Por: Leonardo Díaz
Así hemos arribado a las elecciones del año 2020 dentro de un sistema caracterizado por la hipercorrupción con su terrible secuela de degradación espiritual.
Durante mucho tiempo la filosofía política occidental olvidó una noción aristotélica fundamental para el problema de la cohesión del Estado: la “amistad cívica”.
En su lengua materna el término es “philia politike”. Su traducción literal es “amistad política”. Sin embargo, este concepto puede interpretarse de un modo soso, como camaradería de francachela; o en un sentido más nocivo, como apandillamiento partidario.
Además, sabemos que el término “político” proviene del vocablo griego “polis”, ciudad-estado. Por tanto, traducir el vocablo como “amistad cívica” es fiel al sentido aristotélico y nos libra de los extravíos interpretativos señalados.
Hechas estas aclaraciones, debemos entender la amistad cívica como una práctica dirigida a la consecución de un proyecto social común, en vez de guiado hacia intereses particulares.
En contraposición al término de Aristóteles, empleo el término de “amistad partidista” para referirme a una práctica dirigida para beneficiar un proyecto partidario por encima del interés común.
Si hay un signo distintivo de la historia política dominicana, acentuada durante las últimas dos décadas, es que las prácticas políticas desde el poder han estado caracterizadas por la amistad partidaria. Lo que las acentúa es el proceso que la filósofa húngara Ágnes Heller denominó “refeudalización”.
La refeudalización es un proceso de concentración ilícita de la riqueza económica de una sociedad que permite a una camarilla política constituirse en un grupo corporativo estatal compitiendo de manera irregular en el mercado y, si es posible, sometiendo a los grupos económicos tradicionales de esa sociedad.
Paralelo a las referidas acciones el grupo corporativo construye una plataforma clientelar disfrazada de “ayuda social” para convertir a los sectores empobrecidos en compromisarios del voto. Mediante la señalada “ayuda” millones de personas excluidas por el modelo económico sustentado por la camarilla corporativa reciben como regalo paternal las migajas de lo que les corresponde por derecho, mientras los índices de desarrollo humano expresan la realidad de la ineficacia del modelo económico basado de modo exclusivo en el crecimiento del PIB.
Estas prácticas, gestadas desde el trujillato, han sido continuadas e incrementadas por una generación política que se autoproclamó depositaria de un estandarte de moralidad que los distinguía de las prácticas nepotistas, clientelares y corruptas.
Así, hemos arribado a las elecciones del año 2020 dentro de un sistema caracterizado por la hipercorrupción con su terrible secuela de degradación espiritual. Si en la sociedad dominicana de hoy muchas personas sospechan de cualquier programa comunitario se debe a la decepción generada por años de prácticas de amistad política y refeudalización que han convertido en quimera todo proyecto de reorganizar el Estado sobre bases no clientelares.
Y, poco a poco, se va socavando nuestra humanidad con su potencial de empatía y solidaridad mientras resuenan las palabras que Aristóteles escribió en la Política (1253a 30-35): “…apartados de la ley y de la justicia, nos convertimos en el peor de todos los animales”
Fuente: https://acento.com.do/deportes/noche-de-apertura-en-duelos-nacionales-yanquis-y-dodgers-gigantes-8837089.html