Las preguntas incomodas en una sociedad racista: el caso educativo en Colombia.

La sociedad marca a la blanquitud como una seña de progreso e ideal. Y los niños, claro, asumen esos estereotipos desde tempranos momentos.

Por: Maria Isabel Mena.

El racismo se niega constantemente entre los colombianos[1]. A pesar de que saltan a la vista los desfases de toda índole entre la población blanca y la comunidad negra, el sentido común aduce que el problema no radica en el color de la piel y que dadas las desigualdades que padecen de todas las personas pobres, la piel oscura no es un síntoma real de pobreza.

El mito de una nación que se edificó sin fronteras raciales, ni asimetrías por el color de la piel, ha llenado de silencios y vacíos los cuestionamientos sobre los índices de calidad de vida de las personas negras.

Como si fuera poco, la institucionalidad colombiana no parece interesada en resolver los asuntos pendientes con el pueblo negro y sus demandas históricas de reparación por el crimen de la esclavitud.

Se olvida con gran facilidad que durante casi cuatro siglos los poderosos apellidos de este país llenaron sus fortunas con el trabajo de los africanos y sus descendientes. Ese pedazo de la historia de este país es lo que la oligarquía se niega a reconocer.

Incluso, ha inventado unas argucias morales para cerrarle el paso a una población que no tiene el mismo punto de partida histórico que otros grupos sociales y por lo tanto ha logrado que no se admita la urgencia de medidas compensatorias para equilibrar esos desajustes históricos. Esa es la prueba fehaciente del racismo que invade a la nación.

Piénsese, por ejemplo, que los informes sobre calidad de la educación mencionan que el contexto de apoyo a los estudiantes es un elemento vital para los resultados educativos.

Se ha señalado hasta la saciedad que tener padres profesionales constituye un vector importante en los logros académicos y la pregunta es ¿cuántos de los estudiantes negros tienen un soporte familiar cualificado que pueda apoyar el proceso estudiantil de los chicos y las chicas?

Si en su gran mayoría esta población está subempleada o en empleos de baja estima social, valdría la pena reunir material empírico que logre dar cuenta del impacto de este elemento al interior del sistema educativo.

En este punto, vale la pena identificar otros elementos que suman al debate sobre la educación y la comunidad negra.

Tanto la implementación  de la etnoeducación (Decreto 804 ) como la implantación de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos (Decreto 1122 de 1998) ha sido una experiencia fallida del Estado colombiano.

Se pueden recorrer departamentos enteros donde a la fecha, las secretarias de educación no han aplicado esta normativa. Por otro lado, las facultades de educación han sido reacias a revisar el currículo para la formación de los docentes. El material educativo (textos escolares, cartillas, libros didácticos) aun circula lleno de estereotipos y prejuicios sobre la comunidad negra.

Hay otro plano de esta discusión, todavía más descuidado y por lo tanto más letal para la comunidad negra: se trata de los efectos psicosociales del racismo en los niños y niñas. A pesar de la  intensidad de la batalla contra el racismo la infancia es agredida por su color de piel, por su cabello, por su fenotipo principalmente.

El Estado no ha construido rutas de protección contra el racismo escolar. Y Ante la falta de cumplimiento de la normativa nacional e internacional una nueva mentira llega a la política educativa; le llaman enfoque diferencial que no es más que una muletilla de los funcionarios de turno para distraer a las comunidades del goce de los derechos que han logrado conquistar.

El punto es ¿dónde está el enfoque diferencial para cubrir a los chicos contra el racismo?  ¿Dónde está ese enfoque para garantizar los recursos para las iniciativas de esta comunidad?  ¿Cómo se implementa el enigmático enfoque cuando se trata de las minutas regionales para la alimentación de los más pequeños? Podríamos seguir hasta el infinito.

Seguramente quienes leen este medio se han percatado que en las guarderías y hogares infantiles no existen muñecas negras, la decoración de estas instituciones es alusiva a la “blanquitud”, los cuentos infantiles son eurocéntricos y cartillas de lectura y escritura no promueven a la negritud como una representación digna de valorar por parte de la comunidad negra en su primer ciclo vital.

Si bien la familia cumple un rol decisivo en la construcción de identidad de los niños, la sociedad marca a la blanquitud como una seña de progreso e ideal. Y los niños, claro, asumen esos estereotipos desde tempranos momentos.

Todos los debates están abiertos y se debe apuntar en la dirección correcta para señalar a quien le corresponde responder por las cuestiones que hemos tocado tangencialmente en esta columna.

Este es un debate necesario para evidenciar todos los desafíos que le esperan a este país y para cumplir con la utopía de una sociedad garante de los derechos de los niños y las niñas.

Fuente: http://lasillavacia.com/silla-llena/red-etnica/historia/las-preguntas-incomodas-en-una-sociedad-racista-el-caso-educativo-en

Imagen: http://cde.3.elcomercio.pe/ima/0/0/8/7/8/878476/base_image.jpg

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Maria Isabel Mena

Profesora En La UNAB