08 de febrero de 2017 / Fuente: http://compartirpalabramaestra.org/
Por: Miyer Pineda
Hechos coyunturales ocurridos en el 2016 comprobaron la importancia de la Escuela como espacio de construcción de saberes que hicieran posible el ingreso de Colombia a la modernidad.
Se hace necesario conversar en las aulas sobre al menos dos de los acontecimientos referentes a educación más importantes del año pasado: el primero, las marchas de rechazo a la gestión de la entonces ministra de Educación, Gina Parody, motivadas por su identidad sexual; y el segundo, un hecho insólito, que fue los miles de “profes” que le hicieron campaña al NO en el plebiscito celebrado el dos de octubre del 2016, y más allá del resultado obtenido con una vergonzosa campaña de manipulación, la alta abstención en dicha votación.
En cierto sentido, estos hechos fueron una bofetada para los equipos de burócratas que estaban detrás de las iniciativas, y ese es el problema, precisamente estos personajes desconocen el país en el que viven, y por tanto, no comprenden la visión de mundo de una sociedad que tiene que cargar de manera cotidiana con problemas estructurales que ellos apenas intuyen.
Y en mitad del escenario coyuntural, la Escuela, a ella llegan todos los problemas que nos aquejan como país: hambre, pobreza y el inquietante culto a la ignorancia o a la pereza, a su alrededor, la ausencia de la ética emulando la vergonzosa existencia de un sistema de justicia parasitario que nunca ha podido ser garantía de derecho, y mucho menos en una frontal lucha contra el mal de males, la corrupción. Así nunca entenderemos que la corrupción mata más gente que la guerrilla.
Sin embargo, hay que decir que existen prácticas nocivas y corruptas en la Escuela, más allá del negocio que se tejió alrededor del transporte, de la alimentación escolar o de la construcción de colegios. Puertas para adentro los establecimientos educativos se convirtieron en el reflejo de lo que es nuestro país: ya se naturalizó la verborrea que encubre nuestra realidad, dirigida por directivos mediocres, y amañada por docentes del mismo nivel intelectual. Por supuesto, los afectados son los estudiantes, y a la larga, el país. Es lamentable esta situación para una sociedad que debe cambiar su mentalidad, si es que quiere con el tiempo lograr algo de dignidad para las generaciones futuras. Por ejemplo, Gina Parody comprobó en carne propia, y como parte de esa élite, la nefasta influencia de las ideologías pre-modernas que se impusieron desde la colonia: religión, chisme y fanatismo.
Es fundamental que en las aulas se reflexione al respecto haciendo un análisis desde parámetros ofrecidos por la modernidad. La imposición de esta mentalidad retrograda dio como resultado que salieran a marchar los líderes del atraso cultural, y tras ellos, miles de incautos que no pudieron superar, en este caso, esa torpe y falsa dicotomía, religión Vs. lesbianismo, dos tópicos que a estas alturas de la civilización no deberían preocupar a nadie.
Pero aquí es dónde se hace palpable el profesor como obstáculo. Ese empleado sin vocación interesado en cobrar un salario sin preocuparse por la lectura y la creación de saber a partir de su labor cotidiana; profesores parásitos que no aportan mucho a la transformación del país. Por esta línea hubo miles de docentes quienes atentos a la orientación sexual de la Ministra, también apoyaron el NO en el plebiscito, sin analizar su posición a la luz de una seria reflexión política e histórica que lograra ir más allá de la nefasta enfermedad que han significado las FARC, para una nación inmersa en una constante crisis económica.
Se negaron a tomar un libro y leer la historia de Colombia a la luz de los verdaderos problemas de nuestro país: la corrupción y la falta de una honesta y necesaria cultura política. No quisieron ver que las guerrillas se volvieron la cortina de humo para que el país no vea que existen otros males aún más atroces: un malsano sistema de salud, desempleo, pésimos salarios, impuestos (serán despilfarrados o se los robarán), la desigualdad, el irrespeto a los más elementales derechos humanos, etc.; no pensaron que estos males son en buena medida consecuencias de los increíbles niveles de corrupción que existen en nuestra nación.
Estos “profes” no comprendieron que era una oportunidad para realizar una crítica de medios y del uso de las redes sociales, tampoco lograron pensar en el gasto anual que tiene la guerra y la corrupción cuando existe un conflicto, no pudieron hacer cuentas y ver que nos salía más barato un proceso de paz que seguir combatiendo con ellos. Esto comprobó, incluso, lo beneficiosa que ha resultado la guerrilla para la mediocridad: si deja de existir tenemos que explicar los problemas del país desde otros ángulos y desde otras causas, y eso implicaría comenzar a estudiar.
Con los días se supo la deshonesta estrategia de campaña de muchos promotores del NO: desde fanáticos religiosos hasta fanáticos de la guerra, desde lacras corruptas hasta señores de la muerte. Las redes sociales se encontraban inundadas de verdaderas mentiras producto de la más ingenua y retorcida forma de la ignorancia: la de repetir discursos sin analizarlos. La negación de Kant y su sapere aude (atrévete a pensar por ti mismo). Algunos de estos “profes” pre-modernos, con sus sonrisas sardónicas, quizás alcanzaron a vislumbrar que se sumaron al discurso corrupto que quiere la guerra para encubrir la corrupción.
Sin embargo, el resultado comprobó que la guerrilla de las FARC al fin se dio cuenta de que solo son un obstáculo para pensar un país distinto, al fin comprendieron que fueron ellos quienes eligieron a Andrés Pastrana, a Álvaro Uribe, a Juan Manuel Santos (Premio Nobel de Paz quien tendrá que pensar para siempre en la expresión “falsos positivos”) y al fin se dieron cuenta de que el pueblo colombiano nunca dejará de elegir a mediocres, neoliberales y verdugos, mientras ellos existan. Eso terminó siendo la guerrilla en Colombia, un pretexto para apoyar a seres peores que ellos mismos.
Ahora solo falta que buena parte de este país también se desmovilice de la ignorancia y del prejuicio, es por esto que se hace necesario que los profes también se desmovilicen y se sumen al pacto de construir un país moderno, porque para esto las aulas son fundamentales.
Creo que esto alcanzaron a intuirlo Santos y Parody. Hablar de un aula digna, inclusiva y dialógica requiere de buenos docentes, y para formar buenos docentes se necesita de procesos de dignificación de esta profesión. Recogieron lo que las políticas educativas han sembrado durante años. Parody lo vivió en carne propia, tuvo que asistir al Congreso a defender la diferencia que ella encarna y logró conmoverme su participación aún a sabiendas de que la educación en Colombia no ha podido quitarse el lastre del Concordato de 1887, mediante el cual la Iglesia impuso fanatismo y forjó una mentalidad totalitaria en múltiples generaciones.
Esto se debe matizar, el Papa Francisco y cientos de sacerdotes en Colombia participaron en la campaña por el SÍ, también muchos miembros de otros grupos religiosos con quienes conversé manifestaron una postura reflexionada en la que el perdón permitía superar el odio y vislumbrar la reconciliación.
Cuando más del 60% de la población se queda al margen de la coyuntura, el país no se humaniza, esto demuestra la falta de cultura política que nos aqueja, por lo tanto, aquí el papel de la Escuela es fundamental; por ello se espera que el profesor deje de ser un obstáculo y logre deshacerse del fetiche temático y comience a pensar un país moderno en el que la ciencia, el asombro y la dignidad tengan la palabra.
Existe el problema del profesor como un obstáculo, pero, ¿cómo hacerle frente? Por ahora el llamado es a los estudiantes, profesores y directivos para que de una u otra manera comprendan que el aula es un espacio de construcción del sentido a través del diálogo respaldado con lectura y análisis que vayan más allá de fanatismos y dogmas; que la Constitución de 1991 es una herramienta para poder respaldar una educación moderna que a lo mejor en algunas décadas logre hacernos entender las razones por las cuáles hasta el momento hemos sido un país experto en elegir a nuestros verdugos.
Fuente artículo: http://compartirpalabramaestra.org/columnas/el-profesor-como-obstaculo