El hombre como relación

Por: Gerardo Barbera.

 

RESUMEN

Este trabajo está escrito tipo ensayo filosófico, trata sobre una propuesta antropológica, con la finalidad de fundamentar las opciones humanista que suelen proponerse en diversos trabajos y tesis de grado. En este estudio el hombre se concibe como esencialmente en relación con el otro; es decir, no existe el hombre como individuo, sino como complementado por la presencia del otro ser humano. Por otra parte, el artículo muestra los diferentes tipos de relación que vive la persona a lo largo de su vida, algunas relaciones son destructivas y otras son constructivas de la personalidad de cada sujeto. Finalmente, se presenta los niveles de la relación desde el amor como el proyecto que da sentido a la existencia del hombre y de la humanidad.

PALABRAS CLAVES: HOMBRES, RELACION, AMOR, CONFIANZA

EL HOMBRE COMO RELACIÓN: UNA OPCIÓN ANTROPOLÓGICA

(FUNDAMENTO FILOSÓFICO PARA UNA INVESTIGACIÓN)

El sistema filosófico por el cual se opta en este trabajo  es el Humanismo, entendido como la opción antropológica que coloca al hombre como centro, protagonista y razón de ser de todo proceso de aprendizaje,  como  fundamento de las opciones éticas y como horizonte desde el cual se le da sentido existencial a la vida. Dentro de este orden de ideas, Segura (2002), refiriéndose al caso de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Carabobo, plantea lo siguiente:

El hombre en su constante búsqueda de conocimiento, ha rebasado límites geográficos, planteado nuevos paradigmas y definido diferentes estrategias, como una alternativa de alcanzar la sinergia que le permita hacer más eficiente el proceso de enseñanza y aprender. Dentro de este contexto, la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Carabobo, y particularmente la Escuela de Educación, desde su creación ha revertido un cúmulo de ideas, teniendo como norte la integralidad tanto del docente como del alumno. El currículo como herramienta de materialización  de ideas e ideales, ha mostrado en todas sus reformas, la necesidad constante de alcanzar el equilibrio entre el conocimiento y las habilidades adquiridas, sin soslayar como base filosófica el Humanismo (p89)

Cabe señalar, que el término “humanismo”, tiene en común, el hecho de centrar la reflexión filosófica desde el hombre; pero, he ahí el problema: ¿Qué es el hombre?, y de la respuesta que se le dé a esta pregunta, surgirán diferentes “tipos de humanismos”, que subrayan algún aspecto especial de la persona entendido  como el elemento esencial que define la condición de humanidad en el hombre.

Se plantea entonces, una concepción antropológica, que parte del hecho de que el hombre no sólo existe en el mundo, como si fuese una isla solitaria, sino que se relaciona con el mundo, y de manera especial, con los otros hombres. De tal forma, que la existencia se interpreta como un convivir en esencia, y es precisamente esta forma de existir, en y desde la convivencia  la misma esencia que pertenece a lo más íntimo del yo personal, no se trata por lo tanto, de una condición secundaria del hombre, sino, de una dimensión constitutiva del ser persona. En este sentido, Rodríguez (1987) afirma lo siguiente: “La existencia es un convivir, un vivir con los otros. Se evidencia esta convivencia en la transformación del mundo, en las decisiones culturales, políticas, en el trabajo como condición fundamental de la existencia, en el lenguaje como comunicación” (p. 5)

Dicho de otro modo, el ser humano no existe, ni puede desarrollarse como persona, sino en la intercomunicación personal. En efecto,  el yo íntimo de la persona, sólo es tal, en la medida en que se trasciende a sí mismo en la intersubjetividad. Sin duda, que la presencia dialogal  del tú al yo es esencial en el proceso de ser persona desde la misma concepción biológica, hasta la el fin de la existencia el hombre es en sí mismo efecto de la relación intersubjetiva; es decir, el hombre es relación con el otro.

Ahora bien, con el ocaso del cosmocentrismo y del geocentrismo, la reflexión filosófica se ha fijado directamente  sobre el ser del hombre como persona, desde su experiencia cotidiana, en sus gozos y angustias, en sus esperanzas y fracasos, entre sus signos de vida y signos de muerte. Por esto, desde una actitud fenomenológica y existencial, el hombre de la sociedad actual se plantea las preguntas sobre el sentido de la vida: ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es la felicidad? ¿Por qué la muerte? ¿Por qué la injusticia? ¿Por qué el amor? Evidentemente, las preguntas surgen de un yo personal  y la comprensión de las respuestas responden a un yo íntimo, que no puede ser reducido a ninguna otra totalidad. En este contexto,  Gevaert (1976) plantea lo siguiente:

Los interrogantes sobre la esencia del hombre y sobre el significado de su existencia, tanto hoy como en el pasado, no nacen en primer lugar de una curiosidad científica, encaminada al aumento del saber. Los problemas antropológicos se imponen por sí mismos, irrumpen en la existencia y se plantea por su propio peso. La existencia, al hacerse problemática, requiere una respuesta y obliga a tomar posiciones (p. 14)

De este modo, el hombre se descubre a sí mismo, como un ser inconforme, que no está acabado, que no responde determinado por sus instintos animales, que no posee respuestas terminadas a todos sus planteamientos, como un ser que necesita por esencia salir de sí, conocer, proyectarse, transcenderse a sí mismo constantemente; pero siempre en relación con los demás, ya sea en una relación de conflictividad o de comunión, de identidad o de lucha, de iguales o de contrarios, de amigos o de enemigos, en una relación de vida o de muerte; pero lo cierto es, que el hombre al ser en sí mismo relación siempre busca respuestas al sentido de su vida en compañía del otro, desde cualquier tipo de relación.

Por otro lado, cabe señalar, que en la existencia concreta, no puede el hombre dejar de ser un yo íntimo en relación con los demás; sin embargo, se pueden dar dos opciones radicales, que son en realidad dos formas alienantes de entender la naturaleza del ser humano. En este sentido, se puede  señalar dos formar exageradas  en la que la persona pierde su identidad: el yo egoísticamente concebido como un centro en torno al cual gira lo existente, un yo como lo más importante del mundo; y el yo difuminado en la masa, ya sea desde una opción política, o desde una opción religiosa, en donde la persona no es más que parte  insignificante de una totalidad material o espiritual.

Por esto, se hace necesario establecer los niveles de significación y tipos de relación en que se desarrolla el ser humano, en este sentido, se señalan los siguientes niveles de relación interpersonal:

– La relación de dominio: es la relación en donde se establece una lucha de destrucción entre el yo y el tú, de tal forma, que el crecimiento personal es hacia la muerte, el yo sobrevive en la medida en que destruye y domina al otro. De hecho,  es la relación que se establece desde la perspectiva del pragmatismo radical, en donde el otro se convierte en lo manipulable, en lo que me produce utilidad, provecho, placer; en definitiva, la relación de dominio es donde el otro se convierte  un objeto, y se le niega su ser como persona. Dentro de este contexto, Barbera (1987) señala lo siguiente:

En este tipo de sociedad basada en el ansia de tener, se imponen necesariamente unas relaciones interpersonales de explotación, donde el otro está en función de mi tener, se convierte en un objeto que me produce. Esto se explica porque en el hombre existe una fuerza que lo lleva a ser siempre más, a superarse cada vez más; y  si el ser es convertido en tener, entonces el hombre desea tener  siempre más. Es claro que desde esta posición es imposible una relación de sujeto a sujeto (p. 93)

De allí pues, que en este tipo de relación el alumno es el que depende del profesor, el que no sabe, el que tiene que ser dominado, moldeado según criterios ajenos a su propia persona; es decir, el alumno no tendría libertad de ser. Por otra parte, el profesor es concebido como el dominador, el que representa la autoridad, el que siempre tiene la razón y el poder  dentro del proceso educativo. En consecuencia, se establece una relación de dominio, que implica el dominio de uno sobre el otro.

– La relación de indiferencia: es el tipo de relación, en donde el otro puede ser cualquiera, en donde cada individuo se transforma en un número, en un código, en un dato, en uno más de la masa; en un voto, en un soldado, en un compañero, en el chofer, en el panadero, en el vecino sin nombre, etc., de allí pues, que en la relación desde la indiferencia las personas desaparecen como tales, nada importa, un muerto, tres muertos, da lo mismo; de tal manera, que en este  tipo de relación, el alumno sería uno más de la lista, y el profesor no pasaría de ser un empleado más de la educación , que pudo haber sido cualquiera.

– Relación desde el entenderse:   este nivel de relación se presenta como el primer tipo de relación intersubjetiva de carácter constructivo, en donde se establece un acercamiento sincero entre dos o más personas que están dispuestas a compartir ideas, ideales, criterios y formas de vida.  Es por ello, que cuando dos personas se entienden, el otro tiene un rostro definido, posee un nombre particular y significativo; es el amigo, el compadre, mi profesor, mi maestra, mi vecina.

 Dicho de otro modo, en este tipo de relación el yo se siente importante para los demás, se siente respetado, con derechos y deberes; de igual manera, el yo reconoce la presencia del otro, como una persona significativa, a quien conoce, con quien comparte, a quien le desea lo mejor. En este sentido, Albornoz (1980)  presenta el comentario siguiente:

Repasando un poco mi vida, mis experiencias, recuerdo que me sentí feliz aquel día de mi cumpleaños cuando me miraron con cariño, me sentí feliz cuando una persona me miró con cariño y me dijo: “esto es para ti, consérvalo como signo de aprecio”, pero sobre todo me sentí feliz cuando al dar algo de mí, hice que una lágrima se transformara en sonrisa y que un hombre saliera de la oscuridad. En pocas palabras, parece que la felicidad está ligada a los otros, y a la capacidad de poder darme a los demás (p. 50)

 Evidentemente, en este tipo de relación el profesor y el alumno se conocen por el nombre, mantienen una relación que va más allá del aula de clase, los dos se reconocen significativos el uno para el otro, ya no da igual quien sea el alumno, ni quien sea el profesor, se establece el conocimiento entre ambos, en una relación positiva  de crecimiento personal

– Relación desde el amarse: esta forma de relación es personal, se vive desde la intimidad, va más allá del entenderse, tiene que ver con otras dimensiones de la existencia que trasciende lo profesional, lo familiar, lo vecinal, lo establecido, en efecto, el amarse es un tipo de relación que está más allá de lo explicable, y penetra en el misterio de la persona humana. Es por ello, que el amor se da sin razones; muchas veces sin entenderse, se da y punto. Sin embargo, el amor no hace que desaparezca el yo enajenado en la figura del otro, eso sería una relación de dominio, y no de amor.

 De allí pues, que la verdadera relación de amor es aquella en donde la persona se realiza como tal, se respeta y respeta, se ama y ama al otro. Por lo demás, la relación de amarse queda marcada por la necesidad de estar con el otro, y por sentirse comprometido con la existencia del otro, hasta el punto de dar la vida, si fuese necesario; de ahí, que el prototipo del amarse es el amor de la madre, quien lo entrega todo por los hijos, más allá de la razón y del entenderse.  Dentro este orden de ideas, Albornoz (1980) plantea lo siguiente:

Pero una vez que sucede el encuentro, ¿cómo se manifiesta el amor? Se manifiesta como deseo de estar juntos, de compartir la vida, de no separarse. Por eso la madre no quiere separarse de su hijo, ni el hijo de su madre; los hermanos se escriben si están lejos, pidiendo noticias o se invitan con frecuencia; los amigos se pasan la mayor parte de su tiempo juntos, los novios se quiere ver todas las tardes y la mente está siempre ocupada en imaginar la presencia    del otro (p. 51)

Ahora bien, dentro del marco del proceso educativo, la relación desde el amor no puede ser evaluada, ya que este tipo de relación es íntima y personal. Sin embargo, una manifestación de la relación desde el amor en el desempeño docente, se puede dar cuando el educador ama su profesión, quiere y desea vivir para la educación, le gusta y desea estar en su lugar de trabajo, y se siente feliz cuando realiza su tarea educativa, le parecen cortas las horas cuando está  con sus alumnos; en definitiva, cuando concibe que su felicidad está determinada por su ser educador, y no se ve a sí mismo viviendo de otra manera.

– La relación desde el confiarse: es el nivel de relación más profundo que pueda experimentar la persona, no es fácil llegar a este tipo de relación ya que no es espontáneo como el amor, y, sin duda, trasciende el entenderse. En efecto, el confiarse exige una capacidad de entrega de la misma intimidad, de lo oculto, de lo que solamente se guarda para nosotros, de eso que no compartimos, de nuestros secretos. Es por ello, que este nivel de relación exige la presencia de un tú que no sea capaz de fallarnos. Es decir, exige una capacidad de entrega de la misma intimidad en una persona ajena a nosotros que no sea capaz de fallarnos jamás. De esta manera, se puede entender al otro, pero ¿debo confiar mi intimidad a todos mis amigos que comparten ideales, a todos los profesores que conozco, a todos los vecinos, a todos mis compañeros? Por otra parte, se puede amar a las personas, a la pareja, a los padres, a un a migo, a una amiga; pero, ¿puedo confiarles, en nombre del amor, lo íntimo, mis secretos? ¿Hasta qué punto puedo confiar en el otro? ¿Hasta qué punto el otro es garantía de mi confianza? Ahora bien, algunos piensan que los únicos que son capaces de alcanzar este nivel de relación desde la confianza son los niños, de ahí, que a fuerza de relaciones negativas, en donde el otro ha fallado, y nosotros hemos fallados, se pierde lentamente, a lo largo de la historia personal la capacidad de confiar plenamente en el otro.

Por lo demás, existe una metáfora que ilumina la profundidad de la relación desde la confianza plena en el otro, que se parece al nivel de confianza que el niño tiene, cuando el papá lo lanza al aire repetida veces   y lo atrapa en su juego paternal, al niño nunca le pasa por la mente la idea de que el padre lo va a dejar caer,  confía ciegamente en los brazos de su padre, por eso ríe y es feliz, no teme, sabe que nunca su papá lo dejará caer;  de tal manera, que cuando nosotros confiemos en otra persona, con ese mismo nivel de confianza que  le tiene el niño a su padre, se llegará a este tipo de relación.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Albornoz, J (1980)  La persona humana en algunas de sus dimensiones constitutivas, Anthropos, (1), 49-60.

Barbera, G.(1987) Críticas socio-educativas de Ivan Illich, Anthropos, (15), 85-106

Gevaert, J. (1976) El problema del hombre. Salamanca: Sígueme

Rodríguez, J (1987) Hacia Dios desde las relaciones intersubjetivas,    Anthropos ,   (15), 5-24.

Segura, E. (2002) Vigencia del humanismo en la Facultad de Ciencias de la Educación  de la Universidad de Carabobo. Revista Ciencias de la Educación, (19), 89-106.

Fuente del artículo: https://trascendencia2000.blogspot.com/2015/11/el-hombre-como-relacion.html

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Gerardo Barbera

Profesor del Departamento de Filosofía, de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Carabobo. Licenciado en Educación mención Filosofía (UCAB), Especialista en Educación Superior (UC), Magíster en Desarrollo Curricular (UC), Doctor en Ciencias de la Educación (UC).