Por Judith Ureña/ Ciudad de México. 28 de abril de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).-
Pese a sus enormes aportaciones al área, reconoce que su incursión fue muy accidentada, ya que vivió con un grupo que estaba vinculado con los temas educativos; aunque inicialmente intentó caminar hacia la psicología, terminó con lo que él denomina “algo muy parecido” que es la pedagogía, la cual acabó por ser su profesión.
Si bien es cierto que el experto se excusa en Rodolfo Bohoslavsky y su libro Orientación vocacional, la estrategia clínica (Nueva Visión, 1971) para señalar que la vocación se va haciendo a lo largo de la vida y que no se nace con ella, el doctor muestra —desde el inicio— un interés peculiar en la educación, lo que lo llevó a ingresar al Centro de Didáctica, el que después se convirtió en el Centro de Investigaciones y Servicios Educativos (CISE).
Tras escribir sus primeros artículos, notar el impacto que tenían y cómo eran acogidos en la comunidad, llevó a cabo su primer libro —del cual tuvo que pagar una parte para la edición— Didáctica y currículum (Nuevo Mar, 1984), mismo que planea rehacer, pese a que ya enfrenta la primera dificultad al respecto: rehacer un libro de hace 30 años es muy difícil, pero al ser una de sus publicaciones con más venta, siente un compromiso moral con su actualización.
Díaz Barriga es un orgulloso egresado de la Escuela Normal Superior de Coahuila, donde dio inicio su vida escolar para luego atravesar por un largo año en el proceso administrativo de revalidación para ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y uno más para cubrir todos los prerrequisitos solicitados y poder aspirar a lo que era, en ese entonces, “profesor de educación primaria” y luego “profesor de enseñanza media en pedagogía y técnico en educación”.
El encuentro con la investigación
El Centro de Didáctica fue un espacio creado por Pablo González Casanova cuando la UNAM, después de 1968, entra en un proceso de renovación pedagógica, afirma el también doctor en pedagogía. La etapa de González Casanova está marcada por la creación del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), con el argumento de que los estudiantes deben aprender dos lenguajes y dos ciencias: matemáticas y español; matemáticas e historia. Es decir, a pensar históricamente o a pensar matemáticamente.
Lo anterior, de acuerdo con su experiencia como académico, permite identificar a aquellos que provienen del CCH, de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) o de otras preparatorias, sean públicas o privadas, porque también hay modelos del CCH privados. “Uno encuentra alumnos más inquietos, con mayor capacidad de lectura, con mayor autonomía en su capacidad de trabajo, porque fue algo que se promovió”, asegura el también miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Es durante el proceso de estudiar e ingresar a la UNAM que el doctor Díaz Barriga comenzó a trabajar en escuelas primarias, secundarias y normales, lo cual para su trabajo de investigación lo dotó de un background importante.
Con la creación del Centro de Didáctica se busca la formación de profesores, ya que el momento coyuntural del país así lo requería, puesto que la educación se expandía de manera importante. Mientras que la matrícula nacional de 1970 era aproximadamente de 270 mil estudiantes, terminó (en 1980) en cerca de 810 mil alumnos, como parte de la política de Estado que se estaba implementando, afirma el investigador.
Tras el movimiento de 1968, el entonces presidente Luis Echeverría no solo buscaba fortalecer la UNAM sino también las universidades públicas estatales, lo que dio pie a la expansión del sistema de educación superior en México.
El también honoris causa y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias considera que hay dos momentos claros en los que se llevan a cabo la modernización de la educación en el país: la primera, con la creación de Ciudad Universitaria, y la segunda con Luis Echeverría, cuando se empieza a ver el tema de lo pedagógico como un problema.
Es entonces cuando la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) crea su programa nacional de formación de profesores, al tiempo que la UNAM conforma dos centros para crear profesores: la Comisión de Nuevos Métodos de Enseñanza y el Centro de Didáctica, aunque existía un tercero pero que se había creado con dinero de la Organización Panamericana de la Salud, el Centro Latinoamericano de Tecnología Educativa para la Salud (Clates), narra el investigador.
Hacia mediados de los años 70, la UNAM concluye que debe fusionar estos centros y a mediados de 1977 cambió de nombre para convertirse en: Centro de Didáctica y Comisión de Nuevos Métodos y se crea el Centro de Investigaciones y Servicios Educativos (CISE), con lo que se les asigna la tarea de investigar, siendo así como inició el despegue de esta generación que no contó con profesores que los formaran, sino que se fueron haciendo con el tiempo y las experiencias.
En este punto, el investigador emérito comenzó a interesarse en cómo hacer que los profesores mejoraran su sistema de enseñanza y, con estos, sus técnicas de evaluación, aunque más enfocado en la educación superior.
Es tras la incorporación al Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU), una creación del doctor Guillermo Soberón, que en el contexto educativo comienzan a aparecer las políticas de planeación; lo que conocemos como evaluación, en los años 70 era planeación.
Para 1986, bajo la tutela de Jorge Carpizo, se lleva a cabo la integración formal de estos investigadores al Centro de Estudios sobre la Universidad, con lo que el doctor Díaz Barriga comenzó a sentirse como un verdadero investigador, según relata.
Publicaciones, conceptos y estancia en el CESU
Tras recibir sus primeros dictámenes en los que le decían: “Nadie ha escrito esto”, mientras para los demás era visto como una objeción, él lo tomó como un halago. Fue así como aparece en escena uno de sus ensayos más replicados, tanto dentro como fuera del país: Tesis para una teoría de la evaluación y sus derivaciones para la docencia, algo destacado si consideramos que para entonces Internet no tenía la preponderancia de ahora, el medio más rápido de difusión para entonces era a través de fotocopias.
Uno de los conceptos de los que está más orgulloso, pese a que en la literatura no se maneje tal cual es el de “arbitrario”, que no es lo mismo que arbitrariedad. De acuerdo con Díaz Barriga, este concepto hace referencia a las negociaciones que puede tener un profesor con sus alumnos en torno a su forma de evaluar, ya sea para beneficiarlos o perjudicarlos.
Otro momento relevante es el año 1985, cuando el doctor escribió que la palabra “evaluación” venía técnicamente de “control” y que durante esa etapa era frecuente hablar de planear, realizar y controlar. Durante esta transición, la palabra control sustituye la de evaluación.
Posteriormente, sus estudios girarían en torno a las didácticas, ya que mientras en 1935 se hablaba de metodología, a finales de los 80 estaban en boga: planear, realizar y evaluar, lo que posteriormente dio pauta al rendimiento escolar.
De la mano de sus investigaciones y estudios, adquiere la responsabilidad de ser el primer director interno del CESU, cargo en el que estuvo por ocho años, durante los que intentó proyectar el Centro en su totalidad y no solo un área en particular. Este elemento —considera Díaz Barriga— fue el que sentó las bases para que el Centro se transformara en el actual Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE).
El futuro del país en materia educativa
Actualmente, y tras cumplir 10 años lejos de la dirección del Centro, reconoce que se encuentra en una etapa muy pujante de investigación y más en un contexto en el que el país vive “enloquecido por la evaluación, lo cual no debería de ser el objetivo, toda vez que somos la comunidad internacional más evaluada del mundo», puntualiza el experto, ya sea por el informe anual de actividades, la carrera académica interna, entre otros. Es decir, por todos lados la evaluación está bordeándonos.
Lo anterior es calificado por el académico como un exceso y perversión, ya que más allá de poner a competir a profesores y alumnos, se tendría que estar trabajando en la confianza del estudiante y eso redundaría en una relación mucho más sana.
En cuanto al papel de los profesores y la evaluación a su desempeño, no es tal. Se trata de un modelo que él denomina de “palo y zanahoria”, en donde si el educador se integra al método de evaluación, se le da la zanahoria, premio o recompensa, de lo contrario, será calificado de “flojo” y recibe un palazo. Bajo este modelo, el Estado está culpando a los maestros de un error del propio Estado: echar a perder las normales, en donde las deficiencias no son solo culpa del maestro.
El punto básico de todo esto es, resume el también conferencista, “si el sistema de evaluación de docentes no genera confianza en estos, es un sistema que fracasó”. La educación en este país va hacia un modelo de números, a lo que uno de sus colegas denomina la “República de indicadores”, hacia un modelo donde todos se preocupan por números y por el factor de impacto.
«Una evaluación que no te dice cuáles son tus puntos de mejora, no te dice nada», afirma quien se ha especializado en temas de didáctica desde 1972 y quien se califica como un fiel creyente de que la educación en nuestro país puede ser mejor, pero la única posibilidad de alcanzarlo es a través de los maestros. Asegura que este país ha cometido un grave error al despreciar al maestro y colocar la profesión docente como algo sin sentido, sin razón de ser.
«Hay un desprecio en este país hacia la profesión docente y ¡cuidado!, porque es la que nos enseñó a leer a todos”, concluye el doctor Ángel Díaz Barriga.
Fuente: http://www.conacytprensa.mx/index.php/sociedad/personajes/6933-educacion-evaluacion-docencia