Nuestro sistema educativo, produce profesionistas casi monolingües: casi hablan, casi leen y casi escriben el español.
Un elemento del Modelo Educativo recién presentado, que para algunos tiene el mayor de los atractivos, es el compromiso del Estado mexicano de ofrecer la enseñanza del inglés, y lograr su aprendizaje por parte del alumnado que acude a nuestras escuelas públicas.
A estas alturas, ¿es posible que haya alguien con dos dedos de frente que piense, que efectivamente, dicho compromiso tiene visos de ser cumplido en, digamos, diez años, veinte quizás?
Las cifras relativas al personal requerido para impartir clases de inglés en los niveles desde preescolar al superior, aunadas al monto de los recursos necesarios para contratarlo, palidecen ante situaciones de otra índole las cuales, si me permite, calificaría como obstáculos culturales.
De entrada, para dejar de lado toda ilusión al respecto, señalemos y aceptemos que somos una sociedad, reacia al aprendizaje de otro idioma. Además, nuestro sistema educativo —tanto en su parte pública como privada—, produce profesionistas casi monolingües: Casi hablan, casi leen y casi escriben el español.
Hasta hace pocos años, el modelo de desarrollo económico del país estaba centrado en una visión endógena, hacia adentro, que nos inculcó la idea de que México y los mexicanos, nada necesitábamos del exterior, de sus avances y menos de sus ideas las cuales —en una expresión de soberbia e ignorancia supina—, llegamos a calificar de exóticas.
Esta visión, de la necesidad y conveniencia de aprender otro idioma, no es algo que importe para un alto porcentaje de los mexicanos. Es a tal grado el rechazo a aprender otro idioma, que el nivel económico no guarda relación alguna con la comprensión de su importancia y utilidad y, afirmaría, de su actual obligatoriedad.
Si usted domina aceptablemente el inglés, para no hablar del alemán o francés o alguna otra lengua, ¿qué siente al escuchar a nuestros flamantes doctores en esto o lo otro que intentan expresarse en inglés? ¿No siente pena al escucharlos, no sólo por su acento, sino por su paupérrimo vocabulario y errores sintácticos?
¿Recuerda usted el rechazo de los que estudian para delincuentes en alguna escuela normal, que con orgullo hicieron saber que se oponían a la enseñanza del inglés y también, ¡faltaría más!, de computación?
Si dudare de lo que afirmo, le pido haga un remedo de encuesta con los maestros de sus hijos o nietos, si es que asisten a alguna escuela pública. Pregúnteles, por favor, si hablan, leen y/o escriben inglés. Si bien sus respuestas no son, en modo alguno, equiparables a las que daría una muestra elaborada con apego a la estadística, sí son un buen indicador del muy pobre panorama del nivel de conocimiento del inglés del magisterio mexicano.
¿Cómo vencer ese obstáculo? ¿Cómo esperar que maestros anquilosados en lo que se refiere a métodos de enseñanza y a contenidos caducos, de repente abriguen de buena gana la promoción y enseñanza de una lengua extranjera, en este caso, el inglés?
Ahora, recorra las oficinas de la Secretaría de Educación Pública y las de sus delegaciones estatales, y haga el mismo ejercicio y encontrará, muchos políticos y burócratas monolingües, cuyo conocimiento de otra lengua es prácticamente nulo.
Ante esa dolorosa realidad, le pido que haga a los suyos un gran favor: Intente darles la oportunidad para que, desde edad temprana, conozcan el inglés en una escuela particular. El sacrificio que hoy haga usted por ellos, será compensado con creces mañana.
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/angel-verdugo/2017/03/24/1153796
Imagen: http://diario.mx/imagesnotas/2017/03/imp1928571.jpg