Universidad e investigación científica en la Venezuela en tiempo de crisis

Por: Karl Tulin

“El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores”

Simón Bolívar

Inicio este escrito con unas premisas que servirán de filtro a posibles lectores, que alimentados por radicalismos políticos, son propensos a entablar discusiones estériles en las que no pretendo malgastar energía. Mi intención, además de catártica, es recordar con añoranza el impulso iniciado a comienzos de este siglo en búsqueda y el establecimiento sostenible del necesario desarrollo académico de la institución universitaria y la investigación científica como elementos fundamentales para la construcción del “país potencia”, ese que tanto se menciona desde la esfera gubernamental, pero que no se manifiesta de manera real, aunque sí de forma virtual y discursiva. La ocasión es propicia para manifestar lo que la mayoría de personas que laboran en las universidades e instituciones científicas nacionales conoce: las penurias actuales referidas a la infraestructura, al presupuesto institucional y al tema salarial, lo que obviamente atenta contra la existencia y misión de esas instituciones.

De entrada manifiesto mi postura en pro de la democracia socialista, creo en el proyecto del socialismo bolivariano del siglo XXI impulsado por el ímpetu, gallardía y valentía de Hugo Rafael Chávez Frías. Soy un profesor ubicado en el mayor estrato del escalafón universitario (Profesor Titular a Dedicación exclusiva), con el más alto grado académico (Ph.D), soy un científico, digamos que consolidado, con más de cinco decenas de libros, monografías y artículos publicados en revistas científicas de circulación nacional e internacional; con ello se reflejan mis áreas de interés académico-científico y sirven de sostén al desempeño como profesor de pregrado y postgrado, permitiendo la capacidad de haber dirigido, en calidad de tutor, un poco más de tres decenas de trabajos conclusivos de grado en los niveles de licenciatura, maestría y doctorado.

Como premisa final he decidido adoptar el anonimato para evitar posibles discusiones infructuosas, tanto con antichavistas de ignorancia política supina, como con chavistas fanáticos, en especial con las “termitas rojas rojitas”, esos que definiera Roberto Hernández Montoya en su artículo Termitas; esa rapaz especie con encendido verbo revolucionario como único elemento para mantenerse en el entorno gubernamental y así continuar con el devastador daño que le hacen a la patria y a la revolución. Con esta última premisa supongo no perder mi energía vital, ni ser tildado de desleal o traidor.

Las instituciones científicas y universitarias nacionales han pasado por etapas que fluctúan entre una oscura decadencia y un destacado esplendor; la última de ellas es evidenciada durante la primera década del presente siglo. Con el ascenso al poder de Hugo Chávez esas instituciones tuvieron el último de esos períodos de brillo, luego del oscuro lapso que transitó durante la segunda presidencia de Rafael Caldera y sus flamantes ministros de Cordiplan y Educación, ¿recuerdan las frases: “estamos mal pero vamos bien” y “la educación venezolana es un fraude”? ¿Hemos salido de ello? Son varios los hechos que dan muestran de esa luminosidad, traigo a la memoria algunos de ellos:

1. Devolución del Jardín Botánico de Caracas a la casa que vencía la sombras. Ese hermoso paraje capitalino le fue arrebatado a la Universidad Central de Venezuela por uno de sus ilustres catedráticos: Rafael Caldera, el mismo presidente del proceso de pacificación que fue manchado por la continuación de la persecución política de períodos presidenciales anteriores, por un considerable número de asesinatos y desaparecidos del ámbito universitario y por losmacabros allanamientos militares a varias universidades autónomas del país, entre ellas a aquella que sí vencía las sombras.

2. Importante ajuste salarial en todos los sectores laborales del espectro universitario, ello a pesar de las dudosas negociaciones que sobre el tema tejían (aún se hace con actores de la especie de termitas rojas rojitas) las oscuras y nada académica dirigencia de FAPUV, FAPICUV y otros órganos sindicales de los cuerpos administrativos y obreros de las instituciones científicas y universitarias del país.

3. Reconocimiento y cancelación, en muy corto tiempo, de las prestaciones sociales a los jubilados de todo el personal universitario. Por la forma en que fue realizado ese pago, se anuló la tradicional práctica proselitista de las autoridades rectorales para cumplir con ese compromiso. También se llevó a efecto el pago del fideicomiso derivado de los pasivos laborales generados desde mediados de la década de los años 1970, una deuda considerada impagable pero que se materializó gracias a la labor del entonces ministro de Educación Superior, Samuel Moncada; el mismo que actualmente defiende al país de los ataques de la derecha latinoamericana y mundial más troglodita, y que emanan de los devaluados espacios políticos en la OEA y en la ONU.

4. Importante impulso a las actividades de postgrado e investigación científica, vale recordar las misiones Ciencia (2006) y Alma Mater (2009). Hubo un significativo aumento tanto en las subvenciones a las actividades científicas y de innovación tecnológica, como en el auspicio y subvención a la organización de diversos eventos de carácter académico-científico. También se promovió la incorporación de un mayor número de personas a programas como el PEII (Programa de Estímulo a la Investigación e Innovación); igualmente se democratizó y aumentó la acreditación y subvención a proyectos que fueron contemplados en el “Proyecto Nacional Simón Bolívar” en su “Primer Plan Socialista del Desarrollo Económico y Social de la Nación” para el período 2007-2013.

5. Considerable aumento en el número de instituciones universitarias, colocando a Venezuela a la vanguardia en latinoamericana, y quizá en niveles geográficos mayores, en lo referente al número relativo de estudiantes universitarios. Viene a mi memoria un programa en cadena televisiva nacional en el que le fue presentado al presidente Hugo Chávez el proyecto de la Universidad de las Ciencias Exactas, allí le fue mostrado al presidente hasta la maqueta de las instalaciones que albergaría esa novedosa y necesaria universidad; transcurridos más de 10 años de esa cadena televisiva, esa futura universidad continúa como papel de trabajo. A lo largo de su vida como presidente de la República, fueron varias las ocasiones en las que Hugo Chávez manifestó y expuso la necesidad que tenía la patria (¡hoy aún más!) de competentes profesionales en Matemáticas, Física y Química e idóneos investigadores científicos.

Con esta muestra de acciones gubernamentales emprendidas por Hugo Chávez en pro del desarrollo educativo, científico y tecnológico, el país se encaminaría, con el sostenimiento de sus planes, a la consolidación de un cuerpo científico nacional y de instituciones universitarias con un alto nivel académico como ejes básicos y fundamentales para el alcance del país potencia, el real y necesario. Lamentablemente, vista la situación que actualmente atravesamos, es trivial notar el asombroso deterioro no solo de estos elementos estructurales, sino también en casi todos los pilares que deben sostener la construcción de la sociedad provista del ideal bolivariano: “mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”. Este daño sufre una gigantesca aceleración con la enfermedad y muerte del presidente Hugo Chávez; tal desgracia arreció la acción devastadora de las termitas rojas rojitas desde sus hábitats en casi cualquiera de los organismos del estado: empresas básicas, gran parte de los ministerios, Asamblea Nacional, Asamblea Nacional Constituyente, gobernaciones y alcaldías; nidos que aún están allí, muy activos y socavando el proyecto político bolivariano; lo peor es que lucen invulnerables a las múltiples denuncias de diversos sectores de la sociedad, incluyendo las de importantes intelectuales y de numerosos actores políticos afectos a la revolución bolivariana. Otra obvia afirmación es que con la desaparición física de Hugo Chávez se potenciaron, de manera inimaginable y criminal, las acciones desestabilizadoras promovidas desde los Estados Unidos para acabar con el gobierno constitucional de Nicolás Maduro y borrar hasta el menor vestigio del ideal político que propició nuestra primera independencia; acciones estas que con diversas y novedosas formas de guerra, subyacen a sus objetivos económicos y al apetito imperial para apoderarse de nuestros inmensos recursos naturales; esas intervenciones belicistas cuentan con el concurso de una oposición política nacional, que a pesar de estar caracterizada por lo más degradado de los idearios políticos y por sus atajos terroristas y golpistas, ha logrado secuestrar la mayor parte del espacio de los macilentos partidos políticos y de otros organismos opositores; también ha conseguido la adhesión de una importante parte de la población, esa cuya formación y criterios políticos son fundamentados y alimentados de forma subterránea a través de las poco fiables redes sociales. Esos atropellos imperiales de desestabilización y polifacéticos escenarios de guerra contra la patria tienen el apoyo de varios gobiernos títeres, en su mayoría carentes de valores sociales democráticos, con históricos nexos con el narcotráfico, promotores y sostén de ejércitos paramilitares encargados de llevar a cabo las maniobras terroristas y de violaciones de los más elementales derechos humanos.

Efectivamente, le ha tocado muy duro el tránsito como Presidente de Venezuela a Nicolás Maduro, lo que no le exime de específicas responsabilidades; por ejemplo librarse de la plaga de termitas rojas rojitas que le rodean y adulan en su anillo político más próximo. ¿Cuántos del Gabinete Ejecutivo han sido removidos luego de su solicitud, en marzo pasado, de poner sus cargos a la orden? Uno se pregunta, ¿cuántos le hicieron caso? Varias observaciones al respecto, y hasta ruegos, han realizado distinguidos políticos e intelectuales, entre las que se destaca el crítico y autocrítico discurso que hiciera en el mes de diciembre pasado el diputado a la Asamblea Nacional Constituyente, Julio Escalona. Hasta estos días de mediados del mes de julio, el país político aún no se entera de cuántos ministros pusieron su cargo a la orden luego del pedido presidencial. Pocas destituciones se han producido en el tren ministerial a pesar que son muy escasos los funcionarios ministeriales que no se destacan por la ineficiencia, ineptitud y desidia. ¿Qué hay del equipo económico? ¿No es este suficientemente responsable del descalabro de la economía y la merma en el ingreso económico de la mayoría de los venezolanos como para ser destituido? El ingreso mínimo mensual nacional apenas ronda los USD 7 al cambio en las mesas oficiales. Bien es cierto que mediante el sistema de bonos asignados a través del portal de la Patria se contrapesa un tanto esa pérdida; sin embargo, esa forma de compensación salarial no es del todo satisfactoria y resulta ciertamente excluyente.

Retorno al objetivo específico de estas líneas. Hace 6 años el salario de los trabajadores universitarios (obreros, administrativos y profesores) inició una desmedida caída, al punto que en abril de este año, el mayor salario universitario (Profesor Titular a Dedicación Exclusiva) no llegó a los 14 USD mensuales al cambio oficial del sistema Dicom; más desgarrador, ese máximo salario universitario no alcanzaba para comprar al mes o 2,5 kilos de proteína animal, o tres cartones de huevos, o el tratamiento antihipertensivo de mi cónyuge y el propio; o más insolentemente, no alcanzaba para comprar una caja de cerveza, de muy mala calidad por cierto. Este cuadro ha incentivado un peligroso aumento en la desbandada de un altísimo porcentaje del personal universitario hacia el exterior, lo hacen en búsqueda de mejores condiciones de vida y de elementos que el estado venezolano ha dejado de aportar para realizar labores de docencia universitaria e investigación científica. Esos profesionales, en su mayoría con muy altas calificaciones académicas y científicas, era parte sustancial para sostener la esencia de la misión universitaria y científica; es este uno de los graves peligros del éxodo académico-científico. Desgraciadamente la fuga de cerebros, o diáspora científica venezolana como a muchos le agrada decir, es negada u ocultada por voceros ministeriales mediante argucias estadísticas. No develar, comprender ni revertir este inusual fenómeno en el cuerpo académico y científico venezolano, es inmoral y conducirá a una profundización en la desgracia nacional de tener un sistema educativo de muy mala calidad y un deficiente cuerpo científico y tecnológico; ambos elementos son indispensables para recorrer el camino correcto en cualquier proyecto de desarrollo social.

Siguiendo en el tema salarial; luego de la desaparición de las funestas organizaciones FAPUV, FAPICUV y análogas, ha emergido otra que parecía la tabla de salvación para optar a mejores condiciones laborales y a un salario digno, como reza la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; sin embargo, tras tres convenciones colectivas firmadas, y una engavetada bajo el resguardo del más lúgubre ministro de Educación Universitaria que hemos tenido, las condiciones laborales en las instituciones universitarias y científicas del país han empeorado. Esta nueva organización sindical, cuyo rimbombante nombre y siglas es difícil recordar, ha excedido con creces la ineficiencia e incompetencia gremial de aquellas extintas y corruptas organizaciones de la cuarta república. No han sido capaces ni de concretar el programa “CLAP universitario”; de hecho, no pasaron de aplicar una encuesta para saber quienes aceptaban adherirse al programa. Por otra parte, no hay conocimiento exacto de cómo nace ese sustituto órgano, ni de cómo fue constituido su cuerpo directivo: ¿hubo algún proceso electoral nacional que condujera a su conformación? La verdad, lo desconozco. Algo que sí es verdad absoluta: toda su dirigencia es roja rojita, algunos de sus integrantes hasta es diputado a la Asamblea Nacional Constituyente. Hace muy pocas semanas se realizó un casi clandestino y escuálido “Congreso Constituyente de Trabajadora/es Universitaria/os”, ello en el marco de algo denominado “Congreso Constituyente de la Clase Obrera y el Frente Universitario Antiimperialista”. Con tanta escualidez transcurrió el asunto, que apenas en el programa de Venezolana de Televisión: Al aire, se hizo una corta entrevista a uno de esos difusos dirigentes gremiales, la que no pasó de ser un rosario jingles políticos carentes de ideas concretas para lograr la recomposición salarial de los trabajadores universitarios y su ambiente laboral. ¿Algún aporte de la cabeza ministerial sobre el tema?, no se escucha o lee ninguno. Finalizado el evento se esperaban las propuestas que emanarían del congreso ¿Qué se conoce de ellas? Hasta ahora, nada. Lo desgraciadamente cierto es que el salario mensual que percibe cada persona laboralmente adscrita a cualquier instituto de educación universitaria continúa siendo una vergüenza nacional; mientras, esa dirigencia gremial roja rojita permanece haciendo caso omiso a lo exigido constitucionalmente en el tema salarial.

Ahora algunas líneas dedicadas a los programas de pregrado y postgrado, programas de formación de científicos y a los programas de estímulo y apoyo a la investigación científica, desarrollo e innovación tecnológica. Todos ellos tuvieron un importante apoyo e impulso en la gestión presidencial de Hugo Chávez. Es una vergüenza (propia, colectiva y ajena) tener que narrar algunos de sus actuales infortunios, pero es inevitable pues mantenemos la esperanza que esta desgraciada realidad sea conocida por el Presidente de la República.

Así como la deserción profesoral, casi todos los programas de formación de profesionales universitarios están sufriendo una pérdida considerable en el número de estudiantes; en particular, el número de alumnos activos en las carreras de ciencias básicas es aterrador. Genéricamente las razones que conducen a este abandono estudiantil son claras: a) Necesidad de obtener algún rebusque que ayude a compensar el menoscabo en el ingreso familiar provocado por el bloqueo, la guerra, el sabotaje contra el país y la pésima respuesta del equipo económico gubernamental. b) Ausencia de un efectivo y digno programa de becas estudiantiles, los montos de las pocas asignadas son realmente humillantes. c) Desarticulación de los comedores que atendían la alimentación de los estudiantes universitarios más necesitados, y de los sistemas de transporte universitario urbano y suburbano. En ambos aspectos no solo es evidente la responsabilidad ministerial, también está a la vista la ineficiencia, ineptitud y desidia de la gerencia universitaria, sin distinción de ser o no afectos al gobierno.

Con relación a los programas nacionales de postgrado y su natural consorte: la actividad científica, el panorama tampoco es halagador. El éxodo al exterior del significativo porcentaje de académicos y científicos nacionales ha puesto en serio riesgo la continuidad y sostenimiento de los postgrados, aunado a ello está la inexistencia de programas nacionales estables de becas de postgrado; a esto también hay que añadir la incomprensible terquedad en varias instituciones que alojan y ejecutan programas de postgrados al no tener becas para sus propios programas, incluso con características de ayudantías docentes, pero que en paralelo se empeñan en mantener y actualizar unos sistemas arancelarios que se han convertido en piedra de tranca al ingreso de nuevos alumnos a esos postgrados. Es absolutamente paradójica esa testarudez: pensar que con los ingresos arancelarios se sostendrán esos programas, y al mismo tiempo olvidar que sin alumnos esos postgrados no existirían. Tal paisaje agrava aún más la situación e incide de forma negativa en el sostenimiento y creación de nuevos proyectos y líneas de investigación. En el área de las ciencias básicas, casi la totalidad de los estudiantes de postgrados son a su vez parte del personal docente de diversas instituciones universitarias; en consecuencia es obvio que con unos salarios que no alcanzan a cubrir las necesidades alimentarias, no tengan capacidad para pagar esos aranceles, que en algunos casos (incluso en universidades públicas) han sido indexados con el salario mínimo, que si bien es ridículamente bajo en casi cualquier contexto de país subdesarrollado, tal indexación es demasiado alta para un asalariado universitario venezolano. Existen postgrados en ciencias básicas que hace varios años no inician nuevas cohortes, por ende han quedado sin alumnos; hay programas de postgrados que recibiendo la autorización del Consejo Nacional de Universidades para su funcionamiento, no han iniciado actividades pues nadie concurre a los llamados de ingreso, ello por cuenta de las dificultades económicas y la ausencia del necesario apoyo institucional, local o nacional, que han sido narradas.

Sin postgrados sólidos no hay investigación científica, y sin esta no hay postgrados ni estables ni de calidad. Conclusión trivial: los programas de formación de nuevos y necesarios científicos y tecnólogos en el país están técnica y literalmente paralizados o desaparecidos. Igual suerte tuvieron programas tradicionales como el PEII; entre el 2015 y 2016 los investigadores e innovadores acreditados por ese programa dejamos de recibir, sin explicación alguna, el apoyo económico trimestral para llevar a efecto las labores inherentes a la investigación científica e innovación tecnológica, que incluso, ante el devaluado salario, servían de suplemento minúsculo a este. Ante la falta de información oficial podría afirmarse que el PEII se extinguió entre la basta e inoperante burocracia de los órganos directores oficiales de tales actividades. De la misma forma han desaparecido, desarticulados o desmantelados, los programas de apoyo y subvención a la organización de eventos nacionales de carácter científico y tecnológico. Es necesario mencionar que durante un acto televisado en cadena nacional el pasado mes de febrero, el Presidente Nicolás Maduro, en el marco del décimo tercer aniversario de la Misión Ciencia, además de aprobar la creación de centros científicos en cada estado del país, aprobó, “en apoyo alos científicos e investigadores que contribuyen día a día con el desarrollo integral de la Patria”, “recursos para un Bono Científico y la incorporación a un plan de asignación de Viviendas y Vehículos”. Aunque después de cinco meses de sus anuncios no se sabe nada de ellos, hay que decir: ¡enhorabuena Presidente! Ojalá se rectifiquen los errores propios de la Misión Ciencia, no se vuelvan a repetir los de la cuarta república y se tome definitiva y certeramente el rumbo para el logro de los objetivos de esa loable misión. El Presidente Chávez comprometía a la Misión Ciencia como plataforma para formar veinte mil nuevos doctores y darle entrenamiento de postgrado a sesenta mil licenciados. No obstante, según los datos de la Ricyt (Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología), en la que participan instituciones y organismos nacionales de ciencia y tecnología de los países de toda América y la Península Ibérica, el anhelo del Presidente Chávez no se ha logrado; es más, el número anual de doctores graduados en postgrados nacionales hasta el año 2009 (no hay datos desde el 2010) vino en descenso. Con esos datos, no hay duda en asegurar que el equipo asesor en materia de ciencia y tecnología le ha mentido al Presidente Nicolás Maduro, tanto, que lo condujeron a decir en ese acto de febrero pasado, según se lee en el portal web de Telesur, que “Venezuela tiene la capacidad científica para el desarrollo de este campo en el país”; algo absolutamente falso vistas las condiciones actuales de nuestro aparato científico y tecnológico. El Presidente Hugo Chávez lo tuvo claro, para lograr esa capacidad era necesario crear una consolidada masa crítica de científicos y tecnólogos, coadyuvando con una red de postgrados nacionales consolidados, estables y de buena costura académica y científica.

Finalmente, mínimas palabras en relación a la infraestructura física de las instituciones universitarias. Producto de las terroríficas guarimbas, las brutales consecuencias del bloqueo, saqueo y guerra económica contra el país, los sabotajes al Sistema Eléctrico Nacional y demás métodos de destrucción del Estado, la desatención ministerial, su desidia y deshonrosa atención a estas instituciones, lo que unido a la negligencia e inoperancia de la mayoría de autoridades universitarias, han conducido a un lamentable y vergonzoso estado de sus instalaciones que causan indignación. No es exagerado afirmar que la infraestructura universitaria venezolana está en destrucción, o aun destruida, basta visitar y observar cada una de sus sedes para percibir esa cruda y desolada realidad; no exponemos ejemplos para evitarle pensar al lector ajeno al ámbito universitario que se le está mintiendo.

Está en las manos del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela la capacidad de atajar el acelerado deterioro de la universidad venezolana y de la investigación científica e innovación tecnológica, y al mismo tiempo de recomponerlas a objeto de retomar el perdido camino al desarrollo social. Para tal fin son imprescindibles equipos ministeriales (chavistas o no) competentes y conocedores de las precarias y reales situaciones descritas. Numerosas son las críticas que se han hecho y hacen a la gerencia en el MPPEU (antes MPPEUCT), con ese nivel de ineficiencia, ineptitud y desidia nadie puede ser ministro.

Fuente: https://www.ensartaos.com.ve/universidad-e-investigacion-cientifica-en-la-venezuela-en-tiempo-de-crisis/

 

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Karl Tulin

Profesor Universitario