Por: Hector G. Barnés
En 1968, el profesor Julian Stanley, un matemático fascinado por los misterios del talento intelectual, conoció a Joseph Bates, un prometedor niño de 12 años. La vida de ambos nunca volvería a ser igual, y de su encuentro nació el que quizá sea el proyecto más ambicioso jamás diseñado para entender el funcionamiento de la mente de los niños mucho más inteligentes que la media. Bates, desde luego, era uno de ellos: a su edad ya había aprobado un curso de informática en la Universidad John Hopkins y en sus ratos libres le explicaba a otros estudiantes universitarios el lenguaje de programación FORTRAN.
Bates se convirtió en el estudiante cero del SMPY (Study of Mathematically Precocious Youth, “Estudio de los Jóvenes Matemáticamente Precoces”), que comenzó como una modesta investigación sobre los rasgos de la genialidad infantil y a día de hoy, 45 años después, recoge los datos de la carrera de 5.000 individuos que han dado lugar a 400 investigaciones y libros como ‘Lives of Promise’ de Karen Arnold. Su objetivo no era únicamente identificar rasgos diferenciales, sino también entender de qué factores depende su éxito posterior, por lo que ha terminado convirtiéndose en una guía para el desarrollo de programas de fomento del talento.
Muchos de ellos obtienen en el SAT calificaciones que les permitirían entrar al instante en una de las universidades de élite norteamericanas
Uno de ellos es el Centro para Jóvenes Talentosos de la Universidad John Hopkins, abierto por el propio Stanley a principios de los años 80. Por él pasaron estudiantes como Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, Lady Gaga o el cofundador de Google, Sergey Brin. Todos ellos tenían algún en común, como recordaba un reportaje publicado en ‘Nature’: formaban parte del 1% con mejores notas en los exámenes de acceso a la universidad, que es el primero de los hallazgos con los que se topó el proyecto.
La Selectividad (americana), una buena guía
Durante décadas, los psicólogos cognitivos se preguntaron cuál podía ser el mejor método para identificar a los jóvenes más privilegiados. Lewis Terman, por ejemplo, comprobó decepcionado cómo aquellos con un mayor coeficiente intelectual no solían llegar siempre lejos, mientras que algunos de los que habían sido descartados por ese criterio habían obtenido el Nobel, como Willian Shockley o Luis Álvarez. Así que Stanley le pidió a Bates que hiciese una serie de exámenes, entre los que se encontraba el SAT, un equivalente a la Selectividad española que se utiliza para determinar el acceso a la universidad.
Ese examen ha terminado convirtiéndose en una brújula para conocer el talento innato de los estudiantes: a pesar de estar destinado a alumnos de alrededor de 18 años, muchos de los que lo realizaban eran capaces de obtener a los 12 notas que los permitirían ingresar en un centro de élite y a encontrar solución a problemas para los que en teoría no les habían preparado en sus clases.
Se nace, pero luego se hace
¿Hasta qué punto determinan las capacidades innatas el rendimiento posterior? El SMPY ha ofrecido una respuesta un tanto incómoda: disponer de una gran capacidad cognitiva en la infancia es mucho más importante a la hora de alcanzar el éxito que otros factores como el entrenamiento, o –buena noticia– pertenecer a uno u otro estrato socioeconómico. Sin embargo, el proyecto también pone de manifiesto que esta predisposición es inútil si dicho talento no se refuerza más tarde a través de una intervención adecuada. Esta idea sugiere una cierta predestinación entre aquellos llamados a liderar la sociedad. Como señalaba el psicólogo del programa de talento de la Universidad de Duke Jonathan Wai a ‘Nature’, “los niños cuyas notas forman parte del 1% tienden a convertirse en científicos y académicos eminentes, CEOen empresas de Fortune 500 y jueces, senadores y multimillonarios”.
Muchos de los que obtenían buenas notas en habilidad espacial terminaban convirtiéndose en arquitectos, cirujanos o ingenieros de primera fila
La habilidad espacial, determinante
En 1976, Stanley dio arranque a la segunda fase de su estudio incorporando en los test la habilidad espacial, entendida como la capacidad de entender, memorizar y recordar las relaciones de posición y tamaño entre objetos. El psicólogo sospechaba que era un factor clave y, casi cuatro décadas después, un metaestudio publicado en ‘Psychological Science’ a partir de los datos del SMPY confirmó que, efectivamente, “la habilidad espacial tiene un rol único en el desarrollo de la creatividad”. Muchos de aquellos que obtenían buenas notas a este respecto terminaban convirtiéndose en arquitectos, cirujanos o ingenieros de primera fila.
Saltarse un curso es positivo
Otra polémica conclusión del SMPY es que adelantar a los estudiantes algún curso que otro redunda en su beneficio. Al fin y al cabo, sugiere esta lógica, si son capaces de sacar las notas más altas en la Selectividad, ¿para qué necesitan cursar asignaturas que ya conocen? A menudo se argumenta que los estudiantes adelantados a su curso suelen tener problemas de adaptación, pero según las conclusiones del proyecto estadounidense, los beneficios no son solo académicos, sino también emocionales.
“Los niños no necesitan algo nuevo o innovador, sino simplemente acceder antes a lo que ya está disponible para los mayores”, explica el psicólogo David Lubinski, actual responsable del programa. De ahí que se anime a los padres a que sus hijos se enfrenten a materiales escolares o lecturas por encima de lo correspondiente a su edad. El propio Bates lo experimentó en sus propias carnes, cuando tras sufrir en el instituto, descubrió que se sentía como un pez en el agua en la universidad al conocer a otras personas como él.
¿Cómo criar a un niño con talento?
Como hemos explicado anteriormente, no basta con tener las condiciones necesarias si estas no se desarrollan correctamente. Estos son algunos de los consejos de los psicólogos del desarrollo para que los padres ayuden a los hijos sin que su condición excepcional suponga una carga:
- Exponerlos a diferentes experiencias. Los padres deben apoyar a sus hijos cuando muestran interés por algo, ayudarles a encontrar su vocación o hacerles entender que la adopción de riesgos y el fracaso los ayudan a mejorar.
- Esfuerzo, no habilidad. A pesar de haber nacido con unas condiciones especiales, los niños deben entender que de su capacidad para explotarlo depende su éxito futuro, por lo que no pueden dormirse en los laureles. La clave está en crecer continuamente.
- Trabaja con los profesores. Los expertos pueden jugar un papel importantísmo a la hora de que los niños exploten su potencial y que los padres entiendan sus necesidades, que muchas veces pasan por disfrutar de una mayor libertad. Examinar las habilidades del niño puede ser clave cuando es momento de asignarles tareas más avanzadas o, en otros casos, de detectar otros problemas asociados como la dislexia o los desórdenes de hiperactividad.
Cuidado con las etiquetas
El SMPY ha sido a menudo criticado por su obsesión por determinar las posibilidades de éxito de los alumnos desde una edad muy temprana, lo que puede tener efectos muy negativos para todos ellos. Para aquellos que obtienen mejores calificaciones en las pruebas, porque sienten una presión añadida a la hora de triunfar que puede truncar sus expectativas; de ahí que sea tan importante el apoyo emocional de la familia. Para los que no forman parte de este club selecto, puede ser una manera de rebajar sus expectativas a una corta edad. Como recuerdan estos detractores, hay otros factores como la motivación o la personalidad que son determinantes en el desarrollo de los adolescentes.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-09-19/smpy-estudio-ninos-genio_1444115/