Asia/Irak/15 de septiembre de 2016/Fuente: el mundo
Los niños forzados a huir de la violencia del grupo yihadista en Irak arrastran serios traumas psicológicos de por vida
Unos 3,6 millones de menores iraquíes corren peligro de muerte o violencia sexual, según cifras de Unicef.
Said no puede dormir, se orina en la cama, tiene problemas para relacionarse y su autoestima es baja. Tiene 12 años y es un niño refugiado iraquí. Hace dos años, huyó de Mosul con su familia cuando el Estado Islámico conquistó la ciudad, en junio de 2014, y desde entonces es presa de las pesadillas. «Sus problemas psicológicos se deben a que vio, con sólo 10 años, tres muertes muy seguidas en aquellos días. Presenció cómo los milicianos yihadistas mataban a un policía, vio morir ante sus ojos a un familiar cercano y fue testigo de la muerte de un niñocomo él», cuenta el psicólogo Abdulwahid Abdulla, que lo trata.
Estos tres impactantes encontronazos con la crueldad del Estado Islámicoatemorizan a Said, que ha perdido la confianza y el amor propio. Para ayudarle, Abdulla hace terapia diaria con él. «Le pongo ante el espejo para mejorar su autoestima, por ejemplo. Tenemos un diario donde se premian las noches que no moja la cama. Otra de las cosas que ayudan a que se sienta más seguro es hacer de capitán del equipo de fútbol; aunque al principio se negó, luego conseguí que hiciera ese papel, con la ayuda de otro niño», cuenta. Said necesitará tiempo para recuperarse.
Abdulla hace equipo con otros tres trabajadores sociales en el campo de refugiados de Harsham (cerca de Erbil, capital del Kurdistán iraquí), donde vive Said. Los cuatro especialistas forman la unidad de Protección Infantil del campamento, que tiene en sus manos un total de 89 casos abiertos. Niños que, como Said (su nombre es ficticio para proteger su identidad), sienten todo el peso de la vida a su corta edad.
En Harsham viven 1.600 desplazados iraquíes que han tenido que dejar sus hogares para no morir a manos del Estado Islámico. El 95% de las familias son de Mosul y su provincia; el resto viene de Saladino, Anbar y Bagdad. «El campamento es un pequeño Irak, pero sin cristianos ni yazidíes», cuenta Ahmad Abdo, director de Harsham, él mismo un refugiado.
Un lugar donde se aprecian a pequeña escala los estragos que causa en los chiquillos la violencia en Irak. Según un reciente informe de Unicef, 3,6 millones de niños y niñas en el país árabe corren serio riesgo de muerte, lesiones, violencia sexual, secuestro o reclutamiento por parte de grupos armados. Uno de cada cinco pequeños. El 10% de los niños iraquíes ha sido forzado a huir de sus hogares desde que, en 2014, el Estado Islámico estableciera el califato. Hay muchos niños como Said.
Un futuro condicionado
En el último año y medio, coincidiendo con la escalada del conflicto, más de 100.000 niños reciben apoyo psicológico por parte de Unicef. «Primero eran las familias las que reclamaban nuestra ayuda, pero ahora son los mismos niños los que vienen directamente a nosotros. Primero vienen en busca de cosas más materiales, olvidando sus mentes. Pero es a partir de esa pequeña llamada de atención cuando nosotros detectamos si necesitan ayuda psicológica», explica Saded Zawor, otro de los trabajadores sociales de la unidad de Protección Infantil de Harsham, establecida por Unicef y la ONG Terre des Hommes.
Los problemas psicológicos causados por la violencia y la guerra forman parte del macabro capital intangible que acompañará a estos niños durante gran parte de sus vidas. Pero hay otras amenazas para estos pequeños que también condicionarán su futuro: el trabajo infantil y los matrimonios a edades tempranas.
«Tenemos niños con ocho años o incluso menos, cuyos padres se han visto obligados a ponerlos a trabajar. Sobre todo estos menores se encargan de trabajos en la construcción o bien en tiendas, ayudando a familiares. Actualmente seguimos en Harsham 19 casos e intentamos detectar otros que pueda haber. Aunque es difícil. Las familias no siempre nos escuchan; nos responden que tienen dificultades para ganarse el pan y que necesitan que sus hijos trabajen«, explica Zawor. «Por ejemplo, tenemos a un niño que mantiene a sus padres, ya mayores, y a sus siete hermanos. Hay muchos pequeños que no tienen padre y tienen que traer dinero a casa», añade.
Fuente: http://www.elmundo.es/internacional/2016/09/08/57d0514de2704e59558b45fe.html?cid=MNOT23801&s_kw=una_infancia_destruida_por_el_estado_islamico
Imagen: e02-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/09/07/14732707332343.jpg