Bangladesh/5 de julio de 2016/ Fuente: el pais
El 74% de las bangladesíes se casa antes de cumplir los 18. El programa más visto de la televisión denuncia esta lacra con un corto satírico interpretado por extranjeros.
Hace un sol abrasador en una farm house del distrito bangladesí de Savar, en las afueras de Dacca. Unos 40 extranjeros residentes en Bangladesh ensayan diálogos en bengalí entre ocas y gallinas que pululan por un patio de tierra. Practican los gestos. Descansan en la espera. Ellos van vestidos con holgadas camisas y lunguis, unas faldillas que cubren hasta los tobillos, y ellas llevan tradicionales saris, más alegres o apagados en función de la edad; las mejillas de los malos de la trama están tatuadas con exageradas cicatrices y cuanto más villanos son más barba tienen, mientras que las chicas jóvenes van adornadas con trenzas y moños envueltos por lazos de colores. Y luego está, claro, la estrella principal: la niña objeto del deseo, con una mirada inmaculada y coloretes que resaltan su inocencia. Hanif Sanket, el director, se mueve de un lado para otro con la cabeza gacha y los ojos sobresaliendo sobre las gafas, clavados en algún punto inexacto que solo su mente conoce. No hay tiempo que perder, dice. «Acción».
—Un momento, paraos— dice Idrish, un miembro del consejo rural a sus asociados mientras observa desde la distancia a Sufia, una chica bonita, adolescente, que camina por una vereda del pueblo junto a varias amigas.
—Ese viejo canalla ojeroso —murmura con disgusto Sufia a sus compañeras al sentirse observada.
—Debes tener la edad de su hija… ¡pero cómo te mira!— secunda una de ellas.
—Señor, ¿le gusta la chica? Solo tiene que ordenarlo y se la conseguiremos—, le dicen a Idris sus acólitos.
En efecto, al miembro del consejo le gusta la chica, aunque ni siquiera sabe cómo se llama ni cuántos años tiene, ni de qué familia es. Desconoce si ha terminado de estudiar y si tiene aspiraciones o sueños. Pero Idrish moverá hilos para casarse con una niña de la que se ha encaprichado y a la que saca mucha edad. El consentimiento del resto de las partes implicadas es prescindible para alguien poderoso.
La realidad supera la ficción
La trama es pura ficción y corresponde a un sketch de unos seis minutos de duración, pero refleja una realidad tan cotidiana como desayunar o dormir. Escruta una de las lacras más bochornosas de Bangladesh, un país de 160 millones de habitantes y mayoría musulmana donde los matrimonios infantiles ocurren desde tiempos inmemoriales. Según datos de Unicef, casi tres cuartas partes de las bangladesíes se casan antes de cumplir la mayoría de edad. El país ostenta el dudoso honor de tener la segunda tasa más alta de matrimonios infantiles del planeta en esta franja y la primera en menores de 15 años. La trama en sí no tiene excesivo misterio, más allá del entusiasmo de los protagonistas. Un día de rodaje, cuatro semanas de ensayos intermitentes, actores aficionados, maquillaje exprés, guiones a menudo aprendidos deprisa y corriendo, extranjeros balbuceando en bengalí. Un popurrí de acentazos variados con dejes de lenguas como francés, español, holandés, italiano, inglés o alemán.
Es poco probable que alguno de estos actores improvisados gane un Óscar en la próxima edición, pero la importancia del corto no radica tanto en el plano artístico como en ser un potente altavoz, al formar parte del programa más popular de la televisión en Bangladesh. Ittadi (Etcétera, en castellano), que Hanif Sanket lleva dirigiendo casi tres décadas, se emite un puñado de veces al año y el de esta ocasión es una suerte de especial de Nochevieja de Televisión Española pues es difundido en el punto más álgido del Eid-ul-Fitr, festival comparado con la Navidad cristiana que corona el final del mes sagrado islámico del Ramadán. Entre 80 y 90 millones de espectadores, más de la mitad de la población, se pondrán frente al televisor esa jornada para ver las peripecias y sobreactuaciones de los extranjeros residentes en Bangladesh y reírse con unsketch cargado de sátira que les transportará este año, como otros, a un terreno conocido, muchas veces tolerado e impune. ¿Agitará sus conciencias?
Un corto, más efectivo que cientos de proyectos
«Este corto llega a multitudes. Es muy importante para la gente y puede ser más efectivo que todos los proyectos financiados por donantes extranjeros, con sentido del humor y utilizando la sátira, sin ser demasiado moralista, pero poniendo el dedo en la llaga en asuntos muy serios», dice Niels van den Berge, un consultor holandés residente en Dacca que en el pasado ejerció de diputado por la Izquierda Verde en su país natal y que en Ittadi encarna al malo más malo, Idrish, con una mirada siempre agresiva, la obligada cicatriz y una poblada barba anaranjada con henna.
«Esta es la historia de un hombre poderoso que quiere casarse con una joven bella probablemente de familia pobre, y esto es algo que pasa en Bangladesh», lamenta. Van den Berge califica de «preocupantes» los matrimonios concertados, que si bien son tradición con frecuencia se convierten en «matrimonios forzosos». «La parte buena del sketch es que tiene un final feliz, en contraposición con la realidad. La realidad muchas veces nos dice que el hombre mayor acaba casándose con la niña», reflexiona Van den Berge.
—Eres tan bonita— dice Idrish a Sufia, entre gestos serviles de sus asociados, mientras se prepara la inminente boda.
—¡Y tú eres un primate!— responde ella, triste, en una actitud inusual fuera del mundo del celuloide.
—¡Joder, no trates así a tu marido! Dentro de dos días serás mi esposa.
—Si hace falta, me quitaré la vida.
Entretanto, muchos lugareños se oponen al casamiento y se movilizan liderados por el joven Bashir, que ha regresado a la aldea tras terminar la carrera universitaria en la capital. Bashir, a quien desde siempre Sufia ha hecho tilín, llega con ideas más modernas sobre las relaciones entre hombres y mujeres. «Paremos la opresión hacia las mujeres / arranquemos la piel del miembro del consejo», gritan las masas. El pueblo está con Sufia y su familia, pero poco le importa eso a Idrish y sus secuaces, que secuestran a la niña y a su padre y los acaban llevando a la ceremonia. Una vez allí, entre un mar de lágrimas y mientras el mulá registra el matrimonio, aparecen sorpresivamente unos agentes de la Policía cargando viejos fusiles. De nada sirve que el poderoso del pueblo amenace con transferir a los agentes a un distrito remoto. Ellos, incorruptibles y enteros, algo que no siempre es así, contestan que le enviarán antes a él a prisión. Al final Bashir, convertido en héroe, promete al padre de Sufia casarse con su hija para restaurar el honor de la familia una vez haya cumplido los 18. Y como colofón para una historia complicada pero con final feliz: un baile estilo Bollywood, o mejor dicho Dhallywood, como se conoce a la menos internacional industria cinematográfica bangladesí.
Sin baile no hay arte ni final feliz
«La experiencia es fantástica. Acabas agotado pero es muy divertido. Es una situación en la que todos ganan. Para muchos es la primera vez delante de una cámara», dice Monja McKey, una neoyorquina que trabaja desde hace dos años en Dacca como profesora de arte dramático en una escuela internacional. McKey interpreta el papel de la madre de la niña y al tiempo ha aportado dosis de paciencia, ayudando al equipo a preparar la coreografía del baile.
«Casi todo el arte aquí gira en torno a la danza y el movimiento. Apenas existen programas televisivos o películas que no incluyan baile. Es una parte intrínseca de su cultura que tiene mucha relación con la India, con la religión (hindú)», agrega. Aplaude McKey que Ittadi ponga en la palestra un asunto como los matrimonios infantiles teniendo en cuenta que el público está nutrido principalmente por clases bajas y medias que van desde rickshawalas (conductores) a vendedores de té o amas de casa, es decir, «aquella parte de la población más susceptible de casar a sus hijas a una edad temprana».
«La gente adora este espectáculo. Tengo amigos que han participado en otras ocasiones y aunque hayan dicho solo tres palabras son reconocidos en la calle. La gente repite sus frases. Incluso en zonas remotas como los Chittagong Hill Tracts (en la frontera con Birmania) se han topado con personas que meses después del episodio se acuerdan», afirma. Y sentencia con ironía: «Yo fui actriz, me subí a escenarios, pero nunca tuve 90 millones de espectadores en toda mi carrera». El mensaje está en camino. La audiencia, aguarda impaciente.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/07/01/planeta_futuro/1467382154_067484.html
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