Sobre educación e infancia

Por: Renato Opertti.

La propuesta de cambio educativo impulsada por Eduy21 (www.eduy21.org) considera a la primera infancia como una de las áreas estratégicas de la transformación educativa.

El objetivo fundamental es fortalecer los avances que en primera infancia y educación inicial el país ha realizado desde el retorno al régimen democrático de gobierno en 1985. Destacamos seis avances.

En primer lugar, la universalización de la cobertura en la edad de cinco años, próxima a lograrla en cuatro, y mayor al 70% en tres. En segundo lugar, la obligatoriedad de asistencia a los centros educativos desde los cuatro años establecida por la Ley General de Educación 18.437 (2008).

En tercer lugar, los Centros de Atención a la Infancia y la Familia (CAIF), que atienden a los niños de 0 a 3 años priorizando poblaciones en situaciones de pobreza y/o vulnerabilidad social (INAU, 2017). En cuarto lugar, la incorporación de la primera infancia al Sistema Nacional de Cuidados como un intento de fortalecer las prestaciones sociales en los grupos de edades más vulnerables. En quinto lugar, la elaboración de un “Marco curricular para la atención y educación de niñas y niños uruguayos. Desde el nacimiento a los seis años”, liderado por el Ministerio de Educación y Cultura (2014). En sexto lugar, el proyecto de ley de Garantías para el Desarrollo, Educación, Atención y Protección Integral de la Primera Infancia, que impulsa la diputada Cristina Lustemberg, y que tiene por finalidad optimizar la coordinación y los recursos de las políticas con foco en mujeres embarazadas y en población infantil de hasta 6 años.

Entendemos la necesidad de apuntalar estos avances bajo el marco de una política social de infancia de 0 a 6 años, y de una educación unitaria y compacta de 3 a 18 años. Cinco son los aspectos que singularizan la propuesta de Eduy21: compromiso intergeneracional, integralidad, especificidad, diversidad y jerarquización del educador. Veamos cada uno de ellos.

El primer aspecto, compromiso intergeneracional, tiene que ver con la necesidad de agendar como prioridad combatir la infantilización de la pobreza. Según estimaciones del Instituto Nacional de Estadística, la pobreza, medida por insuficiencia de ingresos, alcanza, en el 2017, al 17.4% entre los menores de 6 años, más de dos veces superior a la registrada entre la población total (7.9%) y más de trece veces superior a la constatada entre los de 65 años y más (1.3%). Por otra parte, los quintiles de menores ingresos con población entre 0 y 6 años, son los que menos acceden a la educación inicial. Mientras que solamente uno de cada dos, de la franja más baja de ingresos (Quintil 1), en la edad de 3 años, accede a la educación inicial, esta relación es más de nueve de cada diez en el quintil de mayores ingresos.

Estos datos son reveladores de profundas brechas sociales entre generaciones. Se señala que desde el nacimiento hasta los 5 años, los niños desarrollan capacidades fundacionales para el resto de la vida. Esas capacidades son claramente cognitivas y lingüísticas, pero también emocionales, sociales y morales. Por otra parte, la apoyatura familiar, esto es, la capacidad de cuidar, sostener y estimular al niño o la niña, puede marcar una diferencia decisiva en su bienestar y desarrollo a presente y a futuro.

A la luz de esta situación, Eduy21 plantea universalizar la cobertura en la edad de tres al 2022, con foco en los dos quintiles de más bajos ingresos que concentran la mayoría absoluta de los niños y que son una vía crítica de la reproducción biológica y social de la pobreza.

El segundo aspecto, la integralidad, supone la intersección y las sinergias entre política social y educativa de infancia. Se trata de priorizar el bienestar y el desarrollo integral y balanceado del pequeño o pequeña. En una etapa de cambios acelerados, lo que se logre o no, dependerá de los intercambios que el niño o la niña tenga con su medio. Una adecuada higiene y alimentación son básicas, por supuesto, pero de ningún modo suficientes: hay un sistema nervioso inmaduro que deberá alcanzar hitos como la marcha, la prensión, la atención y el lenguaje. Todos estos hitos deberán estar en relación con otros tantos, como las acciones de compartir, aceptar límites y aprender a confiar.

El tercer aspecto, la especificidad, implica que la propuesta educativa en la infancia no debe ser reducida a un rol de aprestamiento para la educación primaria atendiendo precisamente al enfoque de integralidad que se mencionara en el párrafo anterior.

El cuarto aspecto, la diversidad, que resulta de enfoques y propuestas para las edades de 0 a 6 años, generadas desde el estado, la sociedad civil, las comunidades y el sector privado, y que permiten llegar a poblaciones con puntos de partidas, expectativas y necesidades diferentes. La diversidad se fortalece y se ampara con la clara e insustituible presencia de un estado garante en orientar, observar y evaluar la calidad de las prestaciones y su alineamiento con una concepción integral del desarrollo en las edades de 0 a 6 años.

El quinto aspecto, la jerarquización del educador, es clave para universalizar una atención de calidad para las edades de 0 a 6 años. Con un atraso en el tiempo considerable, recién se reconoce en el 2017 la necesidad de una formación para los menores de tres años con la oferta de Maestro en Primera Infancia en el ámbito del Consejo de Formación en Educación (CFE). Sin embargo, existen en el país formaciones profesionales y técnicas privadas para el trabajo con primera infancia. Estas propuestas son variadas, y van desde formación de auxiliares y educadores que llegan hasta los dos años de duración, hasta una oferta universitaria de cuatro años con la formación de licenciados.

Quienes egresan como docentes de formaciones privadas no pueden acceder al circuito de ANEP. En un panorama de escasos recursos, desaprovechar aquellos en los que la sociedad en su conjunto invierte, resulta un despropósito. Sería posible y deseable establecer un único formato de ingreso al trabajo como docente para primera infancia, valorando el tipo de formación recibido (técnica o profesional), indistintamente del prestador de la misma, estableciendo estándares que estos deberán cumplir, con base a los cuales puedan acceder a la carrera.

En síntesis, Eduy21 propone fortalecer avances significativos en primera infancia como un rutero posible para que en una década se logre que las poblaciones más vulnerables estén cubiertas por diversas modalidades de atención integral y de tiempo extendido. De esta forma contribuiremos decididamente a revertir los efectos regresivos de la infantilización de la pobreza.

Fuente del artículo: https://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/renato-opertti/educacion-infancia.html

 

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Renato Opertti

Especialista en Educación, OIE-Unesco