Jordania / 18 de febrero de 2018 / Autor: Maram Alkayed (Traducción de Diana Ulloa) / Fuente: Global Voice
El 2017 trajo un desafortunado aumento del desempleo en Jordania, que alcanzó un punto máximo de 18,5%. El futuro tampoco se ve muy prometedor, para 2018 se avizora un aumento aún mayor.
Para los que poseen títulos universitarios, la situación es peor que la de la población general: el 23% está desempleado. De los graduados sin trabajo, 27% son hombres, mientras que 68% son mujeres.
Los costos de matrícula se dispararon en los últimos años, pero quienes logran pagarlo no tienen garantizado un trabajo decente al final de su camino universitario. Los graduados con los que habló Global Voices se quejaron de haber tenido que sumergirse en la política y confusos consejos laborales gubernamentales durante sus años de universidad. Y ahora se encuentran con trabajo no especializado y mal pagado —o simplemente sin trabajo.
“Mi educación no ha facilitado mi vida laboral, más bien ha sido lo contrario”, contó Lara Mohsen, exestudiante de la Universidad Al-Balqa en Jordania, a Global Voices.
La educación de la que habla Lara y muchos otros es la que ofrecen las universidades públicas y privadas. Como en Jordania, el gobierno que existe es una monarquía constitucional, los estudiantes deben lidiar con políticas de admisión en constante cambio, que cada gobierno mejora o cambia por completo.
Además, los estudiantes se convierten en testigos de peligrosos enfrentamientos tribales en las universidades, ya que las leyes tribales son predominantes en Jordania y los conflictos internos entre las tribus muchas encuentran su camino en las instituciones educativas a través de los jóvenes.
Yazan Bahbouh, contador graduado de la Universidad de Petra, dijo a Global Voices que no sabía qué beneficios tenía su título:
Dana, farmacéutica, contó a Global Voices que en su trabajo la explotaban para que hiciera trabajo extra que no le correspondía:
Las historias de Yazan y Dana no son únicas. Generalmente, los graduados universitarios rechazan trabajos que consideran inferiores a su nivel de educación, pero con 100.000 recién graduados buscando trabajo cada año, los puestos que Yazan y Dana rechazaron pueden ser fácilmente ocupados por muchos otros desesperados por conseguirlos.
La dificultad de hacerse camino entre las necesidades “en constante cambio” del mercado
Taima, traductora graduada de la Universidad de Yarmouk, dice que actualmente gana igual que lo que ganaba en sus años de traductora independiente y estudiante:
El Servicio Civil de Jordania emite informes anuales sobre las especializaciones que más se necesitan en el mercado y qué sectores se han quedado sin cupos. La agencia también aconseja al Ministerio de Enseñanza Superior sobre cuáles carreras no se necesitan en el mercado, y por lo tanto, deberían cerrarse; y cuáles deberían admitir un menor número de estudiantes.
Sin embargo, generalmente las universidades y los estudiantes no confían en esos informes, pues quien los emite es el Gobierno, al que muchos culpan del problema del desempleo.
Generalmente, los informes aconsejan a las universidades a eliminar carreras que no se necesitan en el sector público (como psicología), aunque tengan demanda en el sector privado. Además, especializarse puede no dar frutos en Jordania por el estado actual de la economía, pero podría ser lucrativo en otro lugar.
Por ejemplo, Rawan, quien tiene doble ciudadanía jordana y estadounidense. Después de rgraduarse de médico veterinario de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Jordania, se quedó sin trabajo por más o menos un año y ahora ha decidido volver a Estados Unidos:
Además, existen otros problemas con el consejo de la agencia, como el hecho de muchos evitan estudiar una carrera, ya sea por recomendación oficial o no, que requiera que abran su propio negocio, ya que ha quedado demostrado que las leyes de comercio que crea el Gobierno son ineficaces.
Recientemente, la Universidad de Jordania creó una nueva carrera en la facultad de idiomas extranjeros, acción que va en contra del informe de la agencia, que aconsejó a las universidades reducir el número de estudiantes admitidos en la carrera en los próximos cinco años.
La nueva y competitiva carrera de la Universidad de Jordania cuesta 60 dinares jordanos (85 dólares estadounidenses), tres veces más que cualquier otra en la facultad. Abrir una nueva carrera que cuesta el triple en una facultad cuyo título el Gobierno considera redundante es totalmente lo contrario a cumplir los hallazgos del informe.
Consecuencias de la ley jordana de nacionalidad en la educación superior
Jihad, hijo de madre jordana y padre yemení, enfrenta un problema aún mayor. Aunque nació y se crió en Jordania, Jihad aún es considerado yemení porque la ley en el país solo concede la nacionalidad si el padre es jordano.
Por lo tanto, debe inscribirse bajo el programa internacional en la Universidad de Jordania. Aunque aprobó el Twajihi (examen general de secundaria que deben rendir los estudiantes de último año para postular a la admisión universitaria), debe registrarse como extranjero y pagar 500 dólares estadounidenses por hora de crédito, mientras que sus compañeros que se registraron en el programa competitivo pagan 45 dinares jordanos (63 dólares estadounidenses).
Jihad trabaja en un centro médico, donde gana 550 dinares jordanos al mes (500 dólares estadounidenses). A ese ritmo tendrá que trabajar unos 22 años para pagar su educación (eso es, por supuesto, solo tomando en cuenta las horas de crédito oficiales del programa, y sin incluir el valor de libros, subsidio y pagos extra de matrícula).
“Podría abrir un hospital entero con los 132.500 dólares estadounidenses que me costará su educación”, bromeó el padre de Jihad.
Afortunadamente para otros, leyes nuevas emitidas en 2017 darían los mismos privilegios de educación superior que tienen los ciudadanos jordanos a los hijos de madres jordanas y padres extranjeros, aunque no será de mucha ayuda para Jihad y los otros que postularon a las universidades antes de esto. Además, los refugiados sirios y titulares de pasaportes extranjeros que nacieron y crecieron en Jordania (personas que migraron a Jordania desde Gaza en los conflictos israelí-palestinos de 1948 y 1967, por ejemplo) están excluidos y, por lo tanto, deben inscribirse en el programa internacional.
Discriminación a discapacitados del mercado laboral
Las historias de estudiantes que luchan con el desempleo abundan, pero algunos enfrentan desafíos adicionales como discapacidades.
Hakeem tiene miopía y fue estudiante de finanzas en la Universidad de Gerasa. Después de un dificultoso paso por la secundaria y la universidad, finalmente se graduó con un promedio alto en 2015. Sigue sin trabajo hasta el día de hoy, dado que las empresas prefieren contratar a uno de los tantos candidatos que no tienen discapacidad.
Un amigo de la infancia de Hakeem, que ha cambiado de trabajo con frecuencia desde que se graduado, dijo a Global Voices que esperaba que los estudios ayudaran a su amigo:
Estas historias pintan una imagen de desempleo en Jordania que experimentan universitarios con título, que invirtieron dinero en sus estudios pues pensaron que les traería trabajo remunerado. En cambio, los dejó decepcionados del mundo real y, en consecuencia, de su país y de ellos mismos.
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