmo de un son latino. Un cuadro incomprensible, incluso impredecible, si alguien se hubiera atrevido a imaginarlo una década atrás. Un tesoro más en la historia de un país pequeñísimo cuya población se ha conformado de inmigrantes desde su fundación misma.

En este Mundial, con los niños y maestros deteniendo las clases para mirar los partidos de Uruguay, ya no es tan homogénea ni evidente la hinchada. Todos quieren saber a quién alienta Samira. “A Egipto”, indicó antes del primer partido, porque “hablan árabe, como en mi casa”. Pero después del triunfo, contagiada por la alegría del entorno, olvida su origen y dice que es celeste.

Una vez más en nuestra historia estamos de brazos abiertos, y los niños son nuestros principales maestros. Contrastando con un padre que, durante las inscripciones, murmuró: “Recibimos como unos giles a estos tirabombas”, los niños sólo saben de curiosidad y sorpresas. Gabriel los escuchó hace poco hablando de la serie de películas Chucky. Competían por quién había visto más: “Yo vi hasta la más vieja, la Chucky 1” decía alguien. “¡Yo vi la Chucky 50!”, intervino Samira. “¡No existe!”, le increparon en coro los demás. Y la respuesta que los deja mudos, intrigados, inquisidores: “En Siria, sí”.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2018/6/cronicas-del-aula-la-nina-siria/

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