Por: OLEP
Capital Social, CDMX o simplemente Ciudad de México. La capital del país lleva muchos años mostrando un rostro de “izquierda” donde las libertades democráticas se respetan, donde los derechos humanos son promovidos mediante una infinidad de programas sociales, donde existe una amplia apertura a los valores “progresistas” y respeto a las diferencias.
Sin embargo, tras esa máscara caritativa pintada de rosa mexicano se encuentra un rostro terrible de represión y explotación donde las necesidades del pueblo son dejadas de lado para privilegiar a los grandes empresarios nacionales y extranjeros.
Un ejemplo que demuestra esta relación es la legalización y normalización del outsourcing o subcontratación, es decir, de una forma de contratación en la cual el patrón (público o privado) le paga a una empresa (“contratista”, según el artículo 15 de la Ley Federal del Trabajo) para emplear a cierto personal para trabajar en las instalaciones de su compañía o dependencia sin que estos sean reconocidos como sus empleados, dejando toda la responsabilidad legal sobre ellos al contratista, mientras el patrón goza de todas las ganancias obtenidas. Cabe resaltar que la figura de las empresas “contratistas” es tan ambigua que permite eliminar los derechos de los trabajadores o simplemente desaparecer sin que esto implique alguna penalización hacia los dueños ni un seguimiento legal a éstos.
La subcontratación es cada vez más utilizada no sólo por empresas privadas, como las cientos de compañías de seguridad que brindan sus servicios a plazas comerciales o tiendas de autoservicio, sino por las propias oficinas de gobierno. Un claro ejemplo de esta forma de despojo de derechos es el caso de las trabajadoras de intendencia del Instituto de Educación Media Superior (IEMS), quienes fueron despedidas por luchar y demandar sus legítimos derechos a la organización, al salario justo, al trabajo digno y a la seguridad social.
Ahora bien, ¿qué hay detrás de la subcontratación en el sector público? En principio una necesidad de los grandes capitalistas por obtener mayores ganancias, pues en la dura carrera de la burguesía, el que se duerme se lo lleva la corriente. Esta ansia de ganancias se encuentra determinada por las propias leyes del capitalismo, es decir, no importa si los ricos son buenas personas o no. Si quieren seguir siendo ricos y mantener este sistema económico deberán acumular cada vez más, siempre a costa de la vida y el esfuerzo de los trabajadores, la plusvalía (la ganancia obtenida por el trabajo no pagado que le exprimen al pueblo). Aunado a este robo para obtener más ganancias, los capitalistas buscan eliminar los “gastos sociales”, es decir, esa parte de la ganancia “gastada” en pagos al seguro social, cuotas patronales, etcétera. En resumen, todos esos pagos y prestaciones que para nada son del agrado de los ricos y dan un poco de estabilidad a la supervivencia del trabajador.
En el caso del sector público capitalino, la burguesía de la Ciudad de México, del país e incluso la que viene del extranjero han presionado al propio gobierno “de izquierda” para que le cediera, por decirlo de algún modo, a una cierta cantidad de trabajadores y, de paso, los despojara de sus derechos. Es decir, no es que las empresas privadas generen nuevos empleos, como nos vienen diciendo una y otra vez, sino, por el contrario, el Estado elimina plazas en el sector público y les paga a las empresas privadas para que contraten a los trabajadores que cubrirían tales plazas.
Así, los sueldos bajan, pues no hay una relación directa entre el Estado y quien trabaja, la empresa se queda con gran parte de lo que paga el gobierno y le da una mísera parte al trabajador, apenas para comer. De la misma manera, la ganancia que antes iba para las arcas del país y servía para repartirle un poco a la sociedad (construcción de escuelas y hospitales, por ejemplo) ahora se va a los bolsillos de los ricos, quienes jamás le darán nada al pueblo.
El outsourcing o subcontratación en las instancias del Estado se convierte así en un arma doble en contra del pueblo: por un lado, los trabajadores pierden sus derechos laborales y, por el otro, las ganancias que deberían volver al pueblo se quedan en los bolsillos de los empresarios.
En este sentido, la llamada Capital Social se revela como un mero espejismo, como un modelo de ciudad que no podrá ser mantenido durante mucho tiempo y cuyas medidas de “apoyo para el pueblo” sólo servirán para generar clientes a quienes cobrar favores políticos a la hora de las elecciones. Esta situación se hace evidente en los múltiples despidos en delegaciones como Iztapalapa, Tlalpan o Venustiano Carranza; en la falta de estabilidad laboral de los trabajadores de SaludArte; en las contrataciones por outsourcing de los empleados de intendencia; en las deficiencias de la gratuidad en los Centros de Salud o las carencias del IEMS.
El Estado va mostrando así su verdadero rostro: el aparato político-militar que utilizan los empresarios para mantener sus privilegios y contener al pueblo por medio de la violencia, al tiempo que sus programas sociales y apoyos estatales se van difuminando, dejándolo todo al mercado.
Estas dificultades ya las han visto y sentido en carne propia las compañeras de intendencia despedidas injustificadamente del IEMS, quienes, sin saberlo, se enfrentaron a una de las cabezas de este monstruo llamado capitalismo, el cual se defenderá con uñas y dientes, pues si uno de sus rostros cae, se verá que los demás también pueden caer. Por ello su lucha es tan digna y a la vez tan complicada.
Por estos motivos creemos necesario organizarnos de manera independiente no para exigir una “verdadera Capital Social” o el retorno al “Estado Benefactor” donde nacen explotados felices, sino la superación del propio sistema capitalista como única salida a esta realidad tan injusta.
Como OLEP hacemos el llamado a usted trabajador, del sector público o privado, que sufre de contratos por outsourcing o cualquier otra forma de despojo de sus derechos laborales, a escribir sus denuncias en FRAGUA y a unirse con nosotros en este esfuerzo que tenemos como organización.Caminemos juntos y exijamos por medio de la movilización un trabajo justo, salario digno y seguridad social; luchemos de manera digna por un futuro mejor para todos, en el que no exista la explotación, el despojo ni la represión; luchemos por alcanzar el socialismo.