Por: EFE
Montañas de deberes, múltiples actividades extraescolares y poco tiempo para jugar, así es la vida para decenas de millones de niños en China, un país con una histórica y estricta educación que empieza a hacer leves esfuerzos por paliar el estrés infantil.
En la ciudad de Shanghái, en el este del país, la Comisión de Educación anunció la pasada semana una campaña para reducir la presión que sufren los niños desde temprana edad por lograr buenos resultados académicos.
Entre otras cosas, los profesores tendrán prohibido recetar a los alumnos clases extraescolares y, además, durante las dos primeras semanas del semestre, que comenzó hace unos días, no podrán hacer exámenes de clasificación.
Como respuesta, tres entidades organizadoras de competiciones matemáticas anunciaron que no habrá concursos este año, para aliviar la presión sobre los escolares.
Y es que muchos padres ven en los concursos un punto extra que puede darles a sus hijos ventaja a la hora de solicitar entrar en una escuela superior y para ganarlos los someten a intensas clases extraescolares.
Tras diez años como profesora en Pekín, Tania Saleem lo sabe bien. «La mayoría de mis niños tienen clases extraescolares de música, baile, idiomas… es demasiada presión para tan corta edad, ya que los padres esperan que sus hijos sean perfectos», explica a Efe esta profesora de 33 años, originaria de Pakistán.
Los niños empiezan a vivir esa presión desde muy pequeños, pues la educación es vista como un «paso a paso», primero buscar entrar en «la mejor escuela superior» para luego poder acceder a «la mejor universidad». «Es muy agotador para los niños, no es sano», apunta Saleem.
La obsesión por los padres es tan grande, asegura, que en ciudades como Pekín muchos buscan vivir en zonas cercanas a las mejores universidades (escasas en el país, comparado con el gran número de estudiantes), donde también están las mejores escuelas secundarias.
Toda la educación primaria y secundaria está enfocada hacia el «gaokao», el examen de acceso a la universidad al que se enfrentan cada año unos 10 millones de estudiantes, todo un acontecimiento que decide el futuro de los jóvenes.
Para que sus hijos logren buenos resultados y entren en la universidad deseada, que les facilitará tener un buen y bien remunerado trabajo, los padres invierten durante años enormes cantidades de dinero en tutores, escuelas privadas o clases particulares. Y los hijos, tiempo y mucho esfuerzo.
En opinión de Scholastica Tanyi, de 30 años, profesora originaria de Carolina del Norte (EEUU), esta concepción tan sacrificada del estudio está cambiando poco a poco. «Algunos padres más jóvenes son más relajados y entienden que sus hijos necesitan otro tipo de esparcimiento», explica a Efe.
El fin de la política del hijo único ayudará también a rebajar la presión, pues durante décadas los padres sólo han tenido un descendiente en el que volcar sus esfuerzos.
Tanyi enseña inglés en una academia y ve cómo con solo 9 años los niños se llevan libros y libros de deberes a sus casas. «Muchas veces llegan a la clase de inglés preocupados porque no les ha dado tiempo de hacer los deberes», comenta.
Por las noches se acuestan tarde para hacer las tareas y por las mañanas madrugan mucho si no les ha dado tiempo. La presión es tal que en algunos lugares como Hong Kong han saltado las alertas.
El año pasado, 35 estudiantes se suicidaron en Hong Kong, según datos de la Oficina de Educación y en los últimos diez días, en coincidencia con el arranque del semestre, lo ha hecho otros tres estudiantes.
Según un estudio del Instituto de Educación de Hong Kong en 20015, cerca del 50 % de los estudiantes de secundaria presentan algún signo de depresión, mientras que una cuarta parte del alumnado habría considerado la opción del suicidio.
Algunas escuelas están tomando cartas en el asunto, como el Colegio I de Nankín, un centro internacional que ha implementado una especie de sistema bancario escolar, que permite a los alumnos pedir prestadas décimas de su nota si suspenden, con la condición de que las devuelvan después haciendo méritos o en exámenes posteriores.
Según explicó a la prensa local Yu Hongmei, profesora del centro, este plan funciona, ya que no solo reduce el estrés de los alumnos sino que también los estudiantes que solicitan puntos tienen «más interés en el estudio y estén más concentrados».
Fuente: http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=453744