Por: Ignacio Mantilla
No pretendo ahondar en las fortalezas y debilidades del programa, más bien quiero esforzarme por dar a conocer a los lectores, los programas que desde hace ya décadas desarrolla la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, de manera silenciosa, efectiva y persistente, con su experiencia y capacidad, para ofrecer soluciones bien pensadas y eficientemente direccionadas a distintas poblaciones y comunidades. Estos programas han logrado resultados envidiables para disminuir la desigualdad, estimular la excelencia e incrementar las oportunidades entre la población más vulnerable de nuestro país, ofreciéndoles educación de calidad.
No hay duda de que la educación presenta grandes diferencias entre las regiones y subregiones, así como entre las capitales de departamento y los municipios apartados, lo que acentúa la brecha en el ingreso a la educación superior. A manera de ejemplo, los jóvenes del programa “Ser pilo paga” en Bogotá son 1801, mientras que en el departamento del Cauca son 217, la mayoría concentrados en Popayán.
Para contribuir a eliminar estas inequidades, la Universidad Nacional, como lo he explicado en otras ocasiones, ha implementado varios programas de admisión especial (PAES), para mejores bachilleres de población negra, afrocolombiana, palenquera y raizal; para los mejores bachilleres de municipios pobres, para bachilleres víctimas del conflicto armado interno y para bachilleres integrantes de comunidades indígenas. En estos casos se destinan cupos en las 94 carreras de nuestra Institución para que los aspirantes de estos grupos compitan entre ellos solamente. Es así como, un bachiller indígena puede aspirar a estudiar la carrera de su preferencia, sin competir por el cupo con los bachilleres de las grandes ciudades que han tenido mejores oportunidades de formación.
Para ampliar el espectro de inclusión social, la Universidad estableció en el año 2008 el Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (PEAMA), mediante el cual bachilleres de las zonas de influencia de nuestras sedes de frontera (San Andrés, Arauca, Leticia y Tumaco) admitidos a la Universidad inician su carrera en estos municipios. Para ellos la Universidad ofrece cupos en 74 de sus 94 carreras.
En este semestre, al proceso regular de admisión se presentaron 70 000 aspirantes que compitieron por 5000 cupos. Con esta demanda tan alta, los bachilleres de grupos y poblaciones vulnerables, en ausencia de programas especiales de admisión, como los ofrecidos por la Universidad Nacional, no tendrían oportunidad de ingresar a la universidad.
Actualmente, en la Universidad Nacional el 8,4 % de los estudiantes de pregrado han sido admitidos por programas especiales: 2321 en los programas PAES y 1319 en el programa PEAMA. Estos estudiantes provienen de 331 municipios del país, entre los que se encuentran algunos tan apartados de las grandes urbes como La Hormiga en Putumayo, Barranco de Loba en Bolívar o Puerto Nariño en Amazonas. En mi opinión estos estudiantes son auténticos “pilos”, que han demostrado estar dentro de los mejores de su región o de su comunidad. Y no sobra precisar que actualmente, en la Universidad Nacional están matriculados estudiantes provenientes de 914 municipios del país, cifra que muestra con contundencia el carácter nacional de la Universidad.
Pero más allá de los programas de inclusión, la Universidad Nacional cuenta con un sistema de matrículas, de pago diferenciado según la situación socioeconómica del estudiante, que garantiza que todos, por ser admitidos a la Universidad, estén subsidiados para estudiar en ella. El costo semestral promedio de un estudiante en la Universidad es de alrededor de 17 smmlv, y la matrícula máxima, la que pagan los estudiantes cuyas familias pertenecen al estrato más alto, es de tan solo 10 smmlv. El valor promedio de la matrícula semestral que deben cubrir los estudiantes no alcanza 1 smmlv y, además, los estudiantes que ingresan a través de los programas especiales de admisión pagan a lo sumo $100 000 por semestre.
Con todo, independientemente de su situación socioeconómica, los estudiantes que tienen un rendimiento académico sobresaliente en su carrera, reciben exención total del pago de su matrícula. Estos son más de de 2000 estudiantes «repilos».
Sin embargo, la falta de recursos para mantenerse en las sedes andinas de la Universidad Nacional (Bogotá, Medellín, Manizales y Palmira), ciudades diferentes y lejanas a su ciudad de origen, hacen que con frecuencia estos «pilos», especialmente los de los programas especiales, tengan que suspender sus estudios, perdiéndose así los esfuerzos económicos que hace la Universidad y, por lo tanto, la sociedad para que no paguen una matrícula.
Hago un llamado al gobierno nacional para que, de los nuevos recursos públicos destinados al programa “Ser pilo paga”, también se destine algún porcentaje, a estos otros «pilos», a la atención de estos jóvenes vulnerables, pero “pilos», que más que el pago de su matrícula necesitan mejores condiciones de manutención mientras estudian. Muchos de estos jóvenes, profesionales del futuro, retornarán a sus comunidades y aportarán con seguridad al desarrollo de su población.
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/universidad-nacional-quien-pilo-no-paga