Entrevista a Entrevista a Federico Malpica, Doctor en Ciencias de la Educación, fundador y director del Instituto Escalae para la Calidad de la Enseñanza-Aprendizaje
Nuevos enfoques didácticos como el trabajo colaborativo, el trabajo por competencias y la pedagogía inversa o flipped classroom hacen necesaria la aplicación de metodologías de aprendizaje innovadoras.
¿Cómo han influido las TIC en las nuevas metodologías didácticas?
Desgraciadamente, parece que cada vez con más insistencia, se introducen las nuevas tecnologías siguiendo el camino contrario al que sería conveniente para mejorar la calidad de lo que se hace en las aulas. Parece que las metodologías didácticas deben estar al servicio de las TIC y no al revés. Un discurso tal vez propiciado por el mercado de las nuevas tecnologías aplicadas a la educación, por la presión que ejerce la sociedad, las familias y otros colegios que están introduciendo máquinas y aplicaciones en las aulas de manera discriminada y sin un proyecto claro. No hay industria donde las TIC hayan sido introducidas sin mejorar claramente lo que se hacía… excepto en la educación. La prueba está en que hoy día las aulas están llenas de equipos, ordenadores, pizarras digitales, iPads, etc. y sin embargo seguimos viendo prácticamente las mismas metodologías que hace 30 años. La pregunta clave no es: ¿Qué tecnología implementamos? La pregunta clave es: ¿Cómo conseguimos que nuestro alumnado aprenda lo que le hemos prometido? A partir de aquí debemos pensar cómo la tecnología puede facilitarnos la tarea. El discurso de: «si implantamos las TIC seguramente los docentes acabarán siendo más innovadores» no es válido ni coherente y lo que es peor, puede producir el efecto contrario en los docentes.
¿Qué características tendría la metodología didáctica ideal? ¿Qué aspectos frenan su aplicación (recursos, formación, tiempo, planificación…)?
La metodología didáctica ideal es como el unicornio azul, no existe. Y no puede existir porque no todos los centros ni los sistemas educativos pretenden que su alumnado aprenda lo mismo. No hay metodología buena ni mala, porque depende de aquello que debe aprenderse. La metodología didáctica es un medio y por tanto, no tiene un fin en sí misma. Es el aprendizaje que pretendemos conseguir es el que tiene un fin en sí mismo, por eso le llamamos finalidad educativa, y cualquier metodología didáctica debería ser tan solo un medio para conseguir dicho aprendizaje. Por eso es inadecuado adoptar metodologías didácticas «innovadoras» sin una reflexión sobre lo que queremos que aprendan nuestros alumnos y alumnas. O peor aún, adoptarlas porque las consideramos buenas por sí mismas, porque son modernas, porque las tienen los colegios de referencia o porque lo recomienda el autor de moda. Lo que sí podemos afirmar es que hay metodologías didácticas más o menos adecuadas, en función de su capacidad para proveer una enseñanza que lleve a los aprendizajes pretendidos.
¿Es necesario que los centros formativos se replanteen sus metodologías a la hora de diseñar un curso?
Depende. Lo que es necesario seguramente es que los centros formativos tengan clara una visión compartida del aprendizaje que quieren conseguir. Es decir, que todo su profesorado, equipo directivo y comunidad educativa tengan claro y comulguen con un mismo perfil competencial del alumno que pretenden formar y que trabajen desde cada aula y desde cada decisión de centro por conseguirlo. A partir de aquí, en función de la realidad de cada centro, sería posible definir si es necesario replantear metodologías o más bien reconocer lo que ya se realiza como adecuado para que los alumnos aprendan.
¿Qué diferencias existen entre la innovación y la creatividad?
Entiendo que son dos conceptos los cuales tienen relación pero que se refieren de cuestiones diferentes. Para mí la creatividad tiene más relación con la capacidad de buscar nuevos caminos, alternativas y de construir, diseñar o inventar algo que antes no existía. Es la actividad humana que más nos acerca a lo «Divino» y que nos diferencia del resto de especies.
En cambio, la innovación para mí es un proceso por el cual se llega a una nueva solución que mejora la forma en la que realizamos una tarea para conseguir un resultado o producto final adecuado. Por tanto, la innovación requiere creatividad, pero también requiere pensar en la optimización, en la eficiencia y la eficacia, pensar las personas que intervienen en el proceso y en el contexto donde se desenvuelve. En innovación interesa sobre todo, conseguir un nuevo resultado más adecuado. Cambiar para llegar al mismo resultado no es muy innovador. Decir en un centro que implantamos una metodología muy innovadora para acabar con los mismos resultados en el aprendizaje de los alumnos no tiene sentido. De la misma manera, a veces la innovación no pasa por desarrollar algo nuevo del todo, sino por hacer más eficiente, más consistente, o darle otro enfoque a aquello que ya realizamos en el centro.
¿Qué aspectos dificultan la innovación educativa y cuáles la propician?
Nuestra profesión docente es una de las más complejas que existen dado el número de variables interrelacionadas que afectan el resultado del aprendizaje, factores relacionados con el aula, con la familia y con el entorno socio-cultural de cada alumno. Esta complejidad dificulta la toma de decisiones sobre qué y cómo innovar. Además, en nuestra cultura profesional aún persiste la idea de que cada docente tiene su aula, sus alumnos y su programa. Aún no se ha generalizado la idea de pensar que son nuestras aulas, nuestros alumnos y nuestro programa. Esto dificulta la generalización de las innovaciones, su consistencia y su viabilidad a largo plazo, por lo que cuesta ver nuevos resultados en el aprendizaje de los alumnos. En general, en educación es fácil dejarnos llevar por la inercia. Cada año se puede hacer lo mismo y seguir funcionando. Según el informe TALIS (Teaching and Learning International Survey) sobre la práctica educativa llevado a cabo por la OCDE en 32 países, se confirma esta tendencia pues sugiere que los docentes, a diferencia de otras profesiones, comienzan a dar clase sin la idea clara que con los años su práctica profesional de verá transformada por la investigación.
Por otro lado, si pensamos en aspectos que propicien la innovación, sabemos que la única forma de innovar es hacerlo de forma que todos los docentes de un centro adopten prácticas educativas que sean comunes. Una metodología que sólo implementan unos cuantos docentes no puede considerarse una innovación porque, ¿qué posibilidades tiene de influir en el resultado global del aprendizaje en nuestros estudiantes? Sin la consistencia adecuada, el resultado no será nunca el esperado. Existe una diferencia entre una innovación que garantiza un resultado de aprendizaje y una anécdota que puede ser interesante para quien la aplica pero es poco eficiente para quien la recibe.
En su libro «8 ideas clave para transformar la práctica educativa» hace hincapié en la necesidad de buscar la calidad en el aula, ¿cómo se identifican las prácticas educativas adecuadas?
Todos los informes que se hacen sobre calidad educativa afirman que la calidad no puede llegar más allá de la capacidad de los docentes para desarrollar una práctica educativa adecuada. Sin embargo, antes de preguntamos qué es una buena práctica educativa, debemos hacernos dos preguntas anteriores. La primera es «¿Qué aprendizaje queremos conseguir, es decir, que deben saber, saber hacer y ser los alumnos al terminar su formación?». De esta manera tendremos un primer referente, en este caso ideológico, para determinar una práctica educativa adecuada. Si sabemos lo que queremos conseguir en los alumnos, la segunda pregunta es: «¿Y esto, cómo se aprende?». La respuesta a esta pregunta es técnica, y por tanto, debemos contestarla desde los principios psicopedagógicos del aprendizaje, es decir, a lo que sabemos sobre cómo aprendemos las personas.
Una vez contestadas estas dos preguntas, ya podemos preguntarnos: «Y esto, ¿cómo se enseña?». La respuesta será la práctica educativa más adecuada.
Un ejemplo es el siguiente: si queremos que nuestros alumnos sepan argumentar cuando acaben su formación, y determinamos que existe un principio del aprendizaje el cual nos dice que las personas aprendemos la argumentación a partir de modelos y práctica consistente de lo más simple a lo más complejo, con ayuda y reflexión, entonces ya sabemos cómo deberíamos enseñar en las aulas. En todas ellas debería haber actividades que incluyeran estos pasos para garantizar que nuestros alumnos realmente dominaran la argumentación al acabar sus estudios.
¿Qué importancia tiene la evaluación para garantizar la calidad en el aula?
La evaluación es muy importante, como en cualquier proceso de mejora continua y de actuación reflexiva. Ahora bien, el problema es que en educación, muchas veces tenemos un concepto de la evaluación como «sancionadora», es decir, creada para poner una nota (como hacemos los docentes con nuestros alumnos). Por ello, los profesores y maestros son tan reacios a las evaluaciones docentes. La solución pasa por crear un espacio de reflexión y análisis de la práctica educativa que no lleve a la sanción, sino a la mejora continua de la práctica educativa, en un ciclo que permita analizar lo que hacemos en las aulas, mejorarlo de forma colaborativa y reconocer las mejoras efectivas en las aulas. Un ciclo que, por cierto, es el alma de cualquier sistema de calidad. En el Instituto Escalae hemos desarrollado un instrumento de análisis que llamamos Autodiagnóstico Pedagógico y que permite a cada docente hacer una reflexión individual y anónima de su práctica para luego integrar los datos con los demás miembros de un claustro y crear un mapa de lo que pasa dentro de las aulas. Cuando dicho proceso se presenta de forma constructiva funciona muy bien. Llevamos aplicando este proceso los últimos 7 años con centenares de centros escolares y universidades. Sin ser obligatorio, hasta el momento mantenemos una participación de más del 90%.
¿Es necesario que los docentes reciban más formación para facilitar la innovación metodológica en el aula?
Lo que es necesario es que los docentes realicen un aprendizaje adecuado en función de la innovación metodológica común que se haya decidido poner en marcha. Dicho aprendizaje pasa por construir conceptos y conocimientos pedagógicos comunes, dominar técnicas y habilidades concretas, así como interiorizar actitudes y demostrar competencias en la práctica. La formación al uso, aquella de los cursos, cursillos, talleres y seminarios tiene muy poca eficacia, pues sólo atiende, principalmente, a la socialización y comprensión de conceptos. Es muy difícil que un docente llegue a dominar técnicas de trabajo para aplicar en su aula, sólo por asistir a una formación. Normalmente, los centros estarán desperdiciando recursos económicos, tiempo y esfuerzo de sus docentes, pues muy pocos serán capaces de hacer la transferencia de la teoría a la práctica sin la ayuda adecuada. Por tanto, es muy importante que los centros procuren un entorno adecuado en el propio centro y en las aulas con soporte, recursos y tiempo suficiente para que los profesionales de la educación lleguen a dominar las competencias que implican la innovación metodológica en su aula. Sería interesante que dicho entorno adecuado para el aprendizaje docente se realizará fundamentado en la práctica reflexiva a través de comunidades de aprendizaje profesional, donde los docentes tuvieran la oportunidad de construir acuerdos sobre la innovación metodológica a realizar, pudieran compartir sus prácticas en función de dichos acuerdos y finalmente, llegaran a generar hábitos docentes colectivos. Este modelo de trabajo es el que llevamos acompañando desde hace un tiempo con resultados notables para la innovación pedagógica y la calidad de la práctica educativa.
Fuente: http://www.educaweb.com/noticia/2015/05/27/entrevista-federico-malpica-monografico-didactica-8866/