Por Diego Beleván
La inversión en capital humano es esencial para aumentar la empleabilidad, la prosperidad económica y el bienestar social. Sin embargo, siendo los presupuestos limitados debería siempre promoverse el uso más eficiente posible de los recursos disponibles.
Los resultados arrojados por las investigaciones sobre educación y las experiencias de países exitosos comparables deberían evaluarse con detenimiento. Sin llegar a ser utilitarista, la tasa de retorno de la inversión por segmentos educativos (primaria, secundaria, técnica y universitaria) tendría que ser una de las líneas rectoras de cualquier sistema educativo.
En Las etapas del desarrollo señalé que los países deben tener clara su ubicación en la cadena productiva internacional, a fin de desarrollar las habilidades correspondientes que les permitan maximizar simultáneamente los recursos disponibles y sus ventajas comparativas.
En Educación – Piedra angular del desarrollo asiático afirmé que la educación era la base sobre la cual las exitosas economías de Asia habían construido sus desarrollos socioeconómicos. Añadiría que todas ellas priorizaron la educación técnica en las etapas iniciales de sus respectivos procesos de rápido crecimiento. La educación universitaria era reservada para un número selecto de estudiantes secundarios con aptitudes y capacidades objetivamente superiores.
En ese sentido, valdría la pena analizar casos emblemáticos y cercanos al Perú actual, específicamente en temas de desarrollo y educativos. Corea, Singapur o Taiwán comparten ciertas características estructurales con el Perú en sus historias recientes. Asimismo son todos exitosos miembros del mismo club, APEC, lo que facilitaría no sólo el intercambio de información y experiencias, sino también la disponibilidad de fondos para realizar estudios o capacitación.
Después de su primera década de independencia, durante la cual otorgó en promedio el 25% del presupuesto nacional al sector educativo, Singapur había logrado una elevada tasa de escolarización primaria y secundaria, así como la formación cualitativa de sus profesores a través de la creación del Teachers’ Training College, institución estatal dedicada exclusivamente al entrenamiento de sus cuadros educativos.
La pequeña ciudad-Estado había establecido los cimientos que le permitirían implementar su estrategia industrial orientada a las exportaciones -Export Oriented Industrialization Strategy – la que había sido identificada por sus dirigentes como la más propicia para el desarrollo económico.
La siguiente etapa requería un mayor énfasis en la educación terciaria y un análisis de las ventajas comparativas de los estudios técnicos y universitarios. El resultado de ese trabajo de evaluación fue el “Informe Goh” de 1975, fruto de la comisión liderada por el entonces viceprimer ministro Goh Keng Swee.
Una de las principales conclusiones fue que debía crearse un sistema educativo con especial énfasis en las carreras técnicas, para apoyar eficientemente la estrategia económica para alcanzar el desarrollo (‘catching-up’ economic strategy). Esto permitiría desarrollar y aprovechar las ventajas comparativas de Singapur: servicios marítimos y portuarios, logística y almacenamiento, industrias ligeras especializadas.
Los redactores del “Informe Goh” habían logrado conectar los requerimientos educativos a las necesidades productivas reales del país. Las políticas que emergieron estuvieron enfocadas en plasmar sus conclusiones. Corea, Japón y Taiwán siguieron a grandes rasgos el mismo camino.
En una entrevista reciente, Emiliana Vegas, jefa de la división de educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), señaló que en América Latina, con excepción de Chile, la educación técnica había sido el hermano olvidado del sistema educativo – “Puedo decir que la educación técnica ha sido un fracaso generalizado en América Latina, porque le dio la espalda… (los gobiernos) deben tratar de conectar el mundo educativo con el productivo. Por mucho tiempo los sistemas han sido reacios a pensar que la educación debe estar dirigida al mercado laboral”.
George Psacharopoulos, en Economics of Education: Research and Studies, publicado en el 2014, retoma la idea central de su artículo de 1994 sobre la tasa de retorno de la educación y la necesidad demejorar la eficiencia de los recursos otorgados al sector educativo.
El director nacional encargado del Servicio Nacional de Adiestramiento en Trabajo Industrial (Senati), Jorge Castro León, señaló en una entrevista del 2015: “según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a la que estamos aspirando ingresar, lo que el mercado laboral requiere es 80% de técnicos y 20% de profesionales de dirección, planificación e investigación”.
El Perú del 2016 no cuenta con las herramientas necesarias para competir en la llamada sociedad basada en el conocimiento (knowledge-based society) y varias industrias en las que tiene ventajas comparativas no requieren universitarios, sino técnicos especializados, con carreras cortas de dos o tres años y donde la práctica es una parte importante de la enseñanza y del conocimiento eficiente.
Industrias tradicionales como la minería o la pesca e industrias nacientes con un futuro promisorio, como el turismo o la agroindustria, necesitan sobre todo técnicos calificados y un número limitado de investigadores, planificadores y dirigentes. Los primeros no sólo implementan adecuadamente las decisiones de los segundos, sino que son capaces de sugerir soluciones que pueden incluso contradecir la teoría, basados en sus conocimientos técnicos y su larga experiencia práctica.
Por otro lado, la deficiente administración pública peruana, nacional, regional y municipal, requiere sobretodo de buenos técnicos bajo la supervisión de algunos profesionales altamente calificados. El énfasis en la tecnocracia es necesario a fin de crear un funcionario público eficiente y comprometido.
En el Perú, la liberalización sin riendas de la educación iniciada en los noventa fue nefasta y distorsionó aun más la visión errónea compartida por muchos latinoamericanos: que la carrera universitaria es el único camino de acceso al estatus y a una vida de clase media. Creó igualmente fuertes incentivos para el establecimiento de lucrativos pero deficientes centros de estudios, con bajos niveles de calidad. Cuando la universidad debe ser principalmente calidad y no cantidad.
La educación técnica, más corta, permite cantidad con calidad, al impartir conocimientos rápidamente utilizables y productivos; aunado a la creación de un eficiente sistema de aprendizaje en el que el título sólo es otorgado después de algunos años de práctica, arroja un desarrollo paulatino y planificado.
Al igual que Alemania, Corea, Japón, Singapur, Suiza o Taiwán, el Perú debería establecer y promover un eficiente sistema de aprendices a través del diálogo y la coordinación con los sectores productivos, que serían además los más beneficiados con la existencia de técnicos altamente calificados.
Centros de educación técnica como IPAE, ISIL, Certus, Cibertec, Toulouse Lautrec o Senati, por nombrar algunos, deben ser promovidos, mejorados y servir de plataforma para arrancar una verdadera revolución de la educación terciaria en el Perú, donde la educación técnica pase a ser considerada una alternativa profesional atractiva.
Sin embargo, según estadísticas del Senati, el Perú necesitaría anualmente aproximadamente 300,000 nuevos técnicos. IPAE y Certus han indicado que cada año se gradúan 100,000. Añadiría que muchos de ellos son probablemente de mala calidad. El INEI señaló en la última Encuesta Nacional a Egresados Universitarios y Universidades, publicada en noviembre del 2015, que en el 2014 se graduaron 196,240 alumnos. Muchos no lograrán empleos satisfactorios o terminarán realizando inadecuadamente el trabajo de un técnico. Un buen gerente de marketing no es necesariamente un buen vendedor y un buen ingeniero minero no es obligatoriamente un técnico eficiente.
Un país con el nivel de desarrollo económico como el Perú actual debe priorizar la educación técnica y reservar los estudios universitarios para una élite seleccionada con base en criterios objetivos.
La educación y el capital humano son las bases del desarrollo cuando están sincronizados con los requerimientos de la economía. Sin embargo demagogos, políticos y supuestos expertos siguen manoseándolos y utilizándolos en beneficio de sus propias agendas, sin que se realicen ni publiquen análisis serios sobre el costo y la utilidad de cada segmento educativo para el desarrollo del país; en particular la tasa de retorno de la inversión.
Fuente: http://semanaeconomica.com/haciaasia/2016/05/09/tecnicos-o-universitarios-2/
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