Entrevista: Las evidentes cicatrices de golpes “ocultos”

El maltrato infantil afecta a un inimaginable número de niños globalmente, aunque mu­chas veces ocurre en los espacios más íntimos de la sociedad, lo cual dificulta su diagnóstico, plantea un estudio publicado en el portal de Prevención de Maltrato Infantil de la Red de Salud de Cuba, Infomed y que trae al debate un tema que la mayoría de los expertos considera ha sido invisibilizado.

Implica cualquier acción u omisión no accidental en el trato hacia un menor de 18 años, por parte de padres o cuidadores, que le ocasiona daño físico o psicológico y que amenaza su posterior desarrollo, definían en entrevista realizada por Granma las pediatras Francisca Cruz, coordinadora del Programa Nacional de Atención Integral a la Adolescencia del Pro­gra­ma Materno Infantil del Ministerio de Salud Pública, y la doctora Silvia León, del hospital pediátrico Juan Manuel Márquez.

Manifestaban las expertas que el tipo de maltrato más frecuente en las edades más tempranas es la negligencia o el abandono físico y en la adolescencia, el maltrato emocional a través de palabras, gestos, apatía e imposición de criterios. “En estos menores, generalmente se observan patrones de baja autoestima, incapacidad para confiar en otros, conducta agresiva, retraimiento, miedo de realizar actividades nue­vas, problemas escolares, hiperactividad, in­somnio, abuso de drogas o de alcohol y tendencia a interrupciones en su estabilidad vi­vencial, su sentido de comunidad y estructura familiar”.

Asimismo, planteaba la doctora Cruz “muchos estudios demuestran que cuando al­guien es maltratado o abusado durante la ni­ñez, existen grandes posibilidades de que sea violento en la adolescencia o adultez o que tenga tendencia a la depresión, padecer de trastornos psicosomáticos, psiquiátricos y psicopatológicos. Hay per­sonas que son capaces de sobreponerse a la adversidad y resultan fortalecidos, pero hay otras que no”.

Del maltrato infantil, que con diferentes ca­ras se muestra en los escenarios sociales, y enmascarado puede llegar incluso a los hospitales, nos alerta en buena medida la encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados, MICS, 2014, que aplicó la Dirección Nacional de Registros Médicos y Estadísticas de Salud, junto al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Precisamente al indagar en el ámbito familiar (9 958 hogares) —que tanta responsabilidad tiene en la educación de los menores—, sobre los métodos que los adultos del hogar usaron para disciplinar, durante el mes anterior a la aplicación de la encuesta, a un niño y niña seleccionada, MICS nos convoca a reflexionar.

Coinciden sus resultados con otras investigaciones, que dan cuenta de que en nuestro país, a pesar del amplio trabajo social e institucional, aún subsisten en la familia maltrato físico y psicológico, los cuales no por ser menos frecuentes y graves, dejan de constituir un problema. A ello se suma la reproducción de es­quemas culturales, donde tradiciones y reglas familiares lo ocultan, encubren y lo justifican, aspecto muy a tener presente a la hora de intervenir sobre el fenómeno.

La Convención sobre los derechos del niño reconoce que “para el pleno y armonioso desa­rrollo de su personalidad, el niño debe crecer en el seno de la familia, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión”, lo que presupone la atención y protección por parte de sus padres. De ahí que MICS, 2014, advierta que “enseñar a los niños y niñas a tener autocontrol y un comportamiento aceptable, forma parte del modo de disciplinarlos en todas las culturas”, aunque en algunas de ellas, y en otros tiempos, la violencia fue considerada como una vía idónea para lograrlo.

“Educar a los hijos/as de manera positiva implica orientarlos para que aprendan a manejar sus emociones o conflictos, de modo que desarrollen el juicio y la responsabilidad y preserven su autoestima, integridad física y psicológica, y dignidad. Sin embargo, con frecuencia se educa a niños y niñas con métodos punitivos, en los que se emplea la fuerza física o la intimidación verbal para lograr las conductas deseadas”, refiere la encuesta.

Según los estudios sobre el tema —citados en MICS, 2014— la exposición de los niños y niñas a la disciplina violenta tiene consecuencias perjudiciales que van desde los impactos inmediatos hasta los daños a largo plazo que se llevan a la vida adulta. “La violencia dificulta el desarrollo, las capacidades de aprendizaje y el rendimiento escolar de los niños/as; inhibe las relaciones positivas, causa baja autoestima, angustia emocional y depresión y puede conducir incluso algunas veces a riesgos y autolesiones”.

De acuerdo con los resultados de las entrevistas, en Cuba, el 36 % de los niños y niñas de uno a 14 años encuestados fueron sometidos al menos a una forma de castigo psicológico o físico por miembros del hogar durante el mes anterior. Los niños y niñas de cinco a nueve años fueron los más sometidos a métodos violentos de disciplina (40 %).

Asimismo, la encuesta reflejó que poco más de una tercera parte de los hogares emplea una combinación de prácticas disciplinarias violentas, lo cual refleja que los cuidadores desean controlar la conducta de los infantes de cualquier forma. Mientras que el 21 % de los niños y niñas fueron sometidos a agresión psi­coló­gica, aproximadamente el 28 % tuvo un castigo físico.

Solo uno de cada tres niños y niñas de Cu­ba, el 37 %, experimentan prácticas de disciplina no violentas.

Los hogares donde el jefe tiene un menor nivel educacional presentan porcentajes más elevados de disciplina física, mientras que los menores que residen en la región central y oriental fueron sometidos a violencia física en mayor proporción que el resto de las regiones (37 % y 31 % respectivamente).

Aun cuando los métodos violentos son formas disciplinarias bastante comunes, solo el 4 % de los encuestados cree que el castigo físico es necesario para educar a los hijos/as. La región occidental es la que refleja mayor porcentaje de personas que justifican el castigo físico (6 %), así como las personas del área rural y los encuestados de 25 a 39 años (7 %).

Cifras que denotan, quizá, la baja percepción de riesgo existente en la población en relación con esos fenómenos “ocultos” como es la violencia que se ejerce sobre niños y niñas.

Fuente: http://www.granma.cu/todo-salud/2016-08-07/las-evidentes-cicatrices-de-golpes-ocultos-07-08-2016-22-08-44

Imagen: http://www.granma.cu/file/img/2016/08/medium/f0065469.jpg

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