A pesar de tener escaso acceso a la titularidad de las tierras que trabajan, las mujeres rurales alimentan a sus familias y a sus comunidades.
Las mujeres campesinas, aun con escasos derechos y en desigualdad de condiciones para acceder a tierras productivas, son las responsables de alimentar a la mitad de la Humanidad con técnicas de cultivo respetuosas del ambiente que además de garantizar la soberanía alimentaria de sus familias y comunidades, ayudan a mantener los suelos sanos. “Ellas alimentan al mundo, pero son quienes sufren más hambre y quienes tienen menos acceso a la tierra para producir… Aunque el 70% de las mujeres rurales tienen acceso a la tierra para producir alimentos, sólo 30% tiene tierra a su nombre” dice el informe “Ellas alimentan al mundo” difundido esta semana por LatFem.
Esta injusticia es particularmente grave en América Latina, donde el 1% de las unidades productivas de la región concentran más de la mitad de las tierras agrícolas, mientras que las y los pequeños productores poseen solo el 17% de la tierra y aportan el 50% de toda la producción agrícola. La acelerada expansión de la frontera agroindustrial, el cada vez mayor acaparamiento de tierras en manos de grandes empresas del agronegocio y la instalación de proyectos extractivistas generan una ecuación de pocos dueños con mucha tierra. Esa es la marca distintiva del continente, el más desigual del mundo.
En ese universo de desigualdad, las mujeres son las más perjudicadas. Es que tanto el acceso como el control de la tierra son condiciones fundamentales para un desarrollo rural sostenible. “Es fundamental para el empoderamiento económico y la autonomía de las mujeres, y por otro lado es fundamental para su derecho a una alimentación justa y en la lucha contra el hambre”, dice el trabajo de LatFem, que estudió la realidad de las mujeres rurales en Bolivia, Colombia, Guatemala, El Salvador y Honduras.
Economía del cuidado
Desde tiempos antiguos, las mujeres cuidan. A los niños, a la casa, a los viejos, a los enfermos, y también a las comunidades y a la naturaleza. Es por eso que son, también, transmisoras de saberes ancestrales de producción de alimentos para las nuevas generaciones. “Estas prácticas no solo han permitido históricamente garantizar la subsistencia para las mujeres campesinas y sus familias, sino que han impulsado el desarrollo de la agroecología”, resalta el trabajo de investigación.
Según datos de la Organización de los Estados Americanos (OEA), las mujeres rurales, campesinas, indígenas, de pueblos originarios y afrodescendientes, defensoras de la tierra y de los territorios, representan el 50% de la fuerza formal de producción de alimentos en el mundo. Ellas son la mayoría de quienes producen alimentos a pequeña escala.
Pero esto no se refleja en el acceso a derechos en igualdad de condiciones. El trabajo de LatFem cita un informe realizado por ONU Mujeres que reveló que solo el 13% de las personas propietarias de tierras agrícolas a nivel mundial son mujeres, una cifra que en América Latina asciende al 18%. “Las mujeres son las cuidadoras de los hijos desde que nacen, de la labor del cuidado de los enfermos, de los animales del corral y de los alimentos. El hombre hoy no tiene ninguna corresponsabilidad allí. El lugar del cuidado de las mujeres no les permite decidir y tomar los espacios de producción y de compra de alimentos y de animales. No tienen un espacio para darse un gusto luego de tanto esfuerzo” subraya el documento.
Las mujeres garantizan la alimentación de sus familias: más de la mitad de la producción (57%) de las mujeres campesinas encuestadas en los cinco países está destinada al autoconsumo para la subsistencia, mientras que el 36% de las encuestadas dijo que los excedentes de esa producción los venden al mercado, y solo el 7% destina su producción exclusivamente para la venta.
Garantes de sustentabilidad
Esa “economía del cuidado” incluye, también, a los suelos y a los entornos naturales de las comunidades habitadas por mujeres rurales de América Latina. De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (el PNUMA) las comunidades indígenas y los pueblos originarios de América Latina y el Caribe protegen el 80% de la riqueza biológica del continente y son las mujeres quienes más impulsan la producción agroecológica en la región, “lo que las pone al frente en la lucha por construir un nuevo paradigma productivo”.
Los datos que aporta la investigación de LatFem son claros en ese sentido: de las tierras productivas cuyo título está a nombre de una campesina indígena en Bolivia, el 60% produce con métodos agroecológicos u orgánicos y el 30% con métodos tradicionales sin insumos químicos. Lo mismo ocurre con el 43% de mujeres que poseen titularidad sobre las parcelas que producen en Guatemala y al 39% para las hondureñas. En El Salvador y Colombia, la agroecología es utilizada en el 16% y en el 13% de las tierras sobre las que tienen título las campesinas.
“Las técnicas agroecológicas permiten reproducir la fertilidad de los suelos a mediano y largo plazo. Cuando las mujeres trabajan en las parcelas lo hacen mayormente con técnicas tradicionales, sin insumos químicos, o con métodos de agroecología” señala la investigación de LatFem, que agrega que la agroecología “enfría” al planeta “porque permite que las comunidades más afectadas por el cambio climático se apropien de su producción y consumo de alimentos de forma ambientalmente sostenible”.
Sin tierras
A pesar de la importancia absoluta de las mujeres en los procesos de producción de alimentos, el acceso a derechos básicos está muy recortado en la región. Más de la mitad de la tierra productiva en Latinoamérica está concentrada en el 1% de las explotaciones de mayor tamaño, lo que significa que apenas el 1% de los grandes productores utiliza y dispone de más tierra que el 99% restante. “Las mujeres rurales, campesinas, indígenas, de pueblos originarios y afrodescendientes siguen sin acceder al derecho y control sobre la tierra” destacan desde esa organización. Esto tiene consecuencias concretas, ya que esta falta de titularidad “incide también en las posibilidades de acceder a créditos y servicios financieros”.
El informe recuerda que el proceso de concentración de la tierra en América Latina y el Caribe se profundizó desde mediados de los años 90, y se intensificó con la crisis económica global de 2008 y el alza de los precios agrícolas a nivel internacional, junto al desarrollo del mercado de las commodities.Fuente: https://www.airedesantafe.com.ar/gritos-la-tierra/las-mujeres-campesinas-garantes-sustentabilidad-america-latina-n247117