Europa/Grecia/3 de enero de 2016/Fuente: el diario
No voy a decir nada nuevo; todos/as sabemos que la educación es un derecho recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por ello en ocasiones damos por hecho que cualquier niño/a, de cualquier lugar, accede a ella. ¿Cualquier niño/a? ¿estamos seguros de ello?
Desde que entré en el campo de Ritsona, supe desde el principio que quería resolver de primera mano esa pregunta. No me fué complicado; una de las voluntarias independientes de allí me presentó a Ahmad, 25 años, natural de Damasco. Este joven residente, junto con siete personas más, se ofrecieron como profesores dentro del campo para impartir clases.
Dicho proyecto nada tenía que envidiar a la educación reglada ofrecida en otros centros; noventa menores sirios de entre 5 a 12 años, impartían diversas asignaturas (inglés, árabe, matemáticas y deportes), cinco días a la semana. Realizaban exámenes periódicamente y sus educadores tenían una relación estrecha con padres y comunidad. Incluso a día de hoy existe, entre niños/as kurdos y árabes buena relación dentro del aula.
Pero a mediados del mes de cctubre, el ministerio de Educación griego tomó la decisión de trasladar a estos menores a cuatro centros de la zona, bajo promesas que nunca se llegaron a cumplir, y como no, haciendo bombo y platillo la noticia en los medios.
Enseguida llegaron los problemas; padres griegos que sus hijos/as compartían espacio con sirios, se quejaron inmediatamente del peligro que aquello podía ocasionar. Imagínense ustedes por un momento a sus hijos/as expuestos a enfermedades y todo tipo de contagios por compartir aula con niños/as refugiados. Vuelvan a leer la última frase y pregúntense: ¿ esta situación es real?, ¿ se tomó una decisión al respecto? Pues sí, señores. Los niños/as sirios dejaron de acudir en horario de mañana al centro y pasaron a hacerlo por la tarde, para no cruzarse con los griegos. Sí, una vergüenza, pero es una decisión gubernamental a la que no se puede recurrir.
Desde entonces, algunos padres y madres del campo de refugiados han decidido que sus hijos/as no acudan más al colegio, ya que éstos actualmente sólo reciben clases de griego, reduciéndose a un tercio el número de menores. Y otros ni siquiera han tenido la oportunidad de elegir, como los de Fátima, que le asignaron un centro lejos de su casa sin posibilidad de transporte.
Mientras Europa mire para otro lado, estos pequeños valientes seguirán sin tener cubiertas sus necesidades básicas. Seguirán sin poder tener la oportunidad de ser niños/as. Ellos/as son nuestro proyecto de futuro pero parecer ser que en Occidente esta cuestión la tenemos como asignatura pendiente.
Escribo a 1 de enero con la esperanza de que en este nuevo año las cosas cambien. De volver en unos meses a Ritsona y comprobar, que Fátima está feliz porque acude al colegio con el resto de compañeros/as y disfruta aprendiendo. Nosotros seguiremos trabajando en la medida de nuestras posibilidades para que así sea.
Fuente:http://www.eldiario.es/murcia/sociedad/derecho-infancia_0_597040578.html
Imagen: images.eldiario.es/fotos/Campo-Ritsona-Grecia-Inigo-Sola_EDIIMA20170101_0229_4.jpg