España: El rescate de los emblemas olvidados de la Pablo de Olavide

La Pablo de Olavide (UPO) es la universidad pública más joven de España. Eso no quiere decir que no tenga un pasado. Lo tiene, de hecho, pero no por reciente es conocido. Su campus, en el que estudian cerca de 14.000 alumnos y trabajan unos 1.100 profesores, guarda, a la vista de todos, enormes secretos.

El primero es su gran emblema: la torre, el elemento más visible de la Universidad incluso desde el exterior. Lleva años cerrada, aunque la UPO tiene un plan para ella. También lo tiene para la plaza Pablo de Olavide, que une y separa a un tiempo la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de la Universidad de Sevilla y el remozado edificio que acoge el Rectorado y el Paraninfo de la Olavide, en la actualidad un amplio trozo de cemento. Una plaza dura, que diría un urbanista moderno.

A un paso de la torre está el teatro, igualmente heredado de la Universidad Laboral. La flamante universidad, que nació en 1997, lo utilizó en sus primeros años. Hoy está inservible, además de tapiado. Quienes dirigen la institución han ideado un futuro mejor para este equipamiento, al que no es difícil adivinarle utilidades futuras, que podrían beneficiar no sólo a los miembros de la comunidad universitaria.

En el otro extremo del campus se sitúa la última gran infraestructura que la Universidad Laboral dejó en el terreno. Se trata de un notable ejemplo de arquitectura industrial: una sorprendente central térmica, que se construyó con la intención de que la Laboral fuera totalmente autosuficiente en materia energética. Nunca llegó a funcionar.

UN POCO DE HISTORIA

Sobre los terrenos que ocupa el campus de la UPO se proyectó la Universidad Laboral de Sevilla, que dependía del Ministerio de Trabajo. Su construcción comenzó en 1953, una vez que se compró el cortijo Fuentequintillo por cinco millones de pesetas. En el 56 se inauguró la Universidad Laboral con cuatro grupos escolares. Pensada para albergar hasta 5.000 estudiantes, nunca llegó a los 3.000. Con vaivenes y cambios, como su adscripción al Ministerio de Educación, cerró sus puertas en septiembre de 1989.

Desde el comienzo, la Universidad Laboral José Antonio Primo de Rivera tuvo la torre como elemento focal. A su alrededor se proyectó un centro cívico que incluía también una iglesia que no se levantó y el salón de actos, ese teatro –y sala de cine– que también se quiere recuperar. La plaza que queda delante recibió el nombre de Pablo de Olavide. Eso, y la presencia de la torre, hace fácil adivinar que la pretensión de la incipiente universidad era que fuera su plaza central. La realidad es que el núcleo de la actividad universitaria está en la plaza de América, enmarcada por el Rectorado y por la cafetería del campus universitario, con su concurrida terraza.

El deseo de la Universidad es que eso cambie. De entrada, devolviéndole la vida a la torre. Existe un proyecto desde 2008, que ganó un concurso. Llegaron luego años complicados desde un punto de vista presupuestario y todo se paró. Ese proyecto, que la universidad quiere retomar y cuyo presupuesto rondaba en la fecha de su redacción el millón de euros, incluye una pequeña zona de exposición en la planta baja y, en la parte superior, un mirador al que se accedería por un ascensor. Que nadie entre en la torre no quiere decir que esté en desuso. Es un aljibe en el que la universidad sigue almacenando agua. En tiempos de la Laboral era la depuradora: el agua subía, se ionizaba y se pasaba a la red de agua potable y a la de riego.

Que exista un proyecto concreto, individual para la torre quiere decir que su arreglo puede acometerse en cualquier momento. Cuando haya financiación. Pero, explica José Luis Pavón, director de Infraestructuras, Mantenimiento y Eficiencia Energética de la UPO, lo ideal sería conseguir una actuación integral quecontemplara la puesta en valor de la torre y de toda la plaza Pablo de Olavide. Pavón, que estudió en la Laboral, explica que la plaza se ideó con una estructura cerrada. «Era una letra u», recalca.

Ignacio Contreras, director general de Infraestructuras, coincide en el diagnóstico y en la solución. «La UPO empieza en el Rectorado. Y sin embargo, la imagen de la Universidad es la torre. Todo esto (y todo esto es la plaza) se ganaría si reformásemos la plaza: la universidad empezaría aquí, tendría vida». Trabajan en colaboración con la Universidad de Sevilla, su vecina en el edificio de Agrónomos, para convertir las zonas cubiertas en locales, tal vez con alguna zona comercial con productos para los estudiantes. Con eso y una planificación de la reforma de la plaza, que tendría que incluir alguna estructura que diera sombra, no necesariamente estable, la universidad ganaría un gran espacio que podría emplear en ocasiones en las que necesita un lugar con gran aforo. Por ejemplo, cuando realiza la ceremonia de bienvenida a los estudiantes extranjeros, en la que se reúnen casi 700 personas, o en ceremonias de egresados con cerca de 500.

La vuelta a la vida de la zona de la plaza Pablo de Olavide y la torre se completaría con el arreglo del teatro. Está muy deteriorado, pero el ojo experto de Pavón adivina una estructura en buen estado. Para este espacio no hay un proyecto, aunque sí un estudio de viabilidad con un presupuesto estimado de alrededor de 600.000 euros.

El aforo es ligeramente superior al actual paraninfo. «Es apunta Contreras al que mayor rendimiento podría sacarle la universidad. Y también podría ofrecerlo fuera». Destaca también que lo ideal sería disponer del teatro con una plaza remozada y una torre mirador visitable. Haría falta, eso sí, realizar cambios en el escenario y el patio de butacas obligados por la normativa de seguridad y accesibilidad, además de llevar las nuevas tecnologías a su interior.

UNA CIUDAD AUTOSUFICIENTE

El enorme campus de la Olavide nació en los años 50 con la pretensión de ser autosuficiente. La Laboral disponía de campos de cultivo, realizaba su propio pan, tenía animales que sacrificaban para comer, disponía incluso de un pequeño hospital. La idea inicial fue que también fuera autosuficiente a nivel energético. Por eso construyeron una central térmica en la otra punta del campus, que hoy marca uno de los límites con los campos de cultivo. Es un edificio industrial con toda su tremenda maquinaria original, con salidas y entradas de agua caliente preparadas para dar servicio a todo el complejo y una marabunta de restos que se han ido acumulando alrededor. Aquí, tanto Pavón como Contreras son prudentes. Adivinan grandes posibilidades pero también un enorme gasto y otras prioridades.

Pero ambos apuntan, para el futuro, la opción de crear un museo, un archivo y el centro cultural de la Universidad. Sería una sorpresa para buena parte de sus integrantes. Lo confirma Pavón: «Estas instalaciones no las conoce nadie, ni estudiantes ni profesores. Están cerradas por seguridad». Queda todavía otra posibilidad, de momento poco más que una idea. «Aquí podría montarse una central de biomasa que abasteciera a la Universidad». No desentonaría en la Olavide, orgullosa de su Campus de Excelencia Internacional en Medio Ambiente, Biodiversidad y Cambio Global. Una apuesta de futuro con base en la historia de una universidad joven que, con los años, empieza a echar mano su pasado. La vida misma.

Fuente: http://elcorreoweb.es/sevilla/el-rescate-de-los-emblemas-olvidados-de-la-pablo-de-olavide-IE2042318

Fuente imagen: http://elcorreoweb.es/documents/10157/0/675×450/0c25/675d400/none/10703/PMIA/image_content_18188583_20160731204715.jpg

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